16 diciembre 2010

EL LIBRO DE ENKI - (Como se poblo nuestra tierra y de donde provenimos)

INTRODUCCIÓN

Hace unos 445.000 años, astronautas de otro planeta llegaron a la Tierra en busca de oro.


Tras amerizar en uno de los mares de la Tierra, desembarcaron y fundaron Eridú, «Hogar en la Lejanía». Con el tiempo, el asentamiento inicial se extendió hasta convertirse en la flamante Misión Tierra, con un Centro de Control de Misiones, un espaciopuerto, operaciones mineras e, incluso, una estación de paso en Marte.

Escasos de mano de obra, los astronautas utilizaron la ingeniería genética para darle forma a los Trabajadores Primitivos - el Homo sapiens. Más tarde, el Diluvio barrió la Tierra en una inmensa catástrofe que hizo necesario un nuevo comienzo; los astronautas se convirtieron en dioses y le concedieron la civilización a la Humanidad, transmitiéndosela a través del culto. Después, hace unos cuatro mil años, todo lo conseguido se desmoronó en una catástrofe nuclear provocada por los visitantes en el transcurso de sus propias rivalidades y guerras.

Todo lo ocurrido en la Tierra, y especialmente los acontecimientos acaecidos desde el inicio de la historia del ser humano, lo ha recogido Zecharia Sitchin en su serie de Crónicas de la Tierra, a partir de la Biblia, de tablillas de arcilla, de mitos de la antigüedad y de descubrimientos arqueológicos. Pero, ¿qué ocurrió antes de los acontecimientos en la Tierra, qué ocurrió en el propio planeta de los astronautas, Nibiru, que les llevó a los viajes espaciales, a su necesidad de oro y a la creación del Hombre?

¿Qué emociones, rivalidades, creencias, morales (o ausencia de éstas) motivaron a los principales protagonistas en las sagas celestes y espaciales? ¿Cuáles fueron las relaciones que llevaron a una escalada de la tensión en Nibiru y en la Tierra, qué tensiones surgieron entre viejos y jóvenes, entre los que habían llegado de Nibiru y los nacidos en la Tierra? ¿Y hasta qué punto lo sucedido vino determinado por el Destino -un destino cuyo registro de acontecimientos del pasado guarda la clave del futuro?

¿No sería prometedor que uno de los principales protagonistas, un testigo presencial que podía distinguir entre Suerte o Hado y Destino, registrara para la posteridad el cómo, el dónde, el cuándo y el porqué de todo, los Principios y los Finales?
Pues eso es, precisamente, lo que algunos de ellos hicieron; ¡y entre los principales de éstos estuvo el líder que comandó el primer grupo de astronautas!

Tanto expertos como teólogos reconocen en la actualidad que los relatos bíblicos de la Creación, de Adán y Eva, del Jardín del Edén, del Diluvio o de la Torre de Babel se basaron en textos escritos milenios antes en Mesopotamia, en especial escritos por los sumerios. Y éstos, a su vez, afirmaban con toda claridad que obtuvieron sus conocimientos acerca de lo acontecido en el pasado (muchos de ellos de una época anterior al comienzo de las civilizaciones, incluso anterior al nacimiento de la Humanidad) de los escritos de los Anunnaki («Aquellos Que del Cielo a la Tierra Vinieron»), los «dioses» de la antigüedad.

Como resultado de un siglo y medio de descubrimientos arqueológicos en las ruinas de las civilizaciones de la antigüedad, especialmente en Oriente Próximo, se han descubierto un gran número de estos primitivos textos; los hallazgos han revelado un gran número de textos desaparecidos -los llamados libros perdidos- que, o bien se mencionaban en los textos descubiertos, o se inferían a partir de ellos, o era conocida su existencia debido que habían sido catalogados en las bibliotecas reales o de los templos.

En ocasiones, los «secretos de los dioses» se revelaron en parte en relatos épicos, como en la Epopeya de Gilgamesh, que desvelan el debate que tuvo lugar entre los dioses y que llevó a la decisión de que la Humanidad pereciera en el Diluvio, o en un texto titulado Atra Hasis, que recuerda el motín de los Anunnaki que trabajaban en las minas de oro y que llevó a la creación de los Trabajadores Primitivos -los Terrestres. De cuando en cuando, los mismos líderes de los astronautas fueron los que crearon las composiciones; a veces, dictando el texto a un escriba, como en el titulado La Epopeya de Erra, en el cual uno de los dos dioses que desencadenaron la catástrofe nuclear intentó inculpar a su adversario; a veces, haciendo de escriba el mismo dios, como ocurre con el Libro de los Secretos de Thot (el dios egipcio del conocimiento), que el mismo dios había ocultado en una cámara subterránea.

Según la Biblia, cuando el Señor Dios Yahveh le dio los Mandamientos a su pueblo elegido, los inscribió en un principio por su propia mano en dos tablas de piedra que le entregó a Moisés en el Monte Sinaí. Pero, después de que Moisés arrojara y rompiera estas tablas como respuesta al incidente del becerro de oro, las nuevas tablas las inscribió el mismo Moisés, por ambos lados, mientras permaneció en el monte durante cuarenta días y cuarenta noches, tomando al dictado las palabras del Señor.

Si no hubiera sido por un relato escrito en un papiro de la época del faraón egipcio Khufu (Keops) concerniente al Libro de los Secretos de Thot, no se habría llegado a conocer la existencia de ese libro. Si no hubiera sido por las narraciones bíblicas del Éxodo y el Deuteronomio, nunca habríamos sabido nada de las tablas divinas ni de su contenido; todo esto se habría convertido en parte de la enigmática colección de los «libros perdidos» cuya existencia nunca habría salido a la luz. Y no resulta tan doloroso el hecho de que, en algunos casos, sepamos que hayan existido determinados textos, como que su contenido permanezca en la oscuridad. Éste es el caso del Libro de las Guerras de Yahveh y del Libro de Jasher (el «Libro del Justo»), que se mencionan específicamente en la Biblia. En al menos dos casos, se puede inferir la existencia de libros antiguos (textos primitivos conocidos por el narrador bíblico).

l capítulo 5 del Génesis comienza con la afirmación «Éste es el libro del Toledoth de Adán», traduciéndose normalmente el término Toledoth como «generaciones», pero su significado más preciso es «registro histórico o genealógico». De hecho, a lo largo de milenios, han sobrevivido versiones parciales de un libro que se conoció como el Libro de Adán y Eva en armenio, eslavo, siriaco y etíope; y el Libro de Henoc (uno de los llamados libros apócrifos que no se incluyeron en la Biblia canónica) contiene fragmentos que, según los expertos, pertenecieron a un libro mucho más antiguo, el Libro de Noé.

Un ejemplo que se menciona con frecuencia sobre el gran número de libros perdidos es el de la famosa Biblioteca de Alejandría, en Egipto. Fundada por el general Tolomeo tras la muerte de Alejandro en el 323 a.C, se dice que contenía más de medio millón de «volúmenes», de libros inscritos en diversos materiales (arcilla, piedra, papiro, pergamino). Aquella gran biblioteca, donde los eruditos se reunían para estudiar el conocimiento acumulado, se quemó y fue destruida en las guerras que se desarrollaron entre el 48 a.C. y la conquista árabe, en el 642 d.C. Lo que ha quedado de sus tesoros es una traducción al griego de los cinco primeros libros de la Biblia hebrea, y fragmentos que se conservaron en los escritos de algunos de los eruditos residentes de la biblioteca.

Y es así como sabemos que el segundo rey Tolomeo comisionó, hacia el 270 a.C, a un sacerdote egipcio al que los griegos llamaron Manetón para que recopilara la historia y la prehistoria de Egipto. Al principio, escribió Manetón, sólo los dioses remaron allí; luego, los semidioses y, finalmente, hacia el 3100 a.C, comenzaron las dinastías faraónicas. Escribió que los reinados divinos comenzaron diez mil años antes del Diluvio y que se prolongaron durante miles de años, presenciándose en el último período batallas y guerras entre los dioses.

En los dominios asiáticos de Alejandro, donde el cetro cayó en manos del general Seleucos y de sus sucesores, también tuvo lugar un empeño similar por proporcionar a los sabios griegos un registro de los acontecimientos del pasado. Un sacerdote del dios babilónico Marduk, Beroso, con acceso a las bibliotecas de tablillas de arcilla, cuyo centro era la biblioteca del templo de Jarán (ahora en el sudeste de Turquía), escribió una historia de dioses y hombres en tres volúmenes que comenzaba 432.000 años antes del Diluvio, cuando los dioses llegaron a la Tierra desde los cielos. En una lista en la que figuraban los nombres y la duración de los reinados de los diez primeros comandantes, Beroso decía que el primer líder, vestido como un pez, llegó a la costa desde el mar. Era el que le daría la civilización a la Humanidad, y su nombre, pasado al griego, era Oannes.

Encajando muchos detalles, ambos sacerdotes hicieron entrega de relatos de dioses del cielo que habían venido a la Tierra, de un tiempo en que sólo los dioses reinaban en la Tierra y del catastrófico Diluvio. En los trozos y en los fragmentos conservados (en otros escritos contemporáneos) de los tres volúmenes, Beroso daba cuenta específicamente de la existencia de escritos anteriores a la Gran Inundación -tablillas de piedra que se ocultaron para salvaguardarlas en una antigua ciudad llamada Sippar, una de las ciudades originales que fundaran los antiguos dioses.

Aunque Sippar fue arrollada y arrasada por el Diluvio, al igual que el resto de las ciudades antediluvianas de los dioses, apareció una referencia a los escritos antediluvianos en los anales del rey asirio Assurbanipal (668-633 a.C). Cuando, a mediados del siglo XIX los arqueólogos descubrieron la antigua capital asiría de Nínive (hasta entonces, conocida sólo por el Antiguo Testamento), hallaron en las ruinas del palacio de Assurbanipal una biblioteca con los restos de alrededor de 25.000 tablillas de arcilla inscritas. Coleccionista asiduo de «textos antiguos», Assurbanipal hacía alarde en sus anales:
«El dios de los escribas me ha concedido el don del conocimiento de su arte; he sido iniciado en los secretos de la escritura; incluso puedo leer las intrincadas tablillas en sumerio; entiendo las palabras enigmáticas cinceladas en la piedra de los días anteriores a la Inundación».
Sabemos ahora que la civilización sumeria floreció en lo que es ahora Iraq casi un milenio antes de los inicios de la época faraónica en Egipto, y que ambas serían seguidas posteriormente por la civilización del Valle del Indo, en el subcontinente indio. También sabemos ahora que los sumerios fueron los primeros en plasmar por escrito los anales y los relatos de dioses y hombres, de los cuales todos los demás pueblos, incluidos los hebreos, obtuvieron los relatos de la Creación, de Adán y Eva, Caín y Abel, el Diluvio y la Torre de Babel; y de las guerras y los amores de los dioses, como se reflejaron en los escritos y los recuerdos de los griegos, los hititas, los cananeos, los persas y los indoeuropeos. Como atestiguan todos estos antiguos escritos, sus fuentes fueron aún más antiguas; algunas descubiertas, muchas perdidas.

El volumen de estos primitivos escritos es asombroso; no miles, sino decenas de miles de tablillas de arcilla se han descubierto en las ruinas del Oriente Próximo de la antigüedad. Muchas tratan o registran aspectos de la vida cotidiana, como acuerdos comerciales o salarios de los trabajadores, o registros matrimoniales. Otros, descubiertos principalmente en las bibliotecas palaciegas, conforman los Anales Reales; otros más, descubiertos en las ruinas de las bibliotecas de los templos o en las escuelas de escribas, conforman un grupo de textos canónicos, de literatura sagrada, que se escribieron en lengua sumeria y se tradujeron después al acadio (la primera lengua semita) y, más tarde, a otras lenguas de la antigüedad. E, incluso, en estos escritos primitivos, que se remontan a casi seis mil años, encontramos referencias a «libros» (textos inscritos en tablillas de piedra) perdidos.

Entre los hallazgos increíbles (pues decir «afortunados» no transmitiría plenamente la idea de milagro) realizados en las ruinas de las ciudades de la antigüedad y en sus bibliotecas, se encuentran unos prismas de arcilla donde aparece información de los diez soberanos antediluvianos y de sus 432.000 años de reinado, una información a la que ya aludía Beroso. Conocidas como las Listas de los Reyes Sumerios (y exhibidas en el Museo Ashmolean de Oxford, Inglaterra), sus distintas versiones no dejan lugar a duda de que los compiladores sumerios tuvieron acceso a cierto material común o canónico de textos primitivos. Junto con otros textos, igualmente antiquísimos, descubiertos en diversos estados de conservación, estos textos sugieren rotundamente que el cronista original de la Llegada, así como de los acontecimientos que la precedieron y la siguieron, había sido uno de aquellos líderes, un participante clave, un testigo presencial.

Ese testigo presencial de los acontecimientos y participante clave en ellos era el líder que había amerizado con el primer grupo de astronautas. En aquel momento, su nombre-epíteto era E.A., «Aquel Cuyo Hogar Es Agua», y sufrió la amarga decepción de que el mando de la Misión Tierra se le diera a su hermanastro y rival EN.LIL («Señor del Mandato»), una humillación que no quedaría suficientemente mitigada con la concesión del título de EN.KI, «Señor de la Tierra».

Relegado de las ciudades de los dioses y de su espaciopuerto en el E.DIN («Edén») para supervisar la extracción de oro en el AB.ZU (África sudoriental), Ea/Enki fue, además de un gran científico, el que descubrió a los homínidos que habitaban aquellas zonas. Y, de este modo, cuando se amotinaron y dijeron «¡Ya basta!» los Anunnaki que trabajaban en las minas, fue él quien pensó que la mano de obra que necesitaban se podía conseguir adelantándose a la evolución por medio de la ingeniería genética; y así apareció el Adam (literalmente, «El de la Tierra», el Terrestre). Como híbrido que era, el Adán no podía procrear; pero los acontecimientos de los que se hace eco el relato bíblico de Adán y Eva en el Jardín del Edén dan cuenta de la segunda manipulación genética de Enki, que añadió los genes cromosómicos extras necesarios para la procreación.

Y cuando la Humanidad, al proliferar, resultó no adecuarse a lo que tenían previsto los dioses, fue él, Enki, el que desobedeció el plan de su hermano Enlil de dejar que la Humanidad pereciera en el Diluvio, unos acontecimientos en los que el héroe humano recibió el nombre de Noé en la Biblia, y Ziusudra en el texto sumerio original, más antiguo.
Ea/Enki era el primogénito de Anu, soberano de Nibiru, y como tal estaba versado en el pasado de su planeta (Nibiru) y de sus habitantes. Científico competente, Enki legó los aspectos más importantes de los avanzados conocimientos de los Anunnaki a sus dos hijos, Marduk y Nin-gishzidda (que, como dioses egipcios, eran conocidos allí como Ra y Thot respectivamente). Pero también jugó un papel fundamental al compartir con la Humanidad ciertos aspectos de tan avanzados conocimientos, enseñándoles a individuos seleccionados los «secretos de los dioses».

En al menos dos ocasiones, estos iniciados plasmaron por escrito (tal como se les indicó que hicieran) aquellas enseñanzas divinas como legado de la Humanidad. Uno de ellos, llamado Adapa, y probablemente hijo de Enki con una hembra humana, es conocido por haber escrito un libro titulado Escritos referentes al Tiempo -uno de los libros perdidos más antiguos. El otro, llamado Enmeduranki, fue con toda probabilidad el prototipo del Henoc bíblico, aquel que fue elevado al cielo después de confiar a sus hijos el libro de los secretos divinos, y del cual posiblemente haya sobrevivido una versión en el extrabíblico Libro de Henoch.

A pesar de ser el primogénito de Anu, Enki no estaba destinado a ser el sucesor de su padre en el trono de Nibiru. Unas complejas normas sucesorias, reflejo de la convulsa historia de los nibiruanos, le daba ese privilegio al hermanastro de Enki, Enlil. En un esfuerzo por resolver este agrio conflicto, Enki y Enlil terminaron en una misión en un planeta extraño -la Tierra-, cuyo oro necesitaban para crear un escudo que preservara la cada vez más tenue atmósfera de Nibiru. Fue en este marco, complicado aún más con la presencia en la Tierra de su hermanastra Ninharsag (la oficial médico jefe de los Anunnaki), donde Enki decidió desafiar los planes de Enlil de hacer que la Humanidad pereciera en el Diluvio.

El conflicto siguió adelante entre ambos hermanastros, e incluso entre sus nietos; y el hecho de que todos ellos, y especialmente los nacidos en la Tierra, se enfrentaran a la pérdida de longevidad que el amplio período orbital de Nibiru les proporcionaba incrementó aún más las angustias personales y agudizó las ambiciones. Y todo esto culminó en el último siglo del tercer milenio a.C, cuando Marduk, primogénito de Enki con su esposa oficial, proclamó que él, y no el primogénito de Enlil, Ninurta, debía heredar la Tierra. El amargo conflicto, que supuso el desarrollo de una serie de guerras, llevó al final a la utilización de armas nucleares; aunque no intencionado, el resultado de todo ello fue el hundimiento de la civilización sumeria.

La iniciación de individuos escogidos en los «secretos de los dioses» marcó los inicios del Sacerdocio, los linajes de mediadores entre los dioses y el pueblo, los transmisores de la Palabra Divina a los mortales terrestres. Los oráculos (interpretaciones de los pronunciamientos divinos) se mezclaron con la observación de los cielos en busca de augurios. Y a medida que la Humanidad se vio arrastrada a tomar parte en los conflictos de los dioses, la Profecía comenzó a jugar su papel. De hecho, la palabra para designar a estos portavoces de los dioses que proclamaban lo que iba a pasar, Nabih, era el epíteto del hijo primogénito de Marduk, Nabu, que en nombre de su padre, exiliado, intentó convencer a la Humanidad de que los signos celestes indicaban la inminente supremacía de Marduk.

Este estado de cosas llevó a la necesidad de diferenciar entre Suerte y Destino. Las promulgaciones de Enlil, y a veces incluso de Anu, que siempre habían sido incuestionables, se veían sujetas ahora al examen de la diferencia entre NAM (el Destino, como las órbitas planetarias, cuyo curso está determinado y no se puede cambiar) y NAM.TAR, literalmente, el destino que puede ser torcido, roto, cambiado (que era la Suerte o el Hado). Revisando y rememorando la secuencia de los acontecimientos, y el paralelismo aparente entre lo que había sucedido en Nibiru y lo que había ocurrido en la Tierra, Enki y Enlil comenzaron a ponderar filosóficamente lo que, ciertamente, estaba destinado y no se podía evitar, y el hado que venía como consecuencia de decisiones acertadas o equivocadas y del libre albedrío. Éstas no se podían predecir, mientras que las primeras se podían anticipar (especialmente, si eran cíclicas, como las órbitas planetarias; si lo que fue volvería a ser, si lo Primero también sería lo Último).

Las consecuencias climáticas de la desolación nuclear agudizaron el examen de conciencia entre los líderes de los Anunnaki y llevaron a la necesidad de explicar a las devastadas masas humanas por qué había ocurrido aquello. ¿Había sido cosa del destino, o había sido el resultado de un error de los Anunnaki? ¿Había algún responsable, alguien que tuviera que rendir cuentas?

En las reuniones de los Anunnaki en las vísperas de la calamidad, fue Enki el único que se opuso a la utilización de las armas prohibidas. De ahí la importancia que tuvo para Enki explicar a los supervivientes qué había sucedido en la saga de los extraterrestres que, a pesar de sus buenas intenciones, habían terminado siendo tan destructores. ¿Y quién, sino Ea/Enki, que había sido el primero en llegar y presenciarlo todo, era el más cualificado para relatar el Pasado, con el fin de poder adivinar el Futuro? Y la mejor forma de relatarlo todo era en un informe, escrito en primera persona por el mismo Enki.
Es cierto que hizo una autobiografía, por lo que se deduce de un largo texto (pues se extiende al menos en doce tablillas) descubierto en la biblioteca de Nippur, donde se cita a Enki diciendo:
Cuando llegué a la Tierra, había mucho inundado.
Cuando llegué a sus verdes praderas, montículos y cerros se levantaron a mis órdenes.
En un lugar puro construí mi hogar, un nombre adecuado le di.
Este largo texto continúa diciendo que Ea/Enki asignó tareas a sus lugartenientes, poniendo en marcha su Misión en la Tierra.

Otros muchos textos, que relatan diversos aspectos del papel de Enki en los acontecimientos que siguieron sirven para completar el relato de Enki; entre ellos hay una cosmogonía, una Epopeya de la Creación, en cuyo núcleo se halla el propio texto de Enki, que los expertos llaman La Génesis de Eridú. En ellos, se incluyen descripciones detalladas del diseño del Adán, y cuentan cómo otros Anunnaki, varón y hembra, llegaron hasta Enki en su ciudad de Eridú para obtener de él el ME, una especie de disco de datos donde se hallaban codificados todos los aspectos de la civilización; y también hay textos de la vida privada y de los problemas personales de Enki, como el relato de sus intentos por conseguir tener un hijo con su hermanastra Ninharsag, sus promiscuas relaciones tanto con diosas como con las Hijas del Hombre y las imprevistas consecuencias que se derivaron de todo ello.

El texto del Atra Hasis arroja luz sobre los esfuerzos de Anu por prevenir un estallido de las rivalidades Enki-Enlil al dividir los dominios de la Tierra entre ellos; y los textos que registran los acontecimientos que precedieron al Diluvio reflejan casi palabra por palabra los debates del Consejo de los Dioses sobre la suerte de la Humanidad y el subterfugio de Enki conocido como el relato de Noé y el arca, relato conocido sólo por la Biblia, hasta que se encontró una de sus versiones originales mesopotámicas en las tablillas de la Epopeya de Gilgamesh.

Las tablillas de arcilla sumerias y acadias, las bibliotecas de los templos babilónicos y asirios, los «mitos» egipcios, hititas y cananeos, y las narraciones bíblicas forman el cuerpo principal de memorias escritas de los asuntos de dioses y hombres. Y por primera vez en la historia, este material disperso y fragmentado ha sido reunido y utilizado, de la mano de Zecharia Sitchin, para recrear el relato presencial de Enki, los recuerdos autobiográficos y las penetrantes profecías de un dios extraterrestre.

Presentado como un texto que hubiera dictado Enki a un escriba escogido, un Libro Testimonial para ser desvelado en el momento apropiado, trae a la mente las instrucciones de Yahveh al profeta Isaías (siglo vii a.C):
Ahora ven,
escríbelo en una tablilla sellada,
grábalo como un libro;
para que sea un testimonio hasta el último día,
un testimonio para siempre.
Isaías 30,8
Al tratar del pasado, el mismo Enki percibió el futuro. La idea de que los Anunnaki, ejercitando el libre albedrío, eran señores de su suerte (así como de la suerte de la Humanidad) desembocó, en última instancia, en la constatación de que se trataba de un Destino que, después de todo lo dicho y hecho, determinaba el curso de los acontecimientos; y, por tanto, como reconocieron los profetas hebreos, lo Primero será lo Último.

El registro de los acontecimientos dictado por Enki se convierte, así pues, en el fundamento de la Profecía, y el Pasado se convierte en Futuro.




ATESTACIÓN

Palabras de Endubsar, escriba maestro, hijo de la ciudad de Eridú, sirviente del señor Enki, el gran dios.

En el séptimo año después de la Gran Calamidad, en el segundo mes, en el decimoséptimo día, fui citado por mi maestro el Señor Enki, el gran dios, benévolo creador de la Humanidad, omnipotente y misericordioso.

Yo estaba entre los supervivientes de Eridú que habían escapado a la árida estepa cuando el Viento Maligno se estaba acercando a la ciudad.

Y vagué por el desierto, buscando ramas secas para hacer fuego. Y miré hacia arriba y he aquí que un Torbellino llegó desde el sur. Tenía un resplandor rojizo, y no hacía sonido alguno. Y cuando tocó el suelo, salieron de su vientre cuatro largos pies y el resplandor desapareció. Y me arrojé al suelo y me postré, pues sabía que era una visión divina.

Y cuando levanté mis ojos, había dos emisarios divinos cerca de mí.

Y tenían rostros de hombres, y sus vestidos brillaban como metal bruñido. Y me llamaron por mi nombre y me hablaron, diciendo: Has sido citado por el gran dios, el señor Enki. No temas, pues has sido bendecido. Y estamos aquí para llevarte a lo alto, y llevarte hasta su retiro en la Tierra de Magan, en la isla en medio del Río de Magan, donde están las compuertas.

Y mientras hablaban, el Torbellino se elevó como un carro de fuego y se fue. Y me tomaron de las manos, cada uno de ellos de una mano. Y me elevaron y me llevaron velozmente entre la Tierra y los cielos, igual que se remonta el águila. Y pude ver la tierra y las aguas, y las llanuras y las montañas. Y me dejaron en la isla, ante la puerta de la morada del gran dios. Y en el momento en que me soltaron de las manos, un resplandor como nunca había visto me envolvió y me abrumó, y caí al suelo como si hubiera quedado vacío del espíritu de vida.

Mis sentidos vitales volvieron a mí, como si despertara del más profundo de los sueños, por el sonido de mi nombre al llamarme. Estaba en una especie de recinto. Estaba oscuro, pero también había un aura. Entonces, la más profunda de las voces pronunció mi nombre otra vez.

Y, aunque pude escucharla, no hubiera sabido decir de dónde venía la voz, ni pude ver quién era el que hablaba. Y dije, aquí estoy.

Entonces, la voz me dijo: Endubsar, descendiente de Adapa, te he escogido para que seas mi escriba, para que pongas por escrito mis palabras en las tablillas.

Y de pronto apareció un resplandor en una parte del recinto. Y vi un lugar dispuesto como el lugar de trabajo de un escriba: una mesa de escriba y un taburete de escriba, y había piedras finamente labradas sobre la mesa. Pero no vi tablillas de arcilla ni recipientes de arcilla húmeda. Y sobre la mesa sólo había un estilo, y éste relucía en el resplandor como no lo hubiera podido hacer ningún estilo de caña.

Y la voz volvió a hablar, diciendo: Endubsar, hijo de la ciudad de Eridú, mi fiel sirviente. Soy tu señor Enki. Te he convocado para que escribas mis palabras, pues estoy muy turbado por la Gran Calamidad que ha caído sobre la Humanidad. Es mi deseo registrar el verdadero curso de los acontecimientos, para que tanto dioses como hombres sepan que mis manos están limpias. Desde el Gran Diluvio, no había caído una calamidad tal sobre la Tierra, los dioses y los terrestres. Pero el Gran Diluvio estaba destinado a suceder, no así la gran calamidad. Ésta, hace siete años, no tenía que haber ocurrido. Se podía haber evitado, y yo, Enki, hice todo lo que pude por impedirla; pero, ¡ay!, fracasé. ¿Y fue hado o fue destino?

El futuro juzgará, pues al final de los días un Día del Juicio habrá. En ese día, la Tierra temblará y los ríos cambiarán su curso, y habrá oscuridad al mediodía y un fuego en los cielos por la noche, será el día del regreso del dios celestial. Y habrá quien sobreviva y quien perezca, quien sea recompensado y quien sea castigado, dioses y hombres por igual, en ese día se descubrirá; pues lo que venga a suceder, por lo que ha sucedido será determinado; y lo que estaba destinado, en un ciclo será repetido, y lo que fue fruto del hado y ocurrió sólo por la voluntad del corazón, para bien o para mal vendrá a ser juzgado.

La voz cayó en el silencio; después, el gran señor habló de nuevo, diciendo: Es por esta razón que contaré el relato veraz de los Principios y de los Tiempos Previos y de los Tiempos de Antaño; pues, en el pasado, el futuro se halla oculto. Durante cuarenta días y cuarenta noches, yo hablaré y tú escribirás; cuarenta será la cuenta de los días y las noches de tu trabajo aquí, pues cuarenta es mi número sagrado entre los dioses. Durante cuarenta días y cuarenta noches, no comerás ni beberás; sólo esta onza de pan y agua tomarás, y te mantendrá durante todo tu trabajo.

Y la voz se detuvo, y de pronto apareció un resplandor en otra parte del recinto. Y vi una mesa y, sobre ella, un plato y una copa. Y me levante para ir allí, y había pan en el plato y agua en la copa.

Y la voz del gran señor Enki habló de nuevo, diciendo: Endubsar, come el pan y bebe el agua, y te mantendrás durante cuarenta días y cuarenta noches. E hice como me indicó. Y después, la voz me indicó que me sentara ante la mesa de escriba, y el resplandor se intensificó allí. No pude ver ninguna puerta ni abertura donde me encontraba, sin embargo el resplandor era tan fuerte como el del sol del mediodía.

Y la voz dijo: Endubsar el escriba, ¿qué ves?

Y miré y vi el resplandor que iluminaba la mesa, las piedras y el estilo, y dije: Veo unas tablillas de piedra, y su tono es de un azul tan puro como el cielo. Y veo un estilo como nunca antes había visto, su cuerpo no parece de caña, y su punta tiene la forma de una garra de águila.

Y la voz dijo: Son éstas las tablillas sobre las cuales inscribirás mis palabras. Por expreso deseo mío, se han tallado del más fino lapislázuli, cada una de ellas con dos caras lisas. Y el estilo que ves es la obra de un dios, el cuerpo está hecho de electro y la punta de cristal divino. Se adaptará firmemente a tu mano, y te será tan fácil grabar con él como marcar sobre arcilla húmeda. En dos columnas inscribirás la cara frontal, en dos columnas inscribirás el dorso de cada tablilla de piedra. ¡No te desvíes de mis palabras y mis declaraciones!

Y hubo una pausa, y yo toqué una de las piedras, y sentí su superficie como una piel lisa, suave al tacto. Y tomé el estilo sagrado, y lo sentí como una pluma en mi mano.

Y, después, el gran dios Enki comenzó a hablar, y yo empecé a escribir sus palabras, exactamente como las decía. A veces, su voz era fuerte; a veces, casi un susurro. A veces, había gozo u orgullo en su voz; a veces, dolor o angustia. Y cuando una tablilla quedaba inscrita en todas sus caras, tomaba otra para continuar.

Y cuando fueron dichas las últimas palabras, el gran dios se detuvo, y pude escuchar un gran suspiro. Y dijo: Endubsar, mi sirviente, durante cuarenta días y cuarenta noches has anotado fielmente mis palabras. Tu trabajo aquí ha terminado. Ahora, toma otra tablilla, y en ella escribirás tu propia atestación; y al final de ella, como testigo, márcala con tu sello; y toma la tablilla y ponla junto con las otras en el cofre divino; pues, en el momento designado, los escogidos vendrán hasta aquí y encontrarán el cofre y las tablillas, y sabrán todo lo que yo te he dictado a ti; y que el relato veraz de los Principios, los Tiempos Previos, los Tiempos de Antaño y la Gran Calamidad será conocido en lo sucesivo como Las Palabras del Señor Enki. Y habrá un Libro de Testimonios del pasado, y un Libro de dicciones del futuro, pues el futuro en el pasado se halla, y lo primero también será lo último.

Y hubo una pausa, y tomé las tablillas y las puse una a una en el orden correcto dentro del cofre. Y el cofre estaba hecho de madera de acacia con incrustaciones de oro en el exterior.

Y la voz de mi señor dijo: Ahora, cierra la tapa del cofre y fija el cierre. E hice como se me indicó.

Y hubo otra pausa, y mi señor Enki dijo: Y en cuanto a ti, Endubsar, con un gran dios has hablado y, aunque no me has visto, en mi presencia has estado. Por tanto, estás bendecido, y serás mi portavoz ante el pueblo. Los amonestarás para que sean justos, pues en ello estriba una buena y larga vida. Y los confortarás, pues en el plazo de setenta años se reconstruirán las ciudades y las cosechas volverán a crecer. Habrá paz, pero también habrá guerras. Nuevas naciones se harán poderosas, reinos se elevarán y caerán. Los dioses de antaño se apartarán, y nuevos dioses decretarán los hados. Pero al final de los días prevalecerá el destino, y ese futuro se predice en mis palabras acerca del pasado. De todo ello, Endubsar, a la gente le hablarás.

Y hubo una pausa y un silencio. Y yo, Endubsar, me postré en el suelo y dije: Pero, ¿cómo sabré qué decir?
Y la voz del señor Enki dijo: Habrá señales en los cielos, y las palabras que tengas que pronunciar vendrán a ti en sueños y en visiones. Y, después de ti, habrá otros profetas escogidos. Y al final, habrá una Nueva Tierra y un Nuevo Cielo, y ya no habrá más necesidad de profetas.

Y, entonces, se hizo el silencio, y las auras se extinguieron, y el espíritu me dejó. Y cuando recobré los sentidos, estaba en los campos de los alrededores de Eridú.

Sello de Endubsar, escriba maestro




Las Palabras del Señor Enki




LA PRIMERA TABLILLA


Palabras del señor Enki, primogénito de Anu, que reina en Nibiru.

Con pesar en el espíritu, profiero los lamentos; lamentos amargos que llenan mi corazón. Cuán desolada está la tierra, sus gentes entregadas al Viento Maligno, sus establos abandonados, sus rediles vacíos. Cuán desoladas están las ciudades, sus gentes amontonadas como cadáveres yertos, afligidas por el Viento Maligno. Cuán desolados están los campos, marchita la vegetación, alcanzada por el Viento Maligno. Cuán desolados están los ríos, ya nada vive en ellos, aguas puras y centelleantes convertidas en veneno. De sus gentes de negra cabeza, Sumer está vacía, se ha ido toda vida; de sus vacas y sus ovejas, Sumer está vacía, callado quedó el murmullo de la leche batida.

En sus gloriosas ciudades, sólo ulula el viento; la muerte es el único olor. Los templos, cuyas cúspides alcanzaban el cielo, por sus dioses han sido abandonados. No hay dominio de señorío ni de realeza; cetro y tiara han desaparecido. En las riberas de los dos grandes ríos, en otro tiempo exuberante y lleno de vida, sólo crecen las malas hierbas. Nadie recorre sus calzadas, nadie busca los caminos; la floreciente Sumer es como un desierto abandonado. ¡Cuán desolada está la tierra, hogar de dioses y hombres!

En esa tierra cayó la calamidad, una calamidad desconocida para el hombre. Una calamidad que la Humanidad nunca antes había visto, una calamidad que no se puede detener. En todas las tierras, desde el oeste hasta el este, se posó una mano de quebranto y de terror. ¡Los dioses, en sus ciudades, estaban tan indefensos como los hombres!

Un Viento Maligno, una tormenta nacida en una distante llanura, una Gran Calamidad forjada en su sendero.
Un viento portador de muerte nacido en el oeste se encaminó hacia el este, establecido su curso por el hado.

Una devoradora tormenta como el diluvio, de viento y no de agua destructora, de aire envenenado, no de olas, abrumadora. Por el hado, que no por el destino, se engendró; los grandes dioses, en su consejo, la Gran Calamidad han provocado. Enlil y Ninharsag lo permitieron; sólo yo estuve suplicando para que se contuvieran. Día y noche, por aceptar lo que los cielos decretan, argumenté, ¡pero en vano! Ninurta, el hijo guerrero de Enlil, y Nergal, mi propio hijo, liberaron las venenosas armas en la gran llanura.

¡No sabíamos que un Viento Maligno seguiría al resplandor!, lloran ellos ahora en su angustia. ¿Quién podía predecir que la tormenta portadora de muerte, nacida en el oeste, tomaría su curso hacia el este?, se lamentan los dioses ahora. En sus ciudades sagradas, permanecieron los dioses, sin creer que el Viento Maligno tomaría su ruta hacia Sumer. Uno tras otro, los dioses huyeron de sus ciudades, sus templos abandonaron al viento. En mi ciudad, Eridú, no pude hacer nada por detener a la nube venenosa. ¡Huid a campo abierto!, di instrucciones a la gente; con Ninki, mi esposa, la ciudad abandoné. En su ciudad, Nippur, lugar del Enlace Cielo-Tierra, Enlil no pudo hacer nada por detenerla. El Viento Maligno se abalanzó sobre Nippur. En su nave celestial, Enlil y su esposa partieron apresuradamente.

En Ur, la ciudad de la realeza de Sumer, Nannar a su padre Enlil imploró ayuda; en el lugar del templo que al cielo en siete escalones se eleva, Nannar se negó a considerar la mano del hado. ¡Padre mío, tú que me engendraste, gran dios que a Ur ha concedido la realeza, no dejes entrar al Viento Maligno!, apeló Nannar. ¡Gran dios que decretas los hados, deja que Ur y sus gentes se libren, tus alabanzas proseguirán!, apeló Nannar. Enlil respondió a su hijo Nannar: Noble hijo, a tu admirable ciudad concedí la realeza, pero no se le concedió reinado eterno. ¡Toma a tu esposa Ningal y huye de la ciudad! ¡Ni siquiera yo, que decreto los hados, puedo impedir su destino!

Así habló Enlil, mi hermano; ¡ay, ay, que no era destino! Desde el diluvio, no había caído una calamidad más grande sobre dioses y terrestres; ¡ay, que no era destino! El Gran Diluvio estaba destinado a suceder; pero no la Gran Calamidad de la tormenta portadora de muerte. Por romper una promesa, por una decisión del consejo fue provocada; por las Armas de Terror fue creada. Por una decisión, que no por destino, se liberaron las armas venenosas; por deliberación se echaron las suertes. Contra Marduk, mi primogénito, dirigieron la destrucción los dos hijos; había venganza en sus corazones. ¡No ha de tomar Marduk el poder!, gritó el primogénito de Enlil.

Con las armas me opondré a él, dijo Ninurta. ¡De entre el pueblo ha levantado un ejército, para declarar a Babili ombligo de la Tierra!, así gritó Nergal, hermano de Marduk. En el consejo de los grandes dioses, palabras malévolas se difundieron. Día y noche levanté mi voz opositora; la paz aconsejé, deplorando las prisas. Por segunda vez, el pueblo había elevado su imagen celeste; ¿por qué oponerse a que continúe?, pregunté implorando. ¿Se han comprobado todos los instrumentos? ¿No había llegado la era de Marduk en los cielos?, inquirí una vez más. Ningishzidda, mi hijo, otros signos del cielo citó. Su corazón, yo lo sabía, no podía perdonar la injusticia de Marduk contra él.

Nannar, a Enlil en la Tierra nacido, también fue implacable. ¡Marduk, de mi templo en la ciudad del norte, su propia morada ha hecho! Así dijo. Ishkur, el hijo más joven de Enlil, exigió un castigo; ¡en mis tierras, ha hecho prostituirse al pueblo ante él!, dijo. Utu, hijo de Nannar, contra el hijo de Marduk, Nabu, dirigió su ira: ¡Intentó tomar el Lugar de los Carros Celestiales! Inanna, gemela de Utu, estaba fuera de sí; seguía exigiendo el castigo de Marduk por el asesinato de su amado Dumuzi. Ninharsag, madre de dioses y hombres, desvió la mirada. ¿Por qué no está Marduk aquí? dijo simplemente.

Gibil, mi propio hijo, replicó pesimista: Marduk ha desestimado todos los ruegos; ¡por las señales del cielo reclama su supremacía!

¡Sólo por las armas será detenido Marduk!, gritó Ninurta, primogénito de Enlil. Utu estaba preocupado por la protección del Lugar de los Carros Celestiales; ¡no debe caer en manos de Marduk! Así dijo. Nergal, señor de los Dominios Inferiores, exigía ferozmente: ¡Que se utilicen las antiguas Armas de Terror para arrasar!

A mi propio hijo miré sin podérmelo creer: ¡Para hermano contra hermano las armas de terror se abjuraron!

En lugar de común acuerdo, hubo silencio. En el silencio, Enlil abrió la boca: Debe haber un castigo; como pájaros sin alas quedarán los malhechores, Marduk y Nabu, de nuestro patrimonio nos están privando; ¡hay que privarles del Lugar de los Carros Celestiales! ¡Que se calcine el lugar hasta el olvido!, gritó Ninurta: ¡Dejadme ser El Que Calcina! Excitado, Nergal se puso en pie y gritó: ¡Que las ciudades de los malhechores también sean destruidas, dejadme arrasar las ciudades pecadoras, dejad que a partir de hoy mi nombre sea el Aniquilador! Los terrestres, por nosotros creados, no deben ser dañados; los justos con los pecadores no deben perecer, dije enérgicamente.

Ninharsag, la compañera que me ayudó a crearlos, estaba de acuerdo: La cuestión solamente se ha de resolver entre los dioses, el pueblo no debe ser dañado. Anu, desde la morada celestial, estaba prestando atención a las discusiones. Anu, que determina los hados, su voz hizo escuchar desde su morada celestial: Que las Armas de Terror sean por esta vez usadas, que el lugar de las naves propulsadas sea arrasado, que al pueblo se le perdone. ¡Que Ninurta sea el Calcinador, que Nergal sea el Aniquilador! Y así Enlil la decisión anunció.

A ellos, un secreto de los dioses revelaré; el lugar oculto de las armas de terror a ellos les desvelaré. Los dos hijos, uno mío, uno suyo, en su cámara interior Enlil convocó. Nergal, cuando volvió junto a mí, desvió la mirada. ¡Ay!, grité sin palabras, ¡el hermano se ha revuelto contra el hermano! ¿Acaso por hado han de repetirse los Tiempos Previos? Un secreto de los Tiempos de Antaño les reveló Enlil a ellos, ¡las Armas de Terror a sus manos confió! Aderezadas de terror, con un resplandor se desataron; todo lo que tocan, en un montón de polvo lo convierten. Para hermano contra hermano en la Tierra fueron abjuradas, ninguna región afectar.

Entonces, el juramento se violó, como una vasija rota en inútiles trozos. Los dos hijos, plenos de gozo, con paso rápido de la cámara de Enlil emergieron, para la partida de las armas. Los otros dioses volvieron a sus ciudades; ¡sin presagiar ninguno de ellos su propia calamidad!

He aquí el relato de los Tiempos Previos, y de las Armas de Terror.

Antes de los Tiempos Previos fue el Principio; después de los Tiempos Previos fueron los Tiempos de Antaño. En los Tiempos de Antaño, los dioses llegaron a la Tierra y crearon a los terrestres. En los Tiempos Previos, ninguno de los dioses estaba en la Tierra, ni se había hecho aún a los terrestres. En los Tiempos Previos, la morada de los dioses estaba en su propio planeta; Nibiru es su nombre. Un gran planeta, rojizo en resplandor; alrededor del Sol, una vuelta alargada hace Nibiru. Durante un tiempo, Nibiru está envuelto en el frío; durante parte de su recorrido, el Sol fuertemente lo calienta.

Una gruesa atmósfera envuelve a Nibiru, alimentada continuamente con erupciones volcánicas. Todo tipo de vida esta atmósfera mantiene; ¡sin ella, todo perecería! En el período frío, conserva en el planeta el calor interno de Nibiru, como un cálido abrigo que se renueva constantemente. En el período cálido, protege a Nibiru de los abrasadores rayos del Sol En su mitad, las lluvias aguanta y libera, dando altura a lagos y ríos.

Una exuberante vegetación alimenta y protege nuestra atmósfera; hace brotar todo tipo de vida en las aguas y en la tierra. Después de eones de tiempo, brotó nuestra propia especie, por nuestra propia esencia una simiente eterna para procrear. A medida que nuestro número crecía, nuestros ancestros se extendieron a muchas regiones de Nibiru. Algunos cultivaron la tierra, a criaturas de cuatro patas apacentaban.

Unos vivían en las montañas, otros hicieron su hogar en los valles. Hubo rivalidades, tuvieron lugar usurpaciones; hubo conflictos, y los palos se convirtieron en armas. Los clanes se reunieron en tribus, y luego dos grandes naciones se enfrentaron entre sí. La nación del norte contra la nación del sur tomó las armas.

Lo que sostenía la mano para lanzar proyectiles se trocó; armas de estruendo y resplandor incrementaron el terror. Una guerra, larga y feroz, devoró al planeta; hermano luchó contra hermano. Hubo muerte y destrucción, tanto en el norte como en el sur. Durante muchas vueltas, la desolación reinó en las tierras; toda vida fue diezmada. Después, se declaró una tregua; y más tarde se hizo la paz. Que las naciones se unan, se dijeron los emisarios entre sí: que haya un trono en Nibiru, un rey que reine sobre todos. Que haya un líder del norte o del sur elegido a suertes, un rey supremo ha de ser. Si fuera del norte, que el sur elija a una mujer para que sea su esposa, en igualdad como reina, para reinar juntos. Si por suertes fuera elegido un hombre del sur, que una mujer del norte sea su esposa. Que sean marido y mujer, para hacerse una sola carne.

Que su hijo primogénito sea el sucesor; que una dinastía unificada sea así formada, ¡para establecer la unidad en Nibiru para siempre! En medio de las ruinas se inició la paz. Norte y sur por matrimonio se unieron.

El trono real en una carne combinada, ¡una sucesión no interrumpida de realeza establecida! El primer rey después de la paz fue hecho, un guerrero del norte fue, un poderoso comandante. Por suertes, veraz y justo, fue él elegido; fueron aceptados sus decretos en la unidad. Para morada suya, construyó una espléndida ciudad; Agadé, que significa Unidad, fue su nombre. Para su reinado, un título real le fue concedido; An fue, el Celestial fue su significado. Con brazo fuerte, restableció el orden en las tierras; decretó leyes y regulaciones. Designó gobernadores para cada tierra; la restauración y el cultivo fue su principal tarea.

De él, en los anales reales, así se registró: An unificó las tierras, la paz en Nibiru restauró. Construyó una nueva ciudad, los canales reparó, proveyó alimento para el pueblo; hubo abundancia en las tierras. Por esposa suya, el sur eligió una doncella, dotada tanto para el amor como para la contienda. An. Tu fue su título real; la Líder Que Es Esposa de An, significaba ingeniosamente el nombre dado. Le dio a An tres hijos y ninguna hija. Al primogénito, ella le puso el nombre de An.Ki; Por An un Sólido Fundamento era su significado.

Solo en el trono estuvo él sentado; una esposa a elegir fue dos veces pospuesta. En su reinado, las concubinas iban al palacio; un hijo a él no le nació. La dinastía así iniciada se interrumpió con la muerte de Anki; en el fundamento, ningún descendiente siguió. El hijo mediano, no el primogénito, Heredero Legal fue nombrado.

Desde su juventud, uno de los tres hermanos, Ib fue llamado amorosamente por su madre. El Que Está en Medio significaba su nombre. En los anales reales, An.Ib es nombrado: En realeza celestial; durante generaciones, El Que Es Hijo de An significó su nombre. Sucedió a su padre An en el trono; en suma, fue el tercero en reinar. A la hija de su hermano pequeño eligió por esposa. Nin.Ib fue llamada, la Dama de Ib.

Ninib le dio un hijo a Anib; el sucesor del trono fue, el cuarto de la cuenta de los reyes. Por el nombre real de An.Shar.Gal deseó que se le conociera; Príncipe de An Que Es el Más Grande de los Príncipes era el significado. Su esposa, una hermanastra, Ki.Shar.Gal fue llamada igualmente. El conocimiento y la comprensión fue su principal ambición; estudió asiduamente los caminos de los cielos. Estudió la gran vuelta de Nibiru, su longitud fijó en un Shar. Como un año de Nibiru era la medida, por él los reinados reales serían numerados y registrados. Dividió el Shar en diez partes, de ese modo declaró dos festividades. En las proximidades del Sol, se celebró una festividad del calor.

Cuando Nibiru hacía su morada en la distancia, se decretó la festividad del frío. Sustituyendo a todas las festividades de antaño de tribus y naciones, para unificar al pueblo se establecieron las dos. Leyes de marido y mujer, de hijos e hijas, estableció por decreto; proclamó las costumbres de las primeras tribus para todo el país. Desde las guerras, las mujeres superaban en gran número a los hombres. Decretos hizo, un hombre ha de tener más de una mujer por conocer. Por ley, una mujer ha de ser elegida como esposa oficial, Primera Esposa ha de ser llamada.

Por ley, el hijo primogénito era el sucesor de su padre. Por estas leyes, no tardó en llegar la confusión; si el hijo primogénito no era nacido de la Primera Esposa. Y después nacía un hijo de la Primera Esposa, convirtiéndose por ley en Heredero Legal. ¿Quién será el sucesor: aquél que por la cuenta de Shars nació primero? ¿Aquél nacido de la Primera Esposa? ¿El hijo Primogénito? ¿El Heredero Legal? ¿Quién heredará? ¿Quién sucederá? En el reinado de Anshargal, Kishargal fue declarada Primera Esposa. Hermanastra del rey era.

En el reinado de Anshargal, se llevaron concubinas de nuevo a palacio. De las concubinas, le nacieron hijos e hijas al rey. Un hijo de una fue el primero en nacer; el hijo de una concubina fue el Primogénito. Después, Kishargal tuvo un hijo. Heredero Legal por ley era; pero Primogénito no era. En el palacio, Kishargal levantó la voz, iracunda gritó: ¡Si por las normas mi hijo, de una Primera Esposa nacido, se ve privado de la sucesión, que la doble simiente no se olvide! Aunque de diferentes madres, de un mismo padre el rey y yo somos descendientes. Yo soy la hermanastra del rey; de mí, el rey es hermanastro. ¡Por ello, mi hijo posee la doble simiente de nuestro padre Anib! ¡Que, en lo sucesivo, la Ley de la Simiente, la Ley del Desposorio prevalezca! ¡Que, en lo sucesivo, el hijo de una hermanastra, cuando quiera que nazca, por encima de todos los demás hijos alcance la sucesión!

Anshargal, considerándolo, le concedió su favor a la Ley de la Simiente: La confusión de esposa y concubinas, de matrimonio y divorcio, se evitaría con ella. En su consejo, los consejeros reales adoptaron la Ley de la Simiente para la sucesión. Por orden del rey, los escribas anotaron el decreto. Así fue proclamado el próximo rey por la Ley de la Simiente para la sucesión. A él le fue concedido el nombre real An.Shar. Quinto en el trono fue.

Viene ahora el relato del reinado de Anshar y de los reyes que le siguieron. Cuando se cambió la ley, los otros príncipes se enfrentaron. Hubo palabras, no hubo rebelión. Como esposa, Anshar eligió a una hermanastra. La hizo su Primera Esposa; se le llamó con el nombre de Ki.Shar. Así fue, por esta ley, que la dinastía continuó.

En el reinado de Anshar, los campos redujeron sus cosechas, frutos y cereales perdieron abundancia. De vuelta en vuelta, en la cercanía del Sol, el calor fue creciendo en fuerza; en las moradas lejanas, el frío se hizo más intenso. En Agadé, la ciudad del trono, el rey reunió en asamblea a aquéllos de gran entendimiento. A sabios eruditos, gente de gran conocimiento, se les ordenó investigar. La tierra y el suelo examinaron, lagos y ríos pusieron a prueba. Ha ocurrido antes, dio alguien una respuesta: Nibiru, en el pasado, más fría y más cálida ha sido; ¡Destino es esto, en la vuelta de Nibiru arraigado! Otros de conocimiento, observando la vuelta, no consideraron culpable al destino de Nibiru. En la atmósfera, se ha hecho una brecha; ése fue su hallazgo.

¡Los volcanes, forjadores de la atmósfera, lanzaban al cielo menos erupciones! ¡El aire de Nibiru se había hecho más tenue, el escudo protector había disminuido! En el reinado de Anshar y Kishar, hicieron aparición las plagas del campo; no se las podía vencer con trabajo. El hijo de ambos, En.Shar, ascendió después al trono; de la dinastía, era el sexto. Noble Maestro del Shar significaba su nombre. Con gran entendimiento nació, dominó muchos conocimientos con mucha erudición. Buscó caminos para dominar las aflicciones; de la vuelta celeste de Nibiru, hizo mucho estudio. En su bucle, abrazaba a cinco miembros de la familia del Sol, planetas de deslumbrante belleza. Buscando remedios para las aflicciones, hizo examinar sus atmósferas. A cada uno le dio un nombre, a antepasados ancestrales honró; los consideró como parejas celestes An y Antu, los planetas gemelos, llamó a los dos primeros en ser encontrados. Más allá de la vuelta de Nibiru, estaban Anshar y Kishar, por su tamaño los más grandes.

Como un mensajero, Gaga entre los otros corría, a veces el primero en encontrar Nibiru. Cinco en total eran los que recibían a Nibiru en el cielo, mientras circundaba al Sol. Más allá, como una frontera, el Brazalete Repujado circundaba al Sol; como un guardián de la región prohibida del cielo, con escombros protegía. Otros hijos del Sol, cuatro en número, escudaban de la intrusión el brazalete. Las atmósferas de los cinco primeros se puso a estudiar Enshar. En su vuelta repetida, en el bucle de Nibiru, se examinaron atentamente los cinco. Qué atmósferas poseían, se examinaron intensamente por observación y con carros celestiales. Los hallazgos fueron sorprendentes, los descubrimientos confusos. De vuelta en vuelta, la atmósfera de Nibiru más brechas sufría. En los consejos de los eruditos, los remedios se debatían con avidez; se consideraron formas de vendar la herida urgentemente. Se intentó un nuevo escudo que envolviera al planeta; todo lo que se lanzó hacia arriba, cayó de vuelta al suelo.

En los consejos de los eruditos, se estudiaron las erupciones de los volcanes. La atmósfera, se había creado por las erupciones volcánicas; su herida había tenido lugar por la disminución de erupciones. ¡Que con invenciones se potencien nuevas erupciones, que los volcanes escupan de nuevo!, estaba diciendo un grupo de sabios. Cómo alcanzar la hazaña, con qué herramientas conseguir más erupciones, nadie podía dar cuenta al rey. En el reinado de Enshar, se hizo más grande la brecha en los cielos. Las lluvias se negaban, los vientos soplaban más fuerte; los manantiales de las profundidades no emergían. En las tierras, había una maldición; los pechos de las madres se secaron.

En el palacio, había aflicción; había una maldición allí dentro. Como Primera Esposa, Enshar desposó a una hermanastra, ateniéndose a la Ley de la Simiente. Nin.Shar fue llamada, de los Shars la Dama. Un hijo no tuvo. Por una concubina, a Enshar le nació un hijo; fue el hijo Primogénito. Por Ninshar, Primera Esposa y hermanastra, no llegó un hijo. Por la Ley de Sucesión, el hijo de la concubina ascendió al trono; fue el séptimo en reinar. Du.Uru fue su nombre real; En el Lugar de Morada Forjado era su significado; de hecho, fue concebido en la Casa de las Concubinas, no en el palacio. Como esposa, una doncella amada desde su juventud eligió Duuru; por amor, no por simiente, seleccionó una Primera Esposa. Da.Uru fue su nombre real; La Que Está a Mi Lado era el significado. En la corte real, la confusión corría desenfrenada. Los hijos no eran herederos, las esposas no eran hermanastras. En la tierra, iba creciendo el sufrimiento.

Los campos olvidaron su abundancia, y entre el pueblo disminuyó la fertilidad. En el palacio, la fertilidad estaba ausente; no habían tenido ni hijo ni hija. De la simiente de An, siete fueron los soberanos; después, de su simiente se secó el trono. Dauru encontró a un niño en la puerta del palacio; como a un hijo lo abrazó. Al final, Duuru como a un hijo lo adoptó, lo nombró Heredero Legal; Lahma, que significa Sequedad, fue el nombre que se le dio. En el palacio, los príncipes protestaban; en el Consejo, había quejas. Al final, Lahma ascendió al trono. Aunque no era de la simiente de An, fue el octavo en reinar. En los consejos de los eruditos, se dieron dos sugerencias para sanar la brecha: una fue el uso de un metal, oro era su nombre. En Nibiru, era muy raro; dentro del Brazalete Repujado era abundante.

Era la única sustancia que se podía moler hasta el polvo más fino; elevado hasta el cielo, podía quedar suspendido. Así, con reaprovisionamientos, la brecha se sanaría, habría una mejor protección. ¡Que se construyan naves celestiales, que una flota celestial traiga el oro a Nibiru! ¡Que se creen Armas de Terror!, fue la otra sugerencia; armas que sacudan y aflojen el suelo, que agrieten las montañas; Atacar con proyectiles los volcanes, su letargo remover, estimular sus erupciones, ¡recargar la atmósfera, hacer desaparecer la brecha! Lahma era débil para tomar una decisión; no sabía qué opción tomar.

Nibiru completó una vuelta, dos Shars siguió contando Nibiru. En los campos, la aflicción no cejaba. La atmósfera no se reparaba con las erupciones volcánicas. Pasó un tercer Shar, un cuarto se contó. No se obtenía oro. Los conflictos abundaban en el reino; la comida y el agua escaseaban. La unidad se perdió en el reino; las acusaciones eran abundantes. En la corte real, los sabios iban y venían; los consejeros corrían arriba y abajo.

El rey no prestaba atención a sus palabras. Sólo buscaba consejo en su esposa; Lahama era su nombre. Si fuera el destino, supliquemos al Gran Creador de Todo, al rey, dijo ella. ¡Suplicar, no actuar, es la única esperanza! En la corte real, los príncipes estaban inquietos; se le dirigían acusaciones al rey: ¡De forma estúpida y absurda, está trayendo calamidades aún mayores en vez de cura! De los antiguos depósitos, se recuperaron las armas; había mucho que hablar de rebelión. Un príncipe, en el palacio real, fue el primero en tomar las armas. Con palabras de promesa, agitó a los otros príncipes; Alalu era su nombre. ¡Que Lahma ya no sea más el rey!, gritó. ¡Que la decisión sustituya a la vacilación! ¡Venid, vamos a desalentar al rey en su morada; hagamos que abandone el trono!

Los príncipes hicieron caso a sus palabras; las puertas del palacio abrieron con violencia; a la sala del trono, su entrada prohibida, como aguas en avalancha llegaron. El rey escapó a la torre del palacio; Alalu fue en su persecución. En la torre hubo lucha; Lahma cayó muerto. ¡Lahma ya no está!, gritó Alalu. Ya no está el rey, anunció con alborozo. A la sala del trono se dirigió apresuradamente Alalu, en el trono él mismo se sentó. Sin derecho ni consejo, él mismo se proclamó rey. Se había perdido la unidad en el reino; unos se alegraron por la muerte de Lahma, otros se entristecieron por lo que había hecho Alalu. Viene ahora el relato del reinado de Alalu y de la ida a la Tierra. Se había perdido la unidad en el reino; muchos se sentían ofendidos sobre la realeza. En el palacio, los príncipes estaban agitados; en el consejo, los consejeros estaban turbados. De padre a hijo, la sucesión de An prosiguió en el trono; incluso Lahma, el octavo, había sido declarado hijo por adopción. ¿Quién era Alalu? ¿Acaso era un Heredero Legal, era el Primogénito? ¿Bajo qué derecho había usurpado el trono? ¿No era el asesino del rey?

Ante los Siete Que Juzgan, fue convocado Alalu para considerar su suerte. Ante los Siete Que Juzgan, Alalu expuso sus pretensiones: ¡Aún sin ser Heredero Legal ni hijo Primogénito, de simiente real sí que era! De Anshargal desciendo, ante los jueces reclamó. De una concubina, mi antepasado le nació a él; Alam era su nombre. Por la cuenta de Shars, Alam fue el primogénito; a él le pertenecía el trono. Por una confabulación, la reina dejó a un lado sus derechos! La Ley de la Simiente de la nada se inventó, para que su hijo obtuviera la realeza. A Alam se le privó de la realeza; y al hijo de ella, en su lugar, le fue concedida. Por descendencia, soy el continuador de las generaciones de Alam; ¡la semilla de Anshargal está dentro de mí! Los Siete Que Juzgan tuvieron en cuenta las palabras de Alalu.

Al Consejo de Consejeros pasaron el asunto, para que dirimieran su veracidad o falsedad. Se trajeron los anales reales de la Casa de Registros; con mucha atención, se leyeron. An y Antu, la primera pareja real, estaban; tres hijos y ninguna hija a ellos les nacieron. El Primogénito fue Anki; él murió en el trono; no tuvo descendencia. En su lugar, el hijo mediano ascendió al trono; Anib fue su nombre. Anshargal fue su Primogénito; al trono ascendió. Después de él, en el trono, no continuó la realeza del Primogénito; La Ley de Sucesión se sustituyó por la Ley de la Simiente. El hijo de una concubina era el Primogénito; por la Ley de la Simiente, se le privaba de la realeza.

Así se le concedió la realeza al hijo de Kishargal; siendo la razón ser hermanastra del rey. Del hijo de la concubina, del Primogénito, los anales no hacían mención. ¡De él soy descendiente!, gritó Alalu a los consejeros. ¡Por la Ley de Sucesión, a él le pertenecía la realeza; por la Ley de Sucesión, a la realeza tengo ahora derecho! Con vacilaciones, los consejeros de Alalu exigieron un juramento de verdad. Alalu prestó el juramento; como rey le consideró el consejo. Convocaron a los ancianos, convocaron a los príncipes; ante ellos, pronunciaron la decisión. De entre los príncipes, un joven príncipe se adelantó; quería decir algo acerca de la realeza. Se debería reconsiderar la sucesión, dijo a la asamblea. Aunque ni Primogénito, ni hijo de la reina, de pura simiente desciendo: ¡La esencia de An se preservó en mí, sin diluirse en concubina! Los consejeros escucharon sus palabras con sorpresa; al joven príncipe le dijeron que se acercara.

Le preguntaron su nombre. Es Anu; ¡por mi antepasado An, fui así nombrado! Le preguntaron por sus generaciones; de los tres hijos de An, les recordó: Anki fue el Primogénito, sin hijo ni hija murió; Anib fue el mediano, en el lugar de Anki ascendió al trono; Anib tomó por esposa a la hija de su hermano menor; a partir de ellos, se registra en los anales la sucesión. ¿Quién fue el hermano pequeño, hijo de An y de Antu, de la simiente más pura? Los consejeros, admirados, se miraban entre sí. ¡Enuru era su nombre!, les anunció Anu: ¡Él fue mi gran antepasado! Su esposa, Ninuru, era una hermanastra; el hijo de ella fue el primogénito; Enama fue su nombre. La esposa de éste era una hermanastra, por las leyes de simiente y sucesión, un hijo le dio. ¡De descendientes puros continuaron las generaciones, por ley y por simiente perfectas! Anu, por nuestro antepasado An, me pusieron mis padres a mí; Del trono se nos apartó; de la simiente pura de An no se nos apartó! ¡Que Anu sea rey!, gritaron muchos consejeros. ¡Que se destituya a Alalu!

Otros aconsejaron cautela: ¡Evitemos conflictos, que prevalezca la unidad! Llamaron a Alalu, para contarle lo que se había descubierto. Al príncipe Anu, Alalu le ofreció su brazo en abrazo; a Anu le dijo así: Aunque de diferente descendencia, de un único antepasado descendemos ambos; ¡vivamos en paz, juntos devolveremos la abundancia a Nibiru! ¡Déjame conservar el trono, conserva tú la sucesión! Al consejo dirigió estas palabras: ¡Que Anu sea Príncipe Coronado, que sea él mi sucesor! ¡Que su hijo se case con mi hija, que se unifique la sucesión! Anu hizo una reverencia ante el consejo, ante la asamblea declaró así: De Alalu, el copero seré, su sucesor a la espera; un hijo mío a una hija suya elegirá como novia. Ésa fue la decisión del consejo; se inscribió en los anales reales. De esta manera, Alalu siguió sentado en el trono. Él convocó a los sabios, a eruditos y comandantes consultó; para decidir, obtuvo muchos conocimientos.

Que se construyan naves celestiales, decidió, para buscar oro en el Brazalete Repujado, decidió. Los Brazaletes Repujados destruyeron las naves; ninguna de ellas volvió. ¡Que las Armas de Terror abran las entrañas de Nibiru, que los volcanes vuelvan a la erupción!, ordenó entonces. Se armaron carros celestes con las Armas de Terror, con proyectiles de terror golpearon a los volcanes desde los cielos. Las montañas se balancearon, los valles se estremecieron, mientras grandes resplandores estallaban con estruendo. Había mucho alborozo en el reino; había expectativas de abundancia. En el palacio, Anu era el copero de Alalu. Él se postraría a los pies de Alalu, le pondría la copa en la mano.

Alalu era el rey; a Anu le trataba como a un sirviente. En el reino, el alborozo se apagó; las lluvias se negaban a caer, los vientos soplaban con más fuerza. Las erupciones de los volcanes no aumentaban, no sanaba la brecha en la atmósfera. Nibiru seguía recorriendo sus vueltas en los cielos; de vuelta en vuelta, el calor y el frío se hacían más difíciles de sufrir. El pueblo de Nibiru dejó de venerar a su rey; ¡en vez de alivio, había traído miseria! Alalu seguía sentado en el trono. El fuerte y sabio Anu, el primero entre los príncipes, estaba de pie ante él. Se postraría ante los pies de Alalu, le pondría la copa en la mano. Durante nueve períodos contados, Alalu fue rey en Nibiru.

En el noveno Shar, Anu presentó batalla a Alalu. Desafió a Alalu a un combate mano a mano, con los cuerpos desnudos. Que el vencedor sea rey, dijo Anu. Forcejearon entre sí en la plaza pública; las jambas de las puertas temblaron y las paredes se remecieron. Alalu hincó la rodilla; al suelo cayó sobre su pecho. Alalu fue derrotado en combate; por aclamación, Anu fue proclamado rey. Anu fue escoltado hasta el palacio; Alalu al palacio no volvió. De entre las masas, sigilosamente escapó; tenía miedo de morir como Lahma.

Sin que lo reconocieran, fue apresuradamente hasta el lugar de los carros celestiales. Alalu se subió a un carro que arrojaba de proyectiles; cerró la portezuela tras él. Entró en la cámara de la parte delantera; ocupó el asiento del comandante. Encendió Lo-Que-Muestra-el-Camino, la cámara se llenó con un aura azulada. Levantó las Piedras de Fuego; el zumbido de éstas, como la música, era cautivador. Avivó el Gran Quebrantador del carro; arrojaba un resplandor rojizo. Sin percatarse nadie de ello, Alalu escapó de Nibiru en la nave celestial. Hacia la nivea Tierra puso rumbo Alalu; por un secreto del Principio, eligió su destino.

Las Palabras del Señor Enki

LA SEGUNDA TABLILLA

Hacia la nivea Tierra puso rumbo Alalu; por un secreto del Principio, eligió su destino. Hacia las regiones prohibidas se encaminó Alalu; nadie había ido antes allí,
nadie había intentado cruzar el Brazalete Repujado.
Un secreto del Principio había determinado el curso de Alalu,
la suerte de Nibiru ponía en sus manos, ¡mediante un plan, haría su realeza universal!
En Nibiru, el exilio era seguro, a la misma muerte se arriesgaba.
En su plan, había riesgos en el viaje; ¡pero la gloria eterna del éxito era la recompensa!
Como un águila, Alalu exploró los cielos; abajo, Nibiru era una bola suspendida en el vacío.
Su silueta era atractiva, su resplandor blasonaba los cielos circundantes. Su tamaño era enorme, destellaba el fuego de sus erupciones. Su envoltorio sustentador de vida, su tono rojizo, era como espuma marina; En su mitad, se veía la brecha, como una herida oscura.
Miró hacia abajo de nuevo; la amplia brecha se había convertido en una cubeta.
Volvió a mirar, la gran bola de Nibiru se había convertido en una fruta pequeña;
La siguiente vez que miró, Nibiru había desaparecido en el gran mar oscuro.
El remordimiento se aferró al corazón de Alalu, el miedo lo tenía entre sus manos; la decisión se trocó en duda.

Alalu consideró si detener su trayectoria; luego, desde la audacia regresó a la decisión.

Cien leguas, mil leguas recorrió el carro; diez mil leguas viajó el carro. En los amplios cielos, la oscuridad fue la más oscura; en la lejanía, las estrellas distantes parpadeaban ante sus ojos. Más leguas viajó Alalu y, luego, su mirada encontró una visión de gran alborozo:
¡En la extensión de los cielos, el emisario de los celestiales le daba la bienvenida!
El pequeño Gaga, El Que Muestra el Camino, le daba la bienvenida a Alalu con su vuelta, hasta él extendía su bienvenida.
Deambulando desvaído, estaba destinado a viajar antes y después del celestial Antu,
con el rostro hacia delante, con el rostro hacia atrás, con dos rostros estaba dotado.
Su aparición, al ser el primero en recibir a Alalu, lo consideró éste como un buen augurio;
¡por los dioses celestiales es bienvenido!, así lo entendió.

En su carro, Alalu siguió el sendero de Gaga; hasta el segundo dios de los cielos se dirigía.
Pronto el celestial Antu, el nombre que le diera el Rey Enshar, se divisó en la oscuridad de las profundidades; azul como las aguas puras era su color; de las Aguas Superiores era el comienzo.
Alalu se quedó encantado con la belleza de la visión; a cierta distancia continuó su recorrido.
En la lejanía, el esposo de Antu empezó a brillar, por tamaño igual al de Antu;
Como el doble de su esposa, por un verde azulado se distinguía a An. Una fascinante multitud lo circundaba; de suelos firmes estaban provistos. Alalu les dio una afectuosa despedida a los dos celestiales, discerniendo todavía el sendero de Gaga. Estaba mostrando el sendero hacia su antiguo señor, del cual una vez fue
consejero: hacia Anshar, el Primero de los Príncipes de los cielos, se dirigía el recorrido.
Acelerando el carro, Alalu pudo vencer la insidiosa atracción de Anshar; ¡con anillos brillantes de fascinantes colores hechizaba el carro!

Alalu dirigió rápidamente la mirada a un lado, y desvió con fuerza Lo Que Muestra el Camino.
Entonces, ante él apareció una visión aún más temible: ¡en los cielos lejanos, la estrella brillante de la familia llegó a ver!
Una visión más atemorizadora siguió a la revelación:
Un monstruo gigante, moviéndose en su destino, arrojó una sombra sobre el Sol; ¡Kishar se tragó a su creador!
Pavoroso fue el acontecimiento; un mal augurio, pensó de hecho Alalu. El gigante Kishar, el primero de los Planetas Estables, tenía un tamaño abrumador.
Tormentas de remolinos oscurecían su rostro, y movían manchas de colores de aquí para allá;
Una hueste innumerable, unos rápidos, otros lentos, circundaban al dios celestial.
Dificultosos eran sus caminos, adelante y atrás se agitaban.
El mismo Kishar lanzó un hechizo, estaba arrojando relámpagos divinos.
Mientras Alalu observaba, su curso se vio afectado, se distrajo su dirección, sus actos se hicieron confusos.

Después, el oscurecimiento de la profundidad comenzó a pasar: Kishar en su destino prosiguió su vuelta.
Moviéndose lentamente, levantó su velo sobre el Sol radiante; Aquél del Principio llegó a verse plenamente.
Pero la alegría del corazón de Alalu no duró demasiado;
más allá del quinto planeta, acechaba el mayor de los peligros, como ya sabía.
El Brazalete Repujado dominaba más adelante, ¡era de esperar la destrucción!
De rocas y piedras estaba compuesto, como huérfanos sin madre se agrupaban.
Abalanzándose por delante y por detrás, seguían un destino pasado.

Sus hechos eran detestables; difíciles sus senderos.
Habían devorado a los carros de exploración de Nibiru como leones hambrientos;
Se negaban a entregar el precioso oro, necesario para la supervivencia. Hacia el Brazalete Repujado se precipitó el carro de Alalu, a enfrentarse audazmente en estrecho combate con las feroces piedras. Alalu tiró hacia arriba con más fuerza las Piedras de Fuego de su carro, dirigió Lo Que Muestra el Camino con mano firme. Las siniestras rocas cargaron contra el carro, como un enemigo al ataque en la batalla.
Alalu soltó desde el carro un proyectil portador de muerte hacia ellas; y después, otra y otra, contra el enemigo, las armas de terror arrojó. Como guerreros asustados, las rocas regresaron, abriendo un sendero para Alalu.

Como por hechizo, el Brazalete Repujado le abrió una puerta al rey. En la oscura profundidad, Alalu pudo ver los cielos con claridad; no fue derrotado por la ferocidad del Brazalete, ¡su misión no había terminado!
En la distancia, la bola ígnea del Sol extendía su resplandor; estaba emitiendo rayos de bienvenida hacia Alalu. Delante del Sol, un planeta pardo rojizo recorría su vuelta; era el sexto en la cuenta de dioses celestiales.

Alalu no pudo sino entreverlo: sobre su predestinado recorrido, se apartaba con rapidez del sendero de Alalu.
Después, apareció la nivea Tierra, el séptimo en la cuenta celestial. Alalu puso rumbo al planeta, hacia un destino más tentador. Su atractiva esfera era más pequeña que Nibiru, su red de atracción era más débil que la de Nibiru. Su atmósfera era más delgada que la de Nibiru, en ella se arremolinaba las nubes.
Abajo, la Tierra estaba dividida en tres regiones: blanco de nieve en la cima y en la base, azul y marrón entre ellas. Con destreza, Alalu desplegó las alas de detención del carro para circundar la bola de la Tierra.
En la región media, pudo discernir tierra firme y océanos acuosos. Dirigió hacia abajo el Rayo Que Penetra, para detectar las interioridades de la Tierra.

¡Lo he conseguido!, gritó extáticamente: Oro, mucho oro, había indicado el rayo; ¡estaba por debajo de la región de color oscuro, en las aguas también había! Golpeándole el corazón en el pecho, Alalu estaba valorando una decisión:

¿Haría descender su carro sobre la tierra seca, quizás para estrellareis y morir?
¿Pondría rumbo a las aguas, quizás para hundirse en el olvido? ¿Qué camino debía tomar para sobrevivir?
¿Descubriría el valioso oro? En el asiento del Águila, Alalu no se agitó; en manos del hado confió el carro.
Completamente cautivo en la red atractiva de la Tierra, el carro se iba moviendo cada vez más rápido. Las alas extendidas se encendieron; la atmósfera de la Tierra era como un horno.
Luego, el carro tembló, emitiendo un estruendo mortífero.
Abruptamente, el carro chocó, deteniéndose de repente.
Sin sentido por la sacudida, aturdido por el choque, Alalu, se quedo inmóvil,
Luego, abrió los ojos y supo que estaba entre los vivos;
al planeta del oro había llegado victorioso.
Viene ahora el relato de la Tierra y su oro; es un relato del Principio, y de cómo los dioses celestiales fueron creados. En el Principio, cuando en el Arriba los dioses de los cielos no habían sido llamados a ser, y en el Ki de Abajo, el Suelo Firme aún no había sido nombrado, solo en el vacío existía Apsu, su Engendrador Primordial.

En las alturas del Arriba, los dioses celestiales aún no habían sido creados; en las aguas del Abajo, los dioses celestiales aún no habían aparecido. Arriba y Abajo, los dioses aún no habían sido formados, los destinos aún no se habían decretado.

Ninguna caña se había formado aún, ni tierra pantanosa había aparecido;
Apsu, solo, reinaba en el vacío.
Después, mediante los vientos de Apsu, las aguas primordiales se mezclaron, un hábil y divino conjuro lanzó Apsu sobre las aguas.
Sobre la profundidad del vacío, él vertió un profundo sueño; Tiamat, la Madre de Todo, forjó como esposa para sí mismo.
¡Una madre celestial, era ciertamente una belleza acuosa!
Junto a él, Apsu trajo después al pequeño Mummu, como mensajero suyo lo nombró, para hacerle un presente a Tiamat.
Un regalo resplandeciente concedió Apsu a su esposa:
¡un radiante metal, el imperecedero oro, para que sólo ella lo poseyera!
Después fue cuando los dos mezclaron sus aguas, para que salieran entre ellos los hijos divinos.
Varón y hembra fueron creados los celestiales; Lahmu y Lahamu por nombres se les dieron.

En el Abajo, Apsu y Tiamat les hicieron una morada. Antes de que hubieran crecido en edad y en estatura, en las aguas del Arriba, Anshar y Kishar fueron formados, sobrepasando a sus hermanos en tamaño. Los dos fueron forjados como pareja celestial; un hijo, An, en los cielos distantes fue su heredero. Después, Antu, para ser su esposa, fue creada como igual de An; la morada de ambos se hizo como frontera de las Aguas Superiores. Así fueron creadas tres parejas celestes, Abajo y Arriba, en las profundidades; por sus nombres se les llamó, ellos formaron la familia de Apsu con Mummu y Tiamat.

En aquel tiempo, Nibiru aún no se había visto, la Tierra aún no había sido llamada a ser. Estaban mezcladas las aguas celestes; aún no estaban separadas por un Brazalete Repujado.
En aquel tiempo, las vueltas aún no estaban del todo diseñadas; los destinos de los dioses aún no estaban firmemente decretados; los parientes celestiales se agrupaban; erráticos eran sus caminos. Para Apsu, sus caminos eran ciertamente detestables; Tiamat, sin poder descansar, se sentía agraviada y enfurecida. Una multitud formó para que marcharan a su lado, una multitud rugiente y terrible creó contra los hijos de Apsu. En total, once de esta especie creó; ella hizo al primogénito, Kingu, jefe entre ellos.

Cuando los dioses celestiales oyeron esto, en consejo se reunieron.
¡Ha elevado a Kingu, le ha dado mando hasta el grado de An!, se dijeron entre sí.
Una Tablilla de Destino en su pecho ha puesto, para que se procure su propia vuelta,
ha instruido a su vastago Kingu para combatir contra los dioses.
¿Quién se resistirá a Tiamat?, los dioses se preguntaron entre sí.
Ninguno en sus vueltas se adelantó, ninguno llevaría un arma para la batalla.
En aquel tiempo, en el corazón de lo Profundo fue engendrado un dios,
nació en una Cámara de Hados, un lugar de destinos.
Un hábil Creador lo forjó, era hijo de su propio Sol.

Desde lo Profundo, donde fue engendrado, el dios se separó de su familia en un arrebato; con él llevaba un regalo de su Creador, la Simiente de Vida.
Puso rumbo hacia el vacío; un nuevo destino estaba buscando.
La primera en atisbar al celestial errante fue la siempre atenta Antu.
Su figura era atractiva, resplandecía radiante, señoriales eran sus andares, extremadamente grande era su curso. De todos los dioses era el más elevado, su vuelta sobrepasaba a las de los demás. La primera en vislumbrarlo fue Antu, de cuyo pecho ningún hijo había mamado.
¡Ven, sé mi hijo!, le llamó. ¡Deja que sea tu madre! Ella le arrojó su red y le dio la bienvenida, hizo su rumbo adecuado para el propósito. Sus palabras llenaron de orgullo el corazón del recién llegado; aquella que lo criaría lo hizo altivo.

Su cabeza hasta el doble de su tamaño creció; cuatro miembros a sus lados le brotaron.
El movió sus labios en reconocimiento, un fuego divino fulguró desde ellos. Viró su rumbo hacia Antu, y no tardó en mostrar su rostro a An. Cuando An lo vio, ¡Hijo mío!, exaltado gritó.
¡Para el liderazgo se te confiará! ¡Junto a ti, una hueste serán tus sirvientes! ¡Que Nibiru sea tu nombre, conocido por siempre como Cruce!

Él se postró ante Nibiru, volvió su rostro ante el paso de Nibiru; extendió su red, cuatro sirvientes formó para Nibiru, para que fueran, junto a él, su hueste: el Viento Sur, el Viento Norte, el Viento Este, el Viento Oeste.
Con el corazón gozoso, An anunció a Anshar, su predecesor, la llegada de Nibiru.
Al oír esto, Anshar envió a Gaga, que estaba a su lado, como emisario. Palabras de sabiduría le transmitió a An, para asignarle una tarea a Nibiru. Él le encargó a Gaga que pusiera voz a lo que había en su corazón, a An decirle así:
Tiamat, la que nos engendró, ahora nos detesta; ha puesto en pie una hueste de guerra, está enfurecida y llena de ira. Contra los dioses, sus hijos, once guerreros marchan a su lado; de entre ellos, ha elevado a Kingu, y le ha marcado en el pecho un destino sin derecho. Ningún dios entre nosotros podrá sostenerse frente a su malevolencia, su hueste ha puesto el miedo en todos nosotros. ¡Que Nibiru se convierta en nuestro Vengador! ¡Que él venza a Tiamat, que salve nuestras vidas!
¡Para él decreto un hado, que salga y se enfrente a nuestra poderosa enemiga!

Gaga partió hacia An; se postró ante él y las palabras de Anshar repitió. An repitió a Nibiru las palabras de su predecesor, le reveló a él el mensaje de Gaga. Nibiru escuchó maravillado las palabras; fascinado oyó hablar de la madre que devoraría a sus hijos.

Sin decirlo, su corazón ya lo había impulsado a salir contra Tiamat. Abrió la boca, y dijo así a An y a Gaga: ¡Si para salvar vuestras vidas he de vencer a Tiamat, convocad a los dioses en asamblea, proclamad supremo mi destino! ¡Que todos los dioses acuerden en consejo hacerme el líder, someterse a mi mandato!
Cuando Lahmu y Lahamu oyeron esto, gritaron angustiados: ¡Extraña era la demanda, no se puede comprender su sentido!, dijeron ellos. Los dioses que decretan los hados consultaron entre sí;
Accedieron a hacer de Nibiru su vengador, para él decretaron un hado exaltado;
¡A partir de este día, inalterables serán tus mandatos!, le dijeron a él.
¡Ninguno de entre nosotros los dioses transgrediremos tus límites!
¡Ve, Nibiru, sé nuestro Vengador!

Forjaron para él una vuelta principesca para que avanzara hacia Tiamat; le dieron sus bendiciones a Nibiru, le dieron armas terribles a Nibiru.
Anshar forjó tres vientos más de Nibiru: el Viento Maligno, el Torbellino, el Viento Sin Par.
Kishar llenó su cuerpo con una llama ardorosa, y una red para envolver a Tiamat. Así, listo para la batalla, Nibiru puso rumbo en dirección a Tiamat.
Viene ahora el relato de la Batalla Celestial, y de cómo la Tierra vino a ser, y del destino de Nibiru.
El señor salió; establecido por los hados, siguió su rumbo; a la terrible Tiamat plantó cara, con sus labios pronunció un conjuro.
Como manto de protección, puso en marcha el Pulsador y el Emisor; con una impresionante radiación fue coronada su cabeza.

A su derecha, apostó al Que Hiere; en su izquierda, colocó al Repulsor.
Los siete vientos, su hueste de auxiliares, como una tormenta envió;
Se precipitó hacia la terrible Tiamat, con un clamor de batalla.
Los dioses se arremolinaron junto a él, después se apartaron de su caminó, avanzó solo para examinar a Tiamat y a sus ayudantes, para hacerse una idea de los planes de Kingu, el comandante de su hueste.
Cuando vio al valiente Kingu, se le nubló la vista; mientras miraba a los monstruos, se le distrajo la dirección, su rumbo se trastocó, sus actos se confundieron.

El grupo de Tiamat la rodeaba estrechamente, temblaban de terror.
Tiamat estremeció sus raíces, un rugido poderoso emitió; lanzó un hechizo sobre Nibiru, lo envolvió con sus encantos.
iLa suerte entre ellos estaba echada, la batalla era inevitable!
Cara a cara se encontraron, Tiamat y Nibiru; avanzaban uno contra otro
Se acercaban a la batalla, buscando el singular combate.
El Señor extendió su red, para envolverla la lanzó;
Tiamat gritó con furia; como poseída, perdió sus sentidos. El Viento Maligno, que había estado tras él, a Nibiru adelantó, ante el rostro de ella lo soltó; ella abrió la boca para tragarse al Viento Maligno, pero no pudo cerrar los labios.

El Viento Maligno cargó contra su vientre, se abrió paso en sus entrañas. Sus entrañas aullaban, su cuerpo se dilató, la boca se le abrió.
A través de la abertura, Nibiru disparó una flecha brillante, un relámpago divino.
La flecha le despedazó las entrañas, le hizo pedazos el vientre; le desgarró la matriz, le partió el corazón.
Habiéndola sometido así, él extinguió su aliento vital. Nibiru contempló el cuerpo sin vida, Tiamat era ahora un cadáver masacrado.

Junto a su señora sin vida, sus once ayudantes temblaban de terror; quedaron capturados en la red de Nibiru, incapaces como eran de huir. Kingu, a quien Tiamat había hecho jefe de su hueste, estaba entre ellos. El Señor le puso grilletes, y a su señora sin vida lo encadenó. Le arrebató a Kingu las Tablillas de los Destinos, que sin ningún derecho se le habían dado, le estampó su propio sello, sujetó el Destino a su propio pecho. Al resto del grupo de Tiamat los ató como cautivos, en su propia vuelta los atrapó.
Los puso bajo su pie, los cortó en pedazos.

Los ató a todos a su vuelta; les hizo girar alrededor, con el rumbo invertido. Después, Nibiru partió del Lugar de la Batalla, anunció la victoria a los dioses que le habían nombrado. Dio la vuelta alrededor de Apsu, hacia Kishar y Anshar viajó. Gaga salió a recibirle, y como heraldo hacia los demás viajó después. Más allá de An y Antu, Nibiru se encaminó hacia la Morada en lo Profundo.
Sobre la suerte de la inerte Tiamat y de Kingu reflexionó después, a Tiamat, a la que había sometido, el Señor Nibiru volvió más tarde. Se encaminó hacia ella, se detuvo a ver su cuerpo sin vida; estuvo planeando en su corazón dividir hábilmente al monstruo.

Después, como un mejillón, en dos partes la dividió, separó el tronco de las partes inferiores.
Separó los canales internos de ella, maravillado contempló sus venas doradas. Pisando su parte posterior, el Señor cortó completamente la parte superior. El Viento Norte, su ayudante, a su lado llamó, que se llevara la cabeza cercenada, le ordenó al Viento, que la pusiera en el vacío.
El Viento de Nibiru se cernió pues sobre Tiamat, barriendo sus chorreantes aguas.
Nibiru disparó un rayo, al Viento Norte le dio una señal; en un resplandor, la parte superior de Tiamat fue llevada a una región desconocida.

Con ella, también fue exiliado el encadenado Kingu, para que fuera compañero de la parte seccionada.
Después, Nibiru reflexionó sobre la suerte de la parte posterior: quería que fuera un trofeo imperecedero de la batalla, un recordatorio constante en los cielos, que señalara el Lugar de la Batalla.
Con su maza, golpeó la parte posterior hasta hacerla trozos pequeños, después los enlazó en una banda hasta formar un Brazalete Repujado, entrelazándolos, los situó como guardianes, un Firmamento para dividir las aguas de las aguas.
Las Aguas Superiores por encima del Firmamento de las Aguas Inferiores separó; así forjó Nibiru sus hábiles obras.
Después, el Señor cruzó los cielos para inspeccionar las regiones; desde la zona de Apsu hasta la morada de Gaga midió las dimensiones.

Se detuvo y vaciló; después, regresó lentamente al Firmamento, al Lugar de la Batalla.
Pasando de nuevo por la región de Apsu, en la desaparecida esposa del Sol pensó con remordimiento.
Contempló la mitad herida de Tiamat, prestó atención a la Parte Superior; las aguas de vida, generosas en ella, de las heridas seguían manando, sus venas doradas reflejaban los rayos de Apsu. De la Simiente de la Vida, del legado del Creador, se acordó entonces Nibiru. ¡Cuando puso su pie sobre Tiamat, cuando la partió en pedazos, sin duda él le impartió la simiente a ella!
Nibiru se dirigió a Apsu, diciéndole así: ¡Con tus cálidos rayos, da salud a las heridas! ¡Que a la parte rota nueva vida le sea dada, que sea en tu familia como una hija, que las aguas en un lugar se reúnan, que aparezca tierra firme! ¡Por Tierra Firme que sea llamada, Ki será su nombre a partir de ahora! Apsu hizo caso a las palabras de Nibiru: ¡Que la Tierra se una a mi familia, Ki, Tierra Firme del Abajo, que Tierra sea su nombre a partir de ahora! ¡Que, con su giro, haya día y haya noche; en los días, la proveeré con mis rayos curadores!

¡Que Kingu sea una criatura de la noche, lo designaré para que brille en la noche compañera de la Tierra, para siempre Luna será! Nibiru escuchó satisfecho las palabras de Apsu. Nibiru cruzó los cielos e inspeccionó las regiones, a los dioses que le habían elevado concedió posiciones permanentes, destinó sus vueltas para que ninguno transgrediera la de los demás ni se quedara corto.
Fortaleció las esclusas celestes, puso puertas en ambos lados. Una morada remota eligió para sí, más allá de Gaga estaban sus dimensiones.

Le suplicó a Apsu que decretara para él la gran vuelta como su destino. Todos los dioses levantaron su voz desde sus posiciones: ¡Que la soberanía de Nibiru sea sobresaliente!
¡El más radiante de los dioses es, que sea en verdad el Hijo del Sol! Desde su región, Apsu dio su bendición: ¡Nibiru mantendrá el cruce de Cielo y Tierra; Cruce será su nombre!
Los dioses no cruzarán ni arriba ni abajo;
Él mantendrá la posición central, será el pastor de los dioses.

¡Un Shar será su vuelta; ése será su Destino para siempre!
Viene ahora el relato de cómo comenzaron los Tiempos de Antaño, y de la era que, en los Anales, fue conocida por el nombre de Era Dorada, y cómo fueron las misiones de Nibiru a la Tierra para obtener oro.
La huida de Alalu desde Nibiru fue su comienzo.

Alalu estaba dotado de gran entendimiento, muchos conocimientos había adquirido en su aprendizaje. De su antecesor Anshargal, de los cielos y las vueltas había amasado muchos conocimientos, a través de Enshar, sus conocimientos aumentaron grandemente; de todo ello aprendió mucho Alalu; con los sabios discutía, a eruditos y comandantes consultaba. Así se determinaron los conocimientos del Principio, así poseyó Alalu estos conocimientos. El oro en el Brazalete Repujado era la confirmación, el oro en el Brazalete Repujado era el indicio del oro en la Parte Superior de Tiamat.

Y al planeta del oro llegó Alalu victoriosamente, con un choque atronador de su carro. Con un rayo, exploró el lugar, para descubrir sus alrededores; su carro descendió en tierra seca, al filo de amplias tierras pantanosas aterrizó.
Se puso un casco de Águila, se puso un traje de Pez.
Abrió la portezuela del carro; ante la portezuela abierta se detuvo para asombro.
Oscuro era el suelo, azul-blanco eran los cielos; no había sonidos, nadie que le ofreciera la bienvenida.
¡Estaba solo en un planeta extraño, quizás exiliado para siempre de Nibiru!
Bajó a tierra, sobre el oscuro suelo puso el pie; había colinas en la distancia; en las cercanías, había mucha vegetación.

Ante él, había tierras pantanosas, en ellas se introdujo; con el frío de sus aguas se estremeció.
¡Volvió al suelo seco; estaba solo en un planeta extraño! Se vio poseído por sus pensamientos, esposa y descendientes con nostalgia recordaba; ¿estaría exiliado de Nibiru para siempre?, se preguntaba esto una y otra vez.

No tardó en volver al carro, con alimento y bebida para mantenerse. Después, le venció un profundo sueño, una poderosa ensoñación. Cuánto tiempo estuvo durmiendo, no podía recordarlo; tampoco podía decir qué le había despertado.
Fuera había mucho resplandor, un resplandor nunca visto en Nibiru. Extendió un palo desde el carro; con un Probador estaba equipado. El Probador respiró el aire del planeta; ¡indicó su compatibilidad! Abrió la portezuela del carro, con la portezuela abierta tomó aire. Otra vez tomó aire, y otra y otra; ¡ciertamente, el aire de Ki era compatible!

Alalu aplaudió, se puso a cantar una alegre canción. Sin el casco de Águila, sin el traje de Pez, bajó hasta el suelo. ¡El resplandor del exterior era cegador; los rayos del Sol lo abrumaban! Volvió al carro, se puso una máscara para los ojos. Tomó el arma portátil, asió el práctico Tomador de Muestras. Bajó a tierra, sobre el oscuro suelo puso el pie. Se encaminó hacia los cenagales; oscuras y verdosas eran las aguas. En el borde de la ciénaga había guijarros; Alalu tomó un guijarro, lo arrojó a la ciénaga.

Sus ojos vislumbraron un movimiento en la ciénaga: ¡las aguas estaban llenas de peces!
Introdujo el Tomador de Muestras en la ciénaga, para considerar las turbias aguas; el agua no era adecuada para beber, descubrió Alalu muy decepcionado. Se alejó de las ciénagas, y fue en dirección a las colinas. Pasó a través de la vegetación; los arbustos daban paso a los árboles.
El lugar era como un huerto, los árboles estaban cargados de frutos.
Seducido por su dulce aroma, Alalu tomó una fruta; se la puso en la boca.
¡Si dulce era su aroma, más dulce era su sabor! Alalu se deleitó enormemente.
Alalu caminaba evitando los rayos del Sol, dirigiéndose hacia las colinas.
Entre los árboles, sintió humedad bajo sus pies, una señal de aguas cercanas.
Puso rumbo en dirección a la humedad; en mitad del bosque había un estanque, una laguna de aguas silenciosas.

Sumergió el Tomador de Muestras en la laguna, ¡el agua era buena para beber!
Alalu rió; una risa sin fin hizo presa en él.
¡El aire era bueno, el agua era apta para beber; había fruta, había peces!
Entusiasmado, Alalu se agachó, juntó las manos haciendo un cuenco, llevó agua hasta su boca.
El agua tenía frescura, un sabor diferente del agua de Nibiru.
Bebió una vez más y luego, asustado, dio un salto: podía escuchar un bisbiseo; ¡un cuerpo se deslizaba por la orilla de la laguna!
Aferró el arma portátil, dirigió una ráfaga de su rayo hacia lo que silbaba.
Lo que se movía se detuvo, el silbido terminó.
Alalu se adelantó para examinar el peligro.

El cuerpo que se deslizaba estaba inmóvil; la criatura estaba muerta, una visión de lo más extraña: su largo cuerpo era como una cuerda, sin manos ni pies era el cuerpo; había ojos fieros en su pequeña cabeza, fuera de la boca colgaba una larga lengua.
¡Algo que nunca antes había visto en Nibiru, una criatura de otro mundo!
¿Sería el guardián del huerto?, meditó Alalu para sí mismo. ¿Sería el dueño del agua?, se preguntó.
Puso agua en un recipiente que llevaba; muy alerta, reemprendió el camino hasta su carro.
También tomó las frutas dulces; hacia el carro se encaminó.
La brillantez de los rayos del Sol había disminuido enormemente; era oscuro cuando llegó al carro.
Alalu reflexionó sobre la brevedad del día, su brevedad le sorprendió.
Sobre los pantanos, una fría luminosidad se elevaba en el horizonte.
No tardó en elevarse en los cielos una esfera blanquecina:
Kingu, el compañero de la Tierra, estaba contemplando.

Lo que en los relatos del Principio, sus ojos podían ver ahora la verdad: los planetas y sus vueltas, el Brazalete Repujado, Ki, la Tierra, Kingu, su luna, ¡todos fueron creados, todos por sus nombres llamados!
En su corazón, Alalu conocía una verdad más que era necesario contemplar: el oro, el medio para la salvación, era necesario encontrarlo.
Si había verdad en los relatos del Principio, si fueron las aguas las que lavaron las venas doradas de Tiamat, ¡en las aguas de Ki, su mitad cercenada, se encontraría el oro!
Con manos vacilantes, Alalu desmontó el Probador del palo del carro.
Con manos temblorosas, se puso el traje de Pez, esperando ansioso la rápida llegada de la luz diurna.
Al nacer el día, salió del carro, a los pantanos rápidamente se encaminó.
Se introdujo en aguas más profundas, sumergió el Probador en las aguas.
Ansioso observaba su iluminada faz, el corazón le golpeaba en el pecho.

El Probador indicaba los contenidos del agua, con símbolos y números desvelaba sus hallazgos.
Y, después, el latido del corazón de Alalu se detuvo: ¡Hay oro en las aguas, estaba diciendo el Probador!
Inestable sobre sus piernas, Alalu se adelantó, se dirigió hacia lo más profundo del pantano.
Una vez más, sumergió el Probador en las aguas; ¡una vez más, el Probador anunció oro!
Un grito, un grito de triunfo, de la garganta de Alalu emanó: ¡la suerte de Nibiru estaba ahora en sus manos!
De vuelta al carro se dirigió, se quitó el traje de Pez, ocupó el asiento del comandante.
Animó las Tablillas de los Destinos que conocen todas las vueltas, para encontrar la dirección hacia la vuelta de Nibiru.

Levantó el Hablador de Palabras, para llevar las palabras a Nibiru.

Después, hacia Nibiru pronunció las palabras, diciendo así: Las palabras del gran Alalu hacia Anu en Nibiru se dirigen. ¡En otro mundo estoy, he encontrado el oro de la salvación; la suerte de Nibiru está en mis manos; debes escuchar mis condiciones!

Las Palabras del Señor Enki

LA TERCERA TABLILLA

¡La suerte de Nibiru está en mis manos; mis condiciones debes escuchar!
Ésas fueron las palabras de Alalu, de la oscura Tierra a Nibiru las transmitió el Hablador.
Cuando las palabras de Alalu a Anu, el rey, le fueron comunicadas,
Anu se asombró; se asombraron también los consejeros, los sabios quedaron sorprendidos.
¿Alalu no está muerto?, se preguntaban entre sí. ¿Es que podía estar vivo en otro mundo?, se decían con incredulidad.

¿No se había ocultado en Nibiru, habiendo ido con el carro hasta un lugar ignoto?
Se convocó a los comandantes de los carros, los sabios reflexionaron sobre las palabras transmitidas.
Las palabras no llegaron desde Nibiru; se dijeron desde más allá del Brazalete Repujado, ésta fue su conclusión, y esto se le reportó al rey, Anu.
Anu quedó aturdido; reflexionó sobre lo sucedido.
Que se le envíen palabras de reconocimiento a Alalu, dijo a los reunidos.

En el Lugar de los Carros Celestiales se dio la orden, a Alalu palabras le fueron dichas: Anu, el rey, te envía sus saludos; se complace en saber que te encuentras bien; no había razón para que te fueras de Nibiru, en el corazón de Anu no hay enemistad; Si realmente has encontrado el oro de la salvación, ¡que Nibiru se salve!
Las palabras de Anu llegaron al carro de Alalu; Alalu las respondió con rapidez:
Si vuestro salvador he de ser, para vuestras vidas salvar, convocad a los príncipes en asamblea, ¡declarad suprema mi ascendencia!

¡Que los comandantes me conviertan en su líder, que se inclinen ante mis órdenes!
¡Que el consejo me nombre rey, para sustituir a Anu en el trono! Cuando las palabras de Alalu se escucharon en Nibiru, grande fue la consternación. ¿Cómo se podía deponer a Anu?, se preguntaban los consejeros. ¿Y si no era cierto lo que contaba Alalu? ¿Y si era una artimaña? ¿Dónde está su asilo? ¿De verdad ha encontrado oro? Reunieron a los sabios, pidieron el consejo de los doctos e instruidos. El más anciano de ellos habló: ¡Yo fui el maestro de Alalu!, dijo. Él había escuchado con atención las enseñanzas del Principio, de la Batalla Celestial había aprendido; del monstruo acuoso Tiamat y de sus venas doradas adquirió conocimientos; si realmente ha ido más allá del Brazalete Repujado, ¡en la Tierra, el séptimo planeta, está su asilo!
En la asamblea, un príncipe tomó la palabra; era un hijo de Anu, del vientre de Antu, la esposa de Anu, había surgido.

Enlil era su nombre, que quiere decir Señor del Mandato. Palabras de cautela estaba pronunciando: Alalu no puede hablar de condiciones. Las calamidades fueron su obra, y perdió el trono en combate singular.
Si es cierto que ha encontrado oro en Tiamat, hacen falta pruebas de ello; ¿habrá suficiente oro para proteger nuestra atmósfera? ¿Cómo lo traeremos hasta Nibiru a través del Brazalete Repujado? Así habló Enlil, el hijo de Anu; y otras muchas preguntas formuló también. Muchas pruebas hacían falta, muchas respuestas se precisaban, coincidieron todos. Se le transmitieron a Alalu las palabras de la asamblea, una respuesta se exigió.

Alalu ponderó el mérito de las palabras, y accedió a transmitir sus secretos; de su viaje y sus peligros hizo en verdad relato.
Del Probador sacó el cristal de sus entrañas, del Tomador de Muestras sacó su corazón de cristal; Insertó los cristales en el Hablador, para transmitir todos los hallazgos.
¡Ahora que se han entregado las pruebas, declaradme rey, inclinaos ante mis órdenes!, exigió severamente.
Los sabios se horrorizaron; ¡con Armas de Terror, Alalu causaría más estragos en Nibiru, con Armas de Terror un sendero había abierto a través del Brazalete!

En el momento Nibiru pase en su vuelta por esa región, ¡Alalu está amasando calamidades!
En el consejo había mucha consternación; alterar la realeza era, ciertamente, un asunto grave.
Anu no sólo era rey por ascendencia: ¡había alcanzado el trono en justa lid!
En la asamblea de los príncipes, un hijo de Anu se levantó para hablar.
Era sabio en todas las materias, entre los sabios se le reconocía.
De los secretos de las aguas era un maestro; E.A, Aquel Cuyo Hogar Es el Agua, era llamado.
De Anu era el Primogénito; con Damkina, la hija de Alalu, estaba casado.
Mi padre por nacimiento es Anu, el rey, dijo Ea; Alalu, por matrimonio, es mi padre.
Llevar al unísono los dos clanes fue la intención de mis desposorios;
¡Dejadme ser el que traiga la unidad en este conflicto!
¡Dejadme ser el emisario de Anu ante Alalu, dejadme ser el que dé soporte a los descubrimientos de Alalu!
Dejad que vaya en viaje a la Tierra en un carro, trazaré un sendero a través del Brazalete con agua, no con fuego.
En la Tierra, dejad que obtenga de las aguas el precioso oro; a Nibiru se enviará de vuelta.

Que Alalu sea rey en la Tierra, un veredicto de los sabios esperar: si Nibiru se salva, que haya una segunda lucha; ¡que ésta determine quién gobernará Nibiru! Los príncipes, los consejeros, los sabios, los comandantes escucharon las palabras de Ea con admiración; estaban llenas de sabiduría, pues encontraban solución al conflicto. ¡Que así sea!, anunció Anu. Que parta Ea, que se ponga a prueba el oro.
¡Lucharé con Alalu por segunda vez, que el vencedor sea rey de Nibiru!

Se le transmitieron a Alalu las palabras de la decisión;
Éste las ponderó y accedió: ¡Que Ea, mi hijo por matrimonio, venga a la Tierra! ¡Que se obtenga oro de las aguas, que se ponga a prueba para la salvación de Nibiru; que una segunda lucha por la realeza se salde entre Anu y yo! ¡Así sea!, decretó Anu en la asamblea.
Enlil hizo una objeción; la palabra del rey era inalterable.
Ea fue al lugar de los carros, con comandantes y sabios consultó. Contempló los peligros de la misión, consideró cómo extraer y traer el oro. Estudió con detenimiento la transmisión de Alalu, y pidió a Alalu más pruebas de los resultados. Diseñó una Tablilla de Destinos para la misión. Si el agua fuera la Fuerza, ¿dónde se podría repostar? ¿Dónde, en el carro, se almacenará? ¿Cómo se convertirá en Fuerza? Toda una vuelta de Nibiru pasó con las reflexiones, un Shar de Nibiru pasó en los preparativos.

Se ha preparado el carro celestial más grande para la misión, se ha calculado su destino de vuelta, una Tablilla de Destino se ha fijado con firmeza; ¡cincuenta héroes harán falta para la misión, para viajar a la Tierra y obtener el oro!

Anu dio su aprobación al viaje; los astrónomos eligieron el momento adecuado para comenzarlo. En el Lugar de los Carros se congregaron las multitudes, llegaron para despedir a los héroes y a su líder. Llevando cascos de Águila, portando cada uno un traje de Pez, los héroes entraron al carro de uno en uno.
El último en embarcar fue Ea; de los congregados se despidió. Se arrodilló ante su padre, Anu, para recibir la bendición del rey. Mi hijo, el Primogénito: un largo viaje has emprendido, para ponerte en peligro por todos nosotros; que tu éxito destierre de Nibiru la calamidad; ¡ve y vuelve con vida! Así hizo Anu para pronunciar una bendición para su hijo, despidiéndose de él.

La madre de Ea, a la que llamaban Ninul, lo apretó contra su pecho.
¿Por qué, después que me fueras dado como hijo de Anu, él te dotó con un corazón incansable?
¡Ve y vuelve, recorre sin novedad el peligroso camino!, le dijo ella.
Con ternura, Ea besó a su esposa, abrazó a Damkina sin palabras.
Enlil estrechó los brazos con su hermanastro. ¡Que seas bendito, que tengas éxito!, le dijo.
Con el corazón encogido, Ea entró en el carro, y dio la orden de remontarse.

Viene ahora el relato del viaje hasta el séptimo planeta, y de cómo se inició la leyenda del Diospez que vino de las aguas. Con el corazón encogido, Ea entró en el carro, y dio la orden de remontarse. El asiento de comandante estaba ocupado por Anzu, no por Ea; Anzu, no Ea, era el comandante del carro; Aquel Que Conoce los Cielos significaba su nombre; para esta tarea se le había seleccionado especialmente.

Era un príncipe entre los príncipes, de simiente real era su ascendencia. El carro celestial guió con pericia; lo elevó poderosamente de Nibiru, hacia el distante Sol lo dirigió.
Diez leguas, cien leguas el carro recorrió, mil leguas el carro viajó. El pequeño Gaga salió a recibirlos, les transmitió a los héroes la bienvenida. La azulada Antu, hermosa y encantadora, le mostró el camino. Anzu se sintió atraído ante su vista. ¡Examinemos sus aguas!, dijo Anzu. Ea dio la orden de continuar sin detenerse; es un planeta sin retorno, dijo enérgicamente.
Hacia el celestial An, el tercero en la cuenta planetaria, prosiguió el carro. A su lado yacía An, su ejército de lunas se arremolinaba. Los rayos del Probador revelaron la presencia de agua; se le indicó a Ea si era necesario detenerse, Ea dijo que se continuara el viaje, hacia Anshar, el mayor de los príncipes del cielo, se estaba dirigiendo. Pronto pudieron sentir el insidioso tirón de Anshar, y admiraron con temor sus anillos de colores.

Con pericia, Anzu guió el carro, los demoledores peligros hábilmente evitó. La gigante Kishar, el mayor de los planetas estables, fue el siguiente en encontrarse. La atracción de su red era abrumadora; con gran habilidad, Anzu desvió el rumbo del carro.
Con furia, Kishar estuvo lanzando rayos al carro divino, dirigió su ejército hacia el intruso.
Lentamente, Kishar se alejó, para que el carro se encontrara con el siguiente enemigo: ¡más allá del quinto planeta, el Brazalete Repujado estaba al acecho! Ea ordenó que en su artefacto se fijara un-zumbido, que se preparara el Propulsor de Agua.

Hacia el ejército de rocas giratorias se precipitaba el carro, cada una, como la piedra de una honda, se dirigía ferozmente hacia el carro. La palabra de Ea fue dada; con la fuerza de un millar de héroes, se lanzó la corriente de agua. Una a una, las rocas volvieron la cara; ¡estaban dejando un sendero para el carro!
Pero, mientras una roca huía, otra atacaba en su lugar; ¡una multitud más allá de toda cuenta era su número, un ejército buscando venganza por la división de Tiamat!

Una y otra vez, Ea dio las órdenes para que el Propulsor de Agua mantuviera un-zumbido;
Una y otra vez, se dirigieron corrientes de agua hacia el ejército de rocas;
Una y otra vez, las rocas volvieron sus caras, dejando un sendero para el carro. Y, después, al fin, el sendero quedó claro; ¡el carro podía continuar sin daños!

Los héroes elevaron un grito de alegría; y doble fue la alegría ante la visión del Sol que ahora se revelaba.
En medio del regocijo, Anzu hizo sonar la alarma: para trazar el sendero, se había consumido demasiada agua, ¡ no había agua suficiente para alimentar las Piedras ígneas del carro durante el resto del viaje !
En la oscura profundidad, podían ver el sexto planeta, estaba reflejando los rayos del Sol. Hay agua en Lahmu, estaba diciendo Ea. ¿Puedes hacer descender el carro sobre él?, le preguntó a Anzu.
Diestramente, Anzu dirigió el carro hacia Lahmu; al llegar al dios celestial, a su alrededor hizo circundar el carro.
La red del planeta no es grande, su atracción se puede manejar con facilidad, dijo Anzu.
Lahmu merecía ser contemplado, tenía muchos tonos; de blanca nieve era su gorro, de blanca nieve eran sus sandalias.

Rojizo en su mitad, ¡en su mitad lagos y ríos relucían!
Hábilmente, Anzu hizo viajar al carro más despacio, junto a la orilla de un lago lo hizo descender suavemente.
Siguiendo las órdenes, los héroes extendieron Lo Que Aspira Agua, las entrañas del carro se llenaron con las aguas del lago.
Mientras el carro se llenaba de agua, Ea y Anzu examinaron los alrededores.
Con el Probador y el Tomador de Muestras, determinaron todo lo que importa: las aguas eran buenas para beber, había aire suficiente.
Todo se registró en los anales del carro, y se describió la necesidad de desviarse.
Reabastecido su vigor, el carro se remontó, despidiéndose del benévolo Lahmu.

Más allá, el séptimo planeta estaba dando su vuelta; ¡la Tierra y su compañero estaban invitando al carro!
En el asiento del comandante, Anzu estaba sin palabras; Ea también estaba callado.
Delante de ellos estaba su destino, que contenía el oro de la salvación o la perdición de Nibiru.
¡El carro debe frenarse, o perecerá en la gruesa atmósfera de la Tierra!, declaró Anzu a Ea.
¡Haz círculos para frenar alrededor del compañero de la Tierra, la Luna!, le sugirió Ea.
Circundaron la Luna; yacía postrada y llena de cicatrices, tras la victoria de Nibiru en la Batalla Celestial.
Después de frenar así el carro, Anzu lo dirigió hacia el séptimo planeta.

Una vez, dos veces hizo circundar el carro alrededor del globo de la Tierra, aún más cerca de la Tierra Firme lo hizo descender. Había tonos niveos en las dos terceras partes del planeta, de un tono oscuro era su parte media. Podían ver los océanos, podían ver las Tierras Firmes; estaban buscando la señal de la baliza de Alalu.
Donde un océano tocaba tierra seca, donde cuatro ríos eran tragados por los pantanos, balizaba la señal de Alalu.

¡El carro es demasiado pesado y grande para los pantanos!, declaró Anzu. ¡La red de atracción de la Tierra es demasiado poderosa para descender en tierra seca!, anunció Anzu a Ea.
¡Ameriza! ¡Ameriza en las aguas del océano!, le gritó Ea a Anzu. Anzu dio una vuelta más alrededor del planeta; con mucho cuidado, hizo descender el carro hacia el borde del océano. Llenó de aire los pulmones del carro; en las aguas amerizó, no se hundió en las profundidades. En el Hablador se escuchó una voz: ¡Sed bienvenidos a la Tierra!, estaba diciendo Alalu.
Por la transmisión de sus palabras, se determinó la dirección de su paradero. Hacia el lugar dirigió Anzu el carro, flotando como un barco se movía sobre las aguas. Pronto se estrechó el amplio océano, apareciendo tierras secas a ambos lados como dos guardianes.

En la parte izquierda, se elevaban colinas pardas; en la derecha, las montañas elevaban sus cabezas hasta el cielo. Hacia el lugar de Alalu se dirigió el carro, iba flotando sobre las aguas como un barco. Por delante, la tierra seca estaba cubierta de agua, los pantanos sustituían al océano. Anzu dio órdenes a los héroes, les ordenó que se pusieran los trajes de peces. Entonces, se abrió una portezuela del carro, y los héroes descendieron a los pantanos.

Ataron fuertes cuerdas al carro, con las cuerdas tiraron del carro. Las palabras transmitidas por Alalu llegaban con más fuerza. ¡Rápido! ¡Rápido!, estaba diciendo.
Al filo de los pantanos, una visión había que contemplar: reluciendo bajo los rayos del Sol, había un carro de Nibiru; ¡era el barco celestial de Alalu! Los héroes aceleraron sus pasos, hacia el carro de Alalu se apresuraron.

Impaciente, Ea se puso su traje de pez; en su pecho, el corazón golpeaba como un tambor.
Saltó al pantano, con paso apresurado se dirigió hacia la orilla.
Altas eran las aguas del pantano, el fondo estaba más hondo de lo que esperaba.
Dejó de caminar para nadar, con brazadas audaces avanzó.
Mientras se acercaba a la tierra seca, pudo ver verdes praderas.
Después, sus pies tocaron suelo firme; se puso de pie y siguió caminando.
Delante de él, pudo ver a Alalu, de pie, saludando con las manos vigorosamente.
Alcanzando la orilla, Ea salió de las aguas: ¡estaba sobre la oscura Tierra!
Alalu llegó corriendo hasta él; abrazó con fuerza a su hijo por matrimonio.
¡Bienvenido a un planeta diferente!, le dijo Alalu a Ea.

Viene ahora el relato de cómo se fundó Eridú en la Tierra, de cómo comenzó la cuenta de los siete días. Alalu abrazó a Ea en silencio, con los ojos llenos de lágrimas de alegría.
Ea inclinó su cabeza ante él, en señal de respeto ante su padre por matrimonio.
En los pantanos, los héroes seguían avanzando; otros más se pusieron los trajes de peces, otros más hacia la tierra seca se apresuraban.

¡Mantened a flote el carro!, ordenó Anzu. ¡Ancladlo en las aguas, evitad el fango de la orilla!
Los héroes alcanzaron la orilla, ante Alalu se inclinaron.
Anzu llegó a la orilla, el último en salir del carro.
Se inclinó ante Alalu; con él estrechó los brazos Alalu en señal de bienvenida.

A todos los que habían llegado, Alalu dio palabras de bienvenida. A todos los que estaban reunidos, Ea dio palabras de mandato. ¡Aquí en la Tierra, yo soy el comandante!, les dijo.
En una misión a vida o muerte hemos llegado; ¡en nuestras manos está la suerte de Nibiru!
Miró alrededor, estaba buscando un lugar para acampar. ¡Amontonad tierra, haced montículos allí!, ordenó Ea para levantar un campamento.

A un lugar no lejano estaba señalando, una cabana de cañas erigió por morada para Alalu. Luego, dirigió estas palabras a Anzu: Transmite estas palabras a Nibiru, ¡al rey, mi padre Anu, anuncia la feliz llegada!
No tardó en cambiar el tono de los cielos, del resplandor al rojizo se tornó. Ante sus ojos se reveló una visión nunca antes vista: ¡el Sol, como una esfera roja, estaba desapareciendo en el horizonte! ¡El temor se apoderó de los héroes, temían una Gran Calamidad! Alalu, con palabras risueñas, les confortó diciendo: Es una puesta de Sol, marca el fin de un día en la Tierra. Echaos para un breve descanso; una noche en la Tierra es más corta de lo que podáis imaginar. Antes de lo que podáis esperar, el Sol hará su aparición; ¡será de día en la Tierra!

Inesperadamente, llegó la oscuridad, y separó los cielos de la Tierra. Los relámpagos rompían la oscuridad, y a los truenos les siguieron las lluvias. Los vientos soplaron sobre las aguas, eran tormentas de un dios extraño. En el carro, los héroes se pusieron en cuclillas; en el carro, los héroes se acurrucaron.
Para ellos, no llegó el descanso; estaban muy agitados. Con los corazones acelerados, esperaban el regreso del Sol. Sonrieron cuando aparecieron sus rayos, contentos y dándose palmadas en la espalda.
Y anocheció y amaneció, fue su primer día en la Tierra. Al romper el día, Ea reflexionó sobre la situación; debía pensar sobre cómo separar las aguas de las aguas. Nombró a Engur señor de las aguas dulces, para que proveyera de aguas potables.

Éste fue a la laguna de la serpiente con Alalu, para valorar sus aguas dulces; ¡La laguna estaba abarrotada de serpientes malignas!, dijo Engur a Ea.
Entonces, Ea contempló los pantanos, sopesando la abundancia de aguas de lluvia.
A Enbilulu lo puso al cargo de los pantanos, se le indicó que señalara los matorrales de cañizos. A Enkimdu se le puso al cargo de la zanja y del dique, para que elaborara una frontera frente a los pantanos, para que hiciera un lugar donde reunir las aguas que llovían del cielo,
Así se separaron las aguas de debajo de las aguas de arriba, se separaron las aguas de los cenagales de las aguas dulces.

Y anocheció y amaneció, fue el segundo día en la Tierra.
Cuando el Sol anunció la mañana, los héroes ya estaban llevando a cabo las tareas asignadas. Ea dirigió sus pasos, junto a Alalu, hacia el lugar de hierba y árboles, para examinar todo lo que crece en el huerto, hierbas y frutas según su especie.

A Isimud, su visir, Ea le hizo unas preguntas: ¿Qué planta es ésta? ¿Qué planta es aquélla?, le preguntaba.
Isimud, muy instruido, pudo distinguir los alimentos que crecen bien; arrancó una fruta para Ea, ¡es una planta de miel!, le decía a Ea: ¡Él mismo comió una fruta, Ea estaba comiéndose una fruta!
Del alimento que crece, diferenciado por su bondad, Ea puso al cargo al héroe Gurú.
Así se proveyeron los héroes de agua y alimentos; no se hartaban.
Y anocheció y amaneció, fue el tercer día en la Tierra.

El cuarto día cesaron de soplar los vientos, el carro ya no se vio perturbado por las olas.
¡Que se traigan herramientas desde el carro, que se construyan moradas en el campamento!, ordenó Ea.
Ea puso a Kulla al cargo del molde y el ladrillo, para que hiciera ladrillos de arcilla; a Mushdammu se le indicó que pusiera los cimientos, para levantar moradas habitables.

Todo el día estuvo brillando el Sol, una gran luz hubo durante el día. Al anochecer, Kingu, la luna de la Tierra, arrojó en su plenitud una luz pálida sobre la Tierra, una luz menor para gobernar la noche, para ser contado entre los dioses celestiales.

Y anocheció y amaneció, fue el cuarto día en la Tierra. El quinto día, Ea le ordenó a Ningirsig que hiciera un barco de juncos, para tomar la medida de los pantanos, para valorar la extensión de los cenagales.
Ulmash, el que conoce lo que prolifera en las aguas, el que tiene conocimientos de las aves de caza que vuelan, a Ulmash llevó Ea por compañero, para que distinguiera lo bueno de lo malo. De las especies que pululan en las aguas, de las especies que ofrecen sus alas en el cielo, muchas eran desconocidas para Ulmash; su número era desconcertante. Buenas eran las carpas, entre lo malo iban nadando. Ea convocó a Enbilulu, el señor de los pantanos; Ea convocó a Enkimdu, a cargo de la zanja y el dique;a ellos les dio palabras, para hacer una barrera en los pantanos; para hacer un recinto con cañas y juncos verdes, y separar allí unos peces de otros, una trampa para carpas, que de una red no pudieran escapar, un lugar de cuya trampa no pudiera escapar ningún ave que fuera buena para comer. Así, los héroes se proveerían de pescado y de caza, separando las especies buenas.

Y anocheció y amaneció, fue el quinto día en la Tierra. El sexto día, Ea tuvo en cuenta a las criaturas del huerto. A Enursag se le asignó la tarea de distinguir lo que se arrastra por el suelo de lo que camina sobre pies;
Enursag se asombró de sus especies, de su ferocidad dio cuenta a Ea. Ea convocó a Kulla, a Mushdammu dio órdenes urgentes: ¡Para la noche, las moradas han de estar terminadas, y rodeadas por una valla de protección! Los héroes pusieron manos a la obra, sobre los cimientos se pusieron los ladrillos con rapidez. Los tejados se hicieron de caña, y la valla se levantó con árboles cortados.

Anzu trajo del carro un Rayo-Que-Mata, un Hablador-Que-Transmite-Palabras puso en la morada de Ea; ¡Al anochecer, el campamento estaba terminado! Los héroes se congregaron en su interior por la noche.
Ea, Alalu y Anzu consideraron los hechos; ¡todo lo que se había hecho era en verdad bueno!
Y anocheció y amaneció, el sexto día.
El séptimo día se reunieron los héroes en el campamento, Ea les dijo estas palabras:
Hemos emprendido un peligroso viaje, hemos recorrido un peligroso camino desde Nibiru hasta el séptimo planeta.

A la Tierra hemos llegado sin novedad, muchas cosas buenas hemos conseguido, hemos establecido un campamento.
¡Que este día sea de descanso; a partir de ahora, el séptimo día será siempre de descanso!
¡Que a partir de ahora se le llame a este lugar Eridú, Hogar en la Lejanía será su significado!
¡Que se mantenga una promesa, que Alalu sea declarado comandante de Eridú!
Los héroes así reunidos, gritaron al unísono los acuerdos.
Palabras de acuerdo pronunció Alalu, después rindió gran homenaje a Ea:
¡Que se le dé un segundo nombre a Ea, que se le llame Nudimmud, el Hábil Forjador!
Al unísono, los héroes anunciaron el acuerdo.
Y anocheció y amaneció, el séptimo día.

Viene ahora el relato de cómo comenzó la búsqueda de oro, y de cómo los planes en Nibiru no proporcionaban la salvación a Nibiru. Tras establecerse el campamento de Eridú y después de saciarse los héroes de alimento, Ea comenzó la tarea de obtener oro de las aguas.
En el carro, se levantaron las Piedras de Fuego, y cobró vida el Gran Crujidor; desde el carro, se extendió Lo Que Succiona Agua, se insertó en las aguas pantanosas.
Las aguas se introdujeron en un recipiente de cristales, de las aguas los cristales del recipiente extrajeron todo lo que había de metal.

Después, desde el recipiente, Lo Que Escupe escupió las aguas a la laguna de los peces; así se recogían en el recipiente los metales que había en las aguas. El artefacto de Ea era ingenioso, ¡en verdad, era un Hábil Forjador! Durante seis días de la Tierra se introdujeron aguas pantanosas, se escupieron aguas pantanosas; ¡en el recipiente se recogían los metales! El séptimo día, Ea y Alalu examinaron los metales; de muchas clases eran los metales que había en el recipiente. Había hierro, había mucho cobre; el oro no era abundante. En el carro otro recipiente, el ingenioso artefacto de Nudimmud, los metales se separaron según tipos, se llevaron a la orilla por clases. Así trabajaron los héroes durante seis días; al séptimo día descansaron. Durante seis días, los recipientes de cristal se llenaron y se vaciaron, el séptimo día se hizo cuenta de los metales. Había hierro y había cobre, y otros metales también; de oro, se había acumulado el montón más pequeño. Por la noche, la Luna subía y bajaba; a su vuelta, Ea le puso el nombre de Mes.

Al comienzo del Mes, seis días se mostraban sus cuernos luminosos, con su media corona se anunciaba el séptimo día; era un día de descanso. A mitad de camino, la Luna se distinguía por su plenitud; después, se detenía para empezar a decrecer. Con el curso del Sol, iba apareciendo la vuelta de la Luna, iba revelando su rostro con la vuelta de la Tierra. Ea estaba fascinado con los movimientos de la Luna, contemplaba su atracción como Kingu a Ki:
¿A qué propósito servía esa atracción? ¿Qué señal celeste estaba dando? Mes llamó Ea a la vuelta de la Luna, le dio el nombre de Mes a su vuelta. Por un Mes, por dos meses, se separaron las aguas en el carro; el Sol, cada seis meses, daba a la Tierra otra estación; Invierno y Verano las llamó Ea.

Hubo Invierno y hubo Verano; y Ea llamó Año de la Tierra a toda la vuelta
Al finalizar el Año se hizo cuenta del oro acumulado; no había mucho para enviar a Nibiru.
¡Las aguas de las ciénagas son insuficientes, que se traslade el carro a lo profundo del océano!, así dijo Ea.
Se soltó el carro de sus amarras, de vuelta de donde llegó se volvió. Se elevaron con mucho cuidado los recipientes de cristal, las aguas saladas pasaron a través de ellos.
Se separaron los metales por clases; ¡entre ellos centelleaba el oro!
Desde el carro, Ea transmitió a Nibiru palabra de los acontecimientos; para
Anu fue agradable de escuchar.

En su predestinada vuelta, Nibiru estaba volviendo a la morada del Sol, en su vuelta de Shar, Nibiru se estaba aproximando a la Tierra.
Ansiosamente, Anu preguntó por el oro. ¿Hay suficiente para enviarlo a Nibiru?, preguntó.
¡Ay!, no se había recogido suficiente oro de las aguas; ¡Que pase otro Shar, que se doble la cantidad!, le aconsejó Ea a Anu. Se siguió obteniendo oro de las aguas del océano; el corazón de Ea se llenaba de aprensión.

Se extrajeron partes del carro, con ellas se montó una cámara celeste. Abgal, el que sabe pilotar, fue asignado al cargo de la cámara celeste; Ea se remontaba a diario en el aire con Abgal en la cámara celeste, para descubrir los secretos de la Tierra.

Se construyó un recinto para la cámara celeste, se puso junto al carro de Alalu: Ea estudiaba a diario los cristales en el carro de Alalu, para comprender lo que por sus rayos se descubría; ¿De dónde viene el oro?, preguntó a Alalu. ¿Dónde en la Tierra están las venas doradas de Tiamat?
Ea se remontó en el aire con Abgal en la cámara celeste, para conocer la Tierra y sus secretos.
Vagaron sobre las grandes montañas, grandes ríos vieron en los valles; estepas y bosques se extendían bajo ellos, miles de leguas recorrieron.

Tomaron nota de vastas tierras separadas por océanos, con el Rayo Que Explora penetraron los suelos.
La impaciencia crecía en Nibiru. ¿Puede ofrecer protección el oro?, crecía el clamor. ¡Reunid el oro, cuando se acerque Nibiru tendréis que entregarlo!, ordenó Anu a Ea. ¡Reparad el carro de Alalu, disponedlo para que vuelva a Nibiru, para que esté dispuesto cuando termine el Shar!, dijo así Anu. Ea obedeció las palabras de su padre, el rey; se puso a reflexionar sobre la reparación del carro de Alalu.
Una noche en la que aterrizaron la cámara celeste junto al carro, entró en éste con Abgal, para llevar a cabo una acción secreta en la oscuridad.

Las Armas de Terror, las siete, sacaron del carro; las llevaron a la cámara celeste, dentro de la cámara celeste las escondieron. Al amanecer, Ea y Abgal se remontaron en el cielo con la cámara celeste, con dirección a otra tierra.

Allí, en un lugar secreto, Ea ocultó las armas; en una cueva, un lugar desconocido, las almacenó. Después, Ea dio a Anzu palabras de mandato, le indicó que reparara el carro de Alalu, que lo dispusiera para volver a Nibiru, que estuviera listo para cuando terminara el Shar.
Anzu, muy experto en los asuntos de los carros, se puso manos a la obra; hizo que sus propulsores zumbaran de nuevo, tuvo mucha cuenta de sus tablillas; ¡pero no tardó en descubrir la ausencia de las Armas de Terror! Anzu gritó enfurecido; Ea le dio explicación de su ocultación: ¡Es un peligro utilizar estas armas!, dijo Ea. ¡Jamás deben ser armadas ni en los cielos ni en las Tierras Firmes! ¡Sin ellas, será peligroso atravesar el Brazalete Repujado!, dijo Anzu. ¡Sin ellas, y sin los Propulsores de Agua, hay peligro de que no resista! Alalu, comandante de Eridú, consideró las palabras de Ea, a las palabras de Anzu prestó atención: ¡Las palabras de Ea quedan atestiguadas por el Consejo de Nibiru!, dijo Alalu;
Pero, si no regresa el carro, ¡Nibiru estará perdido!

Abgal, el que sabe pilotar, se adelantó audazmente hacia los líderes.
¡Yo seré el piloto, afrontaré los peligros valerosamente!, dijo.
Así se tomó la decisión: ¡Abgal será el piloto, Anzu se quedará en la Tierra!
En Nibiru, los astrónomos contemplaron los destinos de los dioses celestiales, eligieron el día oportuno.
Se llevaron cestadas de oro al carro de Alalu;
Abgal entró en la parte delantera del carro, ocupó el asiento del comandante.
Ea le dio una Tablilla de Destino de su propio carro;
¡Será para ti Lo-Que-Muestra-El-Camino, con ella encontrarás un camino abierto!

Abgal levantó las Piedras de Fuego del carro; su zumbido cautivaba como la música.
Dio vida al Gran Crujidor del carro, arrojando un resplandor rojizo.
Ea y Alalu, junto con la multitud de héroes estaban de pie alrededor, le estaban dando la despedida.
Después, con un rugido, el carro se elevó hacia los cielos, ¡a los cielos ascendió!
A Nibiru se transmitieron palabras del ascenso; en Nibiru había mucha expectación.

Las Palabras del Señor Enki

LA CUARTA TABLILLA

A Nibiru se transmitieron palabras del ascenso; en Nibiru había mucha expectación.
Abgal dirigió el carro con confianza;dio una vuelta alrededor de Kingu, la Luna, para ganar velocidad con la fuerza de su red.
Mil leguas, diez mil leguas viajó hasta Lahmu, para obtener con la fuerza de su red una dirección hacia Nibiru.
Más allá de Lahmu se arremolinaba el Brazalete Repujado;
Con destreza, Abgal hizo brillar los cristales de Ea, para localizar los senderos abiertos.
¡El ojo del hado le miró favorablemente!
Más allá del Brazalete, el carro recibió las señales transmitidas desde Nibiru;
Hacia casa, hacia casa era la dirección.

Frente a él, en la oscuridad, con un tono rojizo brillaba Nibiru; ¡una hermosa visión!
El carro se dirigía ahora por medio de las señales transmitidas.
Tres vueltas dio alrededor de Nibiru, para frenarse con la fuerza de su red.
Acercándose al planeta, Abgal pudo ver la brecha en su atmósfera; sintió que se le encogía el corazón, pensando en el oro que traía. Atravesando el espesor de su atmósfera, el carro refulgió, su calor insoportable;
Hábilmente, Abgal desplegó las alas del carro, deteniendo así su descenso.
Más allá estaba el lugar de los carros, una visión de lo más atractiva;
Suavemente, Abgal hizo bajar el carro hasta un lugar elegido por los rayos.

Abrió la portezuela; ¡había una multitud reunida!
Anu se adelantó hacia él, le estrechó los brazos, pronunció palabras de bienvenida. Los héroes se precipitaron dentro del carro, sacaron los cestos de oro.
Llevaban los cestos encima de la cabeza,
Anu exclamó palabras de victoria ante los reunidos: ¡La salvación está aquí!, les dijo. Abgal fue acompañado hasta palacio, se le escoltó para que descansara y
lo contara todo.

El oro, una visión de lo más deslumbrante, se lo llevaron los sabios rápidamente;
para convertirlo en el más fino polvo, para lanzarlo hacia el cielo se transportó.
La elaboración llevó todo un Shar, otro Shar llevaron las pruebas. Con proyectiles se llevó el polvo hasta el cielo, con rayos de cristales se dispersó.

¡Donde hubo una brecha, había ahora sanación! La alegría llenó el palacio, era de esperar la abundancia en las tierras. Anu transmitió buenas palabras a la Tierra: ¡El oro da la salvación! ¡La extracción de oro debe continuar!

Cuando Nibiru llegó a las cercanías del Sol, el polvo de oro se vio perturbado por sus rayos; disminuyó la curación en la atmósfera, la brecha se volvió a hacer grande. Anu ordenó que Abgal volviera a la Tierra; en el carro viajaron más héroes, en sus entrañas, se pusieron más Lo Que Succiona las Aguas y Expulsadores; Con ellos, se le ordenó a Nungal que partiera, para que ayudara a Abgal en el pilotaje.

Hubo gran alegría cuando Abgal volvió a Eridú; ¡hubo mucha bienvenida y estrechar de brazos! Ea reflexionó con detenimiento sobre las nuevas obras hidráulicas; había una sonrisa en su rostro, pero su corazón estaba encogido. Para cuando llegó el Shar, Nungal estaba listo para partir en el carro; en sus entrañas, el carro sólo llevaba unas cuantas cestas de oro. ¡El corazón de Ea le estaba anticipando la decepción en Nibiru!
Ea intercambió palabras con Alalu, reconsideraron lo que sabían:
si la Tierra, la cabeza de Tiamat, fue cortada en la Batalla Celestial,
¿dónde estaba el cuello, dónde estaban las venas de oro que se cortaron?
¿Por dónde sobresaldrían las venas de las entrañas de la Tierra?
Ea viajó sobre montañas y valles en la cámara celeste, examinó con el Explorador las tierras separadas por los océanos.

Una y otra vez, se encontraba la misma indicación:
las entrañas de la Tierra se revelaron donde se desgarró la tierra seca de la tierra seca; ¡donde la masa de tierra tomó la forma de un corazón, en la parte inferior
de la misma, las venas doradas de las entrañas de la Tierra serían abundantes! Abzu, del Oro el Lugar de Nacimiento, le puso por nombre Ea a la región. Luego, Ea transmitió a Anu palabras de sabiduría: En verdad, la Tierra está llena de oro; de las venas, no de las aguas, hay que conseguir el oro.

De las entrañas de la Tierra, no de sus aguas, se tiene que obtener el oro, ¡de una región más allá del océano, Abzu será llamada, se puede conseguir oro en abundancia! En el palacio, hubo gran asombro, sabios y consejeros reflexionaron sobre las palabras de Ea; que hay que obtener oro, en eso había unanimidad; cómo obtenerlo de las entrañas de la Tierra, en eso había mucha discusión. En la asamblea, un príncipe habló; era Enlil, el hermanastro de Ea. Primero Alalu, luego su hijo por matrimonio, Ea, en las aguas pusieron todas sus esperanzas;
aseguraban la salvación por el oro de las aguas, Shar tras Shar, todos esperábamos la salvación, ahora escuchamos cosas diferentes, emprender un trabajo más allá de lo imaginable,
¡hacen falta pruebas de las venas doradas, hay que garantizar un plan para el éxito!
Así dijo Enlil a la asamblea; muchos estuvieron de acuerdo con sus palabras. ¡Que vaya Enlil a la Tierra!, dijo Anu. ¡Que obtenga pruebas, que ponga en marcha un plan!
¡Sus palabras serán tenidas en cuenta, sus palabras serán órdenes!
La asamblea dio su consentimiento, aprobó la misión de Enlil.

Con Alalgar, su lugarteniente, Enlil partió hacia la Tierra; Alalgar era su piloto.
A cada uno se le proveyó con una cámara celeste. Se transmitieron a la Tierra las palabras de Anu, el rey, palabras de decisiones:
¡Enlil estará al mando de la misión, su palabra será orden! Cuando Enlil llegó a la Tierra, Ea estrechó los brazos cálidamente con su hermanastro, Ea le dio la bienvenida a Enlil como hermano.

Ante Alalu, Enlil hizo una reverencia, Alalu le dio la bienvenida con débiles palabras.
Los héroes profirieron palabras de cálida bienvenida a Enlil; mucho esperaban de su mandato.
Enlil ordenó que se ensamblaran las cámaras celestes, en una cámara celeste, se remontó en el cielo; Alalgar, su lugarteniente, iba de piloto con él. Ea, en otra cámara celeste pilotada por Abgal, les mostró el camino hacia el Abzu.

Inspeccionaron las tierras secas, de los océanos tomaron cuidadosa nota. Desde el Mar Superior hasta el Mar Inferior, exploraron las tierras, de todo lo que había arriba y abajo tomaron nota. Hicieron pruebas del suelo en el Abzu. En verdad, había oro; con mucha tierra y rocas estaba mezclado, no estaba refinado como en las aguas, estaba oculto en una mezcla. Volvieron a Eridú; reflexionaron sobre lo que habían encontrado. ¡Hay que emprender nuevos trabajos en Eridú, no puede seguir sola en la Tierra!, así dijo Enlil; describió un gran plan, estaba proponiendo una gran misión:
traer más héroes, fundar más asentamientos, para obtener el oro de las entrañas de la Tierra, para separar el oro de la mezcla, y transportarlo en naves celestes y carros, para llevar a cabo trabajos en lugares de aterrizaje.

¿Quién estará al mando de los asentamientos, quién estará al mando del
Abzu?, así le preguntó Ea a Enlil. ¿Quién tomará el mando para la ampliación de Eridú, quién supervisará los asentamientos?, así decía Alalu. ¿Quién tomará el mando de las naves celestes y del lugar de aterrizaje?, así inquirió Anzu. ¡Que venga Anu a la Tierra, que tome él las decisiones!, así dijo Enlil en respuesta.

Viene ahora el relato de cómo Anu vino a la Tierra, de cómo se echaron suertes entre Ea y Enlil, de cómo se le dio a Ea el título-nombre de Enki, de cómo luchó Alalu por segunda vez con Anu.
En un carro celestial viajó Anu a la Tierra; siguió la ruta junto a los planetas.
Nungal, el piloto, dio una vuelta alrededor de Lahmu; Anu lo observó atentamente.
La Luna, que en otro tiempo fue Kingu, circundaron y admiraron.

Por ventura, ¿no se podrá encontrar oro ahí?, se preguntaba Anu en su corazón.
En las aguas, junto a los pantanos, amerizó su carro; para la llegada, Ea preparó embarcaciones de juncos, para que Anu llegara navegando.
Arriba se cernían las cámaras celestes, le estaban ofreciendo una bienvenida real.
En la primera embarcación, iba el mismo Ea, fue el primero en recibir al rey, su padre.
Ante Anu se inclinó, después Anu lo abrazó. ¡Hijo mío, mi Primogénito!, exclamó Anu.
En la plaza de Eridú, los héroes estaban formados, dando una bienvenida
regia en la Tierra a su rey.
Frente a ellos estaba Enlil, su comandante.
Éste se inclinó ante Anu, el rey; Anu lo abrazó contra su pecho.
Alalu también estaba allí, de pie, no estaba seguro de qué hacer;
Anu le ofreció el saludo. ¡Estrechemos los brazos, como camaradas!, le
dijo a Alalu.

Dudando, Alalu se adelantó, ¡con Anu estrechó los brazos! Se preparó una comida para Anu; por la noche, Anu se retiró a una cabaña de caña que le había construido Ea.
El día siguiente, el séptimo por la cuenta comenzada por Ea, era día de descanso. Era un día de palmadas en la espalda y celebración, como correspondía a la llegada de un rey.
Al día siguiente, Ea y Enlil presentaron sus hallazgos ante Anu, discutieron con él lo que se había hecho y lo que había que hacer. ¡Dejad que vea las tierras por mí mismo!, les dijo Anu. Todos ellos se elevaron en las cámaras celestes, observaron las tierras de mar a mar.

Volaron hasta el Abzu, aterrizaron en su suelo, donde se ocultaba el oro. ¡La extracción de oro será difícil!, dijo Anu. Es necesario obtener oro; ¡hay que conseguirlo, por muy profundo que se encuentre! ¡Que Ea y Enlil diseñen herramientas para este propósito, y que les asignen trabajo a los héroes, que averigüen cómo separar el oro de la tierra y las rocas, cómo enviar oro puro a Nibiru! ¡Que se construya un lugar de aterrizaje, que se asignen más héroes a los
trabajos en la Tierra! Así dijo Anu a sus dos hijos; en su corazón, estaba pensando en estaciones de paso en los cielos.

Ésas fueron las órdenes de Anu; Ea y Enlil inclinaron la cabeza aceptándolas.
Hubo anocheceres y amaneceres; y a Eridú volvieron todos. En Eridú tuvieron un consejo, para asignar trabajos y deberes. Ea, que había fundado Eridú, fue el primero en pronunciarse: yo he fundado Eridú; que se establezcan otros asentamientos en esta región, que se conozca por el nombre del Edin, Morada de los Rectos.
¡Déjeseme a mí el comando del Edin, que se encargue Enlil de la extracción del oro!
Enlil se enfureció con estas palabras: ¡El plan es improcedente!, le dijo a Anu.
Del mando y de trabajos a realizar, yo soy el mejor; de naves celestes, yo tengo los conocimientos.

De la Tierra y sus secretos, mi hermanastro, Ea, es conocedor; él descubrió el Abzu, ¡que sea él el señor del Abzu!
Anu escuchó con atención las airadas palabras; los hermanos eran dé nuevo hermanastros, ¡el Primogénito y el Heredero Legal contendían con palabras como armas¡
Ea era el Primogénito, nacido a Anu de una concubina;
Enlil, nacido después, fue concebido por Antu, la esposa de Anu. Era hermanastra de Anu, haciendo por tanto a Enlil Heredero Legal, imponiéndose así al Primogénito para la sucesión.
Anu estaba temiendo un conflicto que pusiera en peligro la obtención del oro;
uno de los hermanos debía regresar a Nibiru, la sucesión debía ser excluida de cualquier consideración, así se decía Anu a sí mismo. Y en voz alta les hizo una sorprendente sugerencia a los dos:
¡Uno volverá a Nibiru para sentarse en el trono, uno mandará en el Edin,
uno será el señor del Abzu, entre los tres, yo con vosotros, lo determinaremos a suertes!
Los hermanos se quedaron callados, aquellas audaces palabras los
tomado por sorpresa.
¡Echémoslo a suertes!, dijo Anu. ¡Que la decisión venga de la mano del
hado!
Los tres, el padre y los dos hijos, unieron las manos.
Echaron suertes, las tareas se dividieron por suertes:
Anu para que vuelva a Nibiru, para seguir siendo su soberano en el trono;
el Edin le tocó a Enlil, para ser el Señor del Mandato, como su nombre indicaba,
Para fundar más asentamientos, para hacerse cargo de las naves celestes y de sus héroes, para ser el líder de todas las tierras hasta que encontraran la barrera de los
mares.

A Ea se le concedieron como dominio los mares y los océanos, para que gobernara las tierras bajo la barrera de las aguas, para ser el señor del Abzu, para con ingenio procurar el oro.
Enlil estuvo conforme con las suertes, aceptó con una inclinación la mano
del hado. Los ojos de Ea se llenaron de lágrimas, no quería separarse de Eridú ni del
Edin. ¡Que Ea conserve para siempre su hogar de Eridú!, le dijo Anu a Enlil,
¡Que se recuerde siempre que fue el primero en amerizar, que se conozca a Ea como el señor de la Tierra; Enki, Señor de la Tierra, sea su título! Enlil aceptó con una inclinación las palabras de su padre; a su hermano dijo así: Enki, Señor de la Tierra, será a partir de ahora tu título-nombre; yo seré conocido como Señor del Mandato.

Anu, Enki y Enlil anunciaron las decisiones a los héroes en asamblea. ¡Las tareas están asignadas, el éxito está a la vista!, les dijo Anu. ¡Ahora puedo despedirme de vosotros, puedo volver a Nibiru con el corazón tranquilo!
Alalu se adelantó hacia Anu. ¡Se ha olvidado un asunto importante!, gritó. ¡El señorío de la Tierra se me asignó a mí; ésa fue la promesa cuando anuncié a Nibiru el hallazgo del oro!

¡Tampoco he renunciado a mis pretensiones sobre el trono de Nibiru, y es una grave abominación que Anu lo comparta todo con sus hijos! Así desafió Alalu a Anu y a sus decisiones.
Al principio, Anu se quedó sin palabras; después, enfurecido, respondió: ¡Que nuestra disputa se decida en una segunda lucha, peleemos aquí, hagámoslo ahora!
Con desprecio, Alalu se quitó la ropa; del mismo modo, Anu se desnudó. Desnudos, los dos miembros de la realeza comenzaron a forcejear, fue una
poderosa lucha.

Alalu hincó la rodilla, al suelo Alalu cayó; Anu pisó con su pie el pecho de Alalu, declarando así la victoria en la lucha.
Por la lucha se tomó la decisión; ¡yo soy el rey, Alalu no volverá a Nibiru!
Así estaba hablando Anu cuando quitó el pie del caído Alalu.
Como un rayo, Alalu se levantó del suelo. Derribó a Anu por las piernas.
Abrió la boca y, rápidamente, le arrancó de un bocado su hombría a Anu,
¡Alalu se tragó la hombría de Anu!
En dolorosa agonía, Anu lanzó un alarido a los cielos; al suelo cayó herido.
Enki se precipitó sobre el caído Anu, Enlil tomó cautivo al riente Alalu.

Los héroes llevaron a Anu a su cabaña, palabras de maldición pronunció
él contra Alalu. ¡Que se haga justicia!, gritó Enlil a su lugarteniente. ¡Con tu arma-rayo, que Alalu sea muerto! ¡No! ¡No!, gritó encarnizadamente Enki. ¡La justicia está dentro de él, en sus entrañas ha entrado el veneno! Llevaron a Alalu a una cabaña de cañas, ataron sus manos y sus pies como a un prisionero.

Viene ahora el relato del juicio de Alalu, y de los sucesos que acaecieron después en la Tierra y en Lahmu.
En su cabaña de caña, Anu estaba herido; en la cabaña de caña, Enki le aplicaba la curación.
En su cabaña de caña, Alalu estaba sentado, escupía saliva de su boca; en sus entrañas, la hombría de Anu era como una carga, sus entrañas se habían impregnado con el semen de Anu; como una hembra en el parto, el vientre se le estaba hinchando.
Al tercer día, los dolores de Anu remitieron; su orgullo estaba enormemente herido.
¡Quiero volver a Nibiru!, dijo Anu a sus dos hijos.

¡Pero antes se tiene que hacer un juicio a Alalu; debe ser impuesta una sentencia adecuada al crimen!
Según las leyes de Nibiru, hacían falta siete jueces, presidiría el de mayor rango de ellos.
En la plaza de Eridú, los héroes se reunieron en asamblea para presenciar el juicio de Alalu.
Para los Siete Que Juzgan se pusieron siete asientos; para Anu, presidiendo, se preparó el asiento más alto.
A su derecha se sentó Enki; Enlil se sentó a la izquierda de Anu.
A la derecha de Enki se sentaron Anzu y Nungal; Abgal y Alalgar se sentaron a la izquierda de Enlil.
Ante estos Siete Que Juzgan fue llevado Alalu; sin desatar sus manos y sus
pies. Enlil fue el primero en hablar: ¡En justicia, se llevó a cabo una lucha, Alalu
perdió la realeza ante Anu! ¿Qué dices tú, Alalu?, le preguntó Enki.
¡En justicia, se llevó a cabo una lucha, la realeza perdí!, dijo Alalu. ¡Habiendo sido vencido, Alalu perpetró un abominable crimen, la hombría de Anu mordió y se tragó!

Así hizo Enlil la acusación del crimen. ¡La muerte es el castigo!, dijo Enlil. ¿Qué dices tú, Alalu?, le preguntó Enki a su padre por matrimonio. Hubo silencio; Alalu no respondió a la pregunta.
¡Todos presenciamos el crimen!, dijo Alalgar. ¡La sentencia debe ser conforme a ello! ¡Si hay palabras que quieras pronunciar, dilas antes del juicio!, dijo Enki
a Alalu.
En el silencio, Alalu comenzó a hablar lentamente: En Nibiru fui rey, por derecho de sucesión estuve reinando; Anu fue mi copero. A los príncipes puso en pie, a una lucha me desafió; durante nueve vueltas fui rey en Nibiru, a mi simiente le pertenecía la realeza. El mismo Anu se sentó en mi trono, y para escapar de la muerte hice un peligroso viaje hasta la distante Tierra.

¡Yo, Alalu, descubrí en un planeta extraño la salvación de Nibiru! ¡Se me prometió que volvería a Nibiru, para reponerme en justicia en el trono! Después, vino Ea a la Tierra; el que, por compromiso, fue designado el siguiente para reinar en Nibiru.
Después, vino Enlil, reivindicando para sí la sucesión de Anu. Después, vino Anu, a suertes engañó a Ea; Enki, el Señor de la Tierra, fue proclamado, para ser el señor de la Tierra, no de Nibiru.
Después, se le concedió a Enlil el mando, al distante Abzu fue relegado Enki.
De todo esto se dolía mi corazón, el pecho me ardía de vergüenza y furia; después, Anu puso su pie sobre mi pecho, ¡sobre mi dolido corazón estaba pisando!
En el silencio, Anu levantó la voz: Por la simiente real y por la ley, en justa
lucha gané el trono.
¡Mi hombría mordiste y tragaste, para interrumpir mi linaje!
Enlil habló: El acusado ha admitido el crimen, que se dicte sentencia,
¡que el castigo sea la muerte!
¡Muerte!, dijo Alalgar. ¡Muerte!, dijo Abgal. ¡Muerte!, dijo Nungal.

¡Por sí misma le llegará la muerte a Alalu, lo que ha tragado en sus entrañas le traerá la muerte!, dijo Enki.
¡Que Alalu esté en prisión para el resto de sus días en la Tierra!, dijo Anzu.
Anu reflexionaba en las palabras de ellos; se sentía abrumado por la ira y la compasión a un tiempo.
¡Morir en el exilio, que ésa sea la sentencia!, dijo Anu.
Sorprendidos, los jueces se miraron unos a otros. No entendían lo que Anu estaba diciendo.
¡Ni en la Tierra ni en Nibiru será el exilio!, dijo Anu.

En el trayecto, está el planeta Lahmu, dotado con aguas y atmósfera.
Enki, siendo Ea, se detuvo allí; acerca de él he estado pensando para una estación de paso.
La fuerza de su red es menor que la de la Tierra, una ventaja que hay que considerar sabiamente;
Alalu será llevado en el carro celestial, cuando yo parta de la Tierra, él hará el viaje conmigo.
Daremos vueltas alrededor del planeta Lahmu, le proporcionaremos a Alalu una cámara celeste, para que en ella descienda al planeta Lahmu.
¡Solo en un planeta extraño, exiliado estará,
Para que cuente por sí mismo sus días hasta su último día!
Así pronunció Anu las palabras de la sentencia, con toda solemnidad

Por unanimidad se impuso esta sentencia sobre Alalu, en presencia de los
héroes se anunció. Que Nungal sea mi piloto hasta Nibiru, para que desde allí dirija de nuevo a otros carros portando héroes hacia la Tierra.

¡Que Anzu se una al viaje, para que se haga cargo del descenso a Lahmu! Así pronunció sus órdenes Anu.
Para el día siguiente se dispuso la partida; todos los que tenían que marchar fueron llevados en embarcaciones hasta el carro. ¡Tienes que preparar un lugar para aterrizajes en tierra firme!, le dijo Anu a Enlil. ¡Tendrás que hacer planes sobre cómo utilizar Lahmu como estación de paso!

Hubo despedidas, tanto alegres como tristes. Anu embarcó en el carro cojeando, Alalu entró en el carro con las manos atadas.
Después, el carro se remontó en los cielos, y la visita real terminó. Dieron una vuelta alrededor de la Luna; Anu estaba encantado con su visión.
Viajaron hacia el rojizo Lahmu, dos veces lo circundaron. Descendieron hacia el extraño planeta, vieron montañas tan altas como el cielo y grietas en la superficie.
Observaron el sitio donde una vez aterrizó el carro de Ea; estaba a la orilla de un lago.
Frenados por la fuerza de la red de Lahmu, dispusieron en el carro la cámara celeste.

Entonces, Anzu, su piloto, le dijo a Anu unas palabras inesperadas: Descenderé con Alalu al suelo firme de Lahmu, ¡no quiero volver al carro con la cámara celeste!
Me quedaré con Alalu en el planeta extraño; lo protegeré hasta que muera. ¡Cuando muera por el veneno en sus entrañas, lo enterraré como se merece un rey!
En cuanto a mí, habré hecho mi nombre; ¡Anzu, dirán, frente a todo, fue compañero de un rey en el exilio, vio cosas que otros no vieron, en un planeta extraño se enfrentó a cosas desconocidas!
¡Anzu, hasta el final de los tiempos dirán, ha caído como un héroe! Había lágrimas en los ojos de Alalu, había asombro en el corazón de Anu.
Tu deseo será honrado, le dijo Anu a Anzu. Desde este momento, te hago una promesa, levantando la mano yo te hago este juramento:
En el próximo viaje, un carro circundará Lahmu, su nave celeste descenderá
derá hasta ti.
Si te encuentra con vida, serás proclamado señor de Lahmu;
¡cuando se funde en Lahmu una estación de paso, tú serás su comandante! Anzu inclinó la cabeza. ¡Así sea!, dijo a Anu. Alalu y Anzu se acomodaron en la cámara celeste, con cascos de águilas y trajes de peces fueron provistos, se les suministraron alimentos y herramientas.
La nave celeste partió del carro, desde el carro se observó su descenso. Después, desapareció de la vista, y el carro prosiguió hacia Nibiru.

Durante nueve Shars fue Alalu rey de Nibiru, durante ocho Shars comandó en Eridú.
En el noveno Shar, su suerte fue morir en el exilio en Lahmu.
Viene ahora el relato del regreso de Anu a Nibiru, y de cómo fue enterrado Alalu en Lahmu, de cómo construyó Enlil el Lugar de Aterrizaje en la Tierra.
Hubo una alegre bienvenida para Anu en Nibiru.
Anu dio cuenta de lo sucedido en el consejo y ante los príncipes; no buscaba de ellos ni piedad ni venganza.

Les dio instrucciones a todos para que se discutieran los trabajos que había que hacer.
Esbozó para los reunidos una visión de gran alcance: ¡Establecer estaciones de paso entre Nibiru y la Tierra, reunir a toda la familia del Sol en un gran reino!
Había que diseñar la primera en Lahmu, también había que considerar en los planes a la Luna;levantar estaciones en los demás planetas o en sus huestes circundantes,
una cadena, una caravana constante de carros de suministro y salvaguarda, traer sin interrupciones oro desde la Tierra a Nibiru, ¡quizás, incluso, también se pudiera encontrar oro en algún otro lugar! Los consejeros, los principes, los sabios tomaron en consideración los planes de Anu, todos veían en los planes una promesa de salvación para Nibiru. Los sabios y los comandantes perfeccionaron los conocimientos de los dioses celestiales, a los carros y las naves celestes se les añadió una nueva clase, las naves espaciales. Se seleccionaron héroes para los trabajos, para los trabajos había mucho que aprender. Se les transmitieron los planes a Enki y a Enlil, se les dijo que aceleraran los preparativos en la Tierra. Hubo mucha discusión en la Tierra sobre lo que había acaecido y sobre lo que se requería hacer. Enki señaló a Alalgar para que fuera el Supervisor de Eridú, y dirigió sus
propios pasos hacia el Abzu; después, determinó dónde obtener oro de las entrañas de la Tierra. Calculó cuántos héroes necesitaba para los trabajos, consideró qué herramientas se necesitaban:
Enki diseñó un Agrietador de Tierra, pidió que se elaborará en Nibiru, con él haría un corte en la Tierra, llegar a sus entrañas a través de túneles; también diseñó Lo-Que-Parte y Lo-Que-Tritura, para que los forjaran en Nibiru para el Abzu.

A los sabios de Nibiru les pidió que reflexionaran sobre otros asuntos. Hizo una relación de necesidades, de los asuntos de salud y bienestar de los héroes.
Los héroes se estaban viendo afectados por las rápidas vueltas de la Tierra, los rápidos ciclos día-noche de la Tierra les causaban vértigos. La atmósfera, aunque buena, tenía carencias en algunas cosas, y era demasiado abundante en otras;
los héroes se quejaban de la uniformidad de las comidas. Enlil, el comandante, se veía afectado por el calor del Sol en la Tierra, anhelaba frescura y sombra.

Mientras en el Abzu, Enki hacía sus preparativos,
Enlil supervisaba en su nave celeste los trabajos en el Edin.
Tomó cuenta de montañas y ríos, tomó medidas de valles y llanuras.
Estaba buscando dónde establecer un Lugar de Aterrizaje, un lugar para las naves espaciales.
Enlil, afectado por el calor del Sol, estaba buscando un lugar fresco y umbrío.
Las montañas cubiertas de nieve de la parte norte del Edin eran de su agrado;
allí, en un bosque de cedros, estaban los árboles más altos que hubiera visto jamás.
Allí, en un valle entre montañas, allanó la superficie con rayos de fuerza. Los héroes extrajeron de las laderas grandes piedras para tallarlas.
Las transportaron y las colocaron para sostener la plataforma con las naves celestes.
Enlil vio con satisfacción la obra,
¡realmente, era una obra increíble, una estructura imperecedera!
Una morada para él, en la cima de la montaña, era su deseo.
De los altos árboles en el bosque de cedros se prepararon largas vigas,
decretó que de ellos se construyera una morada para sí mismo:
la nombró la Morada de la Cima Norte.

En Nibiru, se preparó un nuevo carro celestial para elevarse en las alturas,
se transportaron nuevas clases de naves espaciales, naves celestes, y lo que Enki había diseñado.
Un grupo de refresco de cincuenta partió desde Nibiru; entre ellos había mujeres escogidas.
Estaban comandadas por Ninmah, Dama Elevada; estaban entrenadas en auxilios y sanación.
Ninmah, Dama Elevada, era hija de Anu; era hermanastra, no hermana del todo, de Enki y Enlil.
Estaba muy instruida en auxilio y sanación, sobresalía en el tratamiento de las enfermedades.
Prestó mucha atención a las quejas de la Tierra, ¡estaba preparando una curación!
Nungal, el piloto, siguió el rumbo de carros previos, registrado en las Tablillas de Destinos.

Sin novedad, llegaron al dios celestial Lahmu; circundaron el planeta, lentamente descendieron a su superficie.
Un grupo de héroes siguió una débil transmisión; Ninmah iba con ellos. Encontraron a Anzu a orillas de un lago; eran de su casco las señales de transmisión.
Anzu no se movía, estaba postrado, yacía muerto.
Ninmah tocó su rostro, prestó atención a su corazón.
Sacó el Pulsador de su bolsa; lo dirigió sobre el latido del corazón de Anzu. Saco el Emisor de su bolsa, dirigió sobre el cuerpo de Anzu las emisiones dadoras de vida de sus cristales.

Sesenta veces dirigió Ninmah el Pulsador, sesenta veces dirigió el Emisor; en la sexagésima ocasión, Anzu abrió los ojos, movió los labios. Con mucho cuidado, Ninmah derramó Agua de Vida sobre su rostro, humedeció sus labios con ella. Suavemente, puso en su boca Alimento de Vida; Entonces, ocurrió el milagro: ¡Anzu se elevó de entre los muertos! Más tarde, le preguntaron sobre Alalu; Anzu les contó la muerte de Alalu. Los llevó hasta una gran roca, sobresalía desde la llanura hacia el cielo. Allí les contó lo que había sucedido: Poco después del aterrizaje, Alalu empezó a gritar de dolor. De su boca, sus entrañas escupía; ¡con tremendos dolores se asomó al otro lado del muro! Así les dijo Anzu. Los llevó hasta una gran roca, que se elevaba como una montaña desde la llanura hacia el cielo.

En la gran roca encontré una cueva, dentro de ella oculté el cadáver de Alalu, cubrí su entrada con piedras. Así les dijo Anzu. Ellos lo siguieron hasta la roca, quitaron las piedras, entraron en la cueva.
Dentro encontraron lo que quedaba de Alalu;
¡El que una vez fuera rey de Nibiru yacía ahora en una cueva, era una pila
de huesos! ¡Por vez primera en nuestros anales, un rey no ha muerto en Nibiru, no ha sido enterrado en Nibiru! Así dijo Ninmah. ¡Que descanse en paz por toda la eternidad!, dijo.
Volvieron a cubrir la entrada de la cueva con piedras; sobre la gran montaña rocosa, tallaron con rayos la imagen de Alalu.
Le mostraban llevando un casco de águila; dejaron el rostro descubierto.
¡Que la imagen de Alalu mire para siempre hacia el Nibiru que gobernó,
hacia la Tierra cuyo oro descubrió!

Así habló Ninmah, Dama Elevada, en nombre de su padre Anu.
¡En cuanto a ti, Anzu, Anu, el rey, mantendrá la promesa que te hizo!
Permanecerán aquí, contigo, veinte héroes, para que comiencen a construir la estación de paso;
las naves espaciales de la Tierra entregarán aquí el mineral de oro,
carros celestiales transportarán después, desde aquí, el oro hasta Nibiru.
Centenares de héroes harán su morada en Lahmu,
¡tú, Anzu, serás su comandante!

Así dijo a Anzu la Gran Dama, en nombre de su padre Anu.
¡Mi vida te pertenece, Gran Dama!, dijo Anzu. ¡Mi gratitud a Anu no tendrá límites!
El carro partió del planeta Lahmu; continuó su viaje hacia la Tierra.

Las Palabras del Señor Enki

LA QUINTA TABLILLA

El carro partió del planeta Lahmu; continuó su viaje hacia la Tierra.
Dieron vueltas alrededor de la Luna, para ver de hacer allí una estación de paso.
Dieron vueltas alrededor de la Tierra, decelerando hacia un amerizaje.
Nungal hizo descender el carro en las aguas, junto a Eridú.
Desembarcaron en un muelle construido por Enlil; ya no hacían falta las embarcaciones.
Enlil y Enki recibieron con abrazos a su hermana; con Nungal, el piloto, estrecharon los brazos.
Los héroes, hombres y mujeres, fueron recibidos con vítores por los héroes presentes.
Todo lo que llevaba el carro se descargó con rapidez:
naves espaciales y naves celestes, y las herramientas diseñadas por Enki, y provisiones de todo tipo.
De todo lo que ocurría en Nibiru, de la muerte y el entierro de Alalu, les habló Ninmah a sus hermanos;de la estación de paso de Lahmu y de la comandancia de Anzu les habló.
Enki expresó su visto bueno a esto, Enlil expresó palabras de desconcierto.
¡Es una decisión de Anu, su palabra es inalterable!, dijo Ninmah a Enlil.
He traído alivio para las enfermedades, dijo Ninmah a sus hermanos.

Sacó de su bolsa un paquete de semillas, semillas para ser plantadas en la tierra;
multitud de matorrales brotarán de las semillas, y producirán frutos jugosos.
Con el jugo se hará un elixir, será bueno para que lo beban los héroes.
¡Esto ahuyentará las enfermedades; les pondrá contentos!
¡Hay que sembrar las semillas en un lugar fresco, necesitan calor y agua para alimentarse!

Así habló Ninmah a sus hermanos. ¡Te voy a mostrar un sitio perfecto para ello!, le dijo Enlil. ¡Es donde se construyó el Lugar de Aterrizaje, donde construí una morada
de madera de cedro! En la nave celeste de Enlil se remontaron en el cielo los dos, Enlil y Ninmah; Hermano y hermana fueron hasta el Lugar de Aterrizaje, en las montañas cubiertas de nieve, junto al bosque de cedros.

En la gran plataforma de piedra aterrizó la nave celeste, fueron a la morada de Enlil.
Una vez dentro, Enlil la abrazó, con fervor besó a Ninmah. ¡Oh, hermana mía, amada mía!, susurraba Enlil. La tomó por el bajo vientre, no derramó el semen en su útero.
¡De nuestro hijo, Ninurta, te traigo noticias!, le dijo suavemente Ninmah. ¡Es un joven príncipe, está dispuesto para la aventura, está preparado para unirse a ti en la Tierra! ¡Si te quedas tú aquí, que traigan a Ninurta, nuestro hijo!, le dijo Enlil a ella.

Los héroes iban llegando al Lugar de Aterrizaje, las naves celestes llevaban naves espaciales hasta la plataforma. De la bolsa de Ninmah se sacaron las semillas, se sembraron en las tierras del valle.
¡Un fruto de Nibiru crecería en la Tierra! En la nave celeste, Enlil y Ninmah volvieron a Eridú.
De camino, Enlil le mostró el paisaje, le mostró el Edin en toda su extensión,
desde los cielos, Enlil le explicó sus planes. ¡He diseñado un plan imperecedero!, le decía. He dispuesto lo que determinará su construcción para siempre; lejos de Eridú, donde comienza la tierra seca, estará mi residencia, Laarsa será su nombre, se convertirá en un lugar de mando.

A orillas del Burannu, el Río de Aguas Profundas, estará ubicada,
una ciudad gemela de ella surgirá en el futuro, la nombraré Lagash.
Entre las dos, en las llanuras, he trazado una línea, a sesenta leguas de allí, habrá una ciudad de sanación, será tu propia ciudad, Shurubak, la Ciudad Refugio la nombraré.
En la línea central estará ubicada, dirigirá hacia la cuarta ciudad; Nibru-ki, Lugar del Cruce de la Tierra la nombraré, estableceré en ella un Enlace Cielo-Tierra.

¡Albergará las Tablillas de los Destinos, controlará todas las misiones! Junto a Eridú, sumarán cinco ciudades, ¡existirán para toda la eternidad! En una tablilla de cristal, Enlil le mostró a Ninmah su plan; en la tablilla, ella vio más marcas, sobre ellas le preguntó a Enlil. Más allá de las cinco ciudades, construiré en un futuro un Lugar del Carro, ¡para que llegue directamente de Nibiru a la Tierra!, le respondió Enlil. Entonces comprendió Ninmah por qué el desconcierto de Enlil ante los planes de Anu sobre Lahmu.

¡Hermano mío, es magnífico tu plan para las cinco ciudades!, le dijo Ninmah.
La creación de Shurubak, una ciudad de sanación, como morada mía, para mí misma, es algo por lo que estoy agradecida;
¡más allá de ese plan, no transgredas a tu padre, no ofendas tampoco a tu hermano!
¡Eres tan sabia como hermosa!, le dijo Enlil.

En el Abzu, Enki también estaba concibiendo planes, dónde construir su casa,
dónde preparar moradas para los héroes, por dónde entrar en las entrañas de la Tierra.
En su nave celeste, midió la extensión del Abzu, inspeccionó cuidadosamente sus regiones.
El Abzu era una tierra distante, estaba más allá de las aguas del Edin; era una tierra rica, rebosante de riquezas, perfecta en su totalidad.

Poderosos ríos atravesaban la región, grandes aguas discurrían rápidamente; una morada junto a las aguas corrientes hizo Enki para sí mismo, en medio del Abzu, en un lugar de aguas puras se puso Enki a sí mismo. En esa tierra, Enki determinó el Lugar de la Profundidad, para que los héroes descendieran a las entrañas de la Tierra. Allí puso Enki el Agrietador de Tierra, para con él hacerle un corte a la Tierra,
llegar por medio de túneles a las interioridades de la Tierra, descubrir las venas doradas.
Muy cerca, emplazó Lo-Que-Parte y Lo-Que-Tritura, para partir y triturar el mineral aurífero, para transportarlo en naves celestes, llevarlo al Lugar de Aterrizaje en las montañas de cedros, para desde allí transportarlo a la estación de paso de Lahmu con naves espaciales. Más héroes iban llegando a la Tierra, unos eran asignados al Edin, a otros se les daban trabajos en el Abzu.

Enlil construyó Laarsa y Lagash, fundó Shurubak para Ninmah. Un ejército de sanadoras vivía allí con ella, las jóvenes que dan auxilio. En Nibru-ki, Enlil estaba ensamblando un Enlace Cielo-Tierra, para comandar todas las misiones desde allí.
Enki viajaba entre Eridú y el Abzu, iba y venía para supervisar. En Lahmu, la construcción seguía progresando; también iban llegando los héroes para la Estación de Paso.

Un Shar, dos Shars duraron los preparativos; entonces, Anu dio la palabra. En la Tierra, era el séptimo día, un día de descanso decretado por Enki en el principio. En todas partes, los héroes se reunieron para escuchar un mensaje de Anu transmitido desde Nibiru; en el Edin se reunieron, Enlil estaba allí al mando. Con él, estaba Ninmah; su ejército de jóvenes estaba a su lado reunidas. Alalgar, señor de Eridú, estaba allí; Abgal, que comandaba el Lugar de Aterrizaje, también estaba.

En el Abzu estaban reunidos los héroes, ante la mirada de Enki se encontraban;
Con Enki, estaba su visir Isimud; Nungal, el piloto, también estaba. En Lahmu, estaban reunidos los héroes; con su orgulloso comandante, An-zu, estaban. Seiscientos había en la Tierra, trescientos se reunían en Lahmu.

En total, fueron novecientos los que escucharon las palabras de Anu, el rey:
¡Héroes, vosotros sois los salvadores de Nibiru! ¡La suerte de todos está en vuestras manos!
Vuestros logros serán recordados por toda la eternidad, se os llamará con nombres gloriosos.
¡Los que están en la Tierra serán conocidos como Anunnaki, Los Que del Cielo a la Tierra Vinieron!
¡Los que están en Lahmu, serán nombrados Igigi, Los Que Observan y Ven serán!
Todo lo que hace falta está dispuesto: ¡Que empiece a llegar el oro, que se salve Nibiru!
Viene ahora el relato de Enki, Enlil y Ninmah,
de sus amores y esponsales, y de las rivalidades por sus hijos.
Los tres líderes eran descendientes de Anu, de diferentes madres nacidos.
Enki fue el Primogénito; una concubina de Anu fue su madre.

Enlil, de Antu, la esposa de Anu, nació; convirtiéndose así en el Heredero Legal.
Ninmah fue hija de otra concubina, siendo hermanastra de los dos hermanastros.
Era la Primogénita de Anu, esto quedaba indicado por su título-nombre de Ninmah.
Era sumamente hermosa, llena de sabiduría, rápida en aprender.

Ea, como se le llamaba entonces a Enki, fue elegido por Anu para que se casara con Ninmah, por lo cual el hijo de ambos se convertiría a partir de entonces en el sucesor legal.
Ninmah estaba enamorada de Enlil, un arrojado comandante; ella se dejó seducir por él, en su vientre derramó él su simiente, de la simiente de Enlil, ella tuvo un hijo; Ninurta le nombraron los dos. Anu se enfureció con lo ocurrido; ¡como castigo, le prohibió a Ninmah que se casara con nadie!

Ea abandonó a la que, por decreto de Anu, tenía que ser su novia; y se casó en su lugar con una princesa llamada Damkina; un hijo, un heredero, les nació; Marduk le pusieron por nombre, que significaba El Nacido en un Lugar Puro. En cuanto a Enlil, no tenía hijo alguno por matrimonio, no tenía a su lado una esposa.

Fue en la Tierra, no en Nibiru, donde Enlil se casó; su historia es la historia de una violación, de un exilio y de un amor que trajo el perdón, y de más hijos que no fueron más que hermanastros. En la Tierra, era verano; Enlil se retiró a su morada en el bosque de cedros. Por el bosque de cedros iba Enlil paseando cuando refrescaba el día; en un frío torrente de montaña, estaban bañándose unas jóvenes de Ninmah asignadas al Lugar de Aterrizaje. Enlil quedó hechizado por la belleza y la gracia de una de ellas, Sud era su nombre.

Enlil la invitó a su morada en el bosque de cedros: ¡Ven y bebe conmigo del elixir del fruto de Nibiru que crece aquí!, le dijo a ella.
Sud entró en la morada de Enlil; en una copa, le ofreció Enlil el elixir. Sud bebió, Enlil también bebió; Enlil le habló de relaciones sexuales. No estaba dispuesta la muchacha. ¡Mi vagina es muy pequeña, no conoce la cópula!, le dijo a Enlil.

Enlil le habló de besos; no estaba dispuesta la muchacha: ¡Mis labios son demasiado pequeños, no conocen los besos!, le dijo a Enlil. Enlil se echó a reír y la abrazó, él se rió y la besó; ¡Su semen derramó en su matriz!
A Ninmah, la comandante de Sud, se le informó de la inmoral acción. ¡Enlil, el inmoral! ¡Por tu acción, tendrás que afrontar un juicio! Así le dijo la enfurecida Ninmah.

En presencia de cincuenta Anunnaki, se reunieron los Siete Que Juzgan, los Siete Que Juzgan decretaron un castigo para Enlil: ¡Quede desterrado Enlil de todas las ciudades, sea exiliado a una Tierra Sin Retorno!

En una cámara celeste le hicieron abandonar el Lugar de Aterrizaje; Abgal era su piloto.
A una Tierra Sin Retorno se le llevó, ¡para no volver jamás!
Los dos viajaron en la cámara celeste, a otra tierra se dirigieron.
Allí, en medio de inhóspitas montañas, en un lugar de desolación, aterrizó
Abgal la cámara celeste.

¡Éste será tu lugar de exilio!, le dijo Abgal a Enlil.
¡No por casualidad lo he elegido!, le dijo a Enlil. Hay oculto aquí un secreto de Enki;
en una cueva cercana, Enki ocultó siete Armas de Terror, las sacó del carro celestial de Alalu.
¡Toma posesión de las armas, con las armas conseguirás la libertad!
Así le dijo Abgal a su comandante; ¡un secreto de Enki le reveló a Enlil!
Luego, Abgal partió del lugar secreto; Enlil quedó allí solo.

En el Edin, Sud le habló a Ninmah, su comandante: ¡De la simiente de Enlil estoy embarazada, he concebido en mi matriz a un hijo de Enlil!
Ninmah le transmitió a Enki las palabras de Sud; ¡él era el Señor de la Tierra, en la Tierra era supremo!
Convocaron a Sud ante los Siete Que Juzgan: ¿Tomarás a Enlil como esposo?, le preguntaron.
Ella pronunció palabras de consentimiento; Abgal le transmitió las palabras a Enlil en su exilio.
Enlil volvió de su exilio para casarse con Sud; de este modo, Enki y Ninmah le dieron el perdón.
Sud fue declarada esposa oficial de Enlil; se le concedió el título-nombre de Ninlil, Dama del Mandato.
Después de ello, un hijo les nació a Ninlil y Enlil; Nannar, el Brillante, le llamó Ninlil.
¡Fue el primero de los Anunnaki en ser concebido en la Tierra, uno de la simiente real de Nibiru nacido en un planeta extraño!

Fue después de esto que Enki le habló a Ninmah: ¡Ven conmigo al Abzu!
En medio del Abzu, en un lugar de aguas puras, he construido una morada.
Con un metal brillante, plata es su nombre, la he embellecido,
con una piedra de un azul profundo, lapislázuli, está adornada;
¡ven, Ninmah, ven conmigo, abandona tu adoración por Enlil!
Al Abzu, a la morada de Enki, viajó Ninmah; allí, Enki le habló palabras de amor,
de estar hechos el uno para el otro, dulces palabras le susurró.
¡Sigues siendo mi amada!, le dijo acariciándola.

La abrazó, la besó; ella hizo que su falo rebosara.
Enki derramó su semen en la matriz de Ninmah. ¡Dame un hijo! ¡Dame un
hijo!, gritaba.
Ella acogió el semen en su matriz, el semen de Enki la fecundó. Un día de Nibiru era un mes de la Tierra para ella, dos días, tres días, cuatro días de Nibiru, eran como meses de la Tierra, cinco, seis, siete y ocho días de meses se completaron; la cuenta novena de la maternidad se culminó; Ninmah estaba de parto. Dio a luz a una niña; la recién nacida era hembra; ¡a orillas del río, en el Abzu, nació una hija de Enki y Ninmah! Enki estaba decepcionado con la niña. ¡Besa a la pequeña!, le decía Ninmah. ¡Besa a la pequeña!, le dijo Enki a su visir Isimud: ¡Yo deseaba un hijo, he de tener un hijo de mi hermanastra! De nuevo besó a Ninmah, por el vientre la tomó, su semen derramó en su matriz.

De nuevo dio a luz ella, de nuevo una hija le dio a Enki. ¡Un hijo, un hijo he de tener un hijo contigo!, le gritaba Enki a Ninmah.
Después de lo cual, Ninmah pronunció una maldición sobre Enki, que todo alimento que coma sea veneno en sus entrañas; que le duela la mandíbula, que le duelan los dientes, que le duelan las costillas. Isimud convocó a los Anunnaki, a Ninmah le rogaban alivio.
Distanciarse de la vulva de Ninmah juró Enki con el brazo en alto; uno a uno, los achaques le quitó, Enki se liberó de la maldición de ella. Ninmah volvió al Edin, para no casarse nunca; ¡la orden de Anu se cumplió! Enki trajo a la Tierra a su esposa Damkina y a su hijo Marduk; Ninki, Dama de la Tierra, se le concedió a ella por título.
Enki tuvo cinco hijos más, de ella y de concubinas, éstos fueron sus nombres: Nergal y Gibil, Ninagal y Ningishzidda, y Dumuzi el más joven. Enlil y Ninmah trajeron a la Tierra a su hijo Ninurta, con su esposa Ninlil, tuvo Enlil un hijo más, un hermano de Nannar; Ishkur fue su nombre.
Tres hijos en total tuvo Enlil, ninguno nacido de concubinas,
Dos clanes se establecieron así en la Tierra; sus rivalidades llevaron a las
guerras.

Viene ahora el relato del motín de los Igigi, y de cómo se le dio muerte a Anzu, en castigo por robar las Tablillas de los Destinos.
Desde el Abzu, se llevaba el oro de las venas de la Tierra hasta el Lugar de Aterrizaje, de allí, los Igigi lo transportaban en naves espaciales hasta la estación de paso en Lahmu.
Desde el planeta Lahmu, el metal precioso se llevaba a Nibiru en carros celestiales;
en Nibiru, el oro se convertía en el más fino polvo, se empleaba para proteger la atmófera.
¡Lentamente se curó la brecha en los cielos, lentamente se salvó Nibiru! En el Edin, las cinco ciudades se perfeccionaron.

Enki se hizo una morada deslumbrante en Eridú, desde la tierra la elevó hacia el cielo, como una montaña la elevó por encima del suelo, en un buen lugar la construyó.
Su esposa Damkina moraba en ella; y allí le enseñó Enki la sabiduría a su
hijo Marduk.

Enlil estableció en Nibru-ki el Enlace Cielo-Tierra, era digno de ver.
En su centro, un alto pilar el mismo cielo alcanzaba, se puso sobre una plataforma que no se podía derrumbar; con esto, las palabras de Enki llegaban a todos los asentamientos, en Lahmu y en Nibiru se podían escuchar. Desde allí se elevaron rayos, podían buscar en el corazón de todas las tierras; sus ojos podían explorar todas las tierras, su red hacía imposible una aproximación no deseada.
En su elevada casa, una cámara como una corona era el centro, miraba con
atención los cielos distantes; miraba fijamente hacia el horizonte, perfeccionó el cénit celestial.

En su santificada cámara oscura, con doce emblemas estaba marcada la
familia del Sol, en los ME estaban registradas las fórmulas secretas del Sol y la Luna,
Nibiru y la Tierra, y los ocho dioses celestiales.
Las Tablillas de los Destinos emitían sus tonos de colores en la cámara,
con ellas, Enlil supervisaba todas las idas y venidas.

En la Tierra, los Anunnaki trabajaban sin descanso, se quejaban del trabajo y del sustento. Estaban trastornados por los rápidos ciclos de la Tierra, y del elixir sólo se
les daban pequeñas raciones. En el Edin, los Anunnaki trabajaban sin descanso; en el Abzu, el trabajo era aún más extenuante. Por equipos, se enviaban Anunnaki de vuelta a Nibiru; por equipos, otros nuevos llegaban.

Los Igigi, que moraban en Lahmu, eran los que más ruidosamente se quejaban:
demandaban un lugar de descanso en la Tierra, para cuando bajaban de
Lahmu a la Tierra.
Enlil y Enki intercambiaron palabras con Anu, al rey consultaron: ¡Dejad que el líder vaya a la Tierra, discutidlo con Anzu! Así les dijo Anu. Anzu descendió de los cielos a la Tierra, entregó los términos de las quejas a Enlil y Enki.
¡Deja que Anzu conozca el mecanismo!, le dijo Enki a Enlil.
¡Yo le mostraré el Abzu, revélale tú el Enlace Cielo-Tierra!
Enlil consintió con las palabras de Enki.

Enki le mostró el Abzu a Anzu, el agotador trabajo en las minas le mostró;
Enlil invitó a Anzu a Nibru-ki, en la sagrada cámara oscura le dejó entrar;
En lo más profundo del santuario, le explicó a Anzu las Tablillas de los Destinos.
Le mostró a Anzu lo que los Anunnaki estaban haciendo en las cinco ciudades;
prometió alivio a los Igigi que llegaban al Lugar de Aterrizaje.
Volvió después a Nibru-ki para discutir las quejas de los Igigi.

Anzu era un príncipe entre los príncipes, de simiente real era su ascendencia;
malvados pensamientos llenaron su corazón cuando volvió al Enlace Cielo-Tierra.
Estaba planeando llevarse las Tablillas de los Destinos; en su corazón, estaba planeando tomar el control de los decretos del cielo y la Tierra.
¡Concibió en su corazón arrebatar la Enlildad, su objetivo era gobernar a Igigi y a Anunnaki!
Sin albergar sospechas, Enlil dejó a Anzu que se instalara en la entrada del santuario; sin albergar sospechas, Enlil dejó el santuario, se fue a darse un baño refrescante.

Con malvadas intenciones, Anzu se apoderó de las Tablillas de los Destinos;
huyó en una cámara celeste, se fue rápidamente a la montaña de las cámaras celestes; allí, en el Lugar de Aterrizaje, le estaban esperando Igigi rebeldes, ¡se estaban preparando para declarar a Anzu rey de la Tierra y de Lahmu!

En el santuario de Nibru-ki, el resplandor se desvaneció, el zumbido se acalló,
el silencio prevalecía en el lugar, las fórmulas sagradas habían quedado suspendidas.
En Nibru-ki, Enlil se quedó sin palabras; estaba abrumado por la traición. Palabras furiosas profirió contra Enki, dudó de la ascendencia de Anzu.

Se reunieron los líderes en Nibru-ki, los Anunnaki que decretan los hados consultaron con Anu.
¡Hay que detener a Anzu, las Tablillas deben volver al santuario!, decretó Anu.
¿Quién se enfrentará al rebelde? ¿Quién recuperará las Tablillas?, se preguntaban entre sí los líderes.
¡Estando en posesión de las Tablillas de los Destinos, Anzu es invencible!, se decían uno a otro.
Ninurta, animado por su madre, se adelantó entre los reunidos: ¡Seré el guerrero de Enlil, venceré a Anzu! Así habló Ninurta. Ninurta se dirigió hacia la ladera de la montaña, se comprometió a vencer al fugitivo Anzu.
Anzu se mofaba de Ninurta desde su escondrijo: ¡Las Tablillas son mi protección, soy invencible! Dardos relampagueantes le dirigió Ninurta a Anzu; las flechas no pudieron acercarse a Anzu, volvieron hacia atrás.

¡La batalla se detuvo, las armas de Ninurta no vencerían a Anzu! Entonces, Enki le dio un consejo a Ninurta: ¡Levanta una tormenta con tu Torbellino, que el rostro de Anzu se cubra de polvo, que las alas de su pájaro celeste se encrespen!

Enlil forjó una poderosa arma para su hijo, era un proyectil Tillu;
¡sujétalo a tu Arma-Tormentosa, cuando se acerquen ala con ala, dispáraselo a Anzu!
Así instruyó Enlil a su hijo Ninurta.
¡Cuando se acerquen ala con ala entre sí, deja que el proyectil vuele como un rayo!
De nuevo se remontó en el cielo Ninurta con su Torbellino; Anzu se elevó con su pájaro celeste para hacerle frente.

¡Ala con ala!, gritó Anzu enfurecido. ¡Esta batalla será tu destrucción!
Ninurta siguió el consejo de Enki; con su Torbellino creó una tormenta de
polvo. El polvo cubrió el rostro de Anzu, quedaron al descubierto los piñones de
su pájaro celeste; en medio de ellos, dejó ir Ninurta el proyectil, los piñones de Anzu se vieron sumidos en un resplandor de fuego.

Sus alas comenzaron a aletear como mariposas; Anzu cayó hasta el suelo.
La Tierra se sacudió, los cielos se oscurecieron;
Ninurta hizo cautivo al caído Anzu, de él recuperó las Tablillas.
Los Igigi estaban observando desde la cima de la montaña; cuando Ninurta llegó al Lugar de Aterrizaje, temblaron y le besaron los pies.
Ninurta liberó al cautivo Abgal y a los Anunnaki, anunció su victoria a Anu y a Enlil.
Después, volvió a Nibru-ki, y las Tablillas se reinstalaron en la cámara más profunda. De nuevo volvió el resplandor allí dentro, se restableció el zumbido de los ME en las Tablillas.

Anzu fue sometido a juicio ante los Siete Que Juzgan;
Enlil y Ninlil, su esposa, Enki y su esposa Ninki, a la que anteriormente se conocía como Damkina, y los hijos Nannar y Marduk estaban allí, Ninmah también estaba en el juicio.
Ninurta habló de los malvados actos: ¡No hay justificación, que la muerte sea su pena!, dijo.
¡Los Igigi se quejaban con razón, necesitan un lugar de descanso en la Tierra!, argüyó Marduk en contra.
¡Por su malvada acción, Anzu puso en peligro a todos los Anunnaki y a los Igigi!, dijo Enlil.

Enki y Ninmah dieron la razón a Enlil; ¡el mal debe ser extinguido!, dijeron. Los siete sentenciaron a Anzu a muerte por ejecución; con un rayo mortal fue extinguido el aliento vital de Anzu. ¡Dejadle su cuerpo a los buitres!, dijo Ninurta.
¡Dejad que sea enterrado en Lahmu, que se le ponga en una cueva junto a Alalu para su descanso!, dijo Enki.
¡De la misma simiente ancestral eran ambos!
¡Que Marduk lleve su cuerpo a Lahmu, que Marduk se quede allí como
comandante!

Eso sugirió Enki a los jueces. ¡Así sea!, dijo Enlil.
Viene ahora el relato de cómo se fundó Bad-Tibira, la Ciudad del Metal, y de cómo, en el cuadragésimo Shar, los Anunnaki se amotinaron en el Abzu.
Anzu fue juzgado y ejecutado en el vigésimoquinto Shar, esto sojuzgó el malestar de los Igigi, aunque siguió hirviendo lentamente.
Marduk fue enviado a Lahmu para levantar los espíritus de los Igigi, para prestar atención a su bienestar.
En la Tierra, Enlil y Enki discutieron cambios, estuvieron reflexionando sobre cómo evitar el malestar en la Tierra.

Las estancias en la Tierra son demasiado prolongadas, se decían uno a otro.
Pidieron consejo a Ninmah; quedaron alarmados por el cambio de semblante en ella. ¡El oro debe fluir con más rapidez a Nibiru, hay que proveer de salvación con más rapidez!, coincidieron todos. Ninurta era un experto en las interioridades de los planetas; dijo palabras sabias a sus mayores: Que se establezca una Ciudad del Metal, para que allí se funda y se refine el mineral aurífero, allí se podrán disponer cargamentos menos pesados desde la Tierra. Cada nave espacial podrá llevar más oro, y quedará espacio para que los Anunnaki regresen a Nibiru, ¡que los agotados regresen a Nibiru, que otros frescos los sustituyan en la Tierra! Enlil, Enki y Ninmah consideraron favorablemente la sugerencia de Ninurta, se le consultó a Anu y dio su aprobación.

¡En el Edin, se planificó una Ciudad del Metal, en esa ubicación insistió Enlil! Se construyó con materiales de Nibiru, se equipó con herramientas de Nibiru.

Tres Shars llevó su construcción, se le dio por nombre Bad-Tibira. Ninurta, que hizo la sugerencia, fue su primer comandante. De esta forma, el flujo de oro a Nibiru se hizo más fácil y rápido, aquellos que habían venido a la Tierra y a Lahmu al principio de losTiempos Previos volvieron a Nibiru; Alalgar, Abgal y Nungal estaban entre ellos. Los recién llegados que los sustituyeron eran más jóvenes y entusiastas; no estaban acostumbrados a los ciclos de la Tierra y de Lahmu ni a otros
rigores. En Nibiru, de donde habían venido, la brecha en la atmósfera se estaba
curando; los más jóvenes no habían conocido las grandes calamidades que habían
tenido lugar en el planeta y en sus cielos. ¡De su misión dorada albergaban especialmente el anhelo de emociones y aventuras! Tal como había concebido Ninurta, los minerales se traían desde el Abzu, en Bad-Tibira se fundían y se refinaban, con naves espaciales se enviaban a Lahmu; el oro puro se llevaba de Lahmu a Tibiru en carros celestiales. Tal como había concebido Ninurta, el oro fluía desde el Abzu hasta Nibiru; ¡lo que no había concebido era el malestar de los Anunnaki recién llegados que trabajaban sin descanso en el Abzu!

La verdad sea dicha, Enki no tuvo en cuenta lo que se estaba fraguando, ponía su atención en otros asuntos del Abzu. Había llegado a fascinarse con lo que crece y vive en el Abzu; deseaba aprender de las diferencias entre lo que había aparecido en la Tierra y lo que había aparecido en Nibiru, quería descubrir cómo se causaban las enfermedades por la atmósfera y los ciclos de la Tierra.
En el Abzu, junto a las chorreantes aguas, erigió un magnífico lugar de estudio,
lo dotó con todo tipo de herramientas y de equipos.

Llamó al lugar Casa de la Vida, a ella invitó a su hijo Ningishzidda.
Configuraron fórmulas sagradas, diminutos ME, la posesión de los secretos de la vida y la muerte, buscaban desentrañar los misterios de la vida y la muerte de las criaturas de la Tierra.
Enki estaba especialmente enamorado de algunas criaturas vivas; éstas vivían entre los árboles altos, utilizaban sus patas delanteras como manos.
En las altas hierbas de las estepas se veían extrañas criaturas; parecían caminar erectas.
Enki estaba absorbido con estos estudios; pero no se daba cuenta de lo que
se estaba fraguando entre los Anunnaki. El primero en darse cuenta del problema fue Ninurta: en Bad-Tibira había observado una disminución en mineral de oro.

Enlil envió a Ninurta al Abzu para averiguar lo que estaba sucediendo.
Ennugi, el oficial jefe, lo acompañó en las excavaciones, con sus propios oídos escuchó las quejas de los Anunnaki; murmuraban y se lamentaban, refunfuñaban en las excavaciones; ¡El trabajo es insoportable!, le dijeron a Ninurta.
Ninurta dio cuenta de esto a su tío Enki. ¡Convoquemos a Enlil!, dijo Enki. Enlil llegó al Abzu, se instaló en una casa cercana a las excavaciones. ¡Vamos a enervar a Enlil en su morada!, gritaron los héroes que trabajaban en las minas.

¡Que nos libere del duro trabajo!
¡Proclamemos la guerra, nos liberaremos a través de las hostilidades!, gritaban otros.
Los Anunnaki de las excavaciones prestaron oídos a las palabras de instigación,
prendieron fuego a sus herramientas, quemaron sus hachas. Se enfrentaron a Ennugi, oficial jefe de las minas, lo apresaron en los túneles; lo llevaron con ellos, se abrieron paso hasta la puerta de la morada de Enlil.
Era de noche, en mitad de la vigilia; rodearon la morada de Enlil, sostenían en alto sus herramientas a modo de antorchas.
Kalkal, el guardián de la entrada, atrancó la puerta y despertó a Nusku; Nusku, el visir de Enlil, despertó a su señor, lo sacó de la cama, diciéndole así: ¡Mi señor, la casa está rodeada, hasta la puerta han llegado los hostiles Anunnaki!

Enlil convocó a Enki, Enlil convocó a Ninurta a su presencia: ¡Qué es lo que están viendo mis ojos! ¿Es contra mí contra quien se está haciendo esto?
Así les dijo Enlil: ¿Quién es el instigador de las hostilidades? Los Anunnaki se mantuvieron unidos: ¡Cada uno de nosotros ha declarado las hostilidades!
¡El trabajo es excesivo, nuestro trabajo es duro, grande es nuestra aflicción! Así le dijeron a Enlil. Enlil le transmitió a Anu palabras de lo que estaba sucediendo. ¿De qué se acusa a Enlil?, inquirió Anu.

¡El trabajo, no Enlil, es la causa del problema!, le dijo Enki a Anu. ¡Graves son los lamentos, todos los días podemos escuchar las quejas! ¡Hay que obtener oro!, dijo Anu. ¡El trabajo debe continuar! ¡Liberad a Ennugi para consultas!, dijo Enki a los hostiles Anunnaki.
Ennugi fue liberado; a los líderes les dijo:
¡Desde que ha aumentado el calor en la Tierra, el trabajo es insoportable, inaguantable!
¡Que los rebeldes vuelvan a Nibiru, y que otros nuevos vengan en su lugar!, dijo Ninurta.
¿No podrías forjar nuevas herramientas?, dijo Enlil a Enki. ¿Para que los héroes Anunnaki evitaran los túneles?

¡Llamemos a mi hijo Ningishzidda, deseo que me asesore él!, respondió Enki.
Convocaron a Ningishzidda, vino desde la Casa de la Vida; Enki se apartó con él, intercambiaron palabras entre ellos. ¡Es posible una solución!, dijo Enki.
¡Creemos un Lulu, un Trabajador Primitivo, para que se ocupe del trabajo más duro,
que ese ser cargue sobre su espalda el duro trabajo de los Anunnaki!
Asombrados quedaron los líderes asediados, ciertamente se quedaron sin palabras.
¿Quién había oído hablar antes de un ser creado de nuevo, un trabajador que pudiera hacer el trabajo de los Anunnaki?

Llamaron a Ninmah, que en curación y ayuda era experta.
Le repitieron las palabras de Enki: ¿Acaso hay alguien que haya oído hablar de eso?, le preguntaron.
¡No se había oído hablar de algo así!, le dijo ella a Enki. Todos los seres descienden de una simiente,
¡Cada ser se desarrolló a lo largo de eones a partir de otro, ninguno vino nunca de la nada!
¡Cuánta razón tienes, hermana!, dijo Enki sonriendo.
Dejadme que os revele un secreto del Abzu:
¡El ser que necesitamos existe ya!

Todo lo que tenemos que hacer es ponerle la señal de nuestra esencia,
¡así se creará un Lulu, un Trabajador Primitivo! Así les dijo Enki.
Tomemos pues una decisión, dadle la bendición a mi plan:
¡Crear un Trabajador Primitivo, forjarlo por la señal de nuestra esencia!

Las Palabras del Señor Enki

LA SEXTA TABLILLA

¡Crear un Trabajador Primitivo, forjarlo por la señal de nuestra esencia!
Así dijo Enki a los líderes.
¡El ser que necesitamos existe ya!
Así les reveló Enki un secreto del Abzu.

Asombrados escucharon los demás las palabras de Enki; se quedaron fascinados con sus palabras.
Existen criaturas en el Abzu, dijo Enki, que caminan erectas, sobre dos piernas,
las patas delanteras las utilizan como brazos, de manos están dotados. Viven entre los animales de las estepas. No saben vestirse, comen plantas con la boca, beben agua de los lagos y de las zanjas. Tienen todo el cuerpo peludo, el pelo de la cabeza es como el de un león; ¡retozan con las gacelas, disfrutan con las criaturas prolífícas en las aguas! Los líderes escucharon las palabras de Enki con sorpresa.
¡En el Edin no se había visto ninguna criatura como esa!, dijo Enlil sin podérselo creer.
¡Hace eones, en Nibiru, nuestros predecesores quizá fueron así!, dijo Ninmah.
¡Es un ser, no una criatura!, dijo Ninmah. ¡Debe ser emocionante contemplarlo!
Enki les llevó a la Casa de la Vida; en fuertes jaulas había unos de estos seres.

Al ver a Enki y a los demás, se pusieron a saltar, golpeaban con los puños en las barras de la jaula.
Gruñían y resoplaban; no decían palabras.
¡Son macho y hembra!, dijo Enki; tienen masculinidad y femineidad,
procrean como nosotros, los venidos de Nibiru.

Ningishzidda, mi hijo, ha comprobado su Esencia de Elaboración; es similar a la nuestra, como dos serpientes entrelazadas; nuestra esencia vital se combinará con la de ellos, nuestra señal se pondrá sobre ellos,
¡se creará un Trabajador Primitivo! Comprenderá nuestras órdenes, manejará nuestras herramientas, llevará a cabo los trabajos duros en las excavaciones;
¡dará alivio a los Anunnaki en el Abzu!
Así hablaba Enki, con entusiasmo, sus palabras sonaban excitadas. Enlil vacilaba ante las palabras: ¡Es un asunto de gran importancia! ¡Hace mucho que se abolió la esclavitud en nuestro planeta, los esclavos son las herramientas, no otros seres!

Quieres traer a la existencia a una nueva criatura, no existente previamente;
¡la creación sólo está en manos del Padre de Todo Principio! Así dijo Enlil, oponiéndose; sus palabras eran severas. Enki le respondió a su hermano: ¡No esclavos, sino ayudantes es mi plan! ¡El ser ya existe!, dijo Ninmah. ¡El plan consiste en darle más capacidad! ¡No se trata de hacer una nueva criatura, sino de hacer más a nuestra imagen una ya existente!, dijo Enki persuasivamente.
¡Con pocos cambios se puede conseguir, sólo se necesita una gota de nuestra esencia!
¡Es éste un asunto grave, y no es de mi agrado!, dijo Enlil. Va en contra de las reglas del viaje de planeta en planeta, se prohibió por las reglas de la venida a la Tierra. ¡Nuestro objetivo era obtener oro, no era reemplazar al Padre de Todo
Principio!

Después de hablar así Enlil, Ninmah fue la que le respondió: ¡Hermano mío!, le dijo Ninmah a Enlil, el Padre de Todo Principio nos ha dotado de sabiduría y entendimiento, ¿para qué propósito se nos perfeccionó de este modo, si no es para hacer el máximo uso de ello?

El Creador de Todo llenó nuestra esencia vital de sabiduría y entendimiento, para que fuéramos capaces de hacer cualquier uso de ello, ¿no es eso para lo que hemos sido destinados? Así fueron las palabras que Ninmah le dirigió a su hermano Enlil.
¡Con eso que se nos concedió en nuestra esencia, hemos perfeccionado herramientas y carros, hemos hecho añicos las montañas con las armas de terror, y los cielos hemos curado con oro!

Así le dijo Ninurta a su madre.

¡Con la sabiduría no vamos crear nuevos seres, sino a forjar nuevas herramientas,
vamos a aliviar el trabajo con nuevos equipos, no con esclavos!
¡Allá donde nuestro entendimiento nos lleve, a eso hemos sido destinados!
Así dijo Ningishzidda, estaba de acuerdo con Enki y con Ninmah.
¡No podemos impedir que se usen los conocimientos que poseemos!, dijo
Ningishzidda.

¡Ciertamente, el Destino no puede ser alterado, desde el Principio hasta el
Final ha sido determinado!
Les dijo Enlil a ellos. ¿Es Destino, o es Hado, lo que nos ha traído a este planeta, a sacar oro de las aguas, a poner a trabajar en las excavaciones a los héroes Anunnaki, a estar planeando la creación de un Trabajador Primitivo?
¡Ésa, parientes míos, es la cuestión! Así, con gravedad, dijo Enlil.
¿Es Destino, es Hado? Eso es lo que hay que decidir,
¿Está ordenado desde el Principio, o es algo por lo que debemos decidirnos?
Decidieron exponer el asunto ante Anu; Anu presentó el asunto ante el Consejo.
Se consultó a los ancianos, a los sabios, a los comandantes.
Las discusiones fueron largas y amargas, se dijeron palabras de Vida y Muerte, de Hado y Destino.
¿Hay alguna otra forma de obtener oro? ¡La supervivencia está en peligro! ¡Si hay que obtener oro, que se elabore al ser!, decidió el consejo.

¡Que Anu deje a un lado las reglas de los viajes planetarios, que se salve Nibiru!
La decisión se transmitió desde el palacio de Anu hasta la Tierra; a Enki
encantó. ¡Que Ninmah sea mi ayudante, tiene conocimientos de estos asuntos!
Así dijo Enki. Miraba a Ninmah con anhelo.
¡Así sea!, dijo Ninmah. ¡Así sea!, dijo Enlil.
A través de Ennugi se anunció la decisión a los Anunnaki en el Abzu: ¡Hasta que se consiga el ser, tenéis que volver voluntariamente al trabajo!, dijo.

Hubo decepción; no hubo rebelión; los Anunnaki volvieron al trabajo. En la Casa de la Vida, en el Abzu, Enki le explicó a Ninmah cómo elaborar el ser.
Llevó a Ninmah a un lugar entre los árboles, era un lugar de jaulas. En las jaulas había extrañas criaturas, algo que nadie había visto en libertad: tenían la parte superior de una especie, la parte inferior de otra criatura; ¡Enki le mostró a Ninmah criaturas de dos especies combinadas por sus esencias!

Volvieron a la Casa de la Vida, la llevaron a un lugar limpio con un brillante resplandor.
En el lugar limpio, Ningishzidda le explicó a Ninmah los secretos de la
esencia vital, cómo se puede combinar la esencia de dos especies, él a ella le mostró. ¡Las criaturas de las tres jaulas son muy extrañas, son monstruosas!, dijo
Ninmah.
¡Sí, lo son!, respondió Enki. ¡Lograr la perfección, para eso se te necesita! ¿Cómo combinar las esencias, cuánto de ellas, cuánto de eso reunir, en qué útero comenzar la concepción, en qué útero deberá dar a luz? Para eso se necesitan tus conocimientos de ayuda y curación; ¡se necesitan los conocimientos de alguien que haya dado a luz, de alguien que sea madre! En el rostro de Ninmah había una sonrisa; recordaba bien las dos hijas que había tenido con Enki.

Ninmah supervisó con Ningishzidda las fórmulas sagradas que se guardaban secretamente en los ME, le preguntaba cómo se había hecho esto y aquello.
Examinó a las criaturas de las tres jaulas, contempló a las criaturas bípedas.
Las esencias se transmiten por inseminación de un macho a una hembra,
las dos hebras entrelazadas se separan y combinan para forjar una descendencia.
¡Que un varón Anunnaki fecunde a una hembra bípeda, que nazca una descendencia de combinación! Así dijo Ninmah.

¡Eso hemos intentado, pero ha habido fallos!, le respondió Enki.
¡No hubo concepción, no hubo parto!
Viene ahora el relato de cómo se creo al Trabajador Primitivo, de cómo Enki y Ninmah, con la ayuda de Ningishzidda, forjaron al ser.
Hay que intentar conseguir otra forma de mezclar las esencias, dijo Ninmah.
Hay que encontrar otra forma de combinar las dos hebras de las esencias,
para que no resulte dañada la porción de la Tierra.

¡Se tiene que configurar para que reciba nuestra esencia gradualmente, sólo se podría intentar poco a poco a partir de las fórmulas ME de la esencia de Nibiru!
Ninmah preparó una mezcla en un recipiente de cristal, puso con mucho cuidado el óvulo de una hembra bípeda, con ME que contenía simiente Anunnaki, fecundó el óvulo; insertó de nuevo el óvulo en la matriz de la hembra bípeda.

¡Esta vez había concepción, había un parto en ciernes!
Los líderes esperaron el tiempo previsto para el nacimiento, esperaban los resultados con el corazón lleno de ansiedad.
¡El tiempo previsto se cumplió, pero no hubo nacimiento!
Desesperada, Ninmah hizo un corte, lo que había sido concebido extrajo
con tenazas. ¡Era un ser vivo! Enki exclamó con regocijo. ¡Lo conseguimos!, gritó Ningishzidda jubiloso.
Ninmah sostenía en sus manos al recién nacido, pero ella no estaba llena de gozo:
el recién nacido tenía pelo por todas partes, su parte superior era como las de las criaturas de la Tierra, las partes inferiores se parecían más a las de los Anunnaki.

Dejaron que la hembra bípeda cuidara del recién nacido, que mamara su
leche. El recién nacido creció rápido, lo que en Nibiru era un día, era un mes en
el Abzu. El niño de la Tierra se hizo más alto, no era a imagen de los Anunnaki;
¡sus manos no se adaptaban a las herramientas, y no emitía más que gruñidos!
¡Tenemos que volver a intentarlo!, dijo Ninmah. Hay que ajustar la mezcla;
¡Dejadme ensayar con los ME, dejad que haga el esfuerzo con este o aquel ME! Con la ayuda de Enki y de Ningishzidda repitieron los procedimientos, Ninmah consideró cuidadosamente las esencias de los ME, tomó un poco de uno de ellos, tomó un poco de otro de ellos, luego fecundó en el cuenco de cristal el óvalo de la hembra de la Tierra.

¡Hubo concepción, cuando se cumpliera el tiempo habría nacimiento!
Éste se parecía más a los Anunnaki; dejaron que la madre le diera de mamar, dejaron que el recién nacido se convirtiera en niño.

Por su aspecto, era atractivo; sus manos estaban conformadas para sostener herramientas; pusieron a prueba sus sentidos, los encontraron deficientes: el niño de la Tierra no podía oír, su visión era vacilante. Una y otra vez, Ninmah reajustó las mezclas, de las fórmulas ME tomó pizcas y trozos; un ser tenía los pies paralizados, a otro le goteaba el semen, a otro le temblaban las manos, a otro le funcionaba mal el hígado; otro tenía las manos demasiado cortas para alcanzarse la boca, otro no tenía los pulmones adecuados para respirar. Enki estaba decepcionado con los resultados. ¡No conseguimos el Trabajador Primitivo!, le dijo a Ninmah.

¡Estoy descubriendo a través de ensayos lo bueno o malo en este ser! Respondió Ninmah a Enki. ¡Mi corazón me anima a que siga intentándolo! Una vez más, Ninmah hizo una mezcla; una vez más, el recién nacido era deficiente.
¡Quizás el déficit no se encuentre en la mezcla!, le dijo Enki.

¡Quizás el impedimento no esté ni en el óvulo de la hembra ni en las esencias!
¡De lo que la Tierra misma está forjada, quizá sea eso lo que falta!
¡No uses un recipiente de cristales de Nibiru, hazlo de la arcilla de la Tierra!
Así dijo Enki, en posesión de gran sabiduría, a Ninmah.

¡Quizá se requiera lo que es la propia mezcla de la Tierra, de oro y cobre!
Así animó Enki, el que sabe cosas, a Ninmah, para que usara la arcilla del Abzu.
En la Casa de la Vida, Ninmah hizo un recipiente, lo hizo con la arcilla del Abzu.
Como un baño purificador conformó el recipiente, para hacer dentro de él la mezcla.
Puso con cuidado el óvalo de una hembra terrestre, de una bípeda, en el recipiente de arcilla, puso en el recipiente la esencia vital extraída de la sangre de un Anunnaki,
a través de las fórmulas ME se dirigió la esencia y poco a poco y con mesura fueron añadidas al recipiente, después, insertó el óvalo así fertilizado en la matriz de la hembra terrestre.

¡Hay concepción!, anunció alegre Ninmah. Esperaron el tiempo del nacimiento.
Cuando se cumplió el tiempo, la hembra terrestre comenzó a parir,
¡un niño, un recién nacido estaba a punto de llegar!
Ninmah extrajo al recién nacido con las manos; ¡era un varón!

En sus manos sostuvo al niño; Enki y Ningishzidda estaban presentes.
Los tres líderes se echaron a reír alegremente, Enki y Ningishzidda se daban palmadas en la espalda, Ninmah y Enki se abrazaron y se besaron. ¡Tus manos lo han hecho!, le dijo Enki con un destello en los ojos.
Dejaron que la madre diera de mamar al recién nacido; éste creció más
rápido que un niño de Nibiru.

El recién nacido progresó de mes en mes, pasó de bebé a niño.
Sus miembros eran adecuados para el trabajo, hablar no sabía,
¡no comprendía las palabras, emitía gruñidos y resoplidos! Enki valoró el asunto, tomó en consideración lo que se había hecho en
cada paso y en cada mezcla. ¡De todo lo que hemos intentado y cambiado, hay una cosa que nunca se ha alterado!, le dijo a Ninmah: siempre se ha insertado el óvalo fertilizado en la matriz de una hembra terrestre;
¡Quizás sea la obstrucción que queda! Así dijo Enki. Ninmah miró a Enki, lo contempló desconcertada. ¿Qué, en verdad, estás diciendo? De él, exigía ella una respuesta. ¡Estoy hablando de la matriz que da a luz!, le respondió Enki. De quién nutre el óvalo fertilizado, de quién da a luz; para que sea a nuestra imagen y semejanza, ¡quizás se necesite una matriz Anunnaki! En la Casa de la Vida hubo silencio; ¡Enki estaba pronunciando palabras nunca antes escuchadas! Se miraron uno a otro, estaban pensando en lo que podría estar pensando el otro.

¡Sabias son tus palabras, hermano mío!, dijo Ninmah por fin. Quizás se insertó la mezcla correcta en la matriz equivocada; Ahora bien, ¿dónde está la hembra entre los Anunnaki que ofrezca su matriz, para crear quizás al Trabajador Primitivo perfecto, para llevar quizás un monstruo en su vientre? Así dijo Ninmah, con la voz temblorosa. ¡Deja que le pregunte a Ninki, mi esposa!, dijo Enki. Convoquémosla a la Casa de la Vida, para exponer el asunto ante ella. Se estaba volviendo para marcharse cuando Ninmah le puso la mano en el hombro:
¡No! ¡No!, le dijo a Enki.
¡Yo hice las mezclas, la recompensa y el peligro deben ser míos! ¡Seré yo la que proporcione la matriz Anunnaki, la que afronte el buen o el mal hado!

Enki inclinó la cabeza, la abrazó suavemente. ¡Así sea!, le dijo. Hicieron la mezcla en el recipiente de arcilla, unieron el óvalo de una hembra terrestre con la esencia masculina Anunnaki; Enki insertó el óvulo fertilizado en la matriz de Ninmah; ¡hubo concepción!
¿El embarazo, concebido por una mezcla, cuánto durará?, se preguntaron uno a otro.
¿Serán nueve meses de Nibiru? ¿Será nueve meses de la Tierra?
Después que en la Tierra, antes que en Nibiru, llegó el parto; ¡Ninmah dio a luz a un varón!
Enki sostuvo entre sus manos al niño; era la imagen de la perfección.

Palmeó las partes traseras del niño; ¡el recién nacido emitió los sonidos adecuados!
Le pasó el recién nacido a Ninmah; ella lo levantó entre sus manos. ¡Mis manos lo han hecho!, exclamó victoriosa.

Viene ahora el relato de cómo se le puso por nombre Adamu, y de cómo se hizo Ti-Amat para él, una contraparte hembra.
Los líderes examinaron con atención el aspecto y los miembros del recien nacido:
sus orejas tenían buena forma, no tenía los ojos obstruidos,
tenía los miembros adecuados, conformados como piernas en la parte inferior y como manos en la parte superior.

No era peludo como los salvajes, su cabello era negro oscuro, su piel era tersa, tersa como la piel de los Anunnaki, el color de su sangre era rojo oscuro, del mismo tono que la arcilla del Abzu.
Miraron su hombría: su forma era extraña, la parte delantera estaba envuelta con una piel,
¡A diferencia de la hombría de los Anunnaki, le colgaba una piel de la parte delantera!
¡Que el Terrestre se distinga de nosotros, los Anunnaki, por esta piel!, dijo Enki.
El recién nacido empezó a llorar; Ninmah lo estrechó contra su pecho; le dio el pecho, el niño se puso a chupar del pecho.

¡Hemos conseguido la perfección!, dijo Ningishzidda eufórico.
Enki miraba fijamente a su hermana; no estaba viendo a Ninmah y a un ser, sino a madre e hijo.

¿Le pondrás un nombre?, preguntó Enki. ¡Es un ser, no una criatura! Ninmah puso su mano sobre el cuerpo del recién nacido, acarició con sus dedos su roja y oscura piel. ¡Le llamaré Adamu!, dijo Ninmah. ¡El Que Como Arcilla de la Tierra Es, ése será su nombre! Hicieron una cuna para el recién nacido Adamu, lo pusieron en un rincón
de la Casa de la Vida. ¡Verdaderamente, hemos conseguido un modelo del Trabajador Primitivo!, dijo Enki. ¡Ahora se necesita un ejército de trabajadores como él!, les recordó Ningishzidda a sus mayores. ¡En verdad, será un modelo; por lo que a él se refiere, será tratado como un primogénito, del duro trabajo se le protegerá, su sola esencia será como un molde! Así dijo Enki; Ninmah quedó muy complacida con su decreto. ¿Qué matrices llevarán los óvalos fertilizados a partir de ahora?, preguntó Ningishzidda.

Los líderes ponderaron el asunto; Ninmah ofreció una solución. Ninmah reunió a las sanadoras de su ciudad, Shurubak; les explicó el trabajo que se requería de ellas, las llevó hasta la cuna de Adamu, para que apreciaran al recién nacido Terrestre. ¡No es un mandato llevar a cabo este trabajo!, les dijo Ninmah: ¡Vuestro propio deseo es la decisión!

De las Anunnaki reunidas, siete se adelantaron, siete aceptaron la tarea. ¡Que se recuerden sus nombres para siempre!, le dijo Ninmah a Enki. ¡Su trabajo es heroico, gracias a ellas nacerá una raza de Trabajadores Primitivos! Las siete que se adelantaron, cada una anunció su nombre;
Ningishzidda registró los nombres:
Ninimma, Shuzianna, Ninmada, Ninbara, Ninmug, Musardu y Ningunna,
Éstos fueron los nombres de las siete que, por deseo propio, madres de nacimiento iban a ser, para concebir y llevar Terrestres en sus matrices, para crear Trabajadores Primitivos.
En siete recipientes, hechos de arcilla del Abzu, Ninmah puso óvalos de las hembras bípedas, Ninmah extrajo la esencia vital de Adamu, la insertó poco a poco en los recipientes.
Después, hizo una incisión en las partes masculinas de Adamu para dejar salir una gota de sangre;
¡Sea esto un Signo de Vida; proclámese siempre que Carne y Alma se han combinado!
Apretó las partes masculinas para que sangraran, una gota de sangre añadió en cada recipiente para la mezcla.

¡En esta mezcla de arcilla, lo Terrestre y lo Anunnaki se enlazarán! Así dijo Ninmah, un encantamiento pronunció:
¡A la unidad las dos esencias, una del Cielo, una de la Tierra, juntas se llevarán,
la de la Tierra y la de Nibiru, se enlazarán por parentesco sanguíneo! Esto pronunció Ninmah; Ningishzidda también tomó nota de sus palabras.
Los óvalos fertilizados se insertaron en las matrices de las heroínas alumbradoras.
Hubo concepción; por anticipado, se calculó el tiempo previsto.
¡En el tiempo previsto, tuvieron lugar los partos!

En el tiempo previsto, nacieron siete Terrestres varones, sus rasgos eran los adecuados, emitían buenos sonidos; fueron amamantados por las heroínas.
¡Se han creado siete Trabajadores Primitivos!, dijo Ningishzidda. ¡Repítase el procedimiento, que siete más asuman el trabajo!
¡Hijo mío!, le dijo Enki. ¡Ni siquiera de siete en siete será suficiente, harían falta demasiadas heroínas sanadoras, su trabajo de este modo se haría eterno!
¡Ciertamente, es un trabajo demasiado exigente, es poco menos que insoportable!, les dijo Ninmah.
¡Tenemos que hacer hembras!, dijo Enki, para que sean las parejas de los
varones.

Que se conozcan, para que los dos se hagan una sola carne.
¡Que procreen por sí solos, que hagan su propia prole, que por sí mismos hagan nacer Trabajadores Primitivos, para relevar a las mujeres Anunnaki! ¡Tienes que cambiar las fórmulas ME, ajustarlas de varón a hembra! Así le dijo Enki a Ningishzidda. ¡Para hacer una pareja para Adamu, es necesaria la concepción en la matriz de una Anunnaki!
Así le respondió Ningishzidda a su padre Enki. Enki dirigió su mirada hacia Ninmah; antes de que ella pudiera hablar, él levantó la mano.

¡Deja que esta vez llame a mi esposa Ninki!, dijo con voz poderosa, ¡Si está dispuesta, que ella cree el molde para la hembra Terrestre! Al Abzu, a la Casa de la Vida, llamaron a Ninki, le mostraron a Adamu, se lo explicaron todo, le dieron explicaciones del trabajo que se requería, le dieron cuenta del éxito y del peligro.

Ninki estaba fascinada con el trabajo. ¡Hágase!, les dijo. Ningishzidda hizo los ajustes de las fórmulas ME, con la mezcla se fertilizó un óvalo, Enki lo insertó en la matriz de su esposa; lo hizo con mucho cuidado. Hubo concepción; en el tiempo previsto, Ninki se puso de parto; no hubo nacimiento.
Ninki contó los meses, Ninmah contó los meses; El décimo mes, un mes de malos hados, empezaron a llamar. Ninmah, la dama cuya mano había abierto matrices, hizo una incisión con un cortador.

Llevaba la cabeza cubierta, llevaba protecciones en las manos; hizo la abertura con destreza, la cara se le iluminó de pronto: lo que había en la matriz, de la matriz salió.
¡Una hembra! ¡Has dado a luz a una hembra!, le dijo con regocijo a Ninki. Examinaron con atención el aspecto y los miembros de la recién nacida, sus orejas tenían buena forma, no tenía los ojos obstruidos, tenía los miembros adecuados, conformados como piernas en la parte inferior y como manos en la parte superior.

No era peluda, como las arenas de la playa era el color de su cabello,
su piel era tersa, era como la de los Anunnaki en tersura y en color.
Ninmah sostuvo en sus manos a la niña. Le dio una palmada en la parte trasera;
¡La recién nacida emitió los sonidos adecuados!
Le pasó la recién nacida a Ninki, la esposa de Enki, para que la amamantara, la nutriera y la cuidara.
¿Le pondrás nombre?, le preguntó Enki a su esposa. Es un ser, no una criatura.
¡Está hecha a tu imagen y semejanza, está hecha a la perfección, has logrado un modelo para trabajadoras hembras!

Ninki puso la mano sobre el cuerpo de la recién nacida, acarició su piel con los dedos.
¡Ti-Amat será su nombre, la Madre de la Vida!, dijo Ninki.
Será llamada como el planeta de antaño, del cual se forjaron la Tierra Luna,
de las esencias vitales de su matriz se moldearán otras alumbradoras,
¡dará así la vida a una multitud de Trabajadores Primitivos!
Así dijo Ninki; los demás pronunciaron palabras de acuerdo.
Viene ahora el relato de Adamu y Ti-Amat en el Edin,
y de cómo se les dio el Conocimiento de la procreación y al Abzu fueron
expulsados.

Después de que fuera hecha Ti-Amat en la matriz de Ninki, en siete recipientes hechos de arcilla del Abzu puso Ninmah óvalos de
hembras bípedas.

Extrajo la esencia vital de Ti-Amat y la insertó en los recipientes. En los siete recipientes, hechos de arcilla del Abzu, Ninmah formó la mezcla; pronunció encantamientos, como requería el procedimiento. En las matrices de las heroínas alumbradoras se insertaron los óvalos fertilizados;
Hubo concepción, en el tiempo previsto hubo alumbramientos, en el tiempo previsto, nacieron siete hembras Terrestres.
Sus rasgos eran los adecuados, emitían buenos sonidos.
Así se crearon las siete homologas femeninas de los Trabajadores Primitivos;
los cuatro líderes crearon siete varones y siete hembras.
¡Después de ser así creados los Terrestres, inseminen los varones a las hembras, que los Trabajadores Primitivos tengan descendencia por sí mismos!

Así dijo Enki a los demás. ¡Después del tiempo previsto, los descendientes tendrán otros descendientes, abundante será el número de Trabajadores Primitivos, ellos llevarán los trabajos duros de los Anunnaki!
Enki y Ninki, Ninmah y Ningishzidda estaban contentos, bebieron del elixir del fruto.
Se hicieron jaulas para los siete y siete, las pusieron entre los árboles; ¡Que crezcan juntos, alcancen la virilidad y la femineidad, inseminen los varones a las hembras, tengan descendencia por sí mismos! Así se decían unos a otros.

¡En cuanto a Adamu y a Ti-Amat, se les protegerá de los duros trabajos de
las excavaciones, llevémosles al Edin, para mostrar allí nuestra obra a los Anunnaki! Así dijo Enki a los demás; con esto coincidieron los demás.
A Eridú, la ciudad de Enki en el Edin, fueron llevados Adamu y Ti-Amat,
se les construyó una morada en un recinto, para que pudieran vagar por allí.
Los Anunnaki del Edin vinieron a verlos, vinieron del Lugar de Aterrizaje.
Enlil vino a verlos; su disgusto disminuyó ante su visión.
Ninurta vino a verlos; Ninlil también.

Desde la estación de paso en Lahmu, Marduk, el hijo de Enki, también
bajó a ver.
¡Era una visión de lo más sorprendente, una maravilla de maravillas!
Vuestras manos lo han hecho, dijeron los Anunnaki a los forjadores.
Los Igigi, que iban y venían entre la Tierra y Lahmu, estaban todos expectantes también.
¡Se han hecho Trabajadores Primitivos, nuestros días de esfuerzos llegarán a un fin! Así decían todos.
En el Abzu, los recién nacidos crecieron, los Anunnaki esperaban ansiosamente su maduración.
Enki era el supervisor, Ninmah y Ningishzidda también llegaron.
En las excavaciones, los Anunnaki se quejaban, cediendo el paso la paciencia a la impaciencia.
Enki preguntaba a menudo a Ennugi, el supervisor; éste le transmitía las protestas, pidiendo Trabajadores Primitivos.

Las vueltas de la Tierra crecieron en número, se retrasaba la madurez de los Terrestres; ¡Se observó que entre las hembras no había concepción, no había nacimientos!
Ningishzidda se hizo un diván de hierba junto a las jaulas de entre los árboles;
estuvo observando a los Terrestres día y noche para determinar sus acciones.
¡En verdad, los vio emparejarse, los varones inseminaban a las hembras!
Pero no había concepción, no había nacimientos. '

Enki ponderó el asunto en profundidad, reflexionó sobre las criaturas combinadas;
¡Ninguna, ninguna de ellas ha tenido descendencia!
¡Al combinar dos especies, se ha creado una maldición!, dijo Enki a Id demás.
¡Examinemos de nuevo las esencias de Adamu y Ti-Amat!, dijo NÜ-gishzidda.
¡Estudiemos poco a poco sus ME para averiguar lo que está mal!

En Shurubak, en la Casa de Sanación, se contemplaron las esencias de
Adamu y Ti-Amat, se compararon con las esencias vitales de varones y hembras Anunnaki. Ningishzidda separó las esencias como dos serpientes entrelazadas,
las esencias estaban dispuestas como veintidós ramas en un Árbol de la Vida,
sus porciones eran comparables, determinaban adecuadamente las imágenes y semejanzas.
Veintidós eran en número; ¡no incluían la capacidad de procrear!

Ningishzidda les mostró a los demás otras dos porciones de la esencia presentes en los Anunnaki. Una masculina, otra femenina; ¡sin ellas, no había procreación! Así les
explicaba él a ellos.

¡En los moldes de Adamu y Ti-Amat, en la combinación no se incluyeron! Ninmah escuchó esto y se quedó muy turbada; Enki se vio inundado de frustración. ¡El clamor en el Abzu es grande, se está preparando de nuevo el motín! Así
les dijo Enki. ¡Hay que procurar Trabajadores Primitivos, para que no se deje de extraer oro!
Ningishzidda, experto en estos asuntos, propuso una solución; a sus mayores, Enki y Ninmah, les dijo en un susurro en la Casa de Sanación.

Entre todos, hicieron salir a las heroínas que ayudaban a Ninmah, cerraron las puertas tras ellos, y se quedaron los tres a solas con los dos Terrestres. Ningishzidda hizo descender un profundo sueño sobre los otros cuatro,
a los cuatro hizo insensibles. De la costilla de Enki extrajo la esencia vital, en la costilla de Adamu insertó la esencia vital de Enki; de la costilla de Ninmah extrajo la esencia vital, en la costilla de Ti-Amat insertó la esencia vital.

Allí donde se hicieron las incisiones, Ningishzidda cerró la carne después. Luego, Ningishzidda los despertó a los cuatro. ¡Ya está hecho!, declaró
con orgullo.
¡Al Árbol de la Vida de ellos se le han añadido dos ramas, con fuerzas procreadoras se han entrelazado ahora sus esencias vitales! ¡Dejémosles vagar libremente, que se conozcan entre sí como una sola carne!, dijo Ninmah. En los huertos del Edin se puso a Adamu y a Ti-Amat para que vagaran libremente.

Tomaron conciencia de su desnudez, se hicieron conscientes de su virilidad y su femineidad.
Ti-Amat se hizo un mandil de hojas, para distinguirse de las bestias salvajes.
Enlil paseaba por el huerto con el calor del día, disfrutaba de las sombras.
Se encontró de improviso con Adamu y con Ti-Amat, se dio cuenta de los mandiles con los que cubrían su bajo vientre.

¿Qué significa esto?, preguntó Enlil; Enki le convocó para explicárselo. Enki le explicó a Enlil el asunto de la procreación: Los siete y siete han fracasado, le admitió a Enlil;
Ningishzidda examinó las esencias vitales, ¡hacía falta una combinación adicional!
Grande fue el enfado de Enlil, furiosas eran sus palabras:
Nada de todo esto era de mi agrado, yo me oponía a que actuáramos como Creadores.
¡El ser que necesitamos ya existe! Eso dijiste tú, Enki.

¡Todo lo que tenemos que hacer es poner nuestra señal en él, para así forjar a los Trabajadores Primitivos!
¡A las mismas heroínas sanadoras se las ha hecho correr riesgos, a Ninmah y a Ninki se les ha puesto en peligro, todo en vano, tu obra era un fracaso!
¡Ahora les has dado a estas criaturas las últimas porciones de nuestra esencia vital,
para que sean como nosotros en el conocimiento de la procreación, quizás para conferirles a ellos nuestros ciclos vitales!

Así, con palabras iracundas, habló Enlil.
Enki llamó a Ninmah y a Ningishzidda para apaciguar con sus palabras a Enlil.
¡Mi señor Enlil!, dijo Ningishzidda. ¡Han recibido el conocimiento de la procreación,
pero no se les ha dado la rama de la Larga Vida en su árbol esencial! Después habló Ninmah, le dijo a su hermano Enlil:
¿Qué elección teníamos, hermano mío? ¿Que acabara todo en el fracaso, que afrontara Nibiru su fatídica suerte, intentar, intentar, intentar, y hacer que asuman el trabajo los Terrestres a través de la procreación?

¡Entonces, que estén donde se les necesita!, dijo Enlil furioso. ¡Al Abzu, lejos del Edin, sean expulsados!

Las Palabras del Señor Enki

LA SÉPTIMA TABLILLA

¡Al Abzu, lejos del Edin, sean expulsados!
Así lo ordenó Enlil; Adamu y Ti-Amat fueron expulsados desde el Edin al Abzu.
Enki los puso en un recinto entre los árboles; los dejó para que se conocieran.
Enki vio con alegría lo que Ningishzidda había provocado: Ti-Amat estaba retozando con un niño.
Ninmah vino para observar el parto: ¡un hijo y una hija, gemelos, les han
nacido a los Seres Terrestres!
Ninmah y Enki veían a los recién nacidos con asombro, era una maravilla como crecían y se desarrollaban; los días eran como meses, los meses acumulaban años para la Tierra. ¡Para cuando Adamu y Ti-Amat tuvieron otros hijos e hijas, los primeros ya estaban procreando por sí mismos!

Antes de que hubiera pasado un Shar de Nibiru, los Terrestres estaban pro-liferando.
A los Trabajadores Primitivos se les había dotado de entendimiento, entendían los mandatos; estaban anhelando estar con los Anunnaki, trabajaban duro y bien con sus raciones de comida, no se quejaban del calor ni del polvo, no refunfuñaban diciendo estar derrengados; los Anunnaki del Abzu se vieron liberados de las penurias del trabajo.

El vital oro iba llegando a Nibiru,
la atmósfera de Nibiru iba sanando lentamente;
La Misión-Tierra proseguía para satisfacción de todos
Entre los Anunnaki, Aquellos Que del Cielo a la Tierra Vinieron, también
había desposorios y procreación.

Los hijos de Enlil y Enki, de entre hermanas y hermanastras, de entre heroínas sanadoras tomaron esposas. A ellos, les nacieron hijos e hijas en la Tierra;
Aunque estaban dotados con los ciclos vitales de Nibiru, se vieron acelerados por los ciclos de la Tierra.
El que aún había estado en pañales en Nibiru, en la Tierra se había convertido en niño; el que había comenzado a gatear estando en Nibiru, naciendo en la Tierra
ya estaba corriendo por ahí.

Mucha alegría hubo cuando les nacieron gemelos a Nannar y Ningal, una hija y un hijo tuvieron; Ningal les llamó Inanna y Utu. ¡Con ellos, se hacía presente la tercera generación de Anunnaki en la Tierra! Se les asignaron trabajos a los descendientes de los líderes; se repartieron algunas faenas de antaño, entre los descendientes se hacían más fáciles;
A las faenas de antaño, se les añadían nuevas tareas. Sobre la Tierra el calor era creciente, la vegetación florecía, criaturas salvajes recorrían la tierra; las lluvias eran más fuertes, los ríos manaban, había que reparar las moradas. Sobre la Tierra cada vez hacía más calor, las zonas de blanca nieve se fundían en agua, los océanos no contenían las barreras de los mares.

Desde las profundidades de la Tierra, los volcanes arrojaban fuego y azufre, el suelo temblaba cada vez que la Tierra se sacudía. En el Mundo Inferior, el lugar de color blanco de nieve, la Tierra gruñía; en la punta del Abzu, Enki estableció un lugar de observación, confió el mando a su hijo Nergal y a su esposa Ereshkigal. ¡Algo desconocido, algo insólito, se está fraguando allí abajo!, dijo Nergal a su padre, Enki. En Nibru-ki, el lugar del Enlace Cielo-Tierra, Enlil observaba las vueltas
celestes, comparaba los movimientos celestes con los ME-de las Tablillas de Destinos.
¡Hay alboroto en los cielos!, le dijo Enlil a su hermano Enki.

Desde el planeta Lahmu, el lugar de la estación de paso, Marduk se quejaba a Enki, su padre.
¡Fuertes vientos están perturbando, están levantando irritantes tormentas de polvo!
Estas palabras le transmitió Marduk a su padre, Enki: ¡En el Brazalete Repujado está habiendo trastornos! Sobre la Tierra, caía azufre del cielo.

Demonios despiadados que causaban estragos, se acercaban violentamente a la Tierra, se inflamaban con fuegos llameantes en el cielo.

Traían la oscuridad a un día claro, hacían estragos con tormentas y Vientos Malignos.
Estaban atacando la Tierra como proyectiles pétreos, Kingu, la Luna de la Tierra, y Lahmu también, se veían afligidos por estos estragos, ¡los rostros de los tres se veían cubiertos con innumerables señales!
Enlil y Enki le transmitieron a Anu, el rey, palabras urgentes, alertaron a los sabios de Nibiru:
¡La Tierra, la Luna y Lahmu se enfrentan a una calamidad desconocida!

Desde Nibiru, los sabios respondieron; sus palabras no calmaron los corazones de los líderes:
en los cielos, la familia del Sol estaba tomando posiciones, los celestiales, de los cuales la Tierra es el séptimo, estaban eligiendo lugares. En los cielos, Nibiru se aproximaba, se acercaba a la morada del Sol. Nibiru se veía perturbado por los siete, en una hilera dispuestos, el sendero a través del Brazalete Repujado había desaparecido, ¡había estado desplazando trozos y piezas del Brazalete! Despojado de la barrera celestial, Lahamu con Mummu se agazapaban cerca del Sol, en los cielos, Lahamu había abandonado su gloriosa morada, se veía atraída hacia Nibiru, el rey celestial, ¡una reina del cielo deseaba ser! Para contenerla, Nibiru hizo aparecer un monstruoso demonio desde la profundidad celestial.

Un monstruo que perteneció una vez al ejército de Tiamat, forjado en la Batalla Celestial, desde la profundidad celestial se abrió camino, despertado de su sueño por Nibiru. Como un dragón flameante, se extendía desde el horizonte hasta la mitad del cielo, una legua tenía su cabeza, cincuenta leguas de largo tenía, su cola era impresionante.

Por el día, oscurecía los cielos de la Tierra.
Por la noche, arrojaba un hechizo de oscuridad sobre el rostro de la Luna. A sus hermanos, los celestiales, Lahamu pidió ayuda: ¿Quién se enfrentará al dragón, quién lo detendrá y lo matará?, preguntaba. Sólo el valiente Kingu, en otro tiempo protector de Tiamat, se adelantó para responder.
Kingu se apresuró para interceptar al dragón en su sendero: Fiero fue el encuentro, una tempestad de nubes se levantó sobre Kingu; Kingu se sacudió hasta sus cimientos, la Luna se estremeció y tembló por el impacto.

Después, el trastorno celeste se calmó, Nibiru volvía a su distante morada en lo Profundo, Lahamu no abandonó su lugar de morada, los proyectiles pétreos cesaron en su lluvia sobre la Tierra y Lahmu. Enki y Enlil se reunieron con Marduk y Ninurta, emprendieron la inspección de los estragos.
Enki inspeccionó los cimientos de la Tierra, examinó lo que había acontecido con sus plataformas. Midió las profundidades de los océanos, exploró las montañas de oro
y cobre de los lejanos rincones de la Tierra. No habrá escasez del oro vital. Así dijo Enki. En el Edin, Ninurta fue el inspector, donde las montañas temblaron y los
valles se estremecieron, en su nave celeste, se elevó y viajó. La Plataforma de Aterrizaje estaba intacta; ¡en los valles del norte, la Tierra derramaba líquidos ígneos! Así le contaba Ninurta a su padre, Enlil; descubrió brumas sulfúricas y betunes.

En Lahmu, la atmósfera estaba dañada, las tormentas de polvo interferían con la vida y con el trabajo.
Así le decía Marduk a Enki. ¡Deseo volver a la Tierra!, desveló a su padre.
Enlil volvió de nuevo sobre sus antiguos planes, reconsideró las ciudades que había planeado y sus funciones.
¡Hay que establecer en el Edin un Lugar del Carro!, les dijo a los demás. Les mostró los antiguos diseños del trazado sobre la tablilla de cristal.

El transporte desde el Lugar de Aterrizaje hasta la estación de paso en
Lahmu ya no es seguro, ¡tenemos que ser capaces de subir hasta Nibiru desde la Tierra! Así les habló Enlil.
Desde el primer amerizaje, se contaban ya ochenta Shars.

Viene ahora el relato del viaje a la Luna de Enki y Marduk, y de cómo Enki determinó los tres Caminos del Cielo y las constelaciones.
¡Que se establezca el Lugar de los Carros, cerca de Bad-Tibira, la Ciudad del Metal,
desde allí, llévese el oro directamente desde la Tierra a Nibiru en los carros! Estas palabras les dijo Ninurta, el comandante de Bad-Tibira.

Enlil tuvo en cuenta las palabras de Ninurta, su hijo; estaba orgulloso de la sabiduría de su hijo.
Enlil le transmitió rápidamente el plan a Anu, el rey, diciéndole estas palabras:
Que se establezca un Lugar de Carros Celestiales en el Edin, que se construya cerca del lugar donde se funde y se refina el mineral de oro.
¡Llévese el oro puro en los carros directamente desde la Tierra hasta Nibiru, que héroes y suministros sean traídos directamente a la Tierra desde Nibiru!
¡De gran mérito es el plan de mi hermano!, dijo Enki a su padre Anu. Pero una gran desventaja alberga en su núcleo:
¡la atracción de la red de la Tierra es mucho mayor que la de Lahmu; para
superarla, nuestras energías quedarán exhaustas!

Antes de que haya prisa por decidir, examinemos una alternativa:
¡cerca de la Tierra hay un acompañante, se trata de la Luna! La atracción de su red es más pequeña, de ahí que se precise poco esfuerzo para ascender y descender. ¡Considerémosla como estación de paso, que se nos permita a Marduk y
a mí viajar hasta allí!

Anu, el rey, presentó a la consideración de consejeros y sabios los dos planes. ¡Examínese primero la Luna!, le aconsejaron al rey. ¡Examínese primero la Luna!, transmitió Anu la decisión a Enki y a Enlil. Enki se alegró enormemente; la Luna siempre le había resultado atractiva, siempre se había preguntado si habría aguas ocultas en algún lugar, y qué atmósfera poseía.

En las noches de insomnio, había observado embelesado su frío disco plateado, sus crecientes y decrecientes jugaban con el Sol, y se le antojaba una maravilla entre las maravillas. Enki deseaba descubrir los secretos que la Luna conservaba desde el
Principio.

En una nave espacial, hicieron Enki y Marduk su viaje hasta la Luna; tres veces circundaron a la compañera de la Tierra, observaron la profunda herida que le había causado el dragón, la cara de la Luna estaba marcada con muchas depresiones, obra de los destructivos demonios. En un lugar de ondulantes colinas hicieron descender la nave espacial, en su mitad aterrizaron; desde aquel lugar pudieron observar la Tierra y la amplitud de los cielos. Tuvieron que ponerse los cascos de águilas; la atmósfera era insuficiente para respirar.

Dieron un paseo con facilidad, fueron en esta y en aquella dirección; la obra del maligno dragón fue de sequedad y desolación. ¡No se parece a Lahmu, no es adecuado para una estación de paso!, dijo Marduk a su padre.

¡Vamonos de este lugar, volvamos a la Tierra! ¡No te precipites, hijo mío! Así le dijo Enki a Marduk. ¿Acaso no estás hechizado con la danza celestial de la Tierra, la Luna y el Sol?
Desde aquí, la visión está despejada, la región del Sol está a mano, la Tierra no cuelga de nada, como un globo en el vacío.
¡Con nuestros instrumentos, podemos explorar los cielos distantes,
en esta soledad podemos admirar la obra del Creador de Todo!
¡Quedémonos, observemos las vueltas, cómo circunda la Luna a la Tierra,
cómo hace sus vueltas la Tierra alrededor del Sol!
Así le hablaba Enki a su hijo Marduk, excitado por lo que veía.

Marduk se persuadió con las palabras de su padre; hicieron su morada en la nave espacial.
Durante una vuelta de la Tierra, durante tres vueltas, permanecieron en la Luna;
midieron sus movimientos con respecto a la Tierra, calcularon la duración de un mes.
Durante seis vueltas de la Tierra, durante doce vueltas alrededor del Sol, midieron el año de la Tierra.
Tomaron nota de cómo se emparejaban ambos, haciendo desaparecer a las luminarias.
Después, prestaron atención a la región del Sol, estudiaron los senderos de Mummu y de Lahamu.
Junto con la Tierra y la Luna, Lahmu constituía la segunda región del Sol,
Seis eran los celestiales de las Aguas Inferiores. Así le explicó Enki a Marduk.

Seis eran los celestiales de las Aguas Superiores, estaban más allá de la
barrera, del Brazalete Repujado:
Anshar y Kishar, Anu y Nudimmud, Gaga y Nibiru; éstos eran los otros seis, eran doce en total, doce era la cuenta del Sol y su familia. De los trastornos más recientes, Marduk inquirió a su padre:
¿Por qué han tomado plazas en una hilera siete celestiales? Así preguntó a su padre.
Enki consideró entonces sus vueltas alrededor del Sol;
Enki observó con atención la gran banda de éstos alrededor del Sol, su progenitor,
las posiciones de la Tierra y la Luna marcó Enki en un mapa, Por los movimientos de Nibiru, no descendiente del Sol, esbozó la anchura de la gran banda.
El Camino de Anu, el rey, decidió Enki nombrarla.

En la amplitud de los cielos profundos, padre e hijo observaron las estrellas;
Enki estaba fascinado con sus proximidades y agrupamientos.
Dibujó imágenes de doce constelaciones, de horizonte a horizonte, en toda
la vuelta de los cielos. En la Gran Banda, el Camino de Anu, emparejó a cada una con los doce de la familia del Sol, a cada una le designó una estación, por nombres serían llamadas. Luego, en los cielos por debajo del Camino de Anu, por donde Nibiru se aproxima al Sol, diseñó un camino parecido a una banda, lo designó el Camino de Enki; también le asignó a él doce constelaciones por sus formas. A los cielos por encima del Camino de Anu, a la Hilera Superior, la llamó el Camino de Enlil, también agrupó allí las estrellas en doce constelaciones. Treinta y seis fueron las constelaciones de estrellas, en los tres Caminos estaban ubicadas.

En lo sucesivo, cuando Nibiru se acerque y se vaya, desde la Tierra su curso será conocido por las estaciones de estrellas, ¡Así se designará la posición de la Tierra mientras viaja alrededor del Sol! Enki le indicó a Marduk el inicio del ciclo, la medida del Tiempo Celestial: Cuando llegué a la Tierra, la estación a la que di final, la Estación de los Peces fue nombrada,
¡La nombré con mi propio nombre! «El de las aguas». Así dijo Enki, con satisfacción y orgullo, a su hijo Marduk. Tu sabiduría abarca los cielos, tus enseñanzas sobrepasan mi propia comprensión, ¡pero en la Tierra y en Nibiru, el conocimiento y el gobierno andan separados! Así le dijo Marduk a su padre. ¡Hijo mío! ¡Hijo mío! ¿Qué es lo que no sabes, qué es lo que echas en falta?, le dijo Enki.

¡Los secretos de los cielos, los secretos de la Tierra he compartido contigo! ¡Ay, padre mío!, dijo Marduk. Había angustia en su voz. Cuando los Anunnaki en el Abzu dejaron de trabajar y te pusiste a forjar al Trabajador Primitivo, no mi madre, sino Ninmah, la madre de Ninurta, para ayudarte fue convocada, no yo, sino Ningishzidda, de mí el más joven, para ayudarte fue invitado, ¡con ellos, no conmigo, tus conocimientos de la vida y la muerte compartiste!
¡Hijo mío!, le respondió Enki a Marduk. ¡A tu mandato fue dado de los Igigi y Lahmu ser supremo!
¡Ay, padre mío!, le dijo Marduk. ¡De la supremacía, por el hado hemos sido privados!

Tú, padre mío, eres el Primogénito de Anu; sin embargo, Enlil, y no tú, es
el Heredero Legal; tú, padre mío, fuiste el primero en amerizar y en fundar Eridú,
sin embargo, Eridú está en los dominios de Enlil, los tuyos están en el distante Abzu.
Yo soy tu Primogénito, de tu esposa legítima en Nibiru nací, sin embargo, el oro se reúne en la ciudad de Ninurta, para de allí enviarlo o retenerlo, la supervivencia de Nibiru está en sus manos, no en mis manos.

Ahora volvemos a la Tierra; ¿cuál será mi trabajo, el hado me destina a la fama y la realeza, o a ser humillado de nuevo?
En silencio, Enki abrazó a su hijo, en la desolada Luna le hizo una promesa:
¡Eso de lo cual se me ha privado a mí, tu destino futuro será!
¡Tu tiempo celestial llegará, una estación mía junto a la tuya habrá!
Viene ahora el relato de Sippar, el Lugar de los Carros en el Edin, y de cómo los Trabajadores Primitivos volvieron al Edin.

Durante muchas vueltas de la Tierra, padre e hijo estuvieron ausentes de la Tierra;
en la Tierra, no se llevaba a cabo ningún plan; en Lahmu, los Igigi estaban alborotados.
Enlil le transmitió a Anu palabras secretas, sus preocupaciones le transmitió a Anu desde Nibru-ki:
Enki y Marduk han ido a la Luna, durante incontables vueltas se han quedado allí.
Sus acciones son un misterio, no se sabe lo que están tramando; Marduk ha abandonado la estación de paso de Lahmu, los Igigi están ansiosos, la estación de paso se ha visto afectada por tormentas de polvo, los daños que pueda haber nos son desconocidos.

El Lugar de los Carros en el Edin debe ser construido, desde allí se llevará el oro directamente de la Tierra a Nibiru, a partir de entonces, ya no será necesaria una estación de paso en Lahmu; ése es el plan de Ninurta, su entendimiento es grande en estas materias, ¡Establézcase el Lugar de los Carros en Bad-Tibira, sea Ninurta su primer comandante!

Anu dio mucha consideración a las palabras de Enlil; a Enlil, una respuesta le dio:
Enki y Marduk están volviendo a la Tierra;
¡Escuchemos primero sus palabras de lo que en la Luna han descubierto! De la Luna partieron Enki y Marduk, a la Tierra regresaron; dieron cuenta de las condiciones allí; ¡no es viable una estación de paso ahora!, informaron.
¡Que se construya el Lugar de los Carros!, dijo Anu. ¡Sea Marduk su comandante!, dijo Enki a Anu. ¡Esa tarea está reservada para Ninurta!, gritó Enlil con rabia. ¡Ya no hace falta comando para los Igigi, Marduk tiene conocimientos de esos trabajos,
que se haga cargo Marduk del Pórtico del Cielo! Así le dijo Enki a su padre. Anu reflexionó sobre el asunto con preocupación: ¡Ahora los hijos se ven afectados por las rivalidades!

Con sabiduría estaba dotado Anu, con sabiduría tomó sus decisiones: El Lugar de los Carros para conducir el oro por nuevos caminos está designado, pongamos en manos de una nueva generación lo que viene a partir de ahora.
Ni Enlil, ni Enki, ni Ninurta, ni Marduk estarán al mando, ¡que asuma la responsabilidad la tercera generación, sea Utu el comandante! ¡Construyase el Lugar de los Carros Celestiales, sea su nombre Sippar, Ciudad Pájaro!

Ésta fue la palabra de Anu; inalterable fue la palabra del rey.
La construcción comenzó en el Shar ochenta y uno, se siguieron los planos de Enlil.
Nibru-ki estaba en el centro, Enlil lo designó como Ombligo de la Tierra,
por su ubicación y por distancias, las ciudades de antaño se situaron como
en círculos, se dispusieron como una flecha, desde el Mar Inferior hacia las montañas él trazó una línea sobre los picos gemelos de Arrata, hasta los cielos en
norte, donde la flecha intersectaba la línea de Arrata, marcó el lugar de Sippar, el Lugar de los Carros de la Tierra;
¡a él llevaba directamente la flecha, desde Nibru-ki estaba exactamente ubicado por un círculo igual!
Ingenioso era el plan, todos se maravillaban por su precisión.

En el octuagésimosegundo Shar se terminó la construcción de Sippar; se le dio el mando al héroe Utu, nieto de Enlil. Se forjó para él un casco de águila, se decoró con alas de águila.
Anu llegó en el primer carro que, desde Nibiru, vino directamente hasta Sippar;
deseaba ver por sí mismo las instalaciones, quería maravillarse con lo que se había conseguido.
Para la ocasión, los Igigi, comandados por Marduk, bajaron de Lahmu a la Tierra,
desde el Lugar de Aterrizaje y desde el Abzu vinieron los Anunnaki.

Hubo palmadas en las espaldas y vítores, fiesta y celebración.
Inanna, nieta de Enlil, obsequió a Anu con cantos y danzas; antes de partir, Anu convocó a los héroes y a las heroínas.
¡Una nueva era ha comenzado! Así les dijo.
¡Con el suministro directo de la salvación dorada, el fin del duro trabajo está próximo!

En el momento haya suficiente oro de protección amontonado y almacenado en Nibiru, podrá reducirse el trabajo en la Tierra, ¡héroes y heroínas volverán a Nibiru! Esto prometió Anu, el rey, a los allí reunidos, les transmitió una gran esperanza:
¡Unos cuantos Shars más de duro trabajo, y volverán a casa!
Anu ascendió de vuelta a Nibiru con mucha pompa; oro, oro puro llevaba
con él. Utu llevó a cabo su nueva tarea con cariño; Ninurta conservó el mando en
Bad-Tibira.

Marduk no volvió a Lahmu; tampoco fue al Abzu con su padre. Deseaba vagar por todas las tierras, recorrer la Tierra en su nave celeste, de los Igigi, algunos en Lahmu, otros en la Tierra, se hizo a Utu comandante. Tras el regreso de Anu a Nibiru, los líderes en la Tierra tenían grandes expectativas:
esperaban que los Anunnaki trabajaran con renovado vigor. Amasar rápidamente oro, para volver a casa cuanto antes. ¡Pero eso, ay, no fue lo que vino a suceder! En el Abzu, las expectativas de los Anunnaki no eran las de continuar con el duro trabajo, sino las de liberarse de él,
¡ahora que los Terrestres están proliferando, que se encarguen ellos del trabajo!
Así decían los Anunnaki en el Abzu.

En el Edin, los trabajos eran mayores; hacían falta más moradas, más provisiones. Los héroes del Edin exigieron Trabajadores Primitivos, hasta entonces confinados en el Abzu, ¡Durante cuarenta Shars, sólo se ha proporcionado alivio en el trabajo en
el Abzu!, gritaban los héroes en el Edin, nuestro trabajo se ha incrementado más allá de toda resistencia, ¡tengamos también Trabajadores! Mientras Enki y Enlil debatían el asunto, Ninurta tomó la decisión en sus manos:
dirigió una expedición hasta el Abzu con cincuenta héroes, iban pertrechados con armas.
En los bosques y las estepas del Abzu, persiguieron a los Terrestres, con redes los capturaron, llevaron varones y hembras al Edin.

Los entrenaron para hacer todo tipo de faenas, tanto en los huertos como en las ciudades.
Enki se enfadó con lo sucedido, también se enfureció Enlil:
¡Has revocado mi decisión de expulsar a Adamu y a Ti-Amat! Así le dijo Enlil a Ninurta.
¡Para que no se repitiera en el Edin el motín que hubo una vez en el Abzu!
Así le dijo Ninurta a Enlil. Con los Terrestres en el Edin, los héroes se calmarán,
¡unos cuantos Shars más, y no habrá de qué preocuparse! Así dijo Ninurta
a Enlil.

Enlil no se apaciguó; ¡Así sea!, le dijo refunfuñando a su hijo.
¡Amontónese con rapidez el oro, volvamos todos pronto a Nibiru!
En el Edin, los Anunnaki observaban con admiración a los Terrestres:
Tienen inteligencia, comprenden las órdenes.
Se encargaron de todo tipo de faenas; iban desnudos al realizar sus trabajos.
Entre ellos, varones y hembras se emparejaban constantemente, proliferaban con rapidez:
¡En un Shar, a veces cuatro, a veces más, tenían lugar sus generaciones!
Mientras los Terrestres crecieran en número, tendrían trabajadores los Anunnaki,
los Anunnaki no se saciaban con los alimentos; en las ciudades y en los huertos, en los valles y en las colinas, los Terrestres estaban buscando comida constantemente.

En aquellos días, todavía no se habían hecho los cereales, no había ovejas, aún no se había creado el cordero.
Acerca de todo esto, Enlil le dijo palabras airadas a Enki:
¡Con tus actos has generado confusión, así que busca tú la salvación!
Viene ahora el relato de cómo vino a ser el Hombre Civilizado, de cómo se creó, mediante un secreto de Enki, a Adapa y a Titi en el Edin.
Con la proliferación de los Terrestres, Enki estaba complacido, Enki estaba preocupado; el grupo de los Anunnaki se había acomodado en gran medida, su descontento había decrecido, con la proliferación, los Anunnaki rehuían el trabajo, los trabajadores se estaban convirtiendo en siervos.

Durante siete Shars, el grupo de los Anunnaki se acomodó mucho, su descontento disminuyó.
Con la proliferación de los Terrestres, lo que crecía por sí solo era insuficiente para todos; en tres Shars más hubo escasez de pescado y de caza, ni Anunnaki, ni
Terrestres quedaban saciados con lo que por sí mismo crece. En su corazón, Enki estaba planeando una nueva empresa; concebía la creación de una Humanidad Civilizada. ¡Cereales que sean sembrados por ellos para ser cultivados, ovejas para
que las apacienten! En su corazón, Enki estaba planeando una nueva empresa; reflexionaba sobre cómo conseguirlo.

Observó para estos planes a los Trabajadores Primitivos del Abzu, reflexionó sobre los Terrestres en el Edin, en las ciudades y en los huertos. ¿Qué se les podría adecuar para los trabajos? ¿Qué hay que no se haya combinado en la esencia vital?
Observó a los descendientes de los Terrestres, constató algo alarmante: ¡Con la repetición de las cópulas, se estaban degradando hacia sus antepasados salvajes!

Enki estuvo mirando por las zonas pantanosas, navegó por los ríos y observó;
con él, sólo iba Isimud, su visir, el que guardaba los secretos. Vio que en la orilla del río se bañaban y retozaban unos Terrestres; entre ellos, había dos hembras de salvaje belleza, firmes eran sus senos. Contemplándolas, el falo de Enki se humedeció, tenía un ardiente deseo. ¿Les doy un beso a las jóvenes?, le preguntó Enki a su visir Isimud. Llevaré la embarcación hasta allí, ¡besa a las jóvenes!, le dijo Isimud a Enki. Isimud dirigió la barca hasta allí, Enki saltó de la barca a tierra firme.

Enki llamó a una joven, ella le ofreció una fruta. Enki se inclinó hacia ella, la abrazó, en los labios la besó; dulces eran sus labios, firmes de madurez eran sus senos. En su matriz derramó su semen, en el apareamiento la conoció. Ella guardó en su vientre el sagrado semen, quedó fecundada con el semen del señor Enki.

Enki llamó a la segunda joven, ella le ofreció bayas del campo.
Enki se inclinó hacia ella, la abrazó, en los labios la besó; dulces eran sus labios, firmes de madurez eran sus senos.
En su matriz derramó su semen, en el apareamiento la conoció.
Ella guardó en su vientre el sagrado semen, quedó fecundada con el semen
del señor Enki.
¡Quédate con las jóvenes, por ver si quedan embarazadas!
Así le dijo Enki a su visir Isimud.

Isimud se sentó junto a las jóvenes; hacia la cuarta cuenta aparecieron sus abultamientos.
Hacia la décima cuenta, la novena se había completado, la primera joven se puso en cuclillas y dio a luz, de ella nació un niño; la segunda joven se puso en cuclillas y dio a luz, de ella nació una niña. Al amanecer y al crepúsculo, lo cual delimita un día, en el mismo día dieron a luz las dos, como las Llenas de Gracia, Amanecer y Crepúsculo, a partir de entonces se les conoció en las leyendas. En el nonagésimotercer Shar, engendrados por Enki, nacieron los dos en
el Edin.

Isimud llevó rápidamente a Enki noticia de los alumbramientos.
Enki estaba en éxtasis con los alumbramientos: ¡Quién había oído hablar de algo así!
¡Se consiguió la concepción entre Anunnaki y Terrestres, he traído al ser al Hombre Civilizado! Enki dio instrucciones a su visir, Isimud: ¡Mi acción debe permanecer en
secreto! Que los recién nacidos sean amamantados por sus madres; después de eso, los traerás a mi casa, ¡Entre las aneas, en cestas de junco, los he encontrado!, dijo Isimud a todo el mundo.

Ninki tomó cariño a los expósitos, los crió como a sus propios hijos. Adapa, el Expósito, llamó al niño; Titi, Una con Vida, llamó a la niña. A diferencia del resto de niños Terrestres, la pareja era: de crecimiento más lento que los Terrestres, mucho más rápidos de comprensión; estaban dotados de inteligencia, eran capaces de hablar con palabras.
Hermosa y agradable era la niña, muy diestra con las manos;
Ninki, la esposa de Enki, le tomó cariño a Titi; le enseñó todo tipo de oficios.
A Adapa, fue el mismo Enki quien le enseñó, le instruyó en cómo hacer anotaciones.
Enki le mostró orgulloso a Isimud sus logros,
¡he creado al Hombre Civilizado!, le dijo a Isimud.

¡De mi simiente, ha sido creado un nuevo tipo de Terrestre, a mi imagen y
semejanza!
De las semillas, harán crecer alimentos; y apacentarán ovejas, ¡a partir de entonces, los Anunnaki y los Terrestres quedarán saciados! Enki envió palabras a su hermano Enlil; Enlil vino desde Nibru-ki hasta Eridú.
¡En el desierto, ha aparecido un nuevo tipo de Terrestre!, dijo Enki a Enlil. Son rápidos en aprender, se les pueden enseñar conocimientos y oficios. Que se nos traigan de Nibiru semillas de las que se siembran, que se nos traigan de Nibiru ovejas para repartir por la Tierra, enseñemos a esta nueva raza de Terrestres la agricultura y el pastoreo, ¡saciémonos juntos Anunnaki y Terrestres! Así le dijo Enki a Enlil. ¡Ciertamente, son similares a nosotros los Anunnaki en muchos aspectos!,
dijo Enlil a su hermano. ¡Es una maravilla de maravillas que hayan aparecido por sí mismos en el desierto!

Llamaron a Isimud. ¡Entre las aneas, en cestas de juncos, los encontré!, dijo. Enlil ponderó el asunto con gravedad, sacudía la cabeza con asombro. ¡Ciertamente, es una maravilla de maravillas, que haya emergido una nueva raza de Terrestres,
que la misma Tierra haya hecho un Hombre Civilizado, se les puede enseñar agricultura y pastoreo, oficios y elaboración de herramientas!
Así le decía Enlil a Enki. ¡Enviemos palabras a Anu de la nueva raza! Se transmitieron palabras de la nueva raza a Anu, en Nibiru. ¡Que se nos envíen semillas que puedan ser plantadas y ovejas para el pastoreo!
Esto sugirieron Enki y Enlil a Anu.
¡Que el Hombre Civilizado sacie a los Anunnaki y a los Terrestres!

Anu escuchó las palabras, quedó asombrado con ellas:
¡Que un tipo de esencias vitales lleve a otro no es algo inaudito!, les dijo en respuesta.
¡Pero nunca se había oído algo así, que en la Tierra apareciera tan rápidamente un Hombre Civilizado a partir del Adamu!
Para la siembra y el pastoreo hará falta un gran número; ¿son capaces de proliferar los seres?
Mientras los sabios de Nibiru reflexionaban sobre el asunto, en Eridú ocurrían cosas importantes:
Adapa conoció a Titi en el apareamiento, él derramó su semen en su matriz.

Hubo concepción, hubo alumbramiento:
¡Titi alumbró gemelos, dos hermanos!
Se transmitieron palabras del nacimiento a Anu en Nibiru:
¡La pareja es compatible para la concepción, pueden proliferar!
¡Que se repartan por la Tierra semillas que se puedan sembrar y ovejas para el pastoreo, que comience la agricultura y la ganadería en la Tierra, saciémonos todos! Así dijeron Enki y Enlil a Anu en Nibiru.

¡Permanezca Titi en Eridú, para amamantar y cuidar de los recién nacidos, tráigase a Nibiru a Adapa, el Terrestre! Así pronunció su decisión Anu.

Las Palabras del Señor Enki

LA OCTAVA TABLILLA

¡Tráigase a Nibiru a Adapa, el Terrestre! Así pronunció su decisión Anu.
A Enlil no le complacía la decisión: ¡Quién iba a pensar esto, que forjado por un Trabajador Primitivo, el ser se haría como nosotros, dotado de conocimiento, que entre el Cielo y la Tierra viajaría!
En Nibiru, beberá de las aguas de la larga vida, comerá el alimento de la larga vida,
¡como uno de nosotros, los Anunnaki, el de la Tierra se convertirá! Así decía Enlil a Enki y a los demás líderes. Enki tampoco estaba complacido con la decisión de Anu; después de que hablara Anu, su rostro se puso sombrío. Después de que hablara Enlil, Enki se mostró de acuerdo con su hermano Enlil:
¡Es cierto, quién lo iba a pensar! Así dijo Enki a los demás. Los hermanos se sentaron y reflexionaron; Ninmah también se sentó con ellos para deliberar. ¡El mandato de Anu no se puede evitar!, les dijo ella.

¡Que nuestros jóvenes acompañen a Adapa a Nibiru, su miedo a disminuir, se le explique a Anu! Así dijo Enki a los demás. ¡Que Ningishzidda y Dumuzi sean sus acompañantes, y que, de paso, vean con sus propios ojos Nibiru por vez primera!
Ninmah apoyó la sugerencia: Nuestros jóvenes, nacidos en la Tierra, se están olvidando de Nibiru, sus ciclos vitales se están viendo superados por los de la Tierra;
viajen los dos hijos de Enki, sin casar todavía, a Nibiru, ¡Quizás encuentren novias allí para sí mismos!

Cuando llegó a Sippar la siguiente cámara celestial procedente de Nibiru, Ilabrat, un visir de Anu, salió de la cámara. ¡Vengo en busca del Terrestre Adapa! Así dijo a los líderes.
Los líderes le presentaron a Adapa a Ilabrat; también le mostraron a Titi y a sus hijos.

¡Ciertamente, tienen nuestra imagen y semejanza! Así dijo Ilabrat. Se le presentaron a Ilabrat a Ningishzidda y a Dumuzi, hijos de Enki. ¡Se les ha elegido para que acompañen a Adapa en su viaje!, le dijo Enki. ¡Anu estará complacido de ver a sus nietos! Así dijo Ilabrat. Enki convocó ante él a Adapa para darle instrucciones. A Adapa le dijo así: Adapa, a Nibiru, el planeta de donde hemos venido, vas a ir, ante Anu, nuestro rey, llegarás, ante su majestad se te presentará; ante él te inclinarás. ¡Habla sólo cuando se te pregunte, da breves respuestas a las preguntas!

Se te dará ropa nueva; ponte las prendas nuevas. Te darán un pan que no se encuentra en la Tierra; ¡el pan es mortal, no lo comas! Te darán un elixir en un cáliz para que lo bebas; ¡el elixir es mortal, no bebas de él! Contigo irán mis hijos, Ningishzidda y Dumuzi, ¡atiende a sus palabras, y vivirás!

Así instruyó Enki a Adapa. ¡Lo recordaré!, dijo Adapa. Enki convocó a Ningishzidda y a Dumuzi y les dio una bendición y consejo. Vais a ir ante Anu, el rey, mi padre; ante él os inclinaréis y le rendiréis pleitesía; no os encojáis ante príncipes, ni ante nobles, de ellos sois sus iguales. ¡Vuestra misión es traer a Adapa de vuelta a la Tierra, no os dejéis hechizar por las delicias de Nibiru! ¡Lo recordaremos!, dijeron Ningishzidda y Dumuzi. Enki abrazó al más joven, Dumuzi, le besó en la frente; Enki abrazó al sabio, a Ningishzidda, le besó en la frente. A hurtadillas, puso una tablilla sellada en la mano de Ningishzidda, ¡A mi padre, Anu, entregarás esta tablilla en secreto! Así le dijo Enki a Ningishzidda.

Después, partieron hacia Sippar los dos junto con Adapa, al Lugar de los Carros Celestiales fueron, ante Ilabrat, el visir de Anu, se presentaron los tres.

A Ningishzidda y a Dumuzi se les dio el atuendo de Igigi, se vistieron como águilas celestiales.
En cuanto a Adapa, se le afeitó su cabello suelto, se le dio un casco como el de un águila, en lugar de su taparrabos, le hicieron ponerse una vestimenta ajustada, se le puso entre Ningishzidda y Dumuzi en el interior de Lo Que Asciende. Cuando se dio la señal, el Carro Celestial rugió y se estremeció; Adapa se encogió de miedo y gritó: ¡El águila sin alas se está elevando!

Ningishzidda y Dumuzi le pusieron los brazos en los costados, con palabras tranquilas lo calmaron.
Cuando se elevaron en lo alto una legua, echaron un vistazo sobre la Tierra;
vieron sus tierras, separadas en partes por mares y océanos. Cuando estuvieron a dos leguas de altura, el océano se había hecho pequeño como una bañera, la tierra era del tamaño de una cesta.
Cuando estuvieron a tres leguas de altura, nuevamente echaron un vistazo al lugar del que habían partido; la Tierra era ahora una bola pequeña, tragada por un mar de oscuridad en la vastedad.
De nuevo, Adapa se agitó; se encogió y gritó: ¡Llevadme de vuelta!, gritó.

Ningishzidda puso la mano en la nuca de Adapa; en un instante, Adapa se tranquilizó.
Cuando aterrizaron en Nibiru, había mucha curiosidad, por ver a los hijos de Enki, nacidos en la Tierra, pero incluso más por encontrase con un Terrestre:
¡Ha llegado a Nibiru un ser de otro mundo! Así decían las masas.
Fueron llevados con Ilabrat al palacio, para ser lavados y perfumados con ungüentos.
Se les dieron vestimentas frescas y adecuadas;
Teniendo en cuenta las palabras de Enki, Adapa se puso las nuevas ropas. En el palacio, nobles y héroes se arremolinaban; en el salón del trono, se reunían los príncipes y los consejeros.

Ilabrat les llevó hasta el salón del trono, Adapa detrás de él; luego, los dos
hijos de Enki. En el salón del trono, ante Anu, el rey, se inclinaron; Anu se adelantó
desde su trono. ¡Mis nietos! ¡Mis nietos!, exclamaba. Abrazó a Dumuzi, abrazó a Nin
gishzidda, con lágrimas en los ojos los abrazó, los besó. Ofreció a Dumuzi que se sentara a su derecha, Ningishzidda se sentó a su izquierda.

Después, Ilabrat le presentó a Anu a Adapa, el Terrestre. ¿Entiende lo que hablamos?, le preguntó el rey a Ilabrat. ¡Por supuesto, le enseñó el señor Enki!, respondió Ilabrat. ¡Ven aquí!, dijo Anu a Adapa. ¿Cómo te llamas y cuál es tu ocupación? Adapa se adelantó, de nuevo se inclinó: ¡Mi nombre es Adapa, sirviente
del señor Enki!

Así habló Adapa; sus palabras causaron gran asombro. ¡Maravilla de maravillas la conseguida en la Tierra!, declaró Anu. ¡Maravilla de maravillas la conseguida en la Tierra!, exclamaron los reunidos.
¡Que se celebre, demos la bienvenida a nuestros invitados!, dijo Anu. Anu llevó a todos los que se habían reunido hasta el salón de banquetes, indicando alegremente hacia las mesas llenas.

En las mesas llenas, le ofrecieron a Adapa pan de Nibiru; Adapa no comió. En las mesas llenas, le ofrecieron a Adapa elixir de Nibiru; Adapa no bebió. Anu, el rey, quedó confundido con esto, estaba ofendido: ¿Por qué ha enviado Enki a Nibiru a este maleducado Terrestre, para revelarle los caminos celestes? ¡Venga, Adapa!, le dijo Anu a Adapa. ¿Por qué no comes ni bebes, por qué rechazas nuestra hospitalidad?

Mi maestro, el señor Enki, me ordenó: ¡No comas pan, no bebas elixir! Así respondió Adapa al rey Anu. ¡Qué extraño es esto!, dijo Anu. ¿Para qué le iba a prohibir Enki nuestra comida y nuestro elixir a un Terrestre?

Le preguntó a Ilabrat, le preguntó a Dumuzi; Ilabrat no sabía la respuesta, Dumuzi no pudo explicárselo.
Le preguntó a Ningishzidda. ¡Quizá se encuentre aquí la respuesta!, le dijo Ningishzidda a Anu.
Y entonces le dio a Anu, el rey, la tablilla secreta que había llevado escondida.
Anu estaba confuso, Anu estaba preocupado; se fue a su cámara privada para descifrar la tablilla.
Viene ahora el relato de Adapa, el progenitor de la Humanidad Civilizada, y de cómo por sus hijos, Ka-in y Abael, se dio inicio a la saciedad en la Tierra.

En su cámara privada, Anu rompió el sello de la tablilla, insertó la tablilla en el explorador para descifrar el mensaje de Enki.
¡Adapa nació por mi simiente de una mujer Terrestre! Así decía el mensaje de Enki.
Del mismo modo, Titi fue concebida por mi simiente en otra mujer Terrestre. Están dotados de sabiduría y de palabra; pero no de la larga vida de Nibiru.
Adapa no debería comer del pan de la larga vida, tampoco debería beber del elixir de la larga vida.
Adapa debe volver para vivir y morir en la Tierra, la mortalidad debe ser su suerte, ¡con la siembra y el pastoreo de sus descendientes, habrá saciedad en la
Tierra! Así reveló Enki el secreto de Adapa a su padre, Anu.

Anu quedó sorprendido con el mensaje secreto de Enki; no sabía si enfadarse o reír.
Llamó a Ilabrat, su visir, a su cámara privada, a él le dijo:
¡Este hijo mío, Ea, ni siquiera como Enki ha enmendado su libertinaje con las mujeres!
A Ilabrat, su visir, le mostró el mensaje de la tablilla. ¿Cuáles son las normas, qué debe hacer el rey?, le preguntó Anu a su visir. Nuestras normas permiten las concubinas; ¡pero no existen normas de cohabitación interplanetaria!

Así le respondió Ilabrat al rey. ¡Si hay algún perjuicio, que se restrinja,
que Adapa vuelva inmediatamente a la Tierra, que Ningishzidda y Dumuzi
se queden más tiempo!

Después, Anu llamó a Ningishzidda a su cámara privada; ¿Sabes lo que decía el mensaje de tu padre?, le preguntó a Ningishzidda. Ningishzidda bajó la cabeza, con un susurro dijo: No lo sé, pero puedo adivinarlo. He sometido a prueba la esencia vital de Adapa, ¡es de la simiente de Enki! ¡Ése es en verdad el mensaje!, le dijo Anu. ¡Adapa debe volver a la Tierra inmediatamente, su destino será convertirse en el progenitor del Hombre Civilizado! ¡En cuanto a ti, Ningishzidda, volverás a la Tierra con Adapa, de la Humanidad Civilizada, al lado de tu padre, serás el maestro! Ésa fue la decisión de Anu, el rey; él determinó el destino de Adapa y el de Ningishzidda. Anu y los otros dos volvieron junto a los sabios y nobles reunidos, junto a los príncipes y los consejeros, Anu anunció palabras de decisión ante los asambleados: No se debe extender en demasía la bienvenida al Terrestre, en nuestro planeta no puede comer ni beber; todos hemos visto sus asombrosas capacidades, dejemos que vuelva a la Tierra,
¡labren los campos en la Tierra sus descendientes, y pastoreen en las praderas!

Para cuidar de su seguridad y evitar su agitación, Ningishzidda volverá
con él, con él se enviarán las semillas de cereales de Nibiru, que se multiplicarán
en la Tierra; Dumuzi, el más joven, permanecerá con nosotros durante un Shar, ¡Después volverá con ovejas y la esencia de las ovejas! Ésta fue la decisión de Anu, ante las palabras del rey todos inclinaron la cabeza en señal de acuerdo. En el momento señalado, Ningishzidda y Adapa fueron llevados hasta el Lugar de los Carros Celestiales, Anu y Dumuzi, Ilabrat y los consejeros, nobles y héroes fueron a despedirlos.

Hubo estruendo y estremecimiento, y el carro se elevó; vieron como el planeta Nibiru se hacía más pequeño, después vieron los cielos desde el horizonte hasta el cenit.
En el viaje, Ningishzidda le habló a Adapa de los dioses planetas.
Del Sol, la Tierra y la Luna le dio lecciones, le enseñó cómo se siguen los meses y cómo se cuenta el año de la Tierra.
Cuando regresaron a la Tierra, Ningishzidda le relató a su padre, Enki, todo lo que había sucedido.
Enki se rió y se dio palmadas en los muslos: ¡Todo fue como yo esperaba!, dijo con regocijo; ¡Excepto la retención de Dumuzi, que es desconcertante para mí! Así dijo
Enki.

Enlil se quedó muy desconcertado por el rápido regreso de Ningishzidda y de Adapa,
¿Qué ocurre, qué pasa por Nibiru?, preguntó a Enki y a Ningishzidda. ¡Llamemos también a Ninmah, que sepa también lo que pasa!, le dijo Enki. Después de que llegara Ninmah, Ningishzidda les contó todo a Enlil y a ella. Enki también contó lo de su cohabitación con las dos hembras Terrestres;
¡No he roto ninguna norma, he asegurado nuestra saciedad! Así les dijo Enki.
¡No has roto ninguna norma, pero con una acción precipitada has determinado los hados de los Anunnaki y los Terrestres!

Así dijo Enlil, enfurecido. ¡Ahora, la suerte está echada, el hado se ha impuesto al destino!
Enlil se dejó llevar por la furia, con ira se dio la vuelta y los dejó plantados. Marduk llegó a Eridú, le había llamado su madre Damkina. El quería verificar los extraños acontecimientos de su padre y su hermano. Padre y hermano decidieron ocultarle el secreto a Marduk; Anu estaba cautivado con lo del Hombre Civilizado, ¡dio la orden de que todos en la Tierra se saciaran de inmediato! Así, sólo revelaron parte de la verdad a Marduk.
Marduk quedó impresionado con Adapa y Titi, les tomó cariño a los niños. ¡Mientras Ningishzidda instruye a Adapa, dejad que sea yo el maestro de los niños!

Así dijo Marduk a su padre Enki y a Enlil.
¡Que Marduk enseñe a uno, que Ninurta enseñe al otro!, les respondió Enlil. Ningishzidda se quedó en Eridú con Adapa y con Titi, le enseñó a Adapa los números y la escritura.
Ninurta se llevó al gemelo que nació primero a su ciudad, a Bad-Tibira, Ka-in, Aquél Que en el Campo Hace Crecer Alimentos, le llamó. Le enseñó a cavar canales de irrigación, a sembrar y a cosechar le enseñó. Ninurta hizo para Ka-in un arado con madera de los árboles, para que con él labrara la tierra.

Al otro hermano, hijo de Adapa, se lo llevó Marduk a las praderas, Abael, El de las Praderas Mojadas, le llamó a partir de entonces. Marduk le enseñó cómo construir rediles; para empezar con el pastoreo, esperaron el regreso de Dumuzi. Cuando se cumplió el Shar, Dumuzi regresó a la Tierra, la simiente esencial de la oveja y ovejas para la cría trajo con él, ¡transportó animales cuadrúpedos de Nibiru hasta otro planeta, la Tierra! Su regreso con simiente esencial y ovejas fue causa de muchas celebraciones, al cuidado de su padre, Enki, Dumuzi regresó con su preciosa carga. Entonces, los líderes se reunieron, reflexionaron sobre cómo proceder con la nueva especie: Nunca antes había habido una oveja en la Tierra, nunca se había dejado
caer un cordero desde los cielos a la Tierra, nunca antes una cabra había alumbrado a su cabrito, ¡nunca antes se había tejido lana de oveja! Los líderes Anunnaki, Enki y Enlil, Ninmah y Ningishzidda, que fueron los creadores, decidieron establecer una Cámara de Creación, una Casa de Elaboración. Sobre el puro montículo del Lugar de Aterrizaje, en las Montañas de los Cedros, se estableció, la Cámara de Creación se estableció cerca de donde se habían plantado las simientes de elixir que había traído Ninmah, allí comenzó la multiplicación de cereales y de ovejas en la Tierra. Ninurta era el mentor de Ka-in para la siembra y la cosecha, Marduk era el mentor de Abael en las artes de cría y pastoreo de ovejas y corderos.

¡Cuando se recojan las primeras cosechas, cuando madure la primera oveja, se hará la Celebración de las Primicias!, proclamó Enlil como decreto.
Ante los Anunnaki reunidos se presentaron los primeros granos, los primeros corderos, a los pies de Enlil y Enki, Ka-in puso su ofrenda, dirigido por Ninurta; a los pies de Enlil y Enki, Abael puso su ofrenda, dirigido por Marduk. Enlil dio a los hermanos una alegre bendición, ensalzó sus labores. Enki abrazó a su hijo Marduk, levantó el cordero para que todos lo vieran ¡Carne para comer, lana para vestir ha llegado a la Tierra!, dijo Enki.

Viene ahora el relato de las generaciones de Adapa, y el del asesinato de Abael por Ka-in, y lo que sucedió después.
Cuanto terminó la Celebración de las Primicias, la cara de Ka-in estaba sombría;
se sentía muy herido porque Enki no le había bendecido.

Cuando los hermanos volvieron a sus trabajos, Abael alardeó delante de su hermano:
¡Yo soy el que trae la abundancia, el que sacia a los Anunnaki, el que da fuerza a los héroes, el que proporciona lana para sus ropas!

Ka-in se sintió ofendido con las palabras de su hermano, objetó contundentemente su alarde:
¡Soy yo el que llena de abundancia las llanuras, el que hace pesados de grano los surcos, en cuyos campos se multiplican los pájaros, en cuyos canales se hacen abundantes los peces, el pan sustentador lo produzco yo, con pescado y caza he variado la dieta de los Anunnaki!
Una y otra vez, los gemelos discutían entre sí, a lo largo del invierno discutieron.
Cuando llegó el verano, no hubo lluvia; las praderas estaban secas, los pastos disminuían.
Abael llevó sus rebaños a los campos de su hermano, para que bebieran
agua de los surcos y los canales. Ka-in se enfureció por esto; le ordenó a su hermano que se llevara los rebaños.

Agricultor y pastor, hermano y hermano, palabras de acusación pronunciaron.
Se escupieron uno a otro, con los puños pelearon. Sumamente enfurecido, Ka-in tomó una piedra, con ella le golpeó en la cabeza a Abael.
Una y otra vez le golpeó, hasta que Abael cayó, manando sangre de él. Abael quedó en el suelo inmóvil, su alma había partido de él. Ka-in se quedó junto al hermano al que había dado muerte, durante mucho tiempo estuvo sentado, llorando.

Fue Titi la primera en saber, por una premonición, lo del asesinato: En una visión-sueño, mientras dormía, vio la sangre de Abael, estaba en la mano de Ka-in.
Ella despertó a Adapa de su sueño, a él le contó su visión-sueño. Un gran pesar llena mi corazón, ¿habrá sucedido algo terrible? Así le dijo Titi a Adapa; estaba muy agitada.
A la mañana siguiente, partieron los dos de Eridú; fueron hasta donde solían encontrarse Ka-in y Abael. Encontraron en el campo a Ka-in, todavía estaba sentado junto al muerto Abael. Titi soltó un gran grito de angustia, Adapa se puso barro sobre la cabeza.

¿Qué has hecho? ¿Qué has hecho?, le gritaron a Ka-in.
Silencio fue la respuesta de Ka-in; se echó al suelo y lloró.
Adapa volvió a la ciudad de Eridú, le contó al señor Enki lo que había
sucedido.

Enki se enfrentó a Ka-in con furia. ¡Maldito seas!, le dijo. ¡Tienes que irte del Edin, no te vas a quedar entre los Anunnaki y los Terrestres Civilizados! En cuanto a Abael, su cuerpo no puede quedarse en los campos debido a las aves salvajes;
como es costumbre entre los Anunnaki, será enterrado en una tumba, debajo de un montón de piedras.
Enki les mostró a Adapa y a Titi cómo enterrar a Abael, pues la costumbre les era desconocida a ellos.
Durante treinta días y treinta noches, fue Abael llorado por sus padres. Ka-in fue llevado a Eridú para ser juzgado, Enki deseaba que se pronunciara una sentencia de exilio.

¡Por su acción, Ka-in debe ser muerto! Así, con ira, dijo Marduk.
¡Que se reúnan los Siete Que Juzgan! Así dijo Ninurta, el mentor de Ka-in.
¿Quién ha oído hablar nunca de una reunión así?, gritó Marduk, ¿Que para
uno que no es de Nibiru haya que llamar a los líderes Anunnaki para que juzguen?

¿No es suficiente que el apadrinado por Ninurta haya asesinado a aquel al que yo favorecía?
¿No es así como Ninurta venció a Anzu, así se levantó Ka-in contra su hermano?
¡La suerte de Ka-in debe de ser como la suerte de Anzu, se le tiene que extinguir el aliento vital!
Así le dijo Marduk, lleno de ira, a Enki, Enlil y Ninurta.
Ninurta se entristeció con las palabras de Marduk; silencio, no palabras, fue su respuesta.
¡Dejad que hable en privado con mi hijo Marduk!, les dijo Enki.
Cuando en las cámaras privadas de Enki estuvieron él y Marduk,
¡Hijo mío! ¡Hijo mío! Enki le habló suavemente a Marduk. Tu angustia es
grande. ¡No agravemos la angustia con más angustia! ¡Deja que te cuente un secreto que mucho me pesa en el corazón!

En cierta ocasión, mientras paseaba por el río, dos doncellas Terrestres cautivaron mi capricho, por ellas, de mi simiente, fueron concebidos Adapa y Titi, una nueva clase de Terrestres, un Hombre Civilizado, se trajo de este modo a la Tierra;nuestro rey, Anu, tenía dudas de si serían capaces de procrear, con el nacimiento de Ka-in y de Abael, Anu y el consejo en Nibiru se convencieron.

Una nueva fase de la presencia Anunnaki en este planeta fue bienvenida y aprobada;
ahora que Abael ha sido asesinado, y si a Ka-in se le extingue también, ¡la saciedad llegará a su final, los motines se repetirán, todo lo que se ha conseguido se desmoronará!

No es de sorprender que le tomaras cariño a Abael, ¡era el hijo de tu hermanastro!
Ahora, ten piedad del otro, ¡deja que sobreviva el linaje de Adapa! Este secreto le reveló Enki a Marduk con tristeza.
Al principio, Marduk se sorprendió con la revelación, después se vio vencido por la risa: De tus proezas haciendo el amor mucho se ha rumoreado, ¡ahora estoy
convencido de ello!
¡Perdónese la vida de Ka-in, que se le destierre a los confines de la Tierra! Así le dijo Marduk a su padre, cambiando de la ira a la risa. En Eridú, Enki pronunció la sentencia sobre Ka-in: ¡Ka-in debe partir hacia el este, a una tierra por la que errará por su mala acción, pero su vida debe ser perdonada, a él y a sus generaciones se les distinguirá!
Ningishzidda alteró la esencia vital de Ka-in:
Ninghishzidda cambió la esencia vital de Ka-in para que en su cara no creciera la barba. Con su hermana Awan como esposa, Ka-in partió del Edin, a la Tierra de
Errar se encaminó.

Entonces, los Anunnaki se sentaron y se preguntaron entre sí: Sin Abael, sin Ka-in, ¿quién hará crecer el cereal y hará pan para nosotros, quién será el pastor, las ovejas multiplicará, de lana para ropa proveerá? ¡Que por Adapa y Titi haya más proliferación! Así dijeron los Anunnaki. Con la bendición de Enki, Adapa conoció una y otra vez a su esposa Titi; una hija, otra hija, cada vez, una y otra vez nacían. En el nonagésimo quinto Shar, Adapa y Titi tuvieron finalmente un hijo; Sati, El Que Ata la Vida de Nuevo, le llamó Titi; por él se contaron las generaciones de Adapa.

En total, treinta hijos y treinta hijas tuvieron Adapa y Titi, de ellos, hubo labradores de la tierra y pastores que trabajaron para los Anunnaki, por ellos volvió la saciedad a los Anunnaki y a los Terrestres Civilizados.
En el nonagésimo séptimo Shar, a Sati le nació un hijo de su esposa Azura.
Se le anotó en los anales con el nombre de Enshi; Maestro de la Humanidad significaba su nombre.
Adapa, su padre, le hizo comprender la escritura y los números,
y Adapa le contó a Enshi quiénes eran los Anunnaki y todo sobre Nibiru.
Los hijos de Enlil le llevaron a Nibru-ki; le enseñaron secretos de los Anunnaki.

Nannar, el mayor en la Tierra de Enlil, le mostró el modo de los ungüentos perfumados,
Ishkur, el más joven de Enlil, le enseñó a preparar el elixir de los frutos Inbu.
Fue a partir de entonces que los Anunnaki fueron llamados señores por el Hombre Civilizado.
Y fue el comienzo de los ritos de culto de los Anunnaki.
Después, Enshi tuvo un hijo con su hermana Noam;
Kunin, El de los Hornos, significaba su nombre.

Su tutor fue Ninurta, en Bad-Tibira aprendió de hornería y de hornos,
se le enseñó cómo hacer fuegos con betunes, cómo fundir y refinar;en la fundición y el refinado del oro para Nibiru trabajaron él y sus descendientes.
En el nonagésimooctavo Shar ocurrió todo esto.
Viene ahora el relato de las generaciones de Adapa después de que fuera
exiliado Ka-in, y de los viajes celestiales de Enkime y de la muerte de Adapa. En el nonagésimonoveno Shar le nació un hijo a Kunin, por Mualit, hermanastra de Kunin, fue concebido. Malalu, El Que Interpreta, le nombró ella; sobresalía en música y en canto. Para él hizo Ninurta un arpa con cuerdas, conformó una flauta para él;
Malalu interpretaba himnos a Ninurta; junto con sus hijas, los cantaba ante Ninurta.

La esposa de Malalu era la hija del hermano de su padre, Dunna era su nombre.
En el centesimo Shar desde que comenzara la cuenta en la Tierra,
les nació un hijo a Malalu y a Dunna, era su primogénito; Irid, El de las Aguas Dulces, le llamó su madre Dunna. '
Dumuzi le enseñó cómo excavar pozos, cómo proveer de agua a los rebaños en distantes praderas.
Fue allí, junto a los pozos en las praderas, que pastores y doncellas se reunieron,
donde los desposorios y la proliferación de la Humanidad Civilizada abundó sobremanera.

En sus días, los Igigi venían con más frecuencia a la Tierra. Para observar y ver, los cielos poco a poco abandonaron, vigilar y ver lo que ocurría en la Tierra deseaban cada vez más; Enki le suplicó a Marduk que estuviera con ellos en Lahmu, vigilar y ver lo que ocurría en la Tierra deseaba Marduk fervientemente. En un pozo, en las praderas, se encontró Irid con su esposa; Baraka era su nombre, era la hija del hermano de su madre. A la conclusión del centesimo segundo Shar, les nació un hijo, con el nombre de Enki-Me, por Enki ME Comprensión, se le llamó en los
anales.

Era sabio e inteligente, comprendió con rapidez los números. Tenía mucha curiosidad por los cielos y por todas las materias celestiales. El señor Enki le tomó cariño, él le contó los secretos que una vez le revelara a Adapa.
De la familia del Sol y de los doce dioses celestiales le enseñó Enki, y de cómo los meses se contaban por la Luna y los años por el Sol, y de cómo se contaban los Shars por Nibiru, y de cómo Enki combinaba las cuentas, de cómo el señor Enki había dividido el círculo de los cielos en doce partes, de cómo había asignado Enki una constelación a cada una, doce estaciones en un gran círculo había dispuesto, de cómo, para honrar a los doce grandes líderes Anunnaki, había puesto nombres a las estaciones.

Enkime ansiaba explorar los cielos; hizo dos viajes celestiales. Y éste es el relato de los viajes de Enkime a los cielos, y de cómo dio comienzo Marduk a los matrimonios mixtos y a los problemas con los Igigi.
Se envió a Enkime para que estuviera con Marduk en el Lugar de Aterrizaje,
desde allí, Marduk se lo llevó en una nave espacial hasta la Luna.

Allí, Marduk le enseñó a Enkime lo que había aprendido de su padre, Enki.
Cuando Enkime volvió a la Tierra, se le envió para que estuviera con Utu en Sippar, el Lugar de los Carros.
Allí, Utu le dio a Enkime una tablilla para escribir lo que estaba aprendiendo,
Utu lo instaló en su brillante morada como un Príncipe de los Terrestres. Le enseñó los ritos, para comenzar con las funciones del sacerdocio. Enkime residía en Sippar, con su esposa Edinni, una hermanastra, a ellos les nació un hijo en el centesimo cuarto Shar,
Matushal le llamó su madre, El Que se Elevó por las Brillantes Aguas significaba su nombre.
Fue después de eso que Enkime hizo su segundo viaje a los cielos, esta vez también fue Marduk su mentor y compañero.

En un carro celestial se remontaron hacia el cielo, hacia el Sol y más allá de él hicieron un círculo.
Marduk se lo llevó para visitar a los Igigi, en Lahmu, los Igigi le tomaron cariño, de él aprendieron sobre los Terrestres Civilizados.
De él se dice en los Anales que partió hacia los cielos, que en los cielos se quedó hasta el final de los días.

Antes de que Enkime partiera hacia los cielos, de todo lo que en los cielos se le había enseñado, hizo un registro por escrito Enkime, para que sus hijos lo supieran lo escribió; tomó nota de todo lo que hay en los cielos en la familia del Sol, y de las regiones de la Tierra y sus tierras y sus ríos también. Confió sus escritos en manos de Matushal, su primogénito, para que, junto con sus hermanos Ragim y Gaidad, los estudiara y se atuviera a ellos.

En el centesimo cuarto Shar había nacido Matushal, él fue testigo de los problemas de los Igigi y de lo que Marduk había hecho.
A Matushal le nació un hijo de su esposa Ednat, Lu-Mach, Hombre
Poderoso, fue su nombre. En sus días, las condiciones sobre la Tierra se hicieron más difíciles; en los campos y las praderas, los trabajadores se quejaban. Los Anunnaki designaron a Lu-Mach como capataz, para hacer cumplir las cuotas, para reducir las raciones. En sus días fue cuando a Adapa le llegó la hora de morir; y cuando Adapa supo que sus días habían llegado a su fin, ¡Que todos mis hijos y los hijos de mis hijos se reúnan ante mí!, dijo. Para que antes de que yo muera pueda bendecirles, y les hable antes de morir. Y cuando Sati y los hijos de los hijos se habían reunido, ¿Dónde está Ka-in, mi primogénito?, les preguntó Adapa. ¡Id a buscarle!, les dijo a todos ellos. Sati presentó el deseo de su padre ante el señor Enki, le preguntó al señor qué hacer.
Entonces, Enki llamó a Ninurta: ¡Que el desterrado, de quien tú eras mentor, sea traído ante el lecho de muerte de Adapa!

Ninurta se subió en su Pájaro del Cielo, hasta la Tierra de Errar voló; sobre las tierras deambuló, buscó desde los cielos a Ka-in.
Y cuando lo encontró, llevó a Ka-in hasta Adapa como sobre las alas de
un Águila. Cuando se le informó a Adapa de la llegada de su hijo, ¡Que vengan ante
mí Ka-in y Sati!, dijo Adapa. Los dos fueron ante su padre; Ka-in, el primogénito, a su derecha. Sati, a su izquierda.

Y fallándole la visión a Adapa, para reconocer a sus hijos tocó sus rostros;
y el rostro de Ka-in, a la derecha, era imberbe, y el rostro de Sati, a la
izquierda, tenía barba.
Y Adapa puso su mano derecha sobre la cabeza de Sati, el de la izquierda,
y le bendijo y dijo: De tu simiente se llenará la Tierra, y de tu simiente,
como un árbol con tres ramas, la Humanidad sobrevivirá a una Gran
Calamidad.
Y puso su mano izquierda sobre la cabeza de Ka-in, a su derecha, y le dijo: Por tu pecado, de tu derecho de nacimiento estás privado, pero de tu
simiente vendrán siete naciones, en un reino aparte medrarán, tierras distantes habitarán; pero por haber asesinado a tu hermano con una piedra, por una piedra llegará tu fin. Y cuando Adapa terminó de decir estas palabras, dejó caer las manos, suspiró y dijo:
Llamad ahora a mi esposa Titi, y a todos los hijos y a todas las hijas,
y después de que mi espíritu me deje, llevadme al lugar en que nací, junto al río,
y enterradme con la cara hacia el Sol naciente.
Titi gritó como una bestia herida, cayó sobre sus rodillas al lado de Adapa.
Y los dos hijos de Adapa, Ka-in y Sati, envolvieron su cuerpo en una tela,
en una cueva que les mostró Titi, junto a las orillas del río, enterraron a Adapa.
En mitad del nonagésimotercer Shar había nacido, a finales del centesimo octavo murió.
Una larga vida para un Terrestre; pero no tenía el ciclo vital de Enki.

Y después de que Adapa fuera enterrado, Ka-in se despidió de su madre y
de su hermano.
Ninurta lo llevó de vuelta en su Pájaro del Cielo a la tierra de errar.
Y en un distante reino, Ka-in tuvo hijos e hijas, y para ellos construyó una ciudad, y mientras la construía, la caída de una piedra le mató.
En el Edin, Lu-Mach sirvió a los Anunnaki como capataz, en los días de Lu-Mach, Marduk y los Igigi se casaban con las Terrestres.

Las Palabras del Señor Enki

LA NOVENA TABLILLA

En los días de Lu-Mach, Marduk y los Igigi se casaban con las Terrestres.
En aquellos días, las tribulaciones eran crecientes en la Tierra, en aquellos días, Lahmu estaba envuelto en polvo y aridez.
Los Anunnaki que decretan los hados, Enlil, Enki y Ninmah, consultaron entre sí.
Se preguntaban qué es lo que se estaba alterando en la Tierra y en Lahmu. Habían observado estallidos en el Sol, había alteraciones en las fuerzas de la red de la Tierra y de Lahmu. En el Abzu, en la punta, frente a la Blancatierra, instalaron instrumentos de observación; los instrumentos se pusieron a cargo de Nergal, el hijo de Enki, y de su esposa Ereshkigal.
Ninurta fue asignado a la Tierra Más Allá de los Mares para establecer un Enlace Cielo-Tierra en las montañas.

En Lahmu, los Igigi estaban inquietos; a Marduk se le dio la tarea de pacificarlos:
¡Hasta que sepamos qué está causando las tribulaciones, debe mantenerse la estación de paso de Lahmu! Así le dijeron los líderes a Marduk.
Los tres que decretan los destinos consultaron entre sí; se miraron unos a otros. ¡Qué viejos están!, pensó cada uno sobre los demás. Enki, que lloraba la muerte de Adapa, fue el primero en hablar. ¡Han pasado más de cien Shars desde que llegué!, dijo a su hermano y a su hermana.

Yo era entonces un gallardo líder;
¡ahora, con barba, cansado y viejo!
¡Yo era un héroe entusiasta, dispuesto a la jefatura y la aventura!, dijo después Enlil.
Ahora tengo hijos que tienen hijos, todos nacidos en la Tierra;
¡Nos hemos hecho viejos en la Tierra, pero los que nacieron en la Tierra
serán aún más viejos dentro de poco! Así, lamentándose, dijo Enlil a su hermano y a su hermana. ¡En cuanto a mí, me llaman vieja oveja!, dijo Ninmah tristemente. ¡Mientras que el resto ha estado yendo y viniendo, ha estado haciendo turnos de servicio, nosotros, los líderes, nos hemos quedado! ¡Quizás ha llegado el momento de partir! Así dijo Enlil. De esto me suelo preguntar, les dijo Enki. ¡Cada vez que uno de nosotros tres desea visitar Nibiru, siempre nos llegan palabras de Nibiru para impedir que vayamos! De eso yo también me pregunto, dijo Enlil: ¿Es algo de Nibiru, algo de la Tierra? Quizás tiene que ver con las diferencias en los ciclos vitales, dijo Ninmah.

Los tres líderes decidieron observar y ver lo que ocurre.
En aquel momento, el asunto estaba en manos del Hado, ¿o sería del Destino?
Por ello, vino a suceder que, poco después, Marduk vino hasta su padre Enki, deseaba discutir con su padre, Enki, una cuestión de suma gravedad. En la Tierra, los tres hijos de Enlil habían elegido esposas: Ninurta se había casado con Bau, una joven hija de Anu; Nannar había elegido a Ningal, Ishkur había tomado a Shala; Nergal, tu hijo, ha tomado por esposa a Ereshkigal, nieta de Enlil, amenazando con matarla, arrancó de ella su consentimiento. Por esperar mis desposorios, siendo tu primogénito, Nergal no esperó, los otros cuatro, por deferencia, están esperando mis desposorios. ¡Deseo elegir novia, tener una esposa es mi deseo! Así le dijo Marduk a su padre, Enki. ¡Tus palabras me hacen feliz!, le dijo Enki a Marduk. ¡Tu madre también se alegrará! Marduk levantó la mano para que su padre guardara estas palabras ante Ninki. ¿Es acaso una de las jóvenes que curan y dan socorro?, fue a preguntar Enki.

¡Es una descendiente de Adapa, de la Tierra, no de Nibiru, es!, dijo en un suave susurro Marduk.
Enki se quedó sin palabras, con el desconcierto en la mirada; después, pronunció palabras incontroladas:
¡¿Un príncipe de Nibiru, un Primogénito titulado para la sucesión, casarse con una Terrestre?!
¡No una Terrestre, sino una descendiente tuya!, le dijo Marduk.
¡Es una hija de Enkime, el que fuera arrebatado al cielo, su nombre es Sarpanit!
Enki llamó a su esposa Ninki, a ella le contó lo que ocurría con Marduk. Marduk le repitió a Ninki, su madre, el deseo de su corazón, y dijo:
Cuando Enkime vino conmigo de viaje, y yo le estaba enseñando del cielo y la Tierra, presencié con mis propios ojos lo que mi padre una vez me había contado:
Paso a paso, en este planeta, a partir de un ser Primitivo, hemos creado a uno como nosotros, a nuestra imagen y semejanza es el Terrestre Civilizado, ¡excepto por la larga vida, es como nosotros!
¡Una hija de Enkime ha cautivado mi capricho, deseo casarme con ella!

Ninki ponderó las palabras de su hijo. Y la doncella, ¿aprecia tu mirada?, le preguntó a Marduk.
En verdad que sí, le dijo Marduk a su madre. ¡Ese no es un asunto para considerar!, dijo Enki levantando la voz. Si nuestro hijo hiciera esto, nunca podría ir a Nibiru con su esposa, ¡perdería para siempre sus derechos principescos sobre Nibiru!

A esto respondió Marduk con una sonrisa amarga: Mis derechos sobre Nibiru son inexistentes, incluso en la Tierra, mis derechos como Primogénito han sido pisoteados.
Esta es mi decisión: ¡De príncipe a rey en la Tierra convertirme, señor de este planeta!
¡Así sea!, dijo Ninki. ¡Así sea!, dijo también Enki.
Llamaron a Matushal, el hermano de la novia; le hablaron del deseo de Marduk.
Matushal se vio abrumado, con humildad pero con alegría. ¡Así sea!, dijo. Cuando se le contó a Enlil la decisión, se llenó de furia.

¡Una cosa es que el padre tenga relaciones sexuales con las Terrestres, pero otra muy distinta es que el hijo se case con una Terrestre, concediéndole a ella el señorío!
Cuando se le contó el asunto a Ninmah, quedó enormemente decepcionada.
Marduk podría casarse con cualquier doncella de las nuestras, incluso podría elegir a cualquiera de mis propias hijas, de las que tuve con Enki, ¡podría casarse con sus hermanastras, como es la costumbre real! Así dijo Ninmah.

Con furia, Enlil le transmitió palabras sobre el asunto a Anu en Nibiru: ¡Este comportamiento ha ido demasiado lejos, no se puede consentir!, le dijo Enlil a Anu, el rey. En Nibiru, Anu convocó a los consejeros para discutir urgentemente el asunto.
No encontraron ninguna norma sobre ello en los libros de normas. Anu convocó también a los sabios para discutir las consecuencias del asunto.
¡Adapa, el progenitor de la doncella, no pudo quedarse en Nibiru!, le dijeron a Anu.
¡Por tanto, a Marduk habría que impedirle regresar nunca a Nibiru con
ella! ¡Incluso habiéndose acostumbrado a los ciclos de la Tierra, a Marduk
podría resultarle imposible volver, aún sin ella!

Así le dijeron los sabios a Anu; con esto coincidieron también los consejeros. ¡Transmítase la decisión a la Tierra!, dijo Anu: ¡Marduk puede casarse,pero ya no será príncipe en Nibiru!
La decisión fue aceptada por Enki y por Marduk, Enlil también acató la
palabra de Nibiru.
¡Celébrese la boda, y que sea en Eridú!, les dijo Ninki. ¡En el Edin, Marduk y su esposa no pueden quedarse!, anunció Enlil, el comandante.

¡Hagamos un regalo de boda a Marduk y a su novia, unos dominios para ellos, lejos del Edin, en otra tierra! Así le dijo Enki a Enlil.
Enlil estaba pensando si consentir que Marduk fuera enviado lejos:
¿De qué tierra, de qué dominios estás hablando?, le dijo Enlil a su hermano Enki.
¡Unos dominios por encima del Abzu, en la tierra que llega hasta el Mar Superior,
una que está separada del Edin por las aguas, a la que se puede llegar con embarcaciones!
Así le dijo Enki a Enlil. ¡Así sea!, dijo Enlil.
Ninki dispuso una celebración de boda en Eridú para Marduk y Sarpanit. Sus habitantes anunciaron la ceremonia a golpe de tambor de cobre, con siete panderos, las hermanas de la novia presentaron a la esposa.

Una gran multitud de Terrestres Civilizados se reunió en Eridú, la boda era
para ellos como una coronación. También asistieron jóvenes Anunnaki, Igigi de Lahmu vinieron en gran número.

¡Venimos para celebrar la boda de nuestro líder, para presenciar una unión de Nibiru y la Tierra!
Así explicaron los Igigi su numerosa presencia.
Viene ahora el relato de cómo los Igigi raptaron a las hijas de los Terrestres,
y de las aflicciones que siguieron y del extraño nacimiento de Ziusudra.
Gran número de Igigi vinieron de Lahmu a la Tierra, sólo un tercio de ellos quedaron en Lahmu, a la Tierra vinieron doscientos.
Para estar con su líder Marduk, para asistir a la celebración de su boda, fue su explicación.
Desconocido para Enki y para Enlil era su secreto: raptar y tener unión era su plan.
Desconocido para los líderes en la Tierra, una multitud de Igigi se reunieron en Lahmu,
¡Lo que se le permite a Marduk no se nos debería de impedir a nosotros!, se decían entre sí.
¡Basta de sufrimiento y de soledad, de no haber tenido descendientes!, era su eslogan.
Durante sus idas y venidas entre Lahmu y la Tierra, a las hijas de los Terrestres, las Mujeres Adapitas como les llamaban ellos, veían y codiciaban; y los conspiradores se decían entre ellos: ¡Venid, elijamos esposas de entre las Mujeres Adapitas, y engendremos hijos!

Uno de ellos, Shamgaz era su nombre, se convirtió en su líder. ¡Aun cuando ninguno de vosotros me siga, yo solo haré la acción!, les decía a los demás. ¡Si se impusiera un castigo por este pecado, yo solo lo asumiré por todos vosotros!

Uno a uno, los demás se unieron a la trama, prestaron juramento de hacerlo juntos.
Para la boda de Marduk, doscientos de ellos descendieron en el Lugar de Aterrizaje,
bajaron sobre la gran plataforma en la Montaña de los Cedros. Desde allí viajaron a Eridú, pasaron entre los Terrestres que trabajaban, junto con la multitud de Terrestres llegaron a Eridú. Después de que hubiera tenido lugar la ceremonia de boda de Marduk y Sarpanit, por una señal convenida previamente, Shamgaz dio la señal a los demás.
Cada uno de los Igigi tomó a una doncella Terrestre, por la fuerza las raptaron,
los Igigi fueron con las mujeres hasta el Lugar de Aterrizaje en las
Montañas de los Cedros, en una fortaleza se emplazaron, a los líderes les formularon un desafio: ¡Basta de privaciones y de no tener descendientes! Queremos casarnos con las hijas de los Adapitas. ¡Tenéis que darle la bendición a esto, o de lo contrario lo destruiremos todo en la Tierra por el fuego! Los líderes estaban alarmados, le exigieron a Marduk, comandante de los Igigi, que se hiciera cargo de la situación. ¡Si tengo que buscar una solución al asunto, mi corazón está de acuerdo con los Igigi! Así les dijo Marduk a los demás. ¡Lo que yo he hecho no se les puede impedir a ellos!

Enki y Ninmah sacudieron la cabeza, a regañadientes mostraron su acuerdo.
Sólo Enlil se enfureció en lugar de apaciguarse:
¡Una mala acción ha sido seguida por otra, los Igigi han adoptado de Enki
y de Marduk la fornicación, nuestro orgullo y nuestra sagrada misión han quedado abandonados a los vientos, por nuestras propias manos, este planeta se verá invadido por multitudes de Terrestres! Enlil hablaba muy disgustado. ¡Que los Igigi y sus mujeres partan de la Tierra!

¡En Lahmu, la situación se ha hecho insoportable, no es posible la supervivencia!
Así dijo Marduk a Enlil y a Enki. ¡No pueden quedarse en el Edin!, gritó iracundo Enlil. Dejó la reunión muy disgustado; en su corazón, Enlil tramaba cosas contra Marduk y sus Terrestres. En la Plataforma de Aterrizaje, en las Montañas de los Cedros, quedaron recluidos los Igigi con sus mujeres, allí les nacieron hijos, Hijos de las Naves Espaciales les llamaron.
Marduk y Sarpanit, su esposa, también tuvieron hijos, Asar y Satu se llamaron los dos primeros hijos.
A Marduk y a Sarpanit les concedieron los dominios de arriba del Abzu, Marduk invitó a los Igigi, Marduk llamó a los Igigi para que vivieran en dos ciudades que para sus hijos había construido.

Algunos de los Igigi y sus descendientes llegaron a los dominios en la tierra de color oscuro; Shamgaz y otros se quedaron en la Plataforma de Aterrizaje en las Montañas de los Cedros, hasta las lejanas tierras del este, tierras de altas montañas, fueron algunos de sus descendientes.
Ninurta observaba con atención de qué modo Marduk incrementaba su propia fuerza con Terrestres.

¿Qué están tramando Enki y Marduk?, le preguntó Ninurta a su padre Enlil. ¡La Tierra será heredada por los Terrestres!, le dijo Enlil a Ninurta.
¡Ve, encuentra a los descendientes de Ka-in, prepara con ellos tus propios dominios!

Ninurta fue al otro lado de la Tierra; encontró a los descendientes de Ka-in. Les enseñó cómo hacer herramientas e interpretar música, les mostró las técnicas de la minería y a fundir y retinar, les mostró cómo construir embarcaciones de madera de balsa, les guió para que cruzaran un gran mar. En una nueva tierra establecieron sus dominios, construyeron una ciudad con torres gemelas. Era un dominio más allá de los mares, no era la tierra montañosa del nuevo Enlace Cielo-Tierra. En el Edin, Lu-Mach era el capataz, su deber consistía en hacer cumplir las cuotas, reducir las raciones de los Terrestres era su tarea. Su esposa fue Batanash, ella era hija del hermano del padre de Lu-Mach. Era de una belleza deslumbrante, Enki se quedó encandilado con su belleza. Enki le envió una palabra a su hijo Marduk: ¡Llama a Lu-Mach a tus dominios, para que aprenda cómo pueden construir una ciudad los Terrestres! Y cuando fue llamado Lu-Mach a los dominios de Marduk, llevaron a su esposa Batanash a la casa de Ninmah, en Shurubak, la Ciudad Refugio, para protegerla y resguardarla de las enfurecidas masas de Terrestres. Poco después, Enki fue a Shurubak a visitar a su hermana Ninmah. En el techo de una morada, cuando Batanash se estaba bañando, Enki la tomó por los muslos, la besó, derramó su semen en su matriz. Batanash tenía un hijo, el vientre se le estaba hinchando; se le envió palabra a Lu-Mach desde Shurubak: ¡Vuelve al Edin, vas a tener un hijo!

Al Edin, a Shurubak, regresó Lu-Mach, Batanash le mostró el niño. Tenía la piel blanca como la nieve, del color de la lana era su cabello, sus ojos eran como los cielos, sus ojos brillaban con un resplandor. Asombrado y asustado estaba Lu-Mach; fue corriendo hasta su padre Matushal.

¡Batanash ha tenido un hijo que no parece Terrestre, estoy muy confuso
con este alumbramiento! Matushal fue hasta Batanash, vio al recién nacido, quedó sorprendido por su aspecto. ¿El padre del niño es uno de los Igigi? Matushal exigió la verdad de Batanash:
¡Revélale a Lu-Mach, tu esposo, si este niño es hijo suyo! ¡Ninguno de los Igigi es el padre del niño, de esto juro por mi vida! Así respondió Batanash. Entonces, Mathusal se volvió a su hijo Lu-Mach, le puso la mano tranquilizadoramente sobre el hombro. El niño es un misterio, pero en su misma extrañeza se te ha revelado un augurio, es único, para una tarea única ha sido elegido por el destino.

¡Qué trabajo es, no lo sé; cuando llegue el momento, se sabrá!
Así le dijo Matushal a su hijo Lu-Mach; se refería a lo que en la Tierra
estaba sucediendo:
en aquellos días, los sufrimientos iban aumentando en la Tierra, los días se iban haciendo más fríos, los cielos retenían sus lluvias, las cosechas disminuían en los campos, en los rediles había pocos corderos. ¡Que el hijo que te ha nacido, extraño como es, sea un augurio de que nos llega un respiro!

Así le dijo Matushal a su hijo Lu-Mach. ¡Sea su nombre Respiro! Batanash no reveló el secreto de su hijo a Matushal, ni a Lu-Mach; le llamó Ziusudra, El de Largos y Brillantes Días de Vida; creció en Shurubak.

Ninmah le concedió al niño su protección y su afecto.
Estaba dotado de mucha comprensión, ella le proporcionó conocimientos.
Enki adoraba enormemente al niño, le enseñó a leer los escritos de Adapa,
el niño, como un joven, aprendió cómo observar y realizar los ritos sacerdotales.
En el centesimo décimo Shar nació Ziusudra, en Shurubak creció y se casó con Emzara, y ella le dio tres hijos.
En sus días, los sufrimientos se intensificaron en la Tierra; plagas y hambre afligían a la Tierra.
Viene ahora el relato de las tribulaciones de la Tierra antes del Diluvio, y de cómo las misteriosas decisiones de Galzu de vida y muerte dirigieron en secreto. Enlil estaba muy molesto con la unión de los Igigi y las hijas de los Terrestres, Enlil estaba muy turbado con los desposorios de Marduk con una mujer Terrestre.

A sus ojos, la misión de los Anunnaki en la Tierra se había pervertido, para él, las ruidosas y estridentes masas de los Terrestres se habían convertido en anatema;
las declaraciones de los Terrestres se le hacían agobiantes, ¡Las uniones me quitan el sueño! Así dijo Enlil a los otros líderes. En los días de Ziusudra, plagas y pestes asolaban la Tierra, dolores, mareos, escalofríos y fiebres abrumaban a los Terrestres. ¡Enseñemos a los Terrestres a curarse, que aprendan a darse remedios por sí mismos! Así dijo Ninmah. ¡Lo prohibo por decreto!, replicó Enlil a sus súplicas. En las tierras donde se han extendido los Terrestres no manan las aguas de
sus fuentes, la tierra ha cerrado su matriz, no brota vegetación. ¡Enseñemos a los Terrestres a hacer estanques y canales, que obtengan pescado y sustento de los mares! Así dijo Enki a los otros líderes. ¡Lo prohibo por decreto!, le dijo Enlil a Enki. ¡Que perezcan los Terrestres de hambre y de enfermedades!

Durante todo un Shar, los Terrestres comieron las hierbas de los campos; durante el segundo Shar, el tercer Shar, sufrieron la venganza de Enlil. En Shurubak, la ciudad de Ziusudra, el sufrimiento se estaba haciendo insoportable.
Ziusudra, portavoz de los Terrestres, fue hasta Eridú, se dirigió a la casa del señor Enki, invocó el nombre de su señor, le suplicó ayuda y salvación; Enki estaba atado por los decretos de Enlil.

En aquellos días, los Anunnaki estaban preocupados por su propia supervivencia;
sus propias raciones disminuían, ellos mismos se estaban viendo afectados por los cambios en la Tierra.
Tanto en la Tierra como en Lahmu, las estaciones habían perdido su regularidad.
Durante un Shar, durante dos Shars, se estuvieron estudiando las vueltas celestes desde Nibiru, desde Nibiru se observaron cosas extrañas en los destinos planetarios.
Estaban apareciendo manchas negras en el rostro del Sol, se disparaban llamas desde su rostro; Kishar también se comportaba mal, su hueste había perdido el equilibrio, inestables eran sus vueltas.

El Brazalete Repujado se veía estirado y empujado por invisibles fuerzas de red,
por motivos incomprensibles, el Sol estaba perturbando a su familia;
¡los destinos de los celestiales se veían abrumados por hados desagradables!
En Nibiru, los sabios dieron la voz de alarma, la gente se reunía en las plazas públicas;
¡el Creador de Todo, está devolviendo los cielos a los días primordiales,
iracundo está el Creador de Todo!, gritaban algunas voces entre el pueblo.

En la Tierra, las tribulaciones aumentaban, el miedo y el hambre elevaban sus cabezas.
Durante tres Shars, durante cuatro Shars, estuvieron observando los instrumentos frente a la la Blancatierra, Nergal y Ereshkigal habían registrado extraños estruendos en las nieves de la Blancatierra:
¡El hielo de nieve que cubre la Blancatierra ha empezado a deslizarse!, informaron desde la punta del Abzu.
En la Tierra Más Allá de los Mares, Ninurta puso instrumentos de predicción en su refugio, terremotos y temblores en el fondo de la Tierra descubrió con los instrumentos.

¡Algo extraño está pasando!, envió Enlil palabras de alarma a Anu en Nibiru.
Durante el quinto Shar, durante el sexto Shar, los fenómenos ganaron
fuerza, en Nibiru, los sabios dieron la alarma, de calamidades hicieron advertencia al rey:
La próxima vez que Nibiru se acerque al Sol, la Tierra quedará expuesta a la fuerza de la red de Nibiru, Lahmu, en sus vueltas, se situará al otro lado del Sol.

La Tierra no tendrá protección en los cielos ante la fuerza de la red de Nibiru,
Kishar y su hueste se agitarán, Lahamu también se sacudirá y temblará; en el gran Abajo de la Tierra, el hielo de nieve de la Blancatierra está perdiendo base;
la próxima vez que Nibiru se aproxime a la Tierra, el hielo de nieve de la superficie de la Blancatierra se deslizará. Provocará una calamidad de agua: ¡La Tierra será arrollada por una gigantesca ola, un Diluvio!
En Nibiru fue grande la consternación, inseguros ante el propio hado de
Nibiru, el rey, los sabios y los consejeros estaban también muy preocupados por la
Tierra y por Lahmu. El rey y los consejeros tomaron una decisión: ¡prepararse para evacuar la Tierra y Lahmu! En el Abzu, se cerraron las minas de oro, desde allí fueron los Anunnaki hasta el Edin; en Bad-Tibira, se cesó en la fundición y el refinado, todo el oro se envió a Nibiru. Vacía, dispuesta para la evacuación, una flota de rápidos carros celestes regresó a la Tierra; En Nibiru se vigilaban las señales de los cielos, en la Tierra se tomaba nota de los temblores. Fue entonces cuando de uno de los carros celestiales salió un Anunnaki de cabello blanco, Galzu, Gran Conocedor, era su nombre. Con paso majestuoso se dirigió hasta Enlil, a él le presentó un mensaje sellado de Anu. Soy Galzu, emisario plenipotenciario del Rey y del Consejo, le dijo a Enlil.

Enlil se sorprendió por su llegada: No me había llegado palabra alguna de Anu sobre esto.
Enlil examinó el sello de Anu; estaba intacto, y era auténtico.

En Nibru-ki se leyó el mensaje de la tablilla, la codificación era de toda confianza.
¡Galzu habla en nombre del Rey y del Consejo, sus palabras son mis órdenes! Eso afirmaba el mensaje de Anu.
Que se llamara también a Enki y a Ninmah fue la petición de Galzu.
Cuando llegaron, Galzu le sonrió agradablemente a Ninmah. ¡Somos de la misma escuela y edad!, le dijo a ella.

Ninmah no podía recordar aquello; el emisario era tan joven como un hijo, ¡ella era como su anciana madre!
¡La explicación es sencilla!, le dijo Galzu: ¡La causa se halla en nuestros ciclos vitales de sueño invernal!
De hecho, este asunto es parte de mi misión; hay un secreto acerca de la evacuación.
Desde que Dumuzi estuvo en Nibiru, se ha estado examinando a los Anunnaki que volvían a Nibiru; aquéllos que más tiempo habían estado en la Tierra eran los más afectados al volver: sus cuerpos ya no se habituaron a los ciclos de Nibiru,
su sueño estaba alterado, su visión fallaba, la fuerza de la red de Nibiru pesaba en sus pasos.
Sus mentes también se vieron afectadas, ¡dado que los hijos eran más viejos que los padres a los que habían dejado!

La muerte, camaradas míos, llegó con rapidez a los retornados; ¡por eso estoy aquí, para advertiros!
Los tres líderes, los que más tiempo habían estado en la Tierra, guardaron silencio ante las palabras.
Ninmah fue la primera en hablar: ¡Era de esperar!, dijo. Enki, el sabio, se mostró de acuerdo con sus palabras: ¡Era evidente!, dijo. Enlil montó en cólera: ¡Antes, los Terrestres se estaban haciendo como nosotros, ahora, nosostros nos hemos hecho como los Terrestres, para quedar prisioneros de este planeta!
¡Toda la misión se ha convertido en una pesadilla, con Enki y sus Terrestres como señores, acabaremos siendo esclavos! Galzu escuchó con compasión el estallido de Enlil. De hecho, mucho hay que reflexionar, dijo, en Nibiru se ha estado pensando mucho, y profundas cuestiones se han estado planteando al examen de conciencia: ¿Se debería haber dejado a Nibiru a su suerte, fuera lo que fuera lo que el
Creador de Todo pretendiera, para dejar que ocurriera, o fue la llegada a la Tierra concebida por el Creador de Todo, y nosotros no fuimos más que emisarios inconscientes? ¡Sobre esto, camaradas míos, el debate continúa! Así les dijo Galzu. Y he aquí la orden secreta de Nibiru: ¡Vosotros tres permaneceréis en la Tierra; sólo volveréis a Nibiru para morir!

En carros celestiales, circundaréis la Tierra, esperaréis la calamidad en el
exterior; al resto de los Anunnaki, se les debe dar la opción de irse o de esperar la
calamidad en el exterior. Los Igigi que se casaron con Terrestres deben elegir entre la partida o las esposas:
¡A ningún Terrestre, ni siquiera Sarpanit, la de Marduk, se le permitirá viajar a Nibiru!
¡Todos los que quieran quedarse y ver lo que sucede, deberán salvaguardarse en los carros celestes! ¡En cuanto a todos los demás, deben estar preparados para partir hacia Nibiru de inmediato! Así, en secreto, reveló Galzu las órdenes de Nibiru a los líderes.
Viene ahora el relato de cómo los Annunaki decidieron abandonar la Tierra,
y de cómo prestarobn juramento para dejar perecer a la Humanidad en el Diluvio.
Enlil convocó un consejo de comandantes Anunnaki e Igigi en Nibru-ki,
también estaban presentes los hijos de los líderes y sus hijos.
Enlil les reveló el secreto de la inminente calamidad.

¡La Misión a la Tierra ha llegado a un amargo final!, les dijo solemnemente.
Todos los que quieran partir en barcos celestiales, que se preparen para ser evacuados a Nibiru, pero si tienen esposas Terrestres, tendrán que irse sin las esposas.
¡Los Igigi que se afeiten a sus esposas y descendientes, que escapen a los picos más altos de la Tierra!
¡En cuanto a los pocos Anunnaki que decidan quedarse, en Barcos del Cielo permaneceremos sobre los cielos de la Tierra, para esperar la calamidad en el exterior, para presenciar la suerte de la Tierra!
¡Como comandante, seré el primero en quedarme! Así habló Enlil.
¡Los demás, que decidan por sí mismos!

¡Decido quedarme con mi padre, afrontaré la calamidad!, anunció Ninurta.
¡Después del Diluvio, volveré a las Tierras de Más Allá de los Océanos!
Nannar, el primogénito de Enlil en la Tierra, anunció un extraño deseo:
esperar el Diluvio no en los cielos de la Tierra, sino en la Luna; ése fue su deseo.
Enki levantó una ceja; Enlil, aunque desconcertado, aceptó.
Ishkur, el más joven de Enlil, tomó la decisión de quedarse en la Tierra con su padre.
Utu e Inanna, los hijos de Nannar que habían nacido en la Tierra, declararon quedarse.
Enki y Ninki, optaron por quedarse y no abandonar la Tierra; lo anunciaron con orgullo.

¡No abandonaré a los Igigi, ni a Sarpanit!, afirmó Marduk con ira.
Uno a uno, los demás hijos de Enki anunciaron su decisión de quedarse:
Nergal y Gibil, Ninagal y Ningishzidda, y Dumuzi también. Todos los ojos se volvieron entonces a Ninmah; declaró con orgullo su decisión de quedarse: ¡El trabajo de toda mi vida está aquí! ¡A los Terrestres, mis creados, no los
abandonaré! Ante sus palabras, se removió un clamor entre los Anunnaki y los Igigi;
preguntaron por la suerte de los Terrestres.
Que los Terrestres por las abominaciones perezcan; asi lo proclamó Enlil. Un asombroso ser fue creado por nosotros, por nosotros debe ser salvado,le gritó Enki a Enlil.

Ante esto, replicó Enlil también con gritos:
¡Desde el mismo principio, en cada ocasión, tú modificaste las decisiones! ¡Tú les diste la procreación a los Trabajadores Primitivos, a ellos los dotaste de Conocimiento!
Tomaste en tus manos los poderes del Creador de Todo, para después caer en las abominaciones.
¡Concebiste a Adapa con fornicación, le diste Entendimiento a su linaje! ¡A su descendencia te has llevado a los cielos, has compartido con ellos nuestra Sabiduría!

Has roto todas las normas, has ignorado decisiones y órdenes, por culpa tuya, un hermano Terrestre Civilizado mató a otro hermano, por culpa de Marduk, tu hijo, los Igigi, imitándole a él, se casaron con las Terrestres.
¡Nadie sabe ya quién es el representante de Nibiru, el único al que le pertenece la Tierra!
¡Basta! ¡Basta!, es todo lo que digo. ¡La abominación no puede continuar! ¡Ahora que una calamidad ha sido ordenada por un destino desconocido, que suceda lo que tenga que suceder! Así proclamó Enlil, enfurecido; que todos los líderes juren solemnemente que no interferirán en los acontecimientos, exigió Enlil a todos. El primero en prestar juramento de silencio fue Ninurta; otros del lado de Enlil le siguieron.

¡Acato tus órdenes!, le dijo Marduk a Enlil. Pero, ¿de qué sirve el juramento? Si los Igigi abandonaran a sus esposas, ¿no se difundiría el miedo entre los
Terrestres? Ninmah estaba anegada en lágrimas; susurró débilmente las palabras del
juramento.
Enlil miró fijamente a su hermano Enki. ¡Es la voluntad del rey y del consejo!, le dijo.
¿Por qué quieres atarme con un juramento?, le preguntó Enki a su hermano Enlil.
¡Tú has tomado la decisión, en la Tierra es un mandato!
No puedo detener la inundación, no puedo salvar a las multitudes de Terrestres,
así pues, ¿para qué quieres atarme con un juramento? Así le preguntó Enki
a su hermano. Para que todo ocurra como si hubiera sido decretado por hado, que se conozca como Decisión de Enlil, ¡que quede sobre Enlil solo la responsabilidad para siempre! Así dijo Enki a todos.

Después, Enki se fue de la asamblea; Marduk también se fue con él. Con ágiles palabras de mandato, Enlil llamó al orden a la asamblea. Asignó tareas para lo que había que hacer con firmes decisiones, hizo grupos entre los que iban a partir y los que se iban a quedar, para designar plazas para la asamblea, para recoger equipos, para asignar carros. Los primeros en partir fueron los que tenían que volver a Nibiru,
con muchos abrazos y estrechar de brazos, la alegría mezclada con el pesar, embarcaron en las naves celestiales; uno tras otro, los vehículos rugieron y se elevaron desde Sippar.
Al principio, los que quedaban atrás gritaban ¡Viajad sin novedad!; luego, los gritos enmudecían.

Tras completarse los lanzamientos hacia Nibiru, llegó el turno de Marduk y de los Igigi con esposas Terrestres; Marduk los reunió a todos en el Lugar de Aterrizaje, les ofreció una elección:
con él y con Sarpanit, y con los dos hijos y las hijas, ir a Lahmu y esperar allí que pasara la calamidad, o dispersarse en las distantes tierras montañosas de la Tierra, para encontrar un refugio ante el Diluvio.
Después, Enlil tuvo en cuenta a los que se quedaron, por grupos les asignó carros.
Enlil mandó a Ninurta a las tierras montañosas más allá de los océanos para que informara del retumbar de la Tierra; también asignó a Nergal y a Ereshkigal la tarea de vigilar la Blancatierra; a Ishkur le dio la tarea de vigilar contra cualquier avalancha de Terrestres, para que prohibiera accesos, para que levantara y reforzara barreras y cerrojos.

Sippar, el Lugar de los Carros Celestiales, fue el centro de todos los preparativos; desde Nibru-ki, Enlil se llevó a Sippar las Tablillas de los Destinos, allí
estableció un Enlace Cielo-Tierra temporal. Después, Enlil se dirigió a su hermano Enki, a él le dijo así: Para el caso de que se pudiera sobrevivir a la calamidad, que se recuerde todo lo que ha sucedido. ¡Que se entierren y resguarden las tablillas de los registros en Sippar, en las profundidades de la Tierra, para que en los días por venir se descubra lo que desde un planeta se hizo en otro! Enki aceptó de buen grado las palabras de su hermano. Almacenaron los ME y otras tablillas en arcones dorados, los enterraron para la posteridad en Sippar, en las profundidades de la Tierra.

Así dispuesto todo, los líderes esperaron la señal de partir, vigilaron con aprensión la aproximación de Nibiru en su gran vuelta. Fue en aquellos momentos de ansiosa espera cuando Enki se dirigió a su hermana Ninmah, a ella, le dijo así Enki:
¡En su preocupación por los Terrestres, Enlil no ha prestado atención a todas las demás criaturas vivas! Cuando la avalancha de aguas barra las tierras, otras criaturas vivas, algunas de Nibiru originadas por nosotros, la mayor
parte evolucionada en la misma Tierra, quedarán condenadas en un golpe repentino a la extinción. ¡Preservemos tú y yo su simiente de vida, extraigamos sus esencias vitales para salvaguardarlas!

Ninmah, la que da la vida, a las palabras de Enki dio su favor: ¡Lo haré en Shurubak, tú hazlo con las criaturas vivas del Abzu! Así le dijo a Enki.

Mientras los demás esperaron sentados y ociosos, Enki y Ninmah emprendieron un desafiante trabajo; a Ninmah le ayudaron algunas de sus asistentes en Shurubak,
a Enki le ayudó Ningishzidda en el Abzu, en la antigua Casa de la Vida reunieron esencias masculinas y femeninas, y huevos de vida, de cada especie, de dos en dos, de dos en dos los preservaron en Shurubak y en el Abzu, para salvaguardar, mientras en la Tierra se daba la vuelta, para recombinar después las especies vivas.
Entonces, llegaron las palabras de Ninurta: ¡Los estruendos de la Tierra son siniestros!

Entonces, llegaron las palabras de Nergal y de Ereshkigal: ¡La Blancatierra se estremece!
En Sippar, se reunieron todos los Anunnaki, esperaban el Día del Diluvio.

Las Palabras del Señor Enki

LA DÉCIMA TABLILLA

En Sippar, se reunieron todos los Anunnaki, esperaban el Día del Diluvio. Fue entonces, cuando iba creciendo la tensión de la espera, cuando el señor Enki, mientras dormía en su residencia, tuvo una visión-sueño.
En la visión-sueño aparecía la imagen de un hombre, brillante y resplandeciente como los cielos; y cuando el hombre se acercó a Enki, ¡Enki vio que era Galzu, el del cabello blanco!
En la mano derecha sostenía un estilo grabador, y en la izquierda llevaba una tablilla de lapislázuli, lisa y brillante.

Y cuando se aproximó lo suficiente al lecho de Enki, Galzu habló y dijo:
Tus acusaciones contra Enlil fueron injustificadas, pues sólo decía la verdad;
y la decisión que como Decisión de Enlil será conocida, no la decretó él, sino el Destino.
Ahora, toma el Hado en tus manos para que los Terrestres hereden la Tierra;
llama a tu hijo Ziusudra, revélale la inminente calamidad sin romper el juramento.
Dile que construya una embarcación que pueda soportar la avalancha de agua, una embarcación sumergible, semejante a la que te muestro en esta tablilla; que se salven él y su familia en ella, y que lleve también la simiente de todo lo que sea valioso, sea planta o animal;
¡Ésa es la voluntaddel Creador de Todo!

Y, en la visión-sueño, Galzu dibujó una imagen en la tablilla con el estilo, y dejó la tablilla grabada junto al lecho de Enki; y cuando se desvaneció la imagen, la visión-sueño terminó, y Enki despertó con un estremecimiento. Enki se quedó durante un rato en su lecho, reflexionando con asombro sobre la visión-sueño:
¿Cuál es el significado de esto, qué presagio augura? Después, cuando se levantó del lecho, he ahí que estaba la tablilla; ¡lo que en una simple visión-sueño había visto estaba ahora materialmente junto a la cama!
Con manos temblorosas, el señor Enki tomó la tablilla, sobre la tablilla vio el diseño de una embarcación de forma curiosa, en el filo de la tablilla había marcas de medidas, ¡indicaban las medidas de la embarcación!

Sobrecogido y esperanzado, el señor Enki envió rápidamente a sus emisarios al amanecer,
¡Encontrad al llamado Galzu, tengo que hablar con él! Así les dijo. Todos volvieron al atardecer, le informaron así a Enki: Nadie pudo encontrar a ningún Galzu,
¡Hace tiempo que Galzu volvió a Nibiru!, le dijeron. Enki estaba muy desconcertado, se esforzaba por comprender el misterio y su presagio.

No pudo desentrañar el misterio, ¡pero el mensaje para él estaba claro! Aquella noche, Enki fue sigilosamente hasta la cabaña de juncos donde dormía Ziusudra; para no romper el juramento, el señor Enki le dijo a la pared de la cabana,
no a Ziusudra: ¡Despierta! ¡Despierta!, le dijo Enki a la pared de juncos, desde detrás de la pantalla de juncos hablaba. Cuando Ziusudra se despertó, Enki le dijo desde detrás de la pantalla de juncos: ¡Cabaña de juncos, cabaña de juncos! ¡Presta atención a mis palabras, haz caso a mis instrucciones!

Una calamitosa tormenta caerá sobre todas las moradas, todas las ciudades,
será la destrucción de la Humanidad y de su descendencia.
Ésta es la decisión final, la palabra de la asamblea convocada por Enlil, ésta es la decisión pronunciada por Anu, Enlil y Ninmah.

Ahora, presta atención a mis palabras, observa el mensaje que te estoy diciendo:
¡Abandona tu casa, construye una embarcación; renuncia a tus posesiones, salva la vida!
La embarcación que tienes que construir, su diseño y sus medidas se muestran en una tablilla, dejaré la tablilla junto a la pared de la cabana de juncos.

Asegúrate de que la embarcación esté techada en toda su extensión, desde el interior no debe verse el sol.
El aparejo tiene que ser muy fuerte, la brea fuerte y espesa, para que no entre el agua.
¡Que sea una embarcación que pueda darse la vuelta y caer, para sobrevivir a la avalancha de agua!
Construye la embarcación en siete días, reúne en ella a tu familia y a tus parientes,
acumula en la embarcación comida y agua para beber, lleva también animales domésticos.
Después, en el día apuntado, se te dará una señal; un guía de embarcación que conoce las aguas, designado por mí, te llegará ese día; en ese día, tendréis que entrar en la embarcación, tendréis que atrancar bien la portezuela.
Un abrumador Diluvio, procedente del sur, devastará tierras y vida; vuestra embarcación se elevará sobre sus amarras, se dará la vuelta y caerá.

No tengáis miedo: el guía de la embarcación os llevará a un refugio seguro, ¡La simiente de la Humanidad Civilizada sobrevivirá por vosotros!
Cuando la voz de Enki se calló, Ziusudra estaba ansioso, sobre sus rodillas cayó postrado:
¡Mi señor! ¡Mi señor!, gritó. ¡Tu voz he escuchado, deja que vea tu rostro! ¡No te he hablado a ti, Ziusudra, a la pared de juncos le he hablado! Así dijo Enki.
Por decisión de Enlil, por un juramento estoy ligado a lo que juraron todos
los Anunnaki;
¡En mi rostro verás que, sin duda, como todos los terrestres, morirás! Ahora, cabaña de juncos, presta atención a mis palabras: ¡El propósito de la embarcación, deberás guardarlo como un secreto de los Anunnaki!

Cuando la gente de la ciudad pregunte, a ellos les dirás: ¡El señor Enlil ha estado enfadado con mi señor Enki, navegaré hacia la morada de Enki en el Abzu, quizás así Enlil se apacigüe! Durante un rato, siguió un silencio. Ziusudra salió desde detrás de la pared de juncos, una tablilla de lapislázuli, brillando a la luz de la luna, vio y tomó; sobre ella estaba dibujada la imagen de una embarcación, las muescas
daban sus medidas; Ziusudra era el más sabio de los Hombres Civilizados, comprendió lo que había escuchado.
A la mañana siguiente, anunció a la gente de la ciudad: El señor Enlil ha estado enfadado con el Señor Enki, mi señor, por ello el señor Enlil me es hostil.

No puedo seguir viviendo en esta ciudad, ni puedo poner ya mi pie en el Edin; al Abzu, a los dominios del señor Enki, iré navegando. En una embarcación que debo construir con rapidez, partiré de aquí; así remitirá la ira del señor Enlil, las penurias terminarán, ¡a partir de entonces, el señor Enlil hará llover sobre vosotros la abundancia! Aún no se había ido la mañana cuando la gente se reunió alrededor de
Ziusudra, se animaron entre sí para construir con rapidez su embarcación. Los mayores transportaban cuadernas de madera de embarcación, los pequeños llevaban betún de los pantanos. Mientras los madereros clavaban los tablones, Ziusudra fundía el betún en un caldero.

Con el betún, impermeabilizó la embarcación por dentro y por fuera, al quinto día estaba terminada la embarcación, igual a la del dibujo de la tablilla.
Ansiosos por ver partir a Ziusudra, la gente de la ciudad llevó comida y agua a la embarcación, de sus propias bocas tomaron el sustento; ¡para apaciguar a Enlil, se apresuraron!
También se introdujeron en la embarcación animales cuadrúpedos, los pájaros del campo entraron volando por sí mismos.

Ziusudra hizo embarcar a su esposa y a sus hijos, las esposas de estos y sus hijos también vinieron.
¡Que suba a bordo también cualquiera que desee ir a la morada del señor Enki!
Así se pronunció Ziusudra ante la gente reunida.
Previendo la abundancia de Enlil, sólo algunos de los artesanos escucharon la llamada.
Al sexto día, Ninagal, Señor de las Grandes Aguas, llegó a la embarcación, era hijo de Enki, había sido elegido para ser el navegante de la embarcación.

Sostenía en sus manos una caja de madera de cedro, la mantuvo a su lado en la embarcación;
¡Contiene las esencias vitales y los huevos de vida de las criaturas vivas, reunidas por el señor Enki y por Ninmah, para ocultarlos de la ira de Enlil, para resucitar la vida si es voluntad de la Tierra!
Eso le explicó Ninagal a Ziusudra; así se ocultaron en la embarcación todas las bestias por sus parejas.
Entonces, Ninagal y Ziusudra esperaron en la embarcación la llegada del séptimo día.

En el centesimo vigésimo Shar se esperaba el Diluvio, en el décimo Shar de la vida de Ziusudra se aproximó el Diluvio, en la estación de la Constelación del León se hizo inminente la avalancha.
Viene ahora el relato del Diluvio que cubrió la Tierra y de cómo escaparon los Anunnaki, y cómo Ziusudra sobrevivió en la embarcación.
Durante días antes del Día del Diluvio, la Tierra estuvo retumbando, como si gimiera de dolor; durante noches antes de que golpeará la calamidad, se estuvo viendo en los cielos a Nibiru como una estrella resplandeciente; después, se hizo la oscuridad durante el día, y en la noche, la Luna era como si se la hubiera tragado un monstruo

La Tierra empezó a temblar, se vio agitada por una fuerza de red desconocida hasta entonces.
Con el resplandor del amanecer, una nube negra se levantó por el horizonte, la luz de la mañana se convirtió en oscuridad, como si la sombra de la
muerte la velara. Después, se oyó como un estruendo de truenos, los cielos se encendieron con los rayos.

Partid! ¡Partid!, dio la señal Utu a los Anunnaki. Agazapados en los barcos del cielo, los Anunnaki se elevaron en las alturas. En Shurubak, a dieciocho leguas de distancia, Ninagal vio las brillantes erupciones:
¡Atranca! ¡Atranca la portezuela!, le gritó Ninagal a Ziusudra. Juntos cerraron la trampilla que ocultaba la portezuela; hermética, completamente cerrada, quedó la embarcación; dentro no penetraba ni un rayo de luz.
En aquel día, en aquel inolvidable día, el Diluvio comenzó con un estruendo; en la Blancatierra, en el fondo de la Tierra, se sacudieron los cimientos de la Tierra; luego, con un estruendo igual a mil truenos, la capa de hielo se deslizó de sus cimientos, despegada por la invisible fuerza de la red de Nibiru, se estrelló contra el mar del sur.

Una capa de hielo golpeó contra otra capa de hielo, la superficie de la Blancatierra se venía abajo como la cascara rota de un huevo. De pronto se levantó una gran ola, la muralla de aguas llegaba hasta los mismos cielos. Una tormenta de una ferocidad nunca vista se puso a bramar en el fondo de la Tierra, la muralla de agua impulsaba sus vientos, la ola se desplegó hacia el norte; la muralla de aguas se avalanzaba hacia el norte, alcanzó las tierras del Abzu.
Desde allí, viajó hasta las tierras habitadas, arroyó el Edin.

Cuando la ola, la muralla de aguas, llegó a Shurubak, la ola soltó de sus amarras a la embarcación de Ziusudra, sacudiéndola, se tragó a la embarcación como un abismo de agua.
Aunque completamente sumergida, la embarcación se mantuvo firme, no entró siquiera una gota de agua.
En el exterior, la ola de la tormenta tomó desprevenida a la gente como una batalla mortal, nadie podía ver a sus semejantes, el suelo se desvaneció, sólo había agua. De pronto, las poderosas aguas habían cubierto la tierra firme; antes de que terminara el día, la muralla de agua, ganando velocidad, arroyó las montañas.

En sus embarcaciones celestiales, los Anunnaki circundaban la Tierra.
Abarrotando los compartimentos, se agazapaban contra las paredes exteriores,
contemplaban angustiados lo que estaba ocurriendo allí abajo, en la Tierra.
Desde el barco celestial en el cual estaba, Ninmah se puso a gritar como una mujer de parto:
¡Las aguas cubren a mis creados como libélulas ahogadas en un estanque,
la ola arrolladura se ha llevado toda la vida! Así lloraba y gemía Ninmah.
Inanna, que estaba con ella, también lloraba y se lamentaba:
¡Todo allí abajo, todo lo que vivía, se ha convertido en barro!

Así lloraban Ninmah e Inanna; lloraron y aliviaron sus sentimientos.
En los demás barcos celestiales, los Anunnaki estaban anonadados ante la visión de aquella desenfrenada furia, en aquellos días presenciaron con temor un poder más grande que el suyo. Anhelaron los frutos de la Tierra, tuvieron sed del elixir fermentado.
¡Los días de antaño, ay, se han convertido en barro! Así se decían unos a otros.

Después de que la inmensa ola barriera la Tierra, reabrieron las compuertas del cielo, y se desató un aguacero desde los cielos a la Tierra.
Durante siete días se mezclaron las aguas de arriba con las aguas del Gran Abajo;
después, la muralla de agua, alcanzando sus límites, cesó en su embestida, pero las lluvias de los cielos continuaron durante cuarenta días y noches más. Desde sus posiciones elevadas, los Anunnaki miraban hacia abajo: donde una vez hubo tierra firme, ahora había un mar de agua, y donde una vez hubo montañas que elevaban sus picos hasta los cielos, sus cimas eran ahora como islas en las aguas; y todo lo que vivía en la tierra firme había perecido en la avalancha de las aguas.

Después, como en el Principio, las aguas se reunieron en sus cuencas, agitándose arriba y abajo, día a día fue bajando el nivel del agua. Más tarde, cuarenta días después de que el Diluvio cubriera la Tierra, las lluvias también se detuvieron.

Después de los cuarenta días, Ziusudra abrió la portezuela de la embarcación para inspeccionar los alrededores. Era un día luminoso, soplaba una suave brisa;
completamente sola, sin ningún otro signo de vida, la embarcación cabeceaba sobre un vasto mar.
¡La Humanidad, todo lo que vivía, ha sido barrido de la faz de la Tierra, nadie salvo nosotros ha sobrevivido, pero no hay tierra firme sobre la que poner el pie!

Así dijo Ziusudra a sus parientes, mientras se sentaba y se lamentaba. Entonces, Ninagal, nombrado por Enki, dirigió la embarcación hacia los
picos gemelos de Arrata, hizo una vela para ella, hacia el Monte de la Salvación llevó la embarcación.
Ziusudra estaba impaciente; liberó a las aves que había abordo para que buscaran tierra firme, las envió para que comprobaran si había sobrevivido algo de vegetación. Dejó salir una golondrina, dejó salir un cuervo; ambos volvieron a la
embarcación. Dejó salir a una paloma; ¡y volvió a la embarcación con una ramita de un árbol! Ahora sabía Ziusudra que la tierra firme había emergido de debajo de las aguas.
Unos cuantos días más y la embarcación se detuvo en unas rocas:
¡El Diluvio ha pasado, estamos en el Monte de la Salvación! Así le dijo
Ninagal a Ziusudra.

Abriendo la portezuela hermética, Ziusudra salió de la embarcación; el cielo era claro, el Sol brillaba, soplaba un suave viento. Apresuradamente, llamó a su esposa y a sus hijos para que salieran. ¡Alabemos al señor Enki, a él demos gracias!, les dijo Ziusudra. Juntó piedras con sus hijos, con ellas construyó un altar, después encendió fuego sobre el altar, hizo un fuego con incienso aromático.
Una oveja, una sin mancha, eligió para el sacrificio, y sobre el altar, ofreció la oveja a Enki como sacrificio.

En aquel momento, Enlil le transmitió palabras a Enki desde su barco celestial:
¡Descendamos en Torbellinos desde los barcos celestiales sobre el pico de Arrata,
para revisar la situación, para determinar qué hacer!
Mientras los demás seguían circundando la Tierra en sus barcos celestiales,
Enlil y Enki descendieron en Torbellinos sobre el pico Arrata.
Los dos hermanos se sonrieron al encontrarse, con alegría estrecharon los brazos.
Después, Enlil quedó desconcertado con el olor del fuego y de la carne asada.
¿Qué es eso?, le gritó a su hermano. ¿Es que ha sobrevivido alguien al Diluvio?
¡Vamos a ver!, le respondió Enki dócilmente.

En sus Torbellinos fueron volando hasta el otro pico de Arrata, vieron la embarcación de Ziusudra, aterrizaron junto al altar que éste había construido.
Cuando Enlil vio a los supervivientes, Ninagal entre ellos, su furia no tuvo límites.
¡Todo Terrestre tenía que perecer!, gritó con furia; se abalanzó sobre Enki iracundo,
estaba dispuesto a matar a su hermano con las manos desnudas.

¡Él no es un simple mortal, es mi hijo!, gritó Enki señalando a Ziusudra.
Por un momento, Enlil dudó. ¡Rompiste tu juramento!, le gritó a Enki. ¡Le hablé a una pared de juncos, no a Ziusudra!, dijo Enki, después le relató a Enlil la visión-sueño. Para entonces, alertados por Ninagal, también habían bajado Ninurta
y Ninmah en sus Torbellinos; cuando escucharon el relato de los acontecimientos, Ninurta y Ninmah no se encolerizaron por el relato. ¡Debe ser la voluntad del Creador de Todo que sobreviva la Humanidad!
Así le dijo Ninurta a su padre.
Ninmah tocó su collar de cristales, regalo de Anu, y juró: ¡Juro que nunca se repetirá la aniquilación de la Humanidad! Ablandándose, Enlil tomó de las manos a Ziusudra y a Emzara, su esposa, y los bendijo así:
¡Fructificad y multiplicaos, y poblad la Tierra! Así terminaron los Tiempos de Antaño.

Viene ahora el relato de cómo se restableció la supervivencia en la Tierra, y de cómo se encontró una nueva fuente de oro, así como a otros Terrestres más allá de los océanos.

Después del encuentro de Arrata, las aguas del Diluvio siguieron retirándose, y se mostró poco a poco la faz de la Tierra desde debajo de las aguas. Las tierras montañosas salieron ilesas en su mayor parte, pero los valles quedaron enterrados de lodo y cieno.

Desde los barcos celestiales y desde los Torbellinos, los Anunnaki inspeccionaros los paisajes: ¡Todo lo que había existido en los Tiempos de Antaño en el Edin y en el
Abzu estaba enterrado bajo el barro! Eridú, Nibru-ki, Shurubak, Sippar, todas habían desaparecido, se habían desvanecido por completo; pero en las Montañas de los Cedros la gran plataforma de piedra relucía bajo la luz del Sol,
¡el Lugar de Aterrizaje, hecho en los Tiempos de Antaño, seguía en pie'-Uno tras otro, aterrizaban los Torbellinos sobre la plataforma;la plataforma estaba intacta; en la esquina de lanzamiento, los gigantescos bloques de piedra se mantenían firmes.

Apartando escombros y ramas de árboles, los primeros en aterrizar hicieron señales a los carros; uno tras otro llegaron los carros celestiales, bajaron sobre la plataforma. Después se enviaron palabras a Marduk en Lahmu y a Nannar en la Luna, y ellos también volvieron a la Tierra, sobre el Lugar de Aterrizaje se posaron.
Entonces, los Anunnaki y los Igigi que se habían reunido junto a Enlil fueron convocados en asamblea.
¡Hemos sobrevivido al Diluvio, pero la Tierra está devastada! Así les dijo Enlil.
¡Tenemos que evaluar todas las formas de recuperación, sea en la Tierra, sea donde sea!
¡Lahmu quedó devastado con el paso de Nibiru! Así lo relató Marduk: ¡Su atmósfera fue absorbida hacia el exterior, sus aguas se evaporaron, es un lugar de tormentas de polvo!

¡Por sí misma, la Luna no puede sostener vida, sólo se puede permanecer allí con máscaras de Águila!
Así dio cuenta Nannar a los demás, y después añadió palabras de enamorado:
¡Una vez allí, uno debe recordar que fue el líder del ejército de Tiamat, compañera de la Tierra es, el destino de la Tierra está conectado con ella! Enlil puso su brazo cariñosamente sobre los hombros de su hijo. ¡Estamos preocupados ahora con la supervivencia!

Así, suavemente, le replicó Enlil a Nannar; ¡Ahora, el sustento es nuestra mayor preocupación!
¡Examinemos la Cámara de la Creación sellada; quizás todavía encontremos las simientes de Nibiru!
Así le dijo Enlil a Enki, recordándole los granos una vez creados.
Al lado de la plataforma, apartando algo de lodo, encontraron el pozo de tiempos remotos, sacaron la piedra que lo bloqueaba, entraron al santuario. Las arcas de diorita estaban selladas, hicieron abrir los sellos con una llave de cobre.

¡Dentro de las arcas, en vasijas de cristal, estaban las simientes de los cereales de Nibiru!
Una vez fuera, Enlil le dio las simientes a Ninurta, a él le dijo así:
¡Ve a la terraza de la ladera, que los cereales de Nibiru provean de pan una
vez más!

En las Montañas de los Cedros, también en otras montañas, Ninurta represó las cascadas, construyó terrazas, le enseñó a cultivar al hijo mayor de Ziusudra. A Ishkur, su hijo más joven, Enlil le asignó otra tarea: ¡Allí donde se hayan retirado las aguas, ve y encuentra los árboles frutales que queden!

Para él, se asignó al hijo más joven de Ziusudra como cultivador de frutas: el primer frutal que encontraron fue la vid, que había traído Ninmah; de su jugo, como el célebre elixir de los Anunnaki, Ziusudra tomó un sorbo.
¡Por un sorbo, después otro y otro, Ziusudra fue vencido, se quedó dormido como borracho!
Entonces, Enki ofreció un regalo a los Anunnaki y a los Terrestres: descubrió el arca que Ninagal había llevado, anunció a todos su sorprendente contenido:
Las esencias vitales y los huevos de vida se pueden combinar en las matrices de los animales cuadrúpedos de la embarcación de Ziusudra, las ovejas se multiplicarán, por su lana y su carne; todos tendrán ganado vacuno, por su leche y por sus pieles, ¡después, con otras criaturas vivas poblaremos la Tierra! Enki le dio a Dumuzi las tareas de pastoreo, en estas tareas le ayudaba el hijo mediano de Ziusudra. Después, Enki puso su atención en la masa de tierra de tono oscuro, donde él y sus hijos habían tenido sus dominios.

Con Ninagal, represó las montañas en la confluencia de las aguas poderosas, canalizó las feroces cascadas hasta un lago, para que se acumularan las aguas como un lago.

Después, inspeccionó con Marduk las tierras entre el Abzu y el Gran Mar: donde una vez hubo moradas, consideró cómo drenar el valle del río.
En mitad de la corriente, donde las aguas del río caían en cascada, levantó una isla desde las aguas.
En sus entrañas excavó cavernas gemelas, por encima de ellas forjó compuertas a partir de piedras.
Desde allí, talló dos canales en las rocas, para las aguas elaboró dos estrechos,
así podía ralentizar o acelerar las aguas que venían de las tierras altas; con represas y compuertas, y con los dos estrechos, reguló las aguas.

Desde la Isla de la Caverna, la isla de Abu, levantó desde debajo de las aguas el sinuoso valle del río:
en la Tierra de los Dos Estrechos, Enki creó un asentamiento para Dumuzi y los pastores.
Con satisfacción, Enlil envió palabras de todo esto a Nibiru; Nibiru respondió con palabras de preocupación:
el cercano tránsito que había afectado a la Tierra y a Lahmu había provocado también muchos daños en Nibiru;
el escudo de polvo de oro se había desgarrado, la atmósfera estaba disminuyendo de nuevo,
¡era perentoria la llegada de nuevos suministros de oro!

Enki fue al Abzu fervientemente, viajó con su hijo Gibil para inspeccionar y buscar.
¡Todas las minas de oro habían desaparecido, habían quedado enterradas con la avalancha de agua!
¡En el Edin, Bad-Tibira tampoco existía ya! ¡En Sippar, ya no había un lugar para carros!
Los cientos de Anunnaki que habían trabajado duro en las minas y en Bad-Tibira se habían ido de la Tierra, la multitud de Terrestres que servían como Trabajadores Primitivos se habían convertido en barro con el Diluvio;
¡Ya no se puede proveer oro desde la Tierra!, anunciaron Enlil y Enki a Nibiru.
En la Tierra y en Nibiru hubo desesperación.

Por entonces, terminó Ninurta sus trabajos en las montañas de los cerros, una vez más se fue a la tierra montañosa más allá de los océanos. Desde allí, al otro lado de la Tierra, envió palabras asombrosas:
La avalancha de aguas produjo profundos cortes en las laderas, desde las laderas, oro incontable, en pepitas grandes y pequeñas, caen a los ríos de abajo, ¡se puede recoger oro sin tener que extraerlo! Enlil y Enki fueron apresuradamente a la distante tierra montañosa, con sorpresa vieron el descubrimiento:
¡Oro, oro puro había por todas partes, sin necesidad de refinado ni de fundición! ¡Es un milagro! Así le dijo Enki a Enlil. ¡Lo que forjó Nibiru, Nibiru lo enmendó! ¡La mano invisible del Creador de Todo es permitir la vida en Nibiru! Así dijo Enlil.

Ahora, ¿quién recogerá las pepitas, cómo las enviarán a Nibiru?, se preguntaron entre sí los líderes.
Para la primera pregunta, Ninurta tenía una respuesta: ¡En las altas tierras montañosas, en este lado de la Tierra, han sobrevivido algunos Terrestres!

Son descendientes de Ka-in, saben cómo manipular los metales; cuatro hermanos y cuatro hermanas son sus líderes, se salvaron por sí mismos en balsas, ahora la cima de su montaña es una isla en mitad de un gran lago. ¡Me recuerdan como protector de sus antepasados, me llaman el Gran Protector!

Al saber que habían sobrevivido otros Terrestres, los líderes se esperanzaron, ni siquiera se enfureció Enlil, que había planeado el fin de toda carne. ¡Es la voluntad del Creador de Todo!, se dijeron unos a otros. ¡Establezcamos ahora un nuevo Lugar de los Carros Celestiales, enviemos desde allí el oro a Nibiru!

Buscaron una nueva llanura cuyo suelo estuviera seco y endurecido, en las proximidades del Lugar de Aterrizaje, en una península desolada, encontraron esa llanura. Era lisa como un lago en calma, rodeada de montañas blancas.

Viene ahora el relato del nuevo Lugar de los Carros Celestiales, y de los montes gemelos artificiales y de cómo Marduk usurpó la imagen del león. En la península elegida por los Anunnaki, se reflejaron los celestiales Caminos de Anu y de Enlil en la Tierra;
¡Ubiqúese con exactitud en esos límites el nuevo Lugar de los Carros, que el corazón de la llanura refleje los cielos! Así le sugirió Enlil a Enki. Cuando Enki estuvo de acuerdo con esto, Enlil tomó medidas de distancias de los cielos;
hizo un gran dibujo sobre una tablilla para que todos lo vieran. ¡Que el Lugar de Aterrizaje en las Montañas de los Cedros forme parte de las instalaciones!, dijo.

Midió la distancia entre el Lugar de Aterrizaje y el Lugar de los Carros, en su mitad, concibió un lugar para un nuevo Centro de Control de Misiones:
allí eligió un monte adecuado, lo llamó el Monte de Mostrar el Camino. Allí ordenó construir una plataforma de piedras, parecidas pero más pequeñas que las del Lugar de Aterrizaje; en su centro, se talló una roca por dentro y por fuera, se hizo para albergar un nuevo Enlace Cielo-Tierra. Un nuevo Ombligo de la Tierra, para hacer el papel de Nibru-ki antes del Diluvio. El Sendero de Aterrizaje se ancló en el norte, en los picos gemelos de Arrata; para demarcar el Corredor de Aterrizaje, Enlil necesitaba otras dos series de picos gemelos, para delimitar los límites del Corredor de Aterrizaje, para asegurar el ascenso y el descenso.

En la parte meridional de la desolada península, un lugar de montañas, Enlil eligió dos picos contiguos, sobre ellos ancló el límite meridional. Pero donde se necesitaba la segunda serie de picos gemelos no había montañas, sólo sobresalía del suelo una planicie, por encima del valle encharcado. ¡Podemos levantar allí unos picos artificiales! Así dijo Ningishzidda a los líderes.
Sobre una tablilla dibujó para ellos la imagen de unos picos de lados lisos
elevándose hacia los cielos. ¡Si se puede hacer, sea!, dijo Enlil con aprobación. ¡Que sirvan también de balizas! Sobre la planicie, por encima del valle del río, Ningishzidda construyó un modelo a escala, con él perfeccionó los ángulos de elevación y los cuatro lados lisos.

Junto a él, situó un pico más grande, estableció sus lados a las cuatro esquinas de la Tierra; los Anunnaki cortaron y levantaron las piedras con sus herramientas de
poder.
Junto a él, en una ubicación precisa, se colocó el pico que era su gemelo; se diseñó con galerías y cámaras para cristales pulsantes. Cuando este pico artificial se elevó hacia los cielos, se invitó a los líderes para que pusieran el remate sobre él.

De electro, una mezcla que elaborara Gibil, se hizo la Piedra Ápice. Reflejaba la luz del sol hasta el horizonte, era como un pilar de fuego en la noche, concentraba en un rayo hacia los cielos el poder de todos los cristales. Cuando las obras diseñadas por Ningishzidda se terminaron y estuvieron listas, los líderes Anunnaki entraron en el Gran Pico Gemelo, se maravillaron con lo que vieron; Ekur, Casa Que Como una Montaña Es, lo llamaron, era una baliza para los cielos. Proclamaba que los Anunnaki habían sobrevivido al Diluvio y vencerían siempre. ¡Ahora, el nuevo Lugar de los Carros Celestiales puede recibir oro de allende los mares, desde allí, los carros llevarán el oro de la supervivencia a Nibiru; desde allí hacia el este, donde el Sol se eleva en el día designado, ascenderán, hasta allí al sudoeste, donde el Sol se pone en el día designado, descenderán. Entonces, Enlil activó con su propia mano los cristales de Nibiru. Dentro, luces espeluznantes comenzaron a parpadear, un zumbido hechizante rompió el silencio.
Fuera, el remate se puso a brillar de repente, era más brillante que el Sol.
La multitud de los Anunnaki reunidos elevó un gran grito de alborozo; Ninmah, que había venido para la ocasión, recitó un poema y cantó:

Casa que es como una montaña, casa con un pico puntiagudo, está equipada para Cielo-Tierra, es la obra de los Anunnaki.
Casa brillante y oscura, casa del cielo y la Tierra, para los barcos celestiales se ensambló, la construyeron los Anunnaki. Casa cuyo interior resplandece con una rojiza luz del cielo, emite un rayo pulsante que llega lejos y alto; noble montaña de montañas, creada grande y noble, está más allá de la comprensión de los Terrestres. Casa de equipamiento, noble casa de eternidad, las piedras de sus cimientos tocan las aguas, su gran circunferencia se fija en la arcilla.
Casa cuyas partes están hábilmente entretejidas, hace descender a los grandes que en los cielos circulan para descansar; casa que es un punto de referencia para las naves espaciales, de entrañas inabarcables, el Ekur está bendecido por el mismo Anu.

Así recitó y cantó Ninmah en la celebración.
Mientras los Anunnaki celebraban su notable obra, Enki le dijo a Enlil palabras de sugerencia: Cuando en días futuros se pregunte,
¿cuándo y quién hizo esta maravilla?

Creemos junto a los picos gemelos un monumento; que anuncie la Era del León,
La imagen de Ningishzidda, el diseñador de los picos, sea su cara,
que mire exactamente hacia el Lugar de los Carros Celestiales,
¡Cuándo, quién y el propósito revélese a generaciones futuras!
Esta fue la sugerencia de Enki a Enlil. Ante sus palabras, Enlil consintió, y le dijo a Enki:
Del lugar de los Carros Celestiales, Utu debe ser nuevamente el comandante; ¡que el león de mirada fija, exactamente orientado al este, tenga la imagen de Ningishzidda!

Cuando se iniciaron los trabajos de talla y modelado del león
hecho de roca, Marduk le dijo a su padre Enki palabras de agravio:
Me prometiste que dominaría la Tierra toda, ahora se les conceden a otros mandato y gloria, sin tarea ni dominios se me deja. ¡En mis antiguos dominios se han situado los montes artificiales, sobre el león debe estar mi imagen! Ningishzidda se enfureció con estas palabras de Marduk, el resto de hijos también se sintieron molestos, Ninurta y sus hermanos también se levantaron en un clamor por dominios, ¡todos exigían tierras para sí mismos, y Terrestres devotos! ¡No se convierta en disputa la celebración!, gritó Ninmah en medio de las voces alteradas. ¡La Tierra todavía está desolada, somos pocos Anunnaki, de los Terrestres
sólo hay supervivientes! ¡Que a Marduk, Ningishzidda del honor no le prive, tengamos en cuenta también las palabras de Marduk!

Así dijo Ninmah, la pacificadora, a los líderes enfrentados. ¡Para que prevalezca la paz, debemos repartirnos las tierras habitables entre nosotros!, dijo Enlil a Enki. Estuvieron de acuerdo en hacer de la península un separador incontestable,
se le asignó a la pacificadora Ninmah. Tilmun, Tierra de los Proyectiles, la llamaron; estaba fuera de los límites de los Terrestres. Las tierras habitables al este de la península se apartaron para Enlil y su descendencia, para los descendientes de dos hijos de Ziusudra, Sem y Jafet, para que vivieran allí. La masa de tierra de tono oscuro que incluía el Abzu se le concedió por dominio a Enki y a su clan,
para habitarla se eligió al pueblo del hijo mediano de Ziusudra, Cam.
Enki, para apaciguar a su hijo, sugirió hacer a Marduk señor de ellos, señor
de sus tierras. ¡Sea como tú deseas!, dijo Enlil a Enki acerca de esto.

En Tilmun, en su montañoso sur, Ninurta construyó una morada para su madre, Ninmah; cerca de un manantial con palmeras datileras, se localizó un fresco valle,
el pico de la montaña aterrazó Ninurta, plantó un fragante jardín para Ninmah.
Cuando se terminó todo, se dio una señal a todos los puestos avanzados en la Tierra:
desde las tierras montañosas más allá del océano, los Torbellinos trajeron las pepitas de oro, desde el Lugar de los Carros Celestiales, se llevó el oro hasta Nibiru. En aquel memorable día, Enlil y Enki se dijeron uno a otro y coincidieron: ¡Honremos a Ninmah, la pacificadora, con un nuevo nombre-epíteto: sea su nombre Ninharsag, Señora de la Cima de la Montaña!

Por aclamación se le dio este honor a Ninmah, a partir de entonces se le llamó Ninharsag.
¡Alabad a Ninharsag, la pacificadora en la Tierra!, proclamaron al unísono los Anunnaki.

Las Palabras del Señor Enki

LA UNDÉCIMA TABLILLA

¡Alabad a Ninharsag, la pacificadora en la Tierra!, proclamaron al unísono los Anunnaki.
Durante el primer Shar después del Diluvio, Ninharsag se las ingenió para atemperar los humores; Nibiru, a la que había que reabastecer de oro, estaba por encima de ambiciones y rivalidades.
Lentamente, la Tierra volvió a inundarse de vida; con las simientes de vida que preservara Enki, lo que había sobrevivido por sí solo se acrecentó en la tierra, en el aire y en las aguas.

¡Pero lo más precioso de todo, descubrieron los Anunnaki, fueron los propios remanentes de la Humanidad!
Como en los días pasados, cuando fueron creados los Trabajadores Primitivos,
los Anunnaki, pocos y agotados, clamaron de nuevo por Trabajadores
Civilizados.
Para cuando terminó el primer Shar después del Diluvio, la pacífica tregua se hizo pedazos a causa de un acontecimiento inesperado.
La erupción fue ahora entre los clanes de Marduk y Ninurta, no entre los de Enki y Enlil; entre los propios hijos de Marduk, ayudados por los Igigi, se rompió la tranquilidad.
Durante el tiempo que Marduk, Sarpanit y sus hijos esperaban en Lahmu a causa del Diluvio, los dos hijos varones, Asar y Satu, se encapricharon de las hijas de
Shamgaz, el líder Igigi cuando volvieron a la Tierra, los dos hermanos se casaron con las dos hermanas, Asar eligió a la llamada Asta, Satu con la llamada Nebat se prometió.

Asar optó por vivir con su padre Marduk en las tierras oscuras, Satu hizo su morada en el Lugar de Aterrizaje, donde moraban los Igigi, con Shamgaz.
Shamgaz estaba preocupado con los dominios en la Tierra: ¿Dónde serán señores los Igigi? Así incitaba Shamgaz a los otros Igigi, de lo cual Nebat le hablaba a Satu
a diario;
¡Estando con su padre, Asar será el único sucesor, heredará las tierras fértiles!
Así le decían Shamgaz y su hija Nebat a Satu día tras día. Padre e hija tramaban cómo retener la sucesión sólo en manos de Satu. En un día propicio hicieron un banquete; a él invitaron a Igigi y a Anunnaki. Asar, sin sospechar nada, también llegó para celebrar con su hermano. Nebat, la hermana de su esposa, preparó las mesas, también puso escabeles a los pies, Nebat se embelleció; con una lira en la mano, cantó una canción al poderoso Asar. Satu, delante de él, elegía tajadas de carne asada, con un cuchillo le servía ceboncillos. Shamgaz, en una gran copa, le ofrecía a Asar vino nuevo, una mezcla hecha por él, en una gran vasija, suficientemente grande como para tomarla en consideración, le puso vino elixirado.
Asar estaba de buen humor; se puso de pie y cantó alegremente, acompañándose con címbalos en la mano.
Más tarde, se vio vencido por el vino mezclado, cayó al suelo.

¡Llevémosle para que duerma profundamente!, dijeron los anfitriones a los
demás en el banquete.
Llevaron a Asar a otra cámara, lo pusieron en un ataúd, cerraron el ataúd con fuertes precintos, al mar lo arrojaron. Cuando llegó a Asta la noticia de lo sucedido, elevó lamentos a Mardu el padre de su marido:
¡Asar fue brutalmente arrojado a las profundidades del mar para que muriera, hay que encontrar el ataúd con rapidez!
Registraron el mar en busca del ataúd de Asar, lo encontraron a orillas de la tierra oscura.
En su interior yacía el rígido cuerpo de Asar, el aliento de vida había partido de las aletas de su nariz.
Marduk desgarró sus ropajes, se puso ceniza en la frente.

¡Hijo mío! ¡Hijo mío!, gritaba y sollozaba Sarpanit, grande era su pesar y su duelo.
Enki estaba abatido y lloraba: ¡Se ha repetido la maldición de Ka-in!, dijo a su hijo en su angustia.
Asta elevó un lamento a los alturas, hizo petición a Marduk de un heredero para vengarse:
¡Satu debe encontrar la muerte. Déjame concebir un sucesor de tu propia simiente,
que su nombre se recuerde por tu nombre, y el linaje sobreviva!
¡Eso, ay, no se puede hacer!, dijo Enki a Marduk y a Asta:
¡El hermano que asesinó, el hermano del hermano debe ser custodio, por esto se le debe perdonar la vida a Satu, de su simiente debes concebir un heredero para Asar!
Asta quedó desconcertada por estos giros del destino; muy turbada, tomó la determinación de desafiar las normas.

Antes de que el cuerpo de Asar fuera envuelto y, en el sudario, preservado en un santuario, de su falo, Asta extrajo la simiente de vida de Asar.
Con ésta, Asta concibió, un heredero y un vengador de Asar nació.
A Enki y a sus hijos, a Marduk y a sus hermanos, Satu dijo:
¡Soy el único heredero y sucesor de Marduk, de la Tierra de los Dos Estrechos seré el señor!
Ante el consejo de los Anunnaki refutó Asta la reclamación: Estoy con el heredero de Asar, con su hijo.
Entre los juncos del río se ocultó con el niño, para evitar la ira de Satu; Horon llamó al niño, lo educó para que fuera el vengador de su padre. Satu estaba desconcertado con esto; Shamgaz no abandonaba sus ambiciones.

De año terrestre en año terrestre, los Igigi se propagaban desde el Lugar de
Aterrizaje, hasta los confines de Tilmun, la región sagrada de Ninharsag, se llegaron
a acercar. Los Igigi y sus Terrestres amenzaban con invadir el Lugar de los Carros
Celestiales.
En las tierras oscuras, el niño Horon se convirtió en un héroe con los rápidos ciclos vitales de la Tierra, Horon fue adoptado por su tío abuelo Gibil, él lo entrenó y lo instruyó.
Gibil forjó para él unas sandalias aladas para remontarse en el aire, era capaz de volar como un halcón;
Gibil hizo un arpón divino para él, sus flechas eran proyectiles.
En las tierras altas del sur, Gibil le enseñó las artes de los metales y de la
herrería.

Gibil le reveló a Horon el secreto de un metal llamado hierro. De él, hizo armas Horon, de Terrestres leales levantó un ejército. Marcharon hacia el norte, a través de tierra y río, para desafiar a Satu y a los Igigi. Cuando Horon y su ejército de Terrestres llegaron a la frontera de Tilmun, la Tierra de los Proyectiles, Satu le envió a Horon un desafío: ¡Sólo entre nosotros dos es el conflicto, encontrémonos en la lucha uno a uno! En los cielos de Tilmun, Satu esperó en su Torbellino el combate con Horon.

Cuando Horon se remontó en el cielo como un halcón hacia él, Satu le disparó un dardo envenenado, como el aguijón de un escorpión cayó sobre Horon.
Cuando Asta vio esto, lanzó un grito al cielo, invocó a Ningishzidda. Ningishzidda bajó desde su barco celestial, llegó para salvar al héroe para su madre. Con poderes mágicos, Ningishzidda convirtió el veneno en benévola sangre, a la mañana siguiente, Horon estaba curado, había vuelto de entre los muertos.

Después, con un Pilar ígneo, como un pez celestial con aletas y una cola de fuego,
Ningishzidda proveyó a Horon, los ojos del Pilar cambiaban sus colores del azul al rojo y al azul.
Horon se elevó en el Pilar ígneo hacia el triunfante Satu.
Se persiguieron por todas partes; fiera y mortal fue la batalla.
Al principio, el Pilar ígneo de Horon recibió un impacto; después, Horon alcanzó a Satu con su arpón.
Satu se estrelló contra el suelo; Horon lo maniató.

Cuando Horon llegó ante el consejo con su tío cautivo, vieron que estaba ciego, con los testículos aplastados, se aguantaba en pie como un cántaro desechado.
¡Que Satu viva ciego y sin herederos! Así dijo Asta al consejo.
El consejo determinó su suerte, que terminara sus días como un mortal, entre los Igigi.
Se declaró a Horon triunfador, para heredar el trono de su padre; sobre una tablilla de metal se inscribió la decisión del consejo, en el Salón de Registros la pusieron.
En su morada, Marduk estaba complacido con la decisión; pero estaba apenado por lo que había sucedido:
Aunque Horon, un hijo de Asar, su hijo era, de Shamgaz el Igigi era descendiente,
un dominio, uno como los asignados a los Anunnaki, no se le había dado a él.

Después de perder a sus dos hijos, Marduk y Sarpanit buscaban solaz uno en otro.
Con el tiempo, otro hijo les nacería; le llamaron Nabu, el Poseedor de la Profecía.
Viene ahora el relato de por qué se construyó en la lejanía un nuevo lugar de los carros, y del amor de Dumuzi e Inanna, que Marduk rompió con la muerte de
Dumuzi. Fue después de la lucha entre Horon y Satu, y su batalla aérea sobre Tilmun, cuando Enlil convocó a sus tres hijos en consejo.

Con preocupación por lo que estaba sucediendo, les dijo: En el principio, los Terrestres se hicieron a nuestra imagen y semejanza, ¡ahora, los descendientes de los Anunnaki se han hecho a imagen y semejanza de los Terrestres! ¡Entonces, fue Ka-in el que mató a su hermano, ahora un hijo de Marduk es el asesino de su hermano!

¡Por vez primera, un descendiente de los Anunnaki ha levantado un ejército de Terrestres, ha puesto en sus manos armas de un metal, secreto de los Anunnaki! Desde los días en que Alalu y Anzu pusieron a prueba nuestra legitimidad, los Igigi no han dejado de provocar trastornos y de romper las reglas. Ahora, los picos baliza están situados en los dominios de Marduk, el Lugar de Aterrizaje está en manos de los Igigi, ahora, los Igigi están avanzando hacia el Lugar de los Carros, ¡dicen que, en nombre de Satu, van a establecerse en todas las instalaciones del Cielo-Tierra!

Así dijo Enlil a sus tres hijos, les propuso tomar medidas contra ello: ¡Tenemos que establecer en secreto una instalación alternativa Cielo-Tierra! ¡Que se establezca en la tierra de Ninurta más allá de los océanos, en medio de Terrestres de confianza! Así se puso la misión secreta en manos de Ninurta; en las tierras montañosas más allá de los océanos, junto al gran lago, levantó un nuevo Enlace Cielo-Tierra, lo puso en el interior de un recinto; a los pies de las montañas donde se esparcían las pepitas de oro, eligió una planicie de suelo firme; sobre ella hizo marcas para el ascenso y el descenso.

¡Las instalaciones son primitivas, pero servirán para su propósito! A su debido tiempo, Ninurta declaró a su padre Enlil: ¡Desde allí pueden continuar los envíos de oro a Nibiru, desde allí, en caso de necesidad, también podemos ascender! En aquel tiempo, lo que comenzó como una bendición, terminó como un hecho horrible.

En aquel tiempo, Dumuzi, el hijo más joven de Enki, se encaprichó de Inanna, la hija de Nannar; Inanna, nieta de Enlil, quedó cautivada por el señor del pastoreo.
Un amor que no conoce límites los devoró, la pasión inflamó sus corazones. Muchas de las canciones de amor que, a partir de entonces, se cantaron durante mucho tiempo.
Inanna y Dumuzi fueron los primeros en cantarlas, narraron su amor a través de las canciones. A Dumuzi, su hijo más joven, Enki le asignó un gran dominio por encima
del Abzu; Meluhha, la Tierra Negra, se llamaba, allí crecían árboles de tierras altas,
sus aguas eran abundantes. Grandes toros vagaban entre las cañas de su río, muy numeroso era su ganado, llegaba plata de sus montañas, su cobre brillaba como el oro. Dumuzi era muy amado; tras la muerte de Asar, era el favorito de Enki. Pero Marduk estaba celoso de su hermano más joven. Inanna era muy amada por sus padres, Nannar y Ningal, Enlil se sentaba junto a su cuna. Era hermosa, más allá de toda descripción, competía en artes marciales con los héroes Anunnaki.

De viajes en los cielos y de barcos celestiales había aprendido con su hermano Utu; los Anunnaki le regalaron una nave celeste, para que deambulara por los cielos de la Tierra. Después del Diluvio, en la Plataforma de Aterrizaje, Dumuzi e Inanna
pusieron los ojos uno en otro; la dedicación de los montes artificiales fue para ellos un cálido encuentro. Al principio, estaban indecisos, él del clan de Enki, ella del linaje de Enlil. Cuando Ninharsag trajo la paz entre los clanes en disputa, Inanna y Dumuzi se las ingeniaron para estar juntos lejos de los demás, se dedicaron a amarse.

Mientras paseaban juntos, se decían palabras dulces de amor uno a otro. Yacían uno al lado del otro, el corazón de uno conversaba con el corazón del otro; Dumuzi rodeó con su brazo la cintura de ella, deseaba tomarla como un toro salvaje,
¡Deja que te enseñe! ¡Deja que te enseñe!, decía Dumuzi a Inanna. Suavemente, ella lo besó, y luego le habló de su madre: ¿Qué mentira podría contarle a mi madre? ¿Qué le contarás tú a Ningal? ¡Hablémosle a mi madre de nuestro amor! ¡De contenta, rociará perfume de cedro sobre nosotros!

Los amantes fueron al lugar donde vivía Ningal, la madre de Inanna, Ningal les dio su bendición, la madre de Inanna aprobó a Dumuzi. ¡Señor Dumuzi, eres digno como yerno de Nannar!, le dijo. El mismo Nannar dio la bienvenida a Dumuzi como novio; Utu, el hermano de Inanna, dijo ¡Así sea! ¡Quizá sus desposorios traigan verdaderamente la paz entre los clanes!, les dijo Enlil a todos. Cuando Dumuzi le habló a su padre y a sus hermanos de su amor y de su compromiso, Enki también pensó en la paz a través de los desposorios, le dio su bendición a Dumuzi. De los hermanos de Dumuzi, todos excepto Marduk se alegraron con la noticia.

Gibil forjó un lecho de esponsales de oro, Nergal envió piedras lapis azuladas. Dulces dátiles, la fruta favorita de Inanna, pusieron en un montón junto al lecho, bajo la fruta escondieron las cuentas de lapis para que Inanna las descubriera.
Como era costumbre, se envió a una hermana de Dumuzi para que perfumara y vistiera a Inanna, Geshtinanna, la-que-ha-de-ser-cuñada, era su nombre. A ella le reveló Inanna lo que había en su corazón, de su futuro con Dumuzi le dijo: ¡Tengo la visión de una gran nación, Dumuzi se elevará como un Gran Anunnaki.

Su nombre será exaltado sobre los demás, yo seré su esposa-reina. Compartiremos un estatus principesco, juntos someteremos a los países rebeldes, yo le daré estatus a Dumuzi, dirigiré el país rectamente!
Geshtinanna dio cuenta a su hermano Marduk de las visiones de gobierno y gloria de Inanna.

Marduk se inquietó enormemente con las ambiciones de Inanna; a Geshtinanna le contó un plan secreto.
Geshtinanna fue hasta su hermano Dumuzi, a la morada del pastor. Encantadora a la vista y perfumada, le dijo así a su hermano Dumuzi: ¡Antes de que tu joven esposa duerma entre tus brazos, debes tener un heredero legítimo, nacido de una hermana! ¡El hijo de Inanna no tendrá derecho a la sucesión, no crecerá sobre las
rodillas de tu madre!

Ella puso la mano de él en su mano, apretó su cuerpo contra el suyo. ¡Hermano mío, yo yaceré contigo! ¡Novio, contigo tendremos un par de Enki! Así le susurró Geshtinanna a Dumuzi, para que surgiera algo noble de su vientre. En su vientre derramó Dumuzi el semen, y luego se quedó dormido con las caricias de ella. Durante la noche, Dumuzi tuvo un sueño, visualizó una premonición de muerte:

En el sueño, vio a siete bandidos malvados que entraban en su morada. ¡El Señor nos ha enviado a por ti, hijo de Duttur!, le decían. Ahuyentaban a sus ovejas, se llevaban a sus corderos y sus cabritos, le quitaban su tocado de señorío, le arrancaban de su cuerpo la túnica real, le quitaban y le rompían el báculo de pastoreo, arrojaban al suelo su copa. Desnudo y descalzo se lo llevaban preso, le ponían grilletes en las manos, lo dejaban moribundo en nombre del Halcón y el Pájaro Principesco.
Inquieto y asustado se despertó Dumuzi en mitad de la noche, le contó su
sueño a Geshtinanna.

¡El sueño no es favorable!, le dijo Geshtinanna al turbado Dumuzi.
¡Marduk te acusará de haberme violado, enviará a emisarios malvados para que te arresten.
Ordenará que se te juzgue y se te deshonre, para desunir la relación con una enlilita!
Dumuzi gritó como una bestia herida: ¡Traición! ¡Traición!, gritó.
A Utu, el hermano de Inanna, ¡Ayúdame!, envió palabra; pronunció el nombre de su padre Enki como un talismán.

Dumuzi escapó a través del desierto de Emush, el Desierto de las Serpientes, corrió para ocultarse de los malhechores hasta el lugar de las poderosas cataratas. Donde las abundantes aguas hacen lisa y resbaladiza las rocas, Dumuzi resbaló y cayó; la avalancha de agua destrozó entre la blanca espuma su cuerpo sin vida.
Viene ahora el relato del descenso de Inanna hasta el Bajo Abzu, y la Gran Guerra Anunnaki, y cómo Marduk fue encerrado vivo en el Ekur.
Cuando Ninagal recuperó el cuerpo sin vida de Dumuzi de las aguas del gran lago,
se llevó el cuerpo hasta la morada de Nergal y Ereshkigal en el Bajo Abzu. Sobre una losa de piedra se puso el cadáver de Dumuzi, un hijo de Enki. Cuando se envió a Enki palabra de lo que había sucedido, Enki se desgarró la ropa, se puso cenizas en la frente. ¡Hijo mío! ¡Hijo mío!, se lamentó por Dumuzi. ¿Qué pecado he cometido
para ser así castigado?, preguntó en voz alta. Cuando vine de Nibiru a la Tierra, EA, Aquel Cuyo Hogar Es Aguas, era mi nombre, con agua obtenían su fuerza de propulsión los Carros Celestiales, en las aguas me zambullí; después, una avalancha de agua barrió la Tierra, en las aguas se ahogó mi nieto Asar, ¡por las aguas está muerto ahora mi amado Dumuzi!

Todo lo que he hecho, lo hice con propósitos justos. ¿Por qué soy castigado? ¿Por qué se ha vuelto contra mí el Hado? Así lloraba y se lamentaba Enki.

Cuando a través de Geshtinanna se descubrió la veracidad de lo sucedido, la angustia de Enki se hizo aún mayor: ¡Ahora, Marduk, mi primogénito, también sufrirá por su propia acción!
Inanna se preocupó y, luego, lloró por la desaparición y la muerte de Dumuzi;
después, fue velozmente hasta el Bajo Abzu, para enterrar el cuerpo de
Dumuzi. Cuando Ereshkigal, su hermana, supo de la llegada de Inanna a las puertas
del recinto, Ereshkigal sospechó de un retorcido plan por parte de Inanna. En cada una de las siete puertas, a Inanna se le quitó uno de los pertrechos y de las armas que llevaba, después, desnuda e indefensa ante el trono de Ereshkigal, ¡fue acusada de intrigar para tener un heredero de Nergal, hermano de Dumuzi! Temblando de fiíria, Ereshkigal no quiso escuchar las explicaciones de su hermana. ¡Suelta contra ella las sesenta enfermedades!, le ordenó furiosa a su visir, Namtar.

Con la desaparición de Inanna en el Bajo Abzu se preocuparon enormemente sus padres, Nannar fue con el asunto a Enlil, Enlil le mandó un mensaje a Enki. Enki supo lo que había sucedido por Nergal, su hijo, esposo de Ereshkigal, con arcilla del Abzu, Enki forjó dos emisarios, seres sin sangre, inmunes a los rayos de la muerte,
los envió al Bajo Abzu para traer de vuelta a Inanna, viva o muerta. Cuando llegaron ante Ereshkigal, Ereshkigal quedó confundida con su aspecto:
¿Sois Anunnaki? ¿Sois Terrestres?, les preguntó desconcertada. Namtar dirigió contra ellos las armas mágicas de poder, pero salieron indemnes los dos.

Tomaron el cuerpo sin vida de Inanna, estaba colgando de una estaca. Los emisarios de arcilla dirigieron sobre el cadáver un Pulsador y un Emisor, después rociaron sobre ella el Agua de Vida, pusieron en su boca la Planta de la Vida. Después, Inanna se movió, abrió los ojos; Inanna se levantó de entre los muertos. Cuando los dos emisarios estaban preparados para llevar a Inanna al Mundo Superior, Inanna les ordenó que tomaran también el cuerpo sin vida de Dumuzi. ni* En las siete puertas del Bajo Abzu se le devolvieron a Inanna sus pertrechos y atributos.
A la morada de Dumuzi, en la Tierra Negra, ordenó a los emisarios que llevaran al amante de su juventud, para lavarlo con agua pura, para ungirlo con dulce aceite, para envolverlo después en un sudario rojo, y ponerlo sobre una losa de lapis; luego, labró para él un lugar de descanso en las rocas, para esperar allí el Día del Surgimiento.

En cuanto a ella misma, Inanna se dirigió hacia la morada de Enki, quería la retribución por la muerte de su amado, exigía la muerte de Marduk, el culpable. ¡Ya ha habido suficiente muerte!, le dijo Enki. ¡Marduk fue el instigador, pero no cometió asesinato! Cuando Inanna supo que Enki no iba a castigar a Marduk, Inanna fue a sus padres y a su hermano. Elevó sus lamentos al alto cielo: ¡Justicia! ¡Venganza! ¡Muerte a Marduk!, pidió. En la morada de Enlil se reunieron sus hijos, Inanna y Utu, se reunieron para un consejo de guerra. Ninurta, el que había derrotado al rebelde Anzu, argumentó a favor de fuertes medidas;
Utu les informó de palabras secretas intercambiadas entre Marduk y los Igigi-¡De Marduk, una serpiente maligna, debe liberarse la Tierra!, Enlil coincidió con ellos.
Cuando se envió la demanda de la rendición de Marduk a Enki, su padre, Enki convocó en su morada a Marduk y al resto de sus hijos. ¡Aunque aún lloro a mi amado Dumuzi, debo defender los derechos de Marduk! Aunque Marduk instigó el mal, por un mal hado, no por mano de Marduk, murió Dumuzi; Marduk es mi primogénito, Ninki es su madre, está destinado para la sucesión, ¡Debemos protegerle todos de la muerte a manos de la banda de Ninurta! Así dijo Enki.

Sólo Gibil y Ninagal tuvieron en cuenta la llamada de su padre; Nin-gishzidda se opuso, Nergal vacilaba: ¡Sólo ayudaré si se encuentra en un peligro mortal!, dijo.
Fue después de eso que una guerra, de desconocida ferocidad, estalló entre los dos clanes.
Fue diferente de la contienda entre Horon y Satu, descendientes de Terrestres:
una batalla entre Anunnaki, nacidos en Nibiru entre ellos, se desató en otro planeta.
La guerra comenzó por medio de Inanna, que cruzó con su nave celeste los dominios de los hijos de Enki; Inanna desafió a combatir a Marduk, le persiguió hasta los dominios de Ninagal y de Gibil.
Para ayudarla, Ninurta disparó los rayos fulminantes de su Pájaro de la Tormenta contra las fortalezas del enemigo, Ishkur atacó desde los cielos con relámpagos abrasadores y truenos demoledores.

En el Abzu, barrió los peces de los ríos, dispersó el ganado por los campos. Marduk se retiró hacia el norte, al lugar de los montes artificiales; persiguiéndole, Ninurta roció con proyectiles venenosos las moradas. Con su Arma Que Despedaza les robó los sentidos a las gentes de aquellas tierras, los canales que llevaban las aguas del río se volvieron rojos de sangre; los resplandores de Ishkur convertían la oscuridad de las noches en días llameantes.
Mientras las devastadoras batallas avanzaban hacia el norte, Marduk se aposentó en el mismo Ekur, Gibil diseñó un escudo invisible para éste, Nergal elevó hasta el cielo su ojo que todo lo ve.
Inanna atacó el lugar oculto con un Arma de Brillantez, dirigida con un cuerno;
Horon llegó para defender a su abuelo; la Brillantez le dañó el ojo derecho. Mientras Utu mantenía a distancia más allá de Tilmun a los Igigi y a sus hordas de Terrestres,
los Anunnaki, los que apoyaban a uno y a otro clan, entablaban batalla a los pies de los montes artificiales.
¡Que se rinda Marduk, que termine el derramamiento de sangre! Estas palabras le transmitió Enlil a Enki. ¡Que hablen hermano con hermano!, le envió un mensaje Ninharsag a Enki.

En su guarida, dentro del Ekur, Marduk seguía desafiando a sus perseguidores,
de la Casa Que Como una Montaña Es hizo su último baluarte. Inanna no podía superar la inmensa estructura de piedra, sus costados lisos desviaban las armas de ella. Después, Ninurta se enteró de que había una entrada secreta, ¡encontró una
piedra giratoria en el lado norte!
Ninurta atravesó un oscuro corredor, llegó a la gran galería, su bóveda relucía como un arcoiris con las multicolores emisiones de los cristales. En el interior, alertado por la intrusión, Marduk esperaba a Ninurta con las armas dispuestas; respondiendo con armas, destrozando los maravillosos cristales, Ninurta siguió subiendo por la galería. Marduk se retiró hasta la cámara superior, hasta el lugar de la Gran Piedra
Pulsante. En su entrada, Marduk bajó los cierres de piedras descendentes, que impedían cualquier entrada.
Inanna e Ishkur siguieron a Ninurta al interior del Ekur; se pusieron a pensar qué podían hacer. ¡Que la hermética cámara oculta sea el ataúd de piedra de Marduk!, les dijo Ishkur.

Ishkur prestó atención a los tres bloques de piedra, dispuestos para deslizarse hacia abajo.
¡Que muera lentamente, siendo enterrado vivo, sea la sentencia de Marduk!, Inanna dio su consentimiento.
Al final de la galería soltaron los tres los bloques de piedra, cada uno de ellos hizo descender una piedra para taponar, para encerrar a Marduk como en una tumba.
Viene ahora el relato de cómo Marduk fue salvado y partió hacia el exilio, y de cómo se desmanteló el Ekur y se redispuso el señorío sobre las tierras. Lejos del Sol y de la luz, sin comida ni agua, Marduk fue enterrado vivo dentro del Ekur; Sarpanit, su esposa, elevó un lamento por su prisión y castigo sin juicio. Acudió a Enki, su suegro, llegó a él con su joven hijo Nabu. ¡Marduk debe ser devuelto para estar entre los vivos!, le dijo Sarpanit a Enki.

Él la envió a Utu y a Nannar, que podían interceder ante Inanna. Poniéndose un vestido de expiación, rogó ¡Dadle la vida al señor Marduk! ¡Dejadle que siga viviendo humildemente, dejará a un lado el gobierno! Inanna no se aplacó. ¡Por la muerte de mi amado, el Instigador debe morir!, replicó Inanna.
Ninharsag, la pacificadora, convocó a los hermanos Enki y Enlil, ¡Marduk debe ser castigado, pero no merece la muerte!, les dijo. ¡Viva Marduk en el exilio, que entregue a Ninurta la sucesión en la Tierra!
Enlil se sintió complacido con sus palabras y sonrió: ¡Ninurta era su hijo, de Ninurta ella era la madre!
Si entre sucesión y vida tengo que elegir, ¿qué puedo yo, un padre, decir?

Así respondió Enki, con el corazón dolido. En mis tierras se ha extendido la desolación, la guerra debe terminar, por Dumuzi todavía estoy de luto; ¡que Marduk viva en el exilio!
¡Si la paz debe volver y Marduk vivir, tenemos que llegar a acuerdos vinculantes!, le dijo Enlil a Enki.
Todas las instalaciones que enlazan cielo y Tierra se deben confiar sólo a mis manos,
el señorío sobre la Tierra de los Dos Estrechos debes dárselo a otro de tus hijos.
Los Igigi que siguen a Marduk deben renunciar al Lugar de Aterrizaje y abandonarlo, ¡en la Tierra Sin Retorno, no habitada por ningún descendiente de Ziusudra, debe exiliarse Marduk! Así se declaró Enlil, enérgicamente, pretendiendo ser el principal entre los hermanos.

Enki reconoció en su corazón la mano del hado: ¡Así sea!, dijo inclinando
la cabeza. Sólo Ningishzidda conoce las entrañas del Ekur; ¡que sea él el señor de sus tierras! Después de que se anunciaran las decisiones de los Grandes Anunnaki, se llamó a Ningishzidda para el rescate.
Su reto era cómo sacar a Marduk de las entrañas selladas por los bloques; para liberar al que vivo está enterrado, le dieron una tarea inconcebible. Ningishzidda contempló los planos secretos del Ekur, planeó cómo evitar los bloqueos: ¡Marduk será rescatado a través de una abertura superior cincelada!, les dijo a los líderes.

En el lugar que yo les muestre, tallarán una entrada en las piedras, desde allí, un sinuoso pasadizo les llevará hacia arriba, creando un conducto de rescate.
Atravesando vanos ocultos proseguirán hasta el centro del Ekur, en el vórtice de los vanos, a través de las piedras se abrirán paso. Abrirán una entrada hasta el interior, evitando así los bloqueos; continuarán por encima de la gran galería, levantarán los tres bloques de piedra, ¡y llegarán a la cámara superior, la prisión mortal de Marduk! Más tarde, los Anunnaki, dirigidos por Ningishzidda, siguieron el plan esbozado, con herramientas que resquebrajan las piedras hicieron la abertura, crearon el conducto de rescate, llegaron al interior del monte artificial, abrieron una salida. Evitando los tres bloques de piedra, llegaron a la cámara superior, sobre una pequeña plataforma levantaron los rastrillos; rescataron a Marduk desmayado. Con cuidado bajaron al señor por el sinuoso conducto, le llevaron hasta el aire fresco; en el exterior, Sarpanit y Nabu esperaban al esposo y padre; fue una gozosa reunión.
Cuando a Marduk su padre Enki le transmitió los términos de la liberación, Marduk se enfureció: ¡Hubiera preferido morir que renunciar a mi derecho de nacimiento!, gritó. Sarpanit confió en sus brazos a Nabu. ¡Nosotros somos parte de tu futuro!,
le dijo ella suavemente. Marduk se enfureció, Marduk se humilló. ¡Me rindo ante el Hado!, dijo inaudiblemente.

Con Sarpanit y con Nabu partió hacia una Tierra Sin Retorno, con mujer e hijo, fue a un tierra donde se cazan bestias con cuernos. Tras la partida de Marduk, Ninurta volvió a entrar en el Ekur a través del conducto, a través de un corredor horizontal fue hasta la vulva del Ekur. En su pared oriental, en una hornacina artísticamente labrada, la Piedra del Destino emitía una radiación roja. ¡Su poder me atrapa para matarme, con una atracción mortal me subyuga!, gritó Ninurta dentro de la cámara.

¡Lleváosla! ¡Destruidla por completo!, gritó Ninurta a sus tenientes. Desandando sus pasos, Ninurta fue a través de la gran galería hasta la cámara más elevada, en un arca ahuecada pulsaba el corazón del Ekur, la fuerza de su red se potenciaba con cinco compartimentos. Ninurta golpeó el arca de piedra con su vara; aquélla respondió con una resonancia. Ninurta ordenó que se sacara la Piedra Gug, que determina las direcciones; se llevó hasta un lugar de su elección.

Bajando por la gran galería, Ninurta examinó los veintisiete pares de cristales de Nibiru. Muchos de ellos habían sido dañados en su combate con Marduk; algunos
habían sobrevivido intactos a la contienda. Ninurta ordenó que se sacaran los que estaban enteros de sus ranuras, los otros los pulverizó con su rayo. Fuera de la Casa Que Como una Montaña Es, Ninurta se remontó en el cielo con su Pájaro Negro, prestó atención a la Piedra Ápice; representaba la personificación de su enemigo.

Con sus armas la soltó, hasta el suelo se derrumbó hecha pedazos.
¡Con esto, termina para siempre el temor a Marduk!, declaró Ninurta victorioso. En el campo de batalla, los Anunnaki reunidos anunciaron sus alabanzas a Ninurta:
¡Como Anu estás hecho!, le gritaron a su héroe y líder. Para sustituir a la incapacitada baliza se eligió un monte cercano al Lugar de los Carros Celestiales,
en sus entrañas se redispusieron los cristales rescatados. En su cima se instaló la Piedra Gug, la Piedra de Dirección; al monte se le llamó Monte Mashu, Monte de la Barca Celestial Suprema. Por entonces, Enlil convocó a sus tres hijos; Ninlil y Ninharsag también asistieron. Se reunieron para confirmar los mandatos sobre las tierras de antaño, para asignar señoríos sobre las nuevas tierras. A Ninurta, que había vencido a Anzu y a Marduk, se le concedieron los poderes de la Enlildad, para sustituir a su padre en todas las tierras. A Ishkur se le concedió el señorío del Lugar de Aterrizaje, en las Montañas de los Cedros, uniendo así el Lugar de Aterrizaje a sus dominios del norte. Las tierras al sur y al este de allí, donde se habían extendido los Igigi y sus descendientes, se le dieron a Nannar como dote imperecedera, para que las custodiaran y conservaran sus descendientes y seguidores. La península donde estaba el Lugar de los Carros se incluyó en las tierras de Nannar, a Utu se le confirmó como comandante del Lugar y del Ombligo de la Tierra. En la Tierra de los Dos Estrechos, como se acordó, Enki asignó el señorío a Ningishzidda. Ninguno de los otros hijos de Enki puso objeciones a esto; ¡pero Inanna se opuso a ello!

Inanna reivindicó la herencia de Dumuzi, su novio fallecido, a Enki y a Enlil les exigió un dominio para ella sola. Los líderes contemplaron cómo satisfacer las demandas de Inanna, pidieron consejo sobre las tierras y los pueblos a los Grandes Anunnaki que decretan los hados, intercambiaron palabras con Anu respecto a la Tierra y a sus reasentamientos.

Habían pasado casi dos Shars desde los tiempos del Diluvio, la Gran Calamidad,
los Terrestres habían proliferado, desde las tierras montañosas volvían a las tierras bajas.
Eran descendientes de la Humanidad Civilizada a través de Ziusudra, estaban entremezclados con la simiente de los Anunnaki.

Los descendientes de los Igigi que se habían mezclado con humanas también estaban por ahí, en las tierras distantes sobrevivían los parientes de Ka-in.
Pocos y nobles eran los Anunnaki que habían llegado de Nibiru, pocos eran sus descendientes perfectos.
Los Grandes Anunnaki consideraron cómo establecer asentamientos para ellos mismos y para los Terrestres, cómo mantener su nobleza sobre la Humanidad, como hacer que los muchos obedecieran y sirvieran a los pocos.

Los líderes intercambiaron palabras con Anu acerca de todo esto, acerca del futuro.
Anu decidió ir a la Tierra una vez más; con Antu, su esposa, deseaba venir.

Las Palabras del Señor Enki

lA DUODÉCIMA TABLILLA

Anu decidió ir a la Tierra una vez más; con Antu, su esposa, deseaba venir. Mientras esperaban su llegada, los Anunnaki comenzaron a reestablecer sus moradas en el Edin.
Desde las tierras montañosas, donde moraban los descendientes de Sem, las gentes de cabeza negra emigraron a las tierras de antaño.
Sobre el terreno recién desecado, los Anunnaki les dejaron asentarse, para que proveyeran de alimentos para todos.

Donde antes del Diluvio se había levantado Eridú, la primera ciudad de Enki, sobre montones de lodo y cieno se diseñó una nueva Eridú.
En su centro, sobre una plataforma elevada, se construyó una morada para Enki y Ninki, se la llamó Casa del Señor Cuyo Retorno Es Triunfante; se adornó con oro, plata y metales preciosos que proporcionaron los hijos de Enki.

Arriba, en un círculo que señalaba hacia el cielo, se plasmaron las doce constelaciones por sus signos.
Abajo, al igual que en el Abzu, fluían las aguas llenas de peces.
En un santuario, un lugar donde no podían entrar los que no eran invitados, Enki guardaba las fórmulas ME.
Para Enlil y Ninlil se fundó una nueva Nibru-ki sobre el lodo y el cieno; en mitad de las moradas del pueblo, de los rediles y los establos, se amuralló un recinto sagrado.
En su interior se construyó una morada para Enlil y Ninlil, en siete niveles se elevaba; una escalinata, que parecía ascender al cielo, llevaba hasta la plataforma más elevada.

Allí guardaba Enlü sus Tablillas de los Destinos, con sus armas se protegían: el Ojo Elevado que explora las tierras, el Rayo Elevado que todo lo penetra. En el patio, en su propio recinto, se guardaba el veloz Pájaro-celeste de Enlil.

Mientras se aproximaba la llegada de Anu y Antu, se seleccionó un nuevo lugar para su estancia en el Edin, que no fuera ni de Enlil ni de Enki.
Unug-ki, el Lugar Encantador, se le llamó. Se plantaron árboles de sombra, y en mitad se construyó una estructura de un blanco puro, la Casa de Anu. Su exterior se elevaba en siete niveles; su interior era como la residencia de un rey. Cuando llegó a la Tierra el carro celestial de Anu, las naves celestes de los Anunnaki se elevaron hacia él; se le dirigió para que aterrizara a salvo en el Lugar de los Carros, en
Tilmun.

Utu, el comandante del Lugar, dio la bienvenida a la Tierra a sus bisabuelos. Los tres hijos de Anu, Enlil, Enki y Ninharsag estaban allí para recibirles. Se abrazaron y se besaron, rieron y lloraron. ¡Qué larga, qué larga ha sido la separación! Se decían unos a otros. Se miraban unos a otros, examinando el paso del tiempo: ¡Aunque mayores en Shars eran los padres, parecían más jóvenes que los hijos! A los dos hijos se les veía viejos y con barba; Ninharsag, en otro tiempo bella, estaba encorvada y arrugada.

Los cinco estaban cubiertos de lágrimas; se mezclaban las lágrimas de alegría con las lágrimas de pesar.
En naves celestes fueron llevados al Edin los invitados y sus anfitriones, las naves celestes aterrizaron en un lugar preparado junto a Unug-ki. Todos los Anunnaki que habían quedado en la Tierra estaban de pie como guardia de honor. ¡Salve y bienvenidos! ¡Salve y bienvenidos!, gritaban al unísono para Anu y Antu.
Después, los Anunnaki acompañaron a los invitados en procesión, cantando y tocando música, hasta la Casa de Anu.

En la Casa de Anu, Anu se lavó y descansó, más tarde se perfumó y se vistió;
Antu fue escoltada por las mujeres Anunnaki hasta la Casa del Lecho Dorado;
en un patio abierto, mientras la brisa de la tarde hacía crujir las hojas de los árboles,
Anu y Antu se sentaron sobre tronos. Flanqueándoles estaban Enlil, Enki y Ninharsag.
Los asistentes, Terrestres que iban completamente desnudos, sirvieron vino y buen aceite; otros, en un rincón del patio, estaban asando al fuego un toro y un carnero, regalos de Enlil y Enki.
Se preparó un gran banquete para Anu y Antu, se esperaba la señal en los cielos para comenzar.

Siguiendo las instrucciones de Enlil, Zumul, que estaba instruido en materia de estrellas y planetas, ascendió los niveles de la Casa de Anu para anunciar la aparición de los planetas en la noche.
En el primer nivel apareció Kishar en los cielos orientales, Lahamu se vio en el segundo nivel, Mummu se anunció en el tercer nivel, Anshar surgió en el cuarto nivel, Lahmu se vio en el quinto nivel, la Luna se anunció desde el sexto nivel.

Después, a una señal de Zumul, se empezó a cantar el himno El Planeta de Anu se Eleva en los Cielos, pues, desde el nivel más alto, el séptimo, se divisó al rojizo Nibiru.
Los Anunnaki daban palmas y bailaban con la música, danzaban y cantaban con la música; cantaban a aquél que aumenta en brillo, al planeta celestial del señor Anu. A una señal se encendió una hoguera, viéndose de lugar en lugar se encendieron más hogueras:
¡antes de que terminara la noche, toda la tierra del Edin estaba encendida con hogueras!
Tras la comida de carne de toro y carne de carnero, de pescado y de caza, acompañada de vino y cerveza, se les acompañó a Anu y a Antu a sus dependencias para que pasaran la noche; Anu y Antu dieron las gracias a todos los Anunnaki.

Durante varios días y noches de la Tierra, Anu y Antu durmieron; al sexto día, Anu llamó a sus dos hijos y a su hija. Escuchó sus relatos de lo acontecido en la Tierra, supo de la paz y de la guerra.
Anu supo de cómo los Terrestres, que tenían que haber sido aniquilados por el juramento de Enlil, habían proliferado de nuevo; Enlil le reveló el descubrimiento de oro en la tierra más allá de los océanos y el lugar del carro que había allí.
Fue entonces cuando Enki le contó a su padre lo del sueño y la tablilla de Galzu.

Anu quedó enormemente desconcertado con esto: ¡Nunca envié a la Tierra a un emisario secreto con ese nombre! Así dijo Anu a los tres líderes. Enki y Enlil estaban desconcertados, se miraron perplejos uno a otro. ¡Debido a Galzu se salvaron Ziusudra y la simiente de vida!, dijo Enki. ¡Debido a Galzu nos hemos quedado en la Tierra!, dijo Enlil a su padre. El día que volváis a Nibiru moriréis, nos dijo Galzu. Incrédulo de esto estaba Anu; ¡el cambio de ciclos, ciertamente, causaba
estragos, pero se podía curar con elixires! ¿De quién era emisario Galzu, si no era tuyo?, dijeron al unísono Enki y Enlil.
¿Quién había querido salvar a los Terrestres, quién hizo que nos quedáramos en la Tierra? Ninharsag movió la cabeza lentamente: ¡Galzu apareció por el Creador de
Todo!

¡La creación de los Terrestres también estaba destinada, de eso debo maravillarme! Durante un rato, guardaron silencio los cuatro; cada uno rememoró en su
corazón acontecimientos del pasado. ¡Mientras nosotros decretábamos hados, la mano del destino dirigía cada paso! Así dijo Anu. La voluntad del Creador de Todo es evidente: En la Tierra y para los Terrestres, sólo emisarios somos. ¡La Tierra pertenece a los Terrestres, se nos ha utilizado para preservarlos y para hacerles avanzar! ¡Si ésa es nuestra misión aquí, actuemos de acuerdo con ello! Así dijo Enki.

Los grandes Anunnaki que decretan los hados intercambiaron consejos en lo referente a las tierras:
los Grandes Anunnaki decidieron crear regiones civilizadas, para proporcionar en ellas conocimientos a la Humanidad; fundar Ciudades de Hombre, crear en ellas recintos sagrados como morada para los Anunnaki; establecer la realeza en la Tierra, al igual que en Nibiru, dar corona y cetro a un hombre escogido; transmitir a través de él la palabra de los Anunnaki al pueblo, hacer cumplir el trabajo y la destreza;
establecer en los recintos sagrados un sacerdocio, para servir y dar culto a los Anunnaki como señores nobles.

Enseñar los conocimientos secretos, transmitir la civilización a la Humanidad.
Los Anunnaki resolvieron crear cuatro regiones, tres para la Humanidad, una restringida:
establecer la primera región en la antigua tierra del Edin, bajo el dominio de Enlil y sus hijos;
para seguir después con la segunda región en la Tierra de los Dos Estrechos, para que la señorearan Enki y sus hijos;
la tercera región se le concedió a Inanna en una tierra distante, para que no se mezclara con las otras dos;
la cuarta región, consagrada sólo para los Anunnaki, sería la península del Lugar de los Carros.
Viene ahora el relato del viaje de Anu a las tierras de más allá de los océanos,
y de cómo en la Primera Región se reestablecieron ciudades para los Anunnaki.

Habiendo tomado las decisiones acerca de las cuatro regiones y de las civilizaciones de la Humanidad, Anu preguntó por su nieto Marduk. ¡Debo verle de nuevo!, dijo Anu a los líderes.
¡Si yo mismo causé la cólera de Marduk al invitar a Dumuzi y a Ningi-shzidda a Nibiru! se preguntaba Anu; deseaba reconsiderar el castigo de Marduk.
¡Cuando hagas tu viaje a las tierras de más allá de los océanos, se le dirá a Marduk que se encuentre contigo! ¡La tierra por donde vaga está en aquellas partes de la Tierra! Así dijo Enlil a Anu.

Antes de que la pareja real fuera a las tierras distantes, Anu y Antu inspeccionaron el Edin y sus tierras; visitaron Eridú y Nibru-ki, vieron dónde se habían planeado las ciudades de la primera región.
En Eridú, Enlil se quejó de Enki: ¡Enki guarda para sí las fórmulas ME! Anu, sentado en el asiento de honor, dijo palabras de alabanza a Enki: Mi hijo construyó una magnífica casa para sí, hermosamente sobre una plataforma está elevada.
Enki dará grandes conocimientos a las gentes que rodean y sirven a la Casa; ¡ahora, los conocimientos que se guardan en secreto en los MEs, deben ser compartidos con los demás Anunnaki!

Enki se sintió violento; le prometió a Anu compartir con todos las fórmulas divinas. En los días posteriores, Anu y Antu inspeccionaron las otras regiones en naves celestes. Después, en el decimoséptimo día, la pareja real volvió a Unug-ki para
descansar una noche más. A la mañana siguiente, cuando los Anunnaki más jóvenes llegaron ante Anu y Antu para ser bendecidos,
Anu se encariñó de su bisnieta Inanna; la estrechó, la abrazó y la besó. ¡Ténganse en cuenta todas mis palabras!, anunció a los congregados: ¡Este lugar, después de que nos vayamos, désele a Inanna como dote, sea mi presente para Inanna la nave celeste en la cual hemos inspeccionado la Tierra! Con regocijo, Inanna se puso a bailar y a cantar, sus alabanzas a Anu se llegarían a cantar como himnos con el paso del tiempo. Después, despidiéndose de los Anunnaki, Anu y Antu partieron hacia las
tierras de más allá de los océanos;
Enlil y Enki, Ninurta e Ishkur, fueron con ellos a la tierra dorada. Para impresionar a Anu, el rey, con las grandes riquezas de oro, Ninurta construyó para Anu y Antu una morada; sus bloques de piedra, tallados a la perfección, estaban cubiertos por dentro de oro puro.
¡Un recinto dorado, con flores de cornalina tallada, esperaba a la pareja real!
A orillas de un gran lago de montaña se erigió la morada.

Se les mostró a los visitantes cómo se recogían las pepitas de oro;
¡Aquí hay oro suficiente para muchos Shars venideros!, dijo Anu satisfecho.
En un lugar cercano, Ninurta les mostró a Anu y a Antu un montículo artificial,
Ninurta explicaba cómo se había hecho un lugar para fundir y refínar metales.
Les mostró cómo se extraía un nuevo metal de las piedras: Anak, Anunnaki-hecho, lo llamó, les mostró cómo, al combinarlo con el abundante cobre, había inventado un fuerte metal.
En el gran lago, desde cuyas costas llegan los metales, Anu y Antu navegaron;
el Lago de Anak lo llamó Anu, a partir de entonces fue su nombre.

Después, desde las tierras del norte, tierras donde se cazaban grandes bestias con cuernos, vino Marduk ante su padre Enki y su abuelo Anu; Nabu, su hijo, estaba con él. Cuando Enki preguntó por Sarpanit, Marduk les habló con pesar de su muerte.
¡Ahora, sólo Nabu queda conmigo!, dijo Marduk a su padre y a su abuelo.

Anu estrechó contra su pecho a Marduk: ¡Suficiente has sido castigado!, le dijo;
poniendo la mano derecha en la cabeza de Marduk, Anu bendijo a Marduk para ser perdonado.
Desde el lugar dorado, arriba en las montañas, todos los que se habían reunido fueron hasta la llanura de abajo.
Allí, extendiéndose hasta el horizonte, Ninurta había preparado un nuevo lugar para los carros.
El carro celestial de Anu y Antu estaba allí preparado, cargado hasta los topes de oro.
Cuando llegó la hora de partir, Anu dijo a sus hijos palabras de despedida y de guía:
¡Sea lo que sea lo que el Destino pretende de la Tierra y de los Terrestres, dejad que así sea!

Si el Hombre, y no los Anunnaki, está destinado a heredar la Tierra, ayudemos al destino. Dadle el conocimiento a la Humanidad, enseñadles hasta cierta medida los
secretos del cielo y de la Tierra, enseñadles leyes de justicia y rectitud, ¡luego partid e iros! Estas instrucciones dio, fraternalmente, Anu a sus hijos. Una vez más se estrecharon, se abrazaron y se besaron, y desde el nuevo lugar de los carros Anu y Antu partieron hacia Nibiru. El primero en romper el pesaroso silencio fue Marduk; sus palabras llevaban ira:
¿Qué es este nuevo Lugar de los Carros Celestiales?, exigió una explicación de los demás.
¿Qué ha ocurrido después de mi exilio sin mi conocimiento? Cuando Enki le habló a Marduk de las decisiones de las cuatro regiones, la furia de Marduk no conoció límites: ¿Por qué ha de tener Inanna, causante de la muerte de Dumuzi, su propia región? ¡Las decisiones han sido tomadas, no se pueden alterar! Así le dijo Enlil
a Marduk.

Volvieron al Edin y a las tierras adyacentes en naves celestes separadas;
Presintiendo problemas, Enlil dio instrucciones a Ishkur para que se quedara atrás, para vigilar el oro.
Para conmemorar la visita de Anu, se introdujo una nueva cuenta del paso del tiempo: por años de la Tierra, no por Shars de Nibiru, para contar lo que sucediera
en la Tierra.

En la Era del Toro, dedicada a Enlil, comenzó la cuenta de años de la Tierra.
Cuando los líderes regresaron al Edin, el lugar de la primera región civilizada,
los Anunnaki les enseñaron a los Terrestres cómo hacer ladrillos con el barro, para con ellos construir ciudades. Pero donde una vez sólo se habían levantado las ciudades de los Anunnaki, se levantaron ahora ciudades tanto para ellos como para los Terrestres, en las nuevas ciudades se consagraron recintos sagrados para los grandes Anunnaki, en ellas, se les proporcionó a los Anunnaki nobles moradas, a las que la Humanidad llamó Templos; en ellos, se servía y se daba culto a los Anunnaki como Señores Nobles, se les honraba con rango-números, la línea sucesoria a la Humanidad hicieron saber:
Anu, el celestial, tenía el rango de sesenta, a Enlil se le dio el rango de cincuenta,
a Ninurta, su hijo principal, Enlil le concedió el mismo rango. El siguiente en la sucesión era el señor Enki, sostenía el rango de cuarenta; a Nannar, el hijo de Enlil y Ninlil, se le asignó el rango de treinta. A su hijo y sucesor, Utu, le tocó el rango de veinte; al resto de los hijos de los líderes Anunnaki se les concedió el rango-número de diez. Los rangos de los cincos se compartieron entre las mujeres Anunnaki y las
esposas.

Después de que se terminaran Eridú y Nibru-ki y sus morada-templos, se construyó en Lagash el recinto del Girsu para Ninurta, allí se guardaba su Pájaro-celeste Negro. Eninnu, Casa de Cincuenta, se le puso por nombre a la morada-templo de Ninurta y Bau, su esposa; El Cazador Supremo y el Golpeador Supremo, armas que le regalara Anu, protegían el Eninnu. Donde había estado Sippar antes del Diluvio, encima del suelo-barro, Utu fundó una nueva Sippar. En el Ebabbar, la Casa Brillante, se levantó una morada para Utu y su esposa Aya; desde allí, Utu promulgó leyes de justicia para la Humanidad. Donde a causa del lodo-cieno no se pudieron seguir los planos de antaño, se eligieron nuevos emplazamientos. Adab, un emplazamiento no distante de Shurubak, se convirtió en el nuevo centro de Ninharsag. Allí, su morada-templo recibió el nombre de la Casa del Socorro y del Conocimiento Sanador;
en su santuario guardó Ninharsag los MEs de cómo se había creado a los Terrestres.
A Nannar se le proporcionó una ciudad con rectas calles, canales y muelles; Urim era su nombre, a su morada-templo se le llamó Casa de la Simiente del Trono, reflejaba los rayos de la Luna sobre sus tierras.

Ishkur volvió a las tierras montañosas del norte, su morada se llamó la Casa de las Siete Tormentas; Inanna residió en Unug-ki, vivía en la morada que Anu le había regalado.
Marduk y Nabu vivieron en Eridú, en el Edin no tenían sus propias moradas.
Viene ahora el relato de la primera Ciudad de los Hombres y de la realeza
en la Tierra, y de cómo Marduk tramó construir una torre y de donde Inanna robó los MEs.
En la Primera Región, en las tierras del Edin y en las ciudades con recintos, sus señores Anunnaki enseñaban trabajos y oficios a los Terrestres. No mucho después se irrigaron los campos, pronto las embarcaciones navegaron por canales y ríos;
rediles y graneros estaban rebosantes, la prosperidad henchía la tierra. Ki-Engi, Tierra de los Nobles Vigilantes, se llamó a la Primera Región. Después, se decidió dejar que las gentes de cabeza negra tuvieran una ciudad para ellos mismos;
Kishi, Ciudad Cetro, se llamó, en Kishi comenzó la realeza del Hombre. Allí, en terreno consagrado, Anu y Enlil implantaron el Objeto Brillante Celestial.

En él, Ninurta designó al primer rey, Hombre Poderoso fue su título real. Para hacerlo centro de la Humanidad Civilizada, Ninurta viajó a Eridú para obtener de Enki las tablillas ME que conservaban las fórmulas divinas para la realeza. Con el atuendo adecuado, Ninurta entró en Eridú con respeto, preguntó por los ME de la realeza:
Enki, el señor que salvaguarda todos los MEs, concedió a Ninurta cincuenta MEs. En Kishi, se les enseñó a las gentes de cabeza negra a calcular con números, La celestial Nisaba les enseñó a escribir, la celestial Ninkashi les mostró cómo hacer cerveza.
En Kishi, dirigidos por Ninurta, proliferó el trabajo del horno y la herrería carretas con ruedas, tirados por asnos machos, se crearon hábilmente en Kishi.

En Kishi se promulgaron leyes de justicia y de recta conducta.
Fue en Kishi donde el pueblo compuso himnos de alabanza a Ninurta:
de sus heroicas hazañas y victorias cantaban, de su terrorífico Pájaro Negro cantaban, de cómo había sometido a los bisontes en tierras lejanas, cómo había encontrado el metal blanco para mezclarlo con el cobre.
Fue un tiempo glorioso para Ninurta, con la Constelación del Arquero se le honró.
Mientras tanto, Inanna esperaba su señorío en la Tercera Región, Mientras tanto, exigía de los líderes sus dominios.

¡La Tercera Región vendrá después de la segunda!, le aseguraban los líderes.
Después de ver cómo Ninurta había ido a Eridú, cómo había obtenido el ME de la realeza, Inanna urdió un plan en su corazón, tramó la obtención del ME de Enki.
Envió a su doncella de cámara Ninshubur a Eridú, para anunciar una visita de Inanna.
Al oír esto, Enki dio rápidamente instrucciones a Isimud, su mayordomo: La doncella, completamente sola, dirige sus pasos hasta mi ciudad de Eridú, Cuando llegue, completamente sola, hazla entrar en mis cámaras interiores.
Ponle agua fría para que refresque su corazón, dale pasteles de cebada con mantequilla, ¡prepara vino dulce, llena vasijas de cerveza hasta el borde!
Cuando Inanna entró sola en la morada de Enki, Isimud siguió las órdenes de Enki;
después, cuando Enki recibió a Inanna, se vio abrumado por la belleza de Inanna:
Inanna iba engalanada con joyas, a través de su fino vestido se revelaba su cuerpo;
Cuando se inclinaba, Enki admiraba completamente su vulva.

Bebieron vino dulce de las copas de vino, compitieron en beber cerveza. ¡Enséñame los MEs!, le dijo Inanna a Enki jugueteando, ¡Deja que sostenga un ME en mi mano! Siete veces en el transcurso de la competición Enki le dejó sostener Mes a Inanna,
las fórmulas divinas del señorío y la realeza, del sacerdocio y la escribanía, Enki le dejó sostener a Inanna los MEs del atuendo amoroso y de la guerra; de la música y el canto, del trabajo de la madera, los metales y las piedras
preciosas, los noventa y cuatro MEs necesarios para los reinos civilizados le dio Enki
a Inanna. Sujetando con fuerza sus premios, Inanna se escabulló del adormilado
Enki; se apresuró en llegar a su Barco del Cielo, dio instrucciones de elevarse
y alejarse a su piloto. Cuando Isimud despertó a Enki de su sueño, ¡Prende a Inanna!, le dijo a Isimud. Cuando Enki oyó de Isimud que Inanna ya había partido en su Barco del Cielo, dio instrucciones a Isimud para que persiguiera a Inanna en la nave celeste de Enki. ¡Tienes que recuperar todos los MEs!, le dijo.

Isimud interceptó el Barco del Cielo de Inanna en las cercanías de Unug-ki,
la hizo volver a Eridú y enfrentarse a la ira de Enki.
Pero cuando Inanna fue llevada de vuelta a Eridú, los MEs no estaban con ella: se los había dado a su doncella de cámara, Ninshubur, a la Casa de Anu en Unug-ki se los había llevado Ninshubur. ¡En nombre de mi poder, en nombre de mi padre Anu, te ordeno que me devuelvas los MEs!

Así le habló Enki, enfurecido, a Inanna; en su morada la tuvo cautiva. Cuando oyó esto, Enlil fue a Eridú a enfrentarse con su hermano. ¡En justicia he obtenido los MEs, el mismo Enki los puso en mis manos! Así le dijo Inanna a Enlil; verdad que Enki admitió sumisamente. ¡Cuando llegue a su fin el tiempo de Kishi, la realeza pasará a Unug-ki-» declaró Enlil.

Cuando Marduk oyó todo esto, se enfureció enormemente, su ira no conoció límites.
¡Suficiente ha sido mi humillación!, le gritó Marduk a su padre Enki.
Inmediatamente, exigió de Enlil una ciudad sagrada para sí mismo en el Edin.
Pero Enlil no tuvo en cuenta la petición de Marduk, y Marduk tomó en sus propias manos el hado.
Consideró un lugar que había sido seleccionado para la llegada de Anu, antes de que se decidieran por Unug-ki, llamó a Nabu, a los Igigi y a sus descendientes desde sus tierras dispersas, ¡para fundar una ciudad sagrada para Marduk, un lugar para naves celestes!

Cuando sus seguidores reunidos en el lugar no encontraron piedras con las que construir, Marduk les mostró cómo hacer ladrillos y cocerlos al fuego, para que sirvieran como piedras;
con todo esto, empezaron a construir una torre cuya cima pudiera alcanzar los cielos.
Enlil se apresuró en ir al lugar para frustrar el plan, intentó aplacar a Marduk con palabras de calma; pero no consiguió detener a Marduk y a Nabu en su empresa.
Enlil reunió a sus hijos y nietos en Nibru-ki; consideraron todos qué podían hacer.
¡Marduk está construyendo un Pórtico al Cielo no permitido, se lo está confiando a los Terrestres!
Así dijo Enlil a sus hijos y nietos.

¡Si permitimos que esto ocurra, nada de cuanto se proponga la Humanidad dejará de alcanzarlo!
¡Hay que detener este malvado plan!, dijo Ninurta; todos coincidieron en ello.
Era de noche cuando, desde Nibru-ki, llegaron los Anunnaki enlilitas, desde sus naves celestes dejaron caer sobre la torre en construcción fuego y azufre; a la torre y a todo el campamento dieron fin por completo. Entonces, Enlil decidió dispersar al líder y a sus seguidores, Enlil decretó confundir sus consejos en lo sucesivo, destruir su unidad:
Hasta ahora, todos los Terrestres tenían un solo lenguaje, en una única lengua hablan.
¡En lo sucesivo confundiré su lenguaje, para que no se comprendan entre sí!

Todo esto sucedió en el año trescientos diez desde que comenzara la cuenta de los años de la Tierra:
en cada región y en cada tierra hizo hablar a la gente en lenguas diferentes,
después le dio a cada pueblo una forma diferente de escritura, para que no se pudieran comprender unos a otros.

Veintitrés reyes reinaron en Kishi, durante cuatrocientos ocho años fue la Ciudad del Cetro; también fue en Kishi que un amado rey, Etana, fue llevado a un viaje
celestial.
¡Que en el tiempo asignado se transfiera la realeza a Unug-ki! Así lo decretó Enlil.
Hasta su suelo se transfirió el Objeto Brillante Celestial desde Kishi. Cuando se le anunció al pueblo la decisión, le cantaron a Inanna un himno de exaltación:
Dama de los MEs, Reina, brillante resplandeciente, justa, vestida radiante, amada del cielo y la Tierra; por el amor de Anu consagrada, portadora de grandes adoraciones, siete veces obtuvo los MEs, en su mano los sostiene. Destinados para la tiara de la realeza, adecuados para el sumo sacerdocio, ¡Dama de los grandes MEs, de ellos es la guardiana! En el año cuatrocientos nueve desde que comenzara la cuenta de los años de la Tierra, se transfirió a Unug-ki la realeza de la Primera Región; ¡su primer rey fue el sumo sacerdote de la morada-templo del Eanna, hijo
de Utu era!

En cuanto a Marduk, se fue a la Tierra de los Dos Estrechos, esperaba ser el señor de la Segunda Región, una vez se estableciera.
Viene ahora el relato de cómo se establecieron la Segunda y la Tercera Regiones,
y de cómo Ningishzidda fue exiliado y Unug-ki amenazó a Aratta.
Cuando Marduk, tras una larga ausencia, volvió a la Tierra de los Dos Estrechos,
encontró allí a Ningishzidda como su señor, su Noble Señor era Ningishzidda.
Ningishzidda supervisaba las tierras con la ayuda de los descendientes de los Anunnaki que se habían casado con Terrestres, lo que una vez Marduk había planeado e instruido, Ningishzidda lo había revocado.
¿Qué es lo que ha pasado?, exigió saber Marduk.

Marduk acusó a Ningishzidda de la destrucción de lo oculto, de hacer partir a Horon a un lugar desierto, un lugar que no tiene agua,
¡un lugar sin límites donde no disfrutaba de placeres sexuales!
Los dos hermanos montaron un alboroto, se embarcaron en una amarga disputa.
¡Presta atención, aquí estoy en mi propio lugar!, le dijo Marduk a Ningishzidda.
Tú me has quitado mi sitio; de ahora en adelante, sólo serás un ayudante mío.
¡Pero si te sientes inclinado hacia la rebelión, a otra tierra tendrás que largarte!
Durante trescientos cincuenta años de la Tierra, estuvieron peleando los hermanos en la Tierra de los Dos Estrechos,
Durante trescientos cincuenta años, estuvo la tierra en el caos, hubo diferencias entre los hermanos;
Entonces, Enki, el padre de ambos, le dijo a Ningishzidda: ¡Por el bien de la paz, parte a otras tierras!
Ningishzidda optó por ir a una tierra de más allá de los océanos, con un
grupo de seguidores se fue allí.

Seiscientos cincuenta años de la Tierra era en ese momento la cuenta, pero en los nuevos dominios, donde a Ningishzidda se le llamó la Serpiente Alada, comenzó una nueva cuenta propia.
En la Tierra de los Dos Estrechos se estableció la Segunda Región bajo el señorío de Marduk; en los anales de la Primera Región se le llamó Magan, Tierra del Río de las Cascadas.
Pero, para la gente de la Segunda Región, cuando las lenguas se confundieron, se le llamó a partir de entonces Hem-Ta, la Tierra Marrón Oscura. En la nueva lengua se les llamó a los Anunnaki Neteru, los Vigilantes Guardianes. Marduk fue adorado como Ra, el Brillante; a Enki se le veneró como Ptah, el Constructor.

A Ningishzidda se le renombró como Tehuti, el Medidor Divino; para borrar su memoria, Ra sustituyó su imagen en el León de Piedra por la de su hijo Asar. Ra hizo que el pueblo contara por dieces, no por sesenta; también dividió el año en dieces, sustituyó la observación de la Luna por la observación del Sol. Mientras bajo el señorío de Tehuti se reestablecieron las antiguas Ciudad del Norte y Ciudad del Sur, Marduk/Ra unió en una sola Ciudad de la Corona las dos tierras, la del Norte y la del Sur. Un rey, un descendiente de Neteru y Terrestre, designó allí; Mena fue su
nombre. Donde las dos tierras se encuentran y el gran río divide, Ra fundó una
Ciudad del Cetro. Le dio esplendor para sobrepasar a Kishi, en la Primera Región, se le llamó Mena-Nefer, la Belleza de Mena.

Para honrar a sus mayores, Ra construyó una ciudad sagrada, para honrar
al rey de Nibiru la llamó Annu; allí, sobre una plataforma, erigió una morada-templo para su padre Enki-Ptah, su ápice, dentro de una alta torre, salía hacia el cielo como un cohete afilado. En su santuario, Ra depositó la parte superior de su Barcaza Celestial, se le llamó Ben-Ben; era aquélla en la cual había viajado desde el Planeta de los Innumerables Años. En el día de Año Nuevo, el rey realizaba las ceremonias como Sumo Sacerdote, únicamente en ese día, entraba solo en la profunda Sala de la Estrella, ante el Ben-Ben ponía las ofrendas. Para beneficiar a la Segunda Región, Ptah le dio a Ra todo tipo de MEs.
¿Qué sé yo que tú no sepas?, le preguntó el padre a su hijo. Le dio a Ra todo tipo de conocimientos, salvo el de revivir a los muertos. Como un Grande de los Doce Celestiales, Ptah le asignó a Ra la constelación del signo del Carnero.

Ptah reguló el flujo del agua del Hapi, el gran río del país, para Ra y su pueblo, no tardó en llegar la abundancia a los fértiles suelos, hombres y ganados se multiplicaron.
Los líderes se animaron con el éxito de la Segunda Región; procedieron a establecer la Tercera Región.
Decretaron hacerla dominio de Inanna, tal como se le había prometido.

Como corresponde a la señora de una región, se le asignó una constelación celestial:
previamente, junto con su hermano Utu, compartía la Estación de los Gemelos, a partir de entonces, como regalo de Ninharsag, su propia Constelación de la Doncella se le asignó a Inanna; en el año ochocientos sesenta, según la cuenta de los años de la Tierra, se honró así a Inanna.
Lejos, en las tierras orientales, más allá de las siete cadenas montañosas, estaba la Tercera Región; Zamush, Tierra de las Sesenta Piedras Preciosas, se le llamó a su reino de las tierras altas.
Aratta, el Reino Arbolado, estaba ubicado en el valle de un gran río sinuoso; en la gran llanura, la gente cultivaba cereales y pastoreaba el ganado.

También se construyeron dos ciudades con ladrillos de barro, las llenaron de graneros.
Como exigía el decreto de Enlil, el Señor Enki, Señor de la Sabiduría, diseñó una nueva lengua para la Tercera Región, un nuevo tipo de signos de escritura elaboró para ella, en su sabiduría, Enki creó para Aratta una lengua de hombre hasta entonces desconocida; pero Enki no dio los MEs de los reinos civilizados a la Tercera Región: ¡Que Inanna comparta con la nueva región lo que obtuvo para Unug-ki!, declaró Enki.

En Aratta, Inanna designó un pastor-jefe, era parecido a su amado Dumuzi.
Inanna viajaba en su nave celeste de Unug-ki a Aratta, volaba sobre montañas y valles.
Tenía en mucha estima las piedras preciosas de Zamush, llevaba con ella lapislázuli puro hasta Unug-ki.
En aquel tiempo, el rey en Unug-ki era Enmerkar, era el segundo en reinar allí; fue él el que expandió las fronteras de Unug-ki, por sus glorias se exaltó a Inanna.

Fue él el que codiciaba la riqueza de Aratta, tramó conseguir la supremacía sobre Aratta. Enmerkar despachó hacia Aratta a un emisario para exigir las riquezas de
Aratta como tributo. Sobre las siete cadenas montañosas, cruzando tierra resecas y, después, empapado por las lluvias, el emisario fue hasta Aratta, le repitió palabra por palabra al rey de Aratta las exigentes palabras de Enmerkar. El rey de Aratta era incapaz de entender su lengua; le sonaba igual que el rebuzno de un burro.

El rey de Aratta le dio al emisario un cetro de madera en el que había inscrito un mensaje.
El mensaje del rey pedía que Unug-ki compartiera con Aratta los MEs, como regalo real para Unug-ki se cargaron muchos burros con cereales,
fueron con el emisario hasta Unug-ki. Cuando Enmerkar recibió el cetro inscrito, nadie comprendió su mensaje en Unug-ki.

Lo llevó de la luz a la sombra, lo llevó de la sombra a la luz; ¿Qué clase de madera es ésta?, preguntó. Después, ordenó que la plantaran en el jardín. Pasaron cinco años, pasaron diez años, del cetro creció un árbol, era un árbol de sombra.
¿Qué hago?, le preguntó el frustrado Enmerkar a su abuelo Utu. Utu intercedió con la celestial Nisaba, señora de los escribas y de la escritura.
Nisaba enseñó a Enmerkar a inscribir su mensaje en una tablilla de arcilla, era en la lengua de Aratta;
El mensaje se entregó por mano de su hijo Banda: ¡Sumisión o guerra!, decía.

¡Inanna no abandonó Aratta, Aratta no se someterá a Unug-ki!, dijo el rey de Aratta.
¡Si Unug-ki desea la guerra, que se encuentren un guerrero y un guerrero! ¡Mejor aún, intercambiemos tesoros pacíficamente; que Unug-ki dé sus MEs a cambio de las riquezas de Aratta!
En el camino de vuelta, portando el mensaje de paz, Banda cayó enfermo; su espíritu le dejó.

Sus camaradas le levantaron el cuello, estaba sin aliento de vida; en el Monte Hurum, en el camino de Aratta, Banda fue abandonado a su muerte,
Unug-ki no recibió las riquezas de Aratta, Aratta no obtuvo los MEs de Unug-ki;
en la Tercera Región, la Humanidad Civilizada no floreció del todo.

Las Palabras del Señor Enki


LA DECIMOTERCERA TABLILLA

En la Tercera Región, la Humanidad Civilizada no floreció del todo; Inanna desatendió lo que se le había confiado; en su corazón, codiciaba otros dominios, no los que se le habían concedido. Cuando, en la cuenta de mil años, se le retiró la realeza a Unug-ki, ¿quién hubiera previsto la calamidad que iba a acontecer al final del siguiente milenio, quién hubiera prevenido el desastre?

¿Quién podía predecir que, en menos de un tercio de Shar, iba a caer una calamidad desconocida?
Inanna daría inicio al amargo fin; Marduk, como Ra, se enmarañaría con el Destino;
¡Ninurta y Nergal liberarían con sus propias manos el indecible final! ¿Por qué Inanna no se quedó satisfecha con los dominios que se le habían concedido? ¿Por qué siguió sin perdonar a Marduk?
Viajando entre Unug-ki y Aratta, Inanna no se sentía gratificada, estaba inquieta;
todavía lloraba a su amado Dumuzi, su deseo de amor seguía sin apagarse.
Cuando volaba, veía la imagen trémula de Dumuzi llamándola en los rayos del Sol,
por la noche, se le aparecía en visiones-sueños; ¡Volveré!, le decía.

Él le prometía las glorias de sus dominios en la Tierra de los Dos Estrechos.
En el recinto sagrado de Unug-ki, Inanna estableció una Casa para el Placer Nocturno.
A este Gigunu atraía con engaños y dulces palabras a los jóvenes héroes en la de sus bodas:
les prometía larga vida y un dichoso futuro; ella imaginaba que su amante era Dumuzi.
A la mañana siguiente, a todos se les encontraba muertos en la cama de Inanna. ¡Fue entonces cuando el héroe Banda, al que se le había dado por muerto, regresó a Unug-ki vivo! Banda había regresado de entre los muertos por gracia de Utu, de cuya simiente era.

¡Milagro! ¡Milagro!, gritó Inanna excitada. ¡Mi amado Dumuzi vuelve a mí! En la morada de Inanna se bañó a Banda, con una faja se le sujetó un manto con flecos. ¡Dumuzi, amado mío!, le llamó. Lo atrajo hasta su lecho, engalanado con
flores. A la mañana siguiente, cuando vio que Banda estaba vivo, Inanna gritó
alborozada:
¡Se ha puesto en mis manos el poder de no morir, a través mío se ha concedido la inmortalidad!
Después, Inanna decidió llamarse a sí misma diosa, implicaba el Poder de la Inmortalidad. : Nannar y Ningal, los padres de Inanna, no estaban complacidos con su proclamación; Enlil y Ninurta quedaron desconcertados con las palabras de Inanna; Utu, su hermano, quedó pensativo;
¡No es posible revivir a los muertos!, se dijeron entre sí Enki y Ninharsag. En las tierras de Ki-Engi, el pueblo alababa la buena fortuna que tenían: ¡Los dioses están entre nosotros, ellos pueden abolir la muerte! Así se decían unos a otros entre el pueblo. Banda sucedió a su padre Enmerkar en el trono de Unug-ki; Lugal, Hombre Grande, fue su título.

La diosa Ninsun, de la simiente de Enlil, le tomó para que fuera su esposo, el héroe Gilgamesh, hijo de ambos, siguió a Lugal-Banda en el trono de Unug-ki. A medida que pasaban los años y Gilgamesh se hacía mayor, él le hablaba a su madre Ninsun de la vida y la muerte, se preguntaba sobre la muerte de sus antepasados, a pesar de ser descendientes de los Anunnaki. ¿Los dioses mueren?, le preguntó a su madre. ¿También yo, aún siendo en dos terceras partes divino, treparé el muro como un mortal?, le preguntaba a ella.

¡Mientras vivas en la Tierra, la muerte de un Terrestre te arrollará!, le decía Ninsun a su hijo.
¡Pero si se te lleva a Nibiru, lograrás allí una larga vida! Ninsun le pidió a Utu, el comandante, que se llevara a Gilgamesh a Nibiru, Incesantemente se lo pidió Ninsun a Utu, un día tras otro se lo rogó: ¡Que vaya Gilgamesh al Lugar de Aterrizaje!, accedió al fin Utu. Para guiarle y protegerle, Ninharsag elaboró un doble de Gilgamesh.
Enkidu, Como por Enki Creado, se le llamó, no era nacido de vientre, no tenía sangre en sus venas.
Gilgames viajó con su camarada Enkidu hasta el Lugar de Aterrizaje, Utu supervisó su progreso con oráculos; en la entrada del bosque de cedros, un monstruo que escupía fuego les bloqueó el camino.
Con trucos consiguieron confundir al monstruo, lo rompieron en pedazos. Cuando encontraron la entrada secreta a los túneles de los Anunnaki, les desafió el Toro del Cielo, una criatura de Enlil de resoplidos mortales.

El monstruo les persiguió hasta las puertas de Unug-ki; Enkidu lo derrotó ante las murallas de la ciudad.
Cuando Enlil oyó esto, lloró en su angustia; sus lamentos se escucharon en los cielos de Anu; pues en su corazón sabía Enlil: ¡Realmente malo era el augurio!
Enkidu fue castigado a perecer en las aguas por haber dado muerte al Toro del Cielo; Gilgamesh, por haber sido instruido por Ninsun y Utu, fue absuelto del crimen.
Buscando todavía la larga vida de Nibiru, Utu le permitió a Gilgamesh que entrara en el Lugar de los Carros.
Después de muchas aventuras alcanzó la Tierra de Tilmun, la Cuarta Región;
entró en sus túneles subterráneos, ¡en un jardín de piedras preciosas se encontró con Ziusudra!
Ziusudra le relató a Gilgamesh los acontecimientos del Diluvio, le reveló el secreto de la larga vida:
¡En el manantial del jardín crecía una planta que impedía que envejecieran Ziusudra y su esposa!
Era única entre todas las plantas de la Tierra; un hombre en su pleno vigor la puede recoger, ¡el Hombre en su Ancianidad Es Joven de Nuevo! Ése es el nombre de la
planta, le dijo Ziusudra a Gilgamesh. ¡Un regalo de Enki, con la bendición de Enlil, se nos concedió en el Monte de la Salvación!

Cuando Ziusudra y su esposa estaban durmiendo, Gilgamesh se ató piedras a los pies. Se sumergió en el manantial, tomó y arrancó la planta de Ser Joven de Nuevo.

Con la planta en su bolsa, atravesó precipitadamente los túneles, se encaminó hacia Unug-ki. Cuando estuvo cansado, se durmió; y una serpiente se vio atraída por la fragancia de la planta. La planta hizo que la serpiente se aprovechara de que Gilgamesh estaba dormido; con la planta se desvaneció. A la mañana siguiente, al descubrir su pérdida, Gilgamesh se sentó y se echó a llorar.

Volvió a Unug-ki con las manos vacías, allí murió como un mortal. Después de Gilgamesh reinaron siete reyes más en Urug-ki; luego, su realeza tocó a su fin;
¡Fue exactamente cuando se completó la cuenta de mil años de la Tierra! La realeza de la Primera Región se transfirió a Urim, la ciudad de Nannar y Ningal. Marduk tenía muy en cuenta todos los asuntos de lo que acontecía en las otras Regiones. Ra estaba inquieto con los sueños y las visiones de Inanna que aludían a los dominios de Dumuzi.
Estaba decidido a contrarrestar los planes de expansión de Inanna; encontró mucho que ponderar en cuestiones de resurrección e inmortalidad. Le resultaba enormemente atractivo el pensamiento de la divinidad, ¡de modo que se anunció a sí mismo como un gran dios! Ra se enfureció por lo que se le había permitido a Gilgamesh, en buena medida un Terrestre, pero estimó un camino más hábil con el cual conservar la lealtad de los reyes y del pueblo:
¡Si a los semidioses se les muestra el pórtico hacia la inmortalidad, que se le aplique a los reyes de mi región!
Así se dijo Marduk, conocido con el nombre de Ra en la Segunda Región: ¡Que los reyes de mi Región que sean descendientes de Neteru, viajen a Nibiru en la Otra Vida!

Esto decretó Ra en su reino. Les enseñó a los reyes a construir tumbas orientadas al este, les dictó un largo libro a los escribas-sacerdotes, en él se describía con detalle el viaje a la Otra Vida.
En el libro se contaba cómo llegar al Duat, el Lugar de los Barcos Celestiales, cómo, desde allí, por medio de una Escalera al Cielo, viajar hasta el Planeta Imperecedero,
de la Planta de la Vida comer, beber hasta la saciedad de las Aguas de la Juventud.
Ra les habló a los sacerdotes de la llegada de los dioses a la Tierra,
¡El oro es el esplendor de la vida!, les dijo. ¡Es la carne de los dioses!, dijo Ra a los reyes.

Dio instrucciones a los reyes para hacer expediciones al Abzu y a los Dominios Inferiores para obtener oro.
Cuando los reyes de Ra conquistaron por la fuerza de las armas tierras que no eran suyas, invadió los reinos de sus hermanos, hizo nacer y crecer en ellos la ira:
¿Qué está tramando Marduk, se preguntaban los hermanos entre sí, que viene a pisotearnos?
Apelaron a su padre Enki; a Ptah, su padre, Ra no escuchó.
Ra ordenó a los reyes de Magan y Meluhha que capturaran todas las tierras adyacentes, el plan de su corazón era ser el señor de las Cuatro Regiones.

¡La Tierra es mía, para que la gobierne! Así, inflexiblemente, le habló a sü padre.
Viene ahora el relato de cómo Marduk declaró su propia supremacía y construyó Babili, y de cómo Inanna, al mando de reyes guerreros, hizo correr la sangre
y permitió sacrilegios. Después de que se transfiriera la realeza desde Unug-ki a Urim, Nannar y Ningal sonrieron sobre el pueblo. Como correspondía a su Rango de Treinta, a Nannar se le adoraba como dios de la Luna; decretó doce festividades cada año, al igual que el número de meses de la Luna en un año, a cada uno de los doce grandes Anunnaki se le dedicó un mes y su festividad. Por toda la Primera Región, a los dioses Anunnaki, mayores y menores, se les construyeron santuarios y lugares de culto, el pueblo podía orar directamente a sus dioses. En la Primera Región, la civilización de Ki-Engi se difundió a las tierras vecinas, en las Ciudades del Hombre se designó a los gobernantes locales como Pastores Justos; artesanos y granjeros, pastores y tejedores, intercambiaban sus productos por todas partes,
se decretaron leyes de justicia, se honraron contratos de comercio, de desposorios y de divorcio.

En las escuelas, los jóvenes estudiaban, los escribas tomaban nota de himnos, proverbios y sabiduría.
Había abundancia y felicidad en las tierras; también había disputas y usurpaciones. Mientras tanto, Inanna vagaba con su nave celeste de tierra en tierra; cerca
del Mar Superior retozaba con Utu.

Fue a los dominios de su tío Ishkur, Dudu, Amado, le llamaba. Inanna le tomó cariño a las gentes que vivían en la llanura superior de los dos ríos;
le resultaba agradable el sonido de su lengua, aprendió a hablar su lenguaje.
Ellos la llamaban por el nombre del planeta Lahamu en su lengua, Ishtar, a su ciudad, Unug-ki, le llamaron Uruk; Dudu, como Adad, pronunciaban en su lenguaje.

Sin, Señor de los Oráculos, llamaron a su padre, Nannar; a la ciudad Urim la llamaron Ur.
Shamash, Sol Brillante, llamaron a Utu en su lengua, a él también le adoraban.
A Enlil, le llamaban Padre Elil, Nibru-ki era para ellos Nippur; Ki-Engi, Tierra de los Vigilantes Nobles, fue llamada en su lenguaje Sumer. En Sumer, la Primera Región, la realeza rotaba entre las ciudades; en la Segunda Región, Ra no permitía la diversidad, él deseaba reinar solo. ¡El mayor del Cielo, primogénito que está en la Tierra! Así quería que se le conociera entre los sacerdotes.

¡El principal desde los primeros tiempos! Así decretó que se le llamara en los himnos; señor de la eternidad, el que ha hecho la eternidad, que preside sobre todos los dioses, ¡Aquél que no tiene igual, el gran solitario y único!

Así se situaba a sí mismo Marduk, como Ra, por encima de todos los demás dioses,
por sí mismo se asignaba sus poderes y atributos:
Soy como Enlil en cuanto a señorío y decretos, como Ninurta en la azada y el combate; como Adad por el rayo y el trueno, como Nannar por iluminar la noche; como Utu soy Shamash, como Nergal reino sobre el Mundo Inferior; como Gibil, conozco las profundidades doradas, de donde cobre y plata vienen; como Ningishzidda mando sobre los números y su cuenta, ¡los cielos hablan de mi gloria!

Los líderes Anunnaki se alarmaron enormemente con estas proclamas, los hermanos de Marduk hablaron con su padre Enki, Nergal le transmitió a Ninurta sus preocupaciones.
¿Qué es lo que te pasa?, dijo Enki a su hijo Marduk. ¡Inauditas son tus pretensiones!
¡Los cielos, los cielos hablan de mi supremacía!, le respondió Marduk a su padre Enki.
El Toro del Cielo, signo de la constelación de Enlil, ha sido muerto por su propio descendiente, en los cielos, la Era del Carnero, mi era, está llegando, ¡los augurios son inequívocos!

En su morada, en Eridú, Enki examinó el círculo de las doce constelaciones, en el primer día de la primavera, el comienzo del año, se observó atentamente el amanecer; aquel día se elevó el sol en las estrellas de la constelación del Toro. En Nibru-ki y en Urim, Enlil y Nannar hicieron las observaciones, en el Mundo Inferior, donde había estado la Estación de Instrumentos, Nergal atestiguó los resultados: ¡El tiempo del Carnero todavía es remoto, sigue siendo la Era del Toro de Enlil! En sus dominios, Marduk no se ablandaba en sus afirmaciones. Nabu le ayudó, no envió a sus emisarios a los dominios, para anunciar a la gente que su tiempo había llegado. Los líderes Anunnaki apelaron a Ningishzidda, cómo enseñar al pueblo a observar los cielos. En su sabiduría, Ningishzidda diseñó estructuras de piedra, Ninurta e Ishkur le ayudaron a erigirlas.

En las tierras pobladas, cerca y lejos, le enseñaron a la gente cómo observar los cielos, le mostraron a la gente que el sol seguía saliendo en la Constelación del
Toro. Enki observaba con pesar estos acontecimientos, valoraba de qué forma el
Hado le estaba dando un giro imprevisto al orden legítimo: ¡Después de declararse a sí mismos dioses, los Anunnaki se han hecho dependientes del apoyo de la Humanidad! En la Primera Región, los Anunnaki decidieron unificar las tierras bajo un único líder, deseaban un rey guerrero. Se le confió a Inanna, la adversaria de Marduk, la tarea de encontrar al hombre adecuado. Inanna le indicó a Enlil a un hombre fuerte al cual había conocido y amado en sus viajes, Arbakad; comandante de cuatro guarniciones, era su padre; su madre era una suma sacerdotisa.

Enlil le dio cetro y corona, Sharru-kin, Regente Justo, le designó Enlil. Como una vez se hiciera en Nibiru, se fundó una nueva ciudad corona para unificar las tierras, Agadé, la Ciudad Unificada, la llamaron, no lejos de Kishi estaba ubicada.

Enlil le dio poderes a Sharru-kin; Inanna acompañaba a sus guerreros con armas de brillantez.
Todas las tierras, desde el Mar Inferior hasta el Mar Superior, rindieron obediencia a su trono, sus tropas se estacionaron en los límites de la Cuarta Región, para protegerla.
Con ojo cauto observaba Ra, sin pestañear, a Inanna y a Sharru-kin; después, como un halcón, se abalanzó sobre su presa:
desde el lugar donde Marduk había pretendido construir la torre que alcanzara el cielo, Sharru-kin se llevó suelo sagrado de allí a Agadé, para implantar en él el Objeto Brillante Celestial.
Enfurecido, Marduk se abalanzó sobre la Primera Región, con Nabu y sus seguidores llegaron al lugar de la torre.

¡Del suelo sagrado soy el único poseedor, por mí se establecerá un pórtico de los dioses!
Así, vehementemente, anunció Marduk, dio instrucciones a sus seguidores para que desviaran el río.
Levantaron diques y murallas en el Lugar de la Torre, construyeron el Esagil, Casa para el Dios Supremo; Babili, el Pórtico de los Dioses, la llamó Nabu en honor a su padre,
¡Marduk se había establecido en el corazón del Edin, en medio de la Primera Región!
La furia de Inanna no tuvo límites; con sus armas infligió la muerte a los seguidores de Marduk.
La sangre del pueblo, como nunca antes en la Tierra, corría como ríos.

Hasta su hermano Marduk, llegó Nergal a Babili, para persuadirle de que abandonara Babili por el bien del pueblo:
¡Esperemos pacíficamente las verdaderas señales del cielo!, le dijo Nergal a su hermano.
Marduk aceptó partir, viajo de tierra en tierra para observar los cielos, Amun, el Invisible, se le llamó a Ra a partir de entonces en la Segunda Región.
Durante un tiempo se aplacó Inanna, dos hijos de Sharru-kin fueron sus pacíficos sucesores.
Después, ascendió al trono de Agadé el nieto de Sharru-kin; Naram-Sin, Amado por Sin, se le llamó.
En la Primera Región, Enlil y Ninurta estaban ausentes, habían ido a las tierras de más allá de los océanos; en la Segunda Región, Ra no estaba, viajaba como Marduk por otras tierras;
Inanna vio la oportunidad en sus manos para hacerse con todos los poderes, le ordenó a Naram-Sin que se apoderara de todas las tierras.

Dio instrucciones a Naram-Sin para que marchara contra Magan y Me-luhha, dominios de Marduk.
Naram-Sin cometió el sacrilegio de cruzar la Cuarta Región con un ejército de Terrestres, invadió Magan, intentó entrar en el sellado Ekur, Casa Que Como una Montaña Es.
Enlil se enfureció con sus sacrilegios y sus transgresiones; lanzó una maldición contra Naram-Sin y Agadé:
Naram-Sin murió por la picadura de un escorpión, por mandato de Enlil fue aniquilada Agadé.
Esto sucedió en la cuenta de mil quinientos años de la Tierra.

Viene ahora el relato de la profecía de Galzu a Enlil, dada en una visión; trataba de la supremacía de Marduk, de cómo elegir a un hombre para sobrevivir a una calamidad.
Después que Marduk se convirtiera en Amun, se desintegró la realeza en la Segunda Región, reinaron el desorden y la confusión;
Después de que Agadé fuera aniquilada, en la Primera Región reinaron el desorden y la confusión.
En la Primera Región, la realeza estaba sumida en el desconcierto, se trasladaban de las Ciudades de los Dioses a las Ciudades del Hombre,
Unug-ki, Lagash, Urim y Kish, Isin y lugares más lejanos, la realeza fue cambiando.
Después, Enlil, tras consultar con Anu, depositó la realeza en manos de Nannar;
por tercera vez se concedió la realeza a Urim, en cuyo suelo seguía implantado el divino Objeto Brillante Celestial.

En Urim, Nannar designó como rey a un Pastor Justo de hombres, su nombre era Ur-Nammu.
Ur-Nammu estableció la igualdad en las tierras, hizo poner fin a la violencia y los conflictos, en todas las tierras fue abundante la prosperidad.
Fue en aquel tiempo que, durante la noche, Enlil tuvo una visión:
Se le apareció la imagen de un hombre, era brillante y resplandeciente como los cielos; se aproximó y se quedó de pie junto al lecho de Enlil, ¡entonces reconoció Enlil a Galzu, el del cabello blanco!
Sostenía en la mano izquierda una tablilla de lapislázuli, en ella estaban dibujados los cielos estrellados; los cielos estaban divididos en los doce signos de las constelaciones, Galzu los señalaba con la mano izquierda.

Galzu dejó de indicar al Toro para señalar al Carnero; tres veces repitió el movimiento.
Después, en la visión-sueño, Galzu habló y le dijo a Enlil:
El tiempo justo de la benevolencia y de la paz vendrá seguido por la fechoría y el derramamiento de sangre.
El Carnero de Marduk sustituirá al Toro de Enlil en tres porciones celestiales, el que a sí mismo se ha declarado como Dios Supremo se apoderará de la supremacía en la Tierra.
¡Por decreto del Hado, sucederá una calamidad como nunca ha ocurrido!
Como en los tiempos del Diluvio, hay que elegir a un hombre justo y digno,
¡por él y por su simiente se preservará la Humanidad Civilizada, tal como pretende el Creador de Todo!
Así dijo Galzu, el emisario divino, a Enlil en la visión-sueño.

Cuando Enlil despertó de la visión-sueño nocturna, no había ninguna tablilla junto a su lecho.
¿Era un oráculo del cielo, o lo he imaginado todo en mi corazón?, se preguntaba Enlil a sí mismo.
No le contó la visión-sueño a ninguno de sus hijos, Nannar entre ellos, ni a Ninlil.
Entre los sacerdotes, en el templo de Nibru-ki, Enlil inquirió sobre sabios celestiales,
el sumo sacerdote le indicó a Tirhu, un sacerdote oracular.

Era descendiente de Ibru, nieto de Arbakad, pertenecía a la sexta generación de sacerdotes de Nibru-ki, estaban casados con las hijas reales de los reyes de Urim. Ve al templo de Nannar en Urim, observa el tiempo celestial en los cielos: Setenta y dos años de la Tierra es la suma de una Porción Celestial, ¡toma cuidadosa nota del paso de tres de ellas!
Así le dijo Enlil a Tirhu, el sacerdote, le hizo contar el tiempo profetizado. Mientras Enlil reflexionaba sobre la visión-sueño y sus portentos, Marduk iba de tierra en tierra.
A la gente le iba hablando de su supremacía, ganar seguidores era su objetivo.
En las tierras del Mar Superior y en las tierras de la frontera de Ki-Engi, Nabu, el hijo de Marduk, iba incitando al pueblo; su plan era apoderarse de la Cuarta Región.

Hubo enfrentamientos entre los habitantes del oeste y los habitantes del este, los reyes formaron huestes de guerreros, las caravanas dejaron de discurrir, se levantaron las murallas en las ciudades. ¡Está ocurriendo lo que Galzu predijo!, se dijo Enlil a sí mismo. Enlil puso su mirada sobre Tirhu y sus hijos, descendientes de digno linaje: ¡Éste es el hombre a elegir, el que indicara Galzu!, se dijo Enlil a sí mismo. A Nannar, sin revelarle la visión-sueño, le dijo Enlil: En la tierra entre los ríos, de donde vino Arbakad, funda una ciudad como Urim, sea para ti y para Ningal una morada-hogar lejos de Urim. ¡En su mitad, erige un santuario-templo, y pon a su cargo al Príncipe-Sacerdote Tirhu! Ateniéndose a la palabra de su padre, Nannar fundó la ciudad de Jarán en la tierra de Arbakad. Para que fuera sumo sacerdote en su santuario-templo envió a Tirhu, y a su familia con él; cuando se completaron dos porciones celestiales de las tres profetizadas, Tirhu fue a Jarán.

En aquel tiempo, Ur-Nammu, la Alegría de Urim, cayó de su carro y murió en las tierras occidentales.
Su hijo Shulgi le sucedió en el trono de Urim; Shulgi estaba lleno de vileza y de ansia de batallas.
En Nibru-ki, él mismo se ungió sumo sacerdote, en Unug-ki buscó los gozos de la vulva de Inanna; enroló en su ejército a guerreros de las tierras montañosas, no obligados a Nannar, con su ayuda, invadió las tierras occidentales e ignoró la santidad del Centro de Control de Misiones.
En la sagrada Cuarta Región puso su pie, Rey de las Cuatro Regiones se declaró a sí mismo.

Enlil se enfureció por las profanaciones, Enki y Enlil hablaron sobre las invasiones:
¡Los soberanos de tu región han sobrepasado todos los límites!, le dijo con acritud Enki a Enlil.
¡Marduk es la fuente de todos los problemas!, replicó Enlil.
Guardando para sí todavía la visión-sueño, Enlil volvió su atención sobre Tirhu.
Enlil había puesto la mirada sobre Ibru-Um, el hijo mayor de Tirhu.
Ibruum era de ascendencia principesca y valiente, y estaba familiarizado con los secretos sacerdotales; Enlil mandó a Ibruum a proteger los lugares sagrados y permitir los ascensos y descensos de los carros.

Tan pronto como Ibruum partió de Jarán llegó Marduk a esa ciudad; él también había observado las profanaciones, las consideraba como los dolores de parto de un Nuevo Orden.
Desde Jarán, en los umbrales de Shumer, planeó su golpe final, desde Jarán, situada al filo de los dominios de Ishkur, dirigió el levantamiento de los ejércitos.
Después de pasar veinticuatro años terrestres de estancia en Jarán, Marduk, con lágrimas en los ojos, hizo un llamamiento al resto de los dioses, fueran cuales fueran sus ascendientes;
Confesando sus transgresiones, pero insistiendo en su señorío, a ellos les dijo así:
¡Oh dioses de Jarán, oh grandes dioses que juzgan, conoced mis secretos!

Mientras me ciño la faja, recuerdo mis memorias:
Yo soy el divino Marduk, un gran dios, en mis dominios soy conocido como Ra. Por mis pecados fui al exilio, a las montañas he ido, por muchas tierras he
deambulado, desde donde el sol se eleva hasta donde el sol se pone he ido, hasta la tierra de Ishkur llegué. En medio de Jarán he anidado durante veinticuatro años, en su templo he buscado un augurio;
¿Hasta cuándo?, pedí un augurio en el templo acerca de mi señorío. ¡Tus días de exilio han terminado!, me dijo el oráculo en el templo. ¡Oh grandes dioses que determináis los hados, dejad que me encamine a mi ciudad, que establezca en mi templo Esagil una morada imperecedera, que instale un rey en Babili; que se reúnan en mi casa templo todos los dioses Anunnaki, aceptad mi alianza!

Así anunció Marduk su llegada a los otros dioses, confesando y apelando. Los dioses Anunnaki se inquietaron y se alarmaron ante la llamada a la sumisión hecha por Marduk.
Enlil convocó a todos a una gran asamblea para tomar consejo. Todos los líderes Anunnaki se reunieron en Nibru-ki; también fueron Enki y los hermanos de Marduk.

Todos estaban inquietos por los acontecimientos, todos se oponían a Marduk y a Nabu. En el consejo de los grandes dioses, las acusaciones se desenfrenaron, las
recriminaciones llenaban la cámara. ¡Nadie puede impedir lo que se aproxima; aceptemos la supremacía de Marduk!, únicamente Enki aconsejó. ¡Si se aproxima el tiempo del Carnero, privemos a Marduk del Enlace Cielo-Tierra!, propuso Enlil iracundo.

Todos, salvo Enki, acordaron arrasar el Lugar de los Carros Celestiales; Nergal sugirió para ello utilizar las Armas de Terror; sólo Enki se opuso: De la decisión, la Tierra pronunció las palabras a Anu; Anu repitió las palabras a la Tierra. ¡Lo que estaba destinado a ser, fracasará por vuestra decisión de deshacer!
Así habló Enki mientras partía.

Para llevar a cabo la maldad se seleccionó a Ninurta y a Nergal.
¡Viene ahora el relato de cómo Hado o Destino llevó, cómo paso a paso, alguno dado en tiempos ya olvidados, a que sucediera la Gran Calamidad!

Quede ahora registrado y recordado para siempre:
Cuando se tomó la decisión de usar las Armas de Terror, Enlil guardaba dos secretos para sí:
¡A nadie, antes de que se tomara la terrible decisión, le reveló Enlil el secreto de la visión-sueño de Galzu; a nadie, hasta que se tomó la fatídica decisión, le había revelado Enlil su conocimiento del lugar donde se ocultaba el terror!
Cuando, a despecho de todas las protestas, el consejo permitió el uso de las Armas de Terror, cuando Enki, enfadado y muy turbado abandonó la cámara del consejo,
Enki sonreía en su corazón: ¡Sólo él sabía dónde estaban ocultas las armas! Así lo creía Enki.
Pues fue él, antes de que Enlil llegara a la Tierra, el que ocultó las armas, junto con Abgal, en un lugar desconocido.

¡Enki no sabía que Abgal le había desvelado el lugar a Enlil durante su exilio!
Cuando Enki se enteró de este segundo secreto, dio refugio en su corazón a un deseo:
¡Que, después de tan larga estancia, el terror de las armas se haya evaporado!
Poco esperaba Enki que tan larga estancia iba a provocar una calamidad como nunca antes se había conocido en la Tierra.

Y así fue que, sin necesidad de Enki, Enlil reveló a los dos héroes el lugar de la ocultación:
¡Las siete Armas de Terror moran en una montaña!, les dijo Enlil.
¡Moran en el interior de una cavidad de la tierra, se requiere revestirlas con el terror!
Después, Enlil les reveló el secreto de cómo despertar a las armas de su profundo sueño.
Antes de que los dos hijos, uno de Enlil, uno de Enki, partieran hacia el lugar oculto,
Enlil les dio palabras de advertencia: ¡Antes de que se usen las armas, el lugar de los carros debe estar vacío de Anunnaki; las ciudades deben ser perdonadas, la gente no debe perecer!

En su nave celeste, Nergal se dirigió al lugar oculto, Ninurta se retrasó por causa de su padre; Enlil deseaba decirle una palabra a su hijo a solas, revelarle a él solo un secreto: le habló a Ninurta de la profecía de Galzu y de la elección de Ibruum.
¡Nergal es irreflexivo, asegúrate de que las ciudades son perdonadas, hay que advertir a Ibruum!, le dijo Enlil a Ninurta.

Cuando Ninurta llegó al lugar de las armas, Nergal ya las había sacado de la cavidad,
mientras despertaba sus MEs del largo sueño, Nergal dio un nombre de trabajo a cada una de las siete:
a la primera arma la llamó La Que No Tiene Rival; a la segunda, la Llama Ardorosa;
a la tercera la llamó La Que Desmorona con Terror; Fundidora de Montañas llamó a la cuarta; Viento Que Busca los Confines del Mundo llamó a la quinta; La Que Arriba y Abajo a Nadie Perdona fue la sexta; la séptima se llenó con un monstruoso veneno, la llamó Vaporizadora de lo Viviente.
Con la bendición de Anu se les dieron las siete a Nergal y a Ninurta, para con ellas causar la destrucción.
Cuando Ninurta llegó al lugar de las Armas de Terror, Nergal estaba dispuesto para destruir y aniquilar.
¡Yo mataré al hijo, yo aniquilaré al padre!, gritaba Nergal con aires de venganza.

¡Las tierras que codician se desvanecerán, destruiré las ciudades pecadoras!
Valiente Nergal, ¿destruirás al justo con el injusto?, le preguntó Ninurta a su camarada.
¡Las instrucciones de Enlil son claras! ¡Yo llevaré el rumbo a los objetivos seleccionados, tú me seguirás detrás!
¡La decisión de los Anunnaki me es conocida!, dijo Nergal a Ninurta. Ambos esperaron la señal de Enlil durante siete días y siete noches.

Tal como era su intención, cuando terminó su espera, Marduk volvió a Babili,
en presencia de sus seguidores, pertrechados con armas, declaró su supremacía;
la cuenta de años terrestres era entonces de mil setecientos treinta y seis. En aquel día, en aquel fatídico día, Enlil le envió la señal a Ninurta; Ninurta partió hacia Monte Mashu, tras él iba Nergal.
El Monte y la llanura, en el corazón de la Cuarta Región, inspeccionó Ninurta desde los cielos.
Con el corazón encogido, le hizo una señal a Nergal: ¡Quédate ahí!, le señaló.
Entonces, Ninurta soltó desde los cielos la primera arma de terror; con un resplandor, la cima del Monte Mashu se resquebrajó, las entrañas del monte se fundieron en un instante.

Sobre el Lugar de los Carros Celestiales liberó la segunda arma, con el resplandor de siete soles, las rocas de la llanura se convirtieron en una herida chorreante, la Tierra se sacudió y se desmoronó, los cielos se oscurecieron después del resplandor; la llanura de los carros se cubrió de piedras quemadas y trituradas, de todos los bosques que habían rodeado la llanura, sólo tres troncos quedaron en pie.
¡Hecho!, exclamó Ninurta desde la nave celeste, su Divino Pájaro Negro.
¡Del control que Marduk y Nabu tanto codiciaban se les ha privado para siempre!
Entonces, Nergal deseó emular a Ninurta, su corazón le urgía a ser Erra, el Aniquilador; siguiendo la Calzada del Rey, voló hasta el verde valle de las cinco ciudades.
¡Nergal planeaba aplastar el verde valle donde Nabu estaba convirtiendo a la gente, aplastarlo como un pájaro enjaulado!

Sobre las cinco ciudades, una tras otra, Erra envió un arma de terror desde los cielos, destruyó por completo las cinco ciudades del valle, se convirtieron en desolación.
Con fuego y azufre fueron arrasadas, todo lo que allí vivía se convirtió en vapor.
Con tan terribles armas, las montañas se vinieron abajo, la barrera que contenía las aguas del mar se partió, las aguas del mar se derramaron en el valle, el valle quedó inundado por las aguas; cuando las aguas se derramaron sobre las cenizas de las ciudades, se elevó el vapor hacia los cielos.
¡Hecho!, gritó Erra en su nave celeste. En el corazón de Nergal ya no había venganza.

Inspeccionando su maligna obra, los dos héroes quedaron confundidos con lo que vieron:
los resplandores fueron seguidos por el oscurecimiento de los cielos, después se puso a soplar la tormenta.
Arremolinándose dentro de una oscura nube, un Viento Maligno llevaba la penumbra desde los cielos, con el transcurso del día, el Sol desapareció sobre el horizonte con la oscuridad, por la noche, un pavoroso resplandor dibujaba sus bordes, hizo desaparecer a la Luna cuando salía.

Cuando llegó el amanecer del día siguiente, desde el oeste, desde el Mar Superior, se puso a soplar un viento de tormenta, la nube marrón oscura se dirigió hacia el este, hacia las tierras habitadas se extendió la nube; allí donde llegaba, traía sin misericordia la muerte a todo lo que vive; desde el Valle de Sin Compasión, engendrada por los resplandores, la muerte fue transportada hacia Sumer. Ninurta y Nergal dieron la voz de alarma a Enlil y Enki: ¡Implacable, el Viento Maligno lleva la muerte a todos! Enlil y Enki transmitieron la alarma a los dioses de Sumer: ¡Escapad!
¡Escapad!, les gritaron a todos. ¡Que se disperse el pueblo! ¡Que el pueblo se oculte! Los dioses huyeron de sus ciudades, como pájaros asustados escaparon de
sus nidos.

Las gentes de las tierras cayeron bajo las garras del Viento Maligno; inútil fue su carrera.
Sigilosa era la muerte, atravesaba los muros más gruesos como las aguas de una inundación, no había puerta que pudiera dejarle fuera, ni cerrojo que pudiera impedirle el paso.
Aquéllos que, detrás de puertas cerradas, se ocultaron dentro de sus casas, como moscas cayeron, aquéllos que huyeron a las calles, en las calles amontonaron sus cadáveres.

Los pechos llenos de esputos y flemas, las bocas rebosantes de saliva y espuma;
cuando el Viento Maligno atrapaba a la gente sin ser visto, sus bocas se empapaban en sangre.
Lentamente sopló el Viento Maligno sobre las tierras, cruzó de oeste a este sobre llanuras y montañas; todo lo que vivía, tras él quedaba muerto y moribundo, la gente y el ganado perecían por igual.
Las aguas se emponzoñaron, en los campos se marchitó toda vegetación.

Desde Eridú en el sur hasta Sippar en el norte, el Viento Maligno arrasó el país;
Babili, donde Marduk había declarado la supremacía, se libró del Viento Maligno.

Las Palabras del Señor Enki

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LA DECIMOCUARTA TABLILLA

Babili, donde Marduk había declarado la supremacía, se libró del Viento Maligno.
Todas las tierras al sur de Babili fueron devoradas por el Viento Maligno, también alcanzó al corazón de la Segunda Región.

Cuando con posterioridad a la Gran Calamidad, Enlil y Enki se encontraron para estudiar el desastre, Enki le hizo considerar a Enlil el libramiento de Babili como un augurio divino.
¡El libramiento de Babili confirma que Marduk ha sido destinado para la supremacía! Así le dijo Enki a Enlil.
¡Debe haber sido la voluntad del Creador de Todo!, dijo Enlil a Enki. Entonces, Enlil le reveló la visión-sueño y la profecía de Galzu.

Si eras conocedor de eso, ¿por qué no impediste el uso de las Armas de Terror?, le preguntó Enki.
¡Hermano mío!, dijo Enlil a Enki con una voz apesadumbrada. Era evidente el motivo.
Tras tu llegada a la Tierra, cada vez que la misión se veía obstaculizada, encontrábamos una forma de eludir el obstáculo; de ahí, la creación de los Terrestres, la gran solución, fue también una fuente de miles de giros y vueltas no deseados.
Cuando llegaste a comprender los ciclos celestes y asignaste constelaciones,
¿quién hubiera previsto en ellas las manos del Destino?
¿Quién habría podido distinguir entre los hados que elegimos y el inquebrantable destino?
¿Quién proclamaba falsos augurios y quién podía pronunciar profecías verdaderas'?

De ahí que decidiera guardar para mí mismo las palabras de Galzu. ¿Era de verdad el emisario del Creador de Todo, o era una alucinación mía? ¡Lo que tenga que suceder, suceda!, me dije a mí mismo. Enki escuchaba las palabras de su hermano, mientras afirmaba con la cabeza arriba y abajo. La Primera Región está desolada, la Segunda Región está sumida en la confusión, la Tercera Región está herida,
el Lugar de los Carros Celestiales ya no existe; ¡eso es lo que ha sucedido!, dijo Enki a Enlil. ¡Si era ésa la voluntad del Creador de Todo, eso es lo que ha quedado de
nuestra Misión en la Tierra! ¡Las semillas se sembraron con las ambiciones de Marduk, lo que salga de ello será para que lo coseche él!

Así le dijo Enlil a su hermano Enki, entonces aceptó el triunfo de Marduk. ¡Que el rango de cincuenta, que tenía pensado para Ninurta, le sea dado en
su lugar a Marduk!

¡Que Marduk declare su supremacía sobre la desolación en las Regiones! En cuanto a mí y a Ninurta, no nos vamos a interponer más en su camino. ¡Partiremos hacia las Tierras de Más Allá de los Océanos, por lo que vinimos, llevaremos a término la misión de obtener oro para Nibiru! Así le dijo Enlil a Enki; había abatimiento en sus palabras. ¿Habrían sido diferentes las cosas si no se hubieran usado las Armas de
Terror?, cuestionó Enki a su hermano.

¿Y si no hubiéramos escuchado las palabras de Galzu para que no volviéramos a Nibiru?, replicó Enlil.
¿Y si hubiéramos detenido la Misión Tierra cuando los Anunnaki se amotinaron? Yo hice lo que hice. Tú hiciste lo que hiciste. ¡No se puede desandar el pasado!

¿Acaso no hay en eso también una lección?, preguntó Enki para ambos.
¿Acaso lo que ha ocurrido en la Tierra no es un reflejo de lo que tuvo lugar en Nibiru?
¿Acaso no está escrito en el Pasado el esbozo del Futuro?
¿Repetirá la Humanidad, creada a nuestra imagen, nuestros logros y fracasos?
Enlil guardó silencio. Cuando se puso en pie para marcharse, Enki le tendió el brazo.
¡Estrechemos los brazos como hermanos, como camaradas que, juntos, se enfrentaron a muchos desafíos en un planeta extraño!

Así le dijo Enki a su hermano.
Y Enlil, asiendo el brazo de su hermano, lo abrazó también.
¿Nos volveremos a encontrar en la Tierra o en Nibiru?, preguntó Enki.
¿Estaría en lo cierto Galzu de que moriríamos si volvíamos a Nibiru?, respondió Enlil. Luego, se volvió y se fue.

Enki quedó solo; acompañado tan sólo por los pensamientos de su corazón.
Se sentó y reflexionó sobre cómo había comenzado todo y cómo había terminado.
¿Estaba todo destinado, o fue el hado forjado por esta o aquella decisión? Si Cielo y Tierra estaban regulados por ciclos dentro de ciclos, ¿volverá a ocurrir lo que ha sucedido? ¿Acaso el Pasado es el Futuro? ¿Imitarán los Terrestres a los Anunnaki, revivirá la Tierra lo que vivió Nibiru? ¿El primero en llegar será el último en partir? Asediado por sus pensamientos, Enki tomó una decisión:
De todos los acontecimientos y decisiones, comenzando desde Nibiru hasta este día en la Tierra, tomar nota, para que fuera una guía para generaciones futuras;
¡Que la posteridad, en el tiempo que designe el destino, lea el registro, recuerde el Pasado, comprenda el Futuro como profecía, que el Futuro sea el juez del Pasado!

Estas son las palabras de Enki, Primogénito de Anu de Nibiru.
Decimocuarta tablilla: Las Palabras del señor Enki.
Escritas de boca del gran señor Enki, ninguna palabra perdida, ninguna palabra añadida, por el escriba maestro Endubsar, un hombre de Eridú, hijo de Udbar.

Por el señor Enki, con larga vida he sido bendecido.