ÍNDICE
Adolf Hitler desconocido ........................... 7
Opiniones sobre Hitler ........................... 59 Joseph Goebbels: Prefacio a: Adolf Hitler: imágenes de la vida del Führer ........................... 119 El Führer como Orador ........................... 121 El Führer como hombre de Estado ........................... 129 El Führer y las artes ........................... 136 Cuando habla Hitler ........................... 143 El Führer ........................... 145 ¡Vamos a votar por Hitler! ........................... 147 NUESTRO HITLER ........................... 149 1933 ........................... 150 1935 ........................... 155 1936 ........................... 160 1937 ........................... 164 1938 ........................... 168 1939 ........................... 172 1940 ........................... 176 1941 ........................... 181 1942 ........................... 186 1943 ........................... 191 1944 ........................... 196 1945 ........................... 202 Adolf Hitler: imágenes de la vida del Führer El Führer en viaje. Por el SS Brigadeführer Julius Schreck ........................... 208 El Führer y el pueblo alemán. Por el Dr. Otto Dietrich ........................... 212 El Führer en su vida privada. Por Wilhelm Brückner ........................... 219 El Führer y el trabajador alemán. Por el Dr. Robert Ley ........................... 225 Las obras arquitectónicas del Führer. Por Albert Speer ........................... 230 Adolf Hitler y sus autopistas. Por el Dr. en Ingeniería, Fritz Todt ........................... 236 El Führer y la Wehrmacht. Por el Oberstleutnant Foertsch ........................... 243 El Führer y la juventud alemana. Por Baldur von Schirach ........................... 249 El Führer y el Movimiento Nacionalsocialista. Por Philipp Bouhler ........................... 254 Anexos: ¿Quién era Hitler? por Leon Degrelle ........................... 267 Adolf Hitler como Führer. Por Rudolf Hess ........................... 276 El juramente de Adolf Hitler, por Rudolf Hess ........................... 285 El Führer, por Hermann Göring ........................... 288 ¡Eso es victoria! Cartas de fe en nuevos tiempos y la guerra ........................... 294 |
INTRODUCCIÓN:
ADOLF HITLER DESCONOCIDO
"La justicia es reina y señora de todas las virtudes"
“Como nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad”. Cicerón
"Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa"
Demócrates
"Si una idea es justa en el fondo, será invencible en el mundo.
Toda persecución no conducirá sino a aumentar su fuerza interior" Adolf Hitler
La justicia y la verdad fueron consideradas desde la antigüedad como los valores más excelsos del ser humano y determinantes en sumo grado de todos los demás. Por ello sentimos el deber de sostenerlos ante el hombre más citado de la era moderna, sin consideraciones de conveniencia ni perjuicios que nos pueda ocasionar. Todo lo que escribiremos puede resultar extraño a algunos, pero ello está apuntalado por la investigación histórica desprejuiciada de toda una vida y sus tristes resultados, por la comparación con la realidad y la indagación profunda de las causas que mueven el mundo desde hace siglos y, finalmente, por la gran cantidad de testimonios que hemos recopilado en este libro para demostrarlo. Mostrando al Hitler desconocido por la historia oficial deseamos únicamente hacer justicia y buscar la verdad. Cualquier otro motivo nos es completamente ajeno y, sobre todo, despreciamos cualquier tipo de injusticia, odio o bajas pasiones.
Nada extraño decimos todavía cuando afirmamos que Adolf Hitler se encuentra irrefutablemente entre los personajes más famosos de la historia. Años tras año se continúan editando cientos de libros que hacen referencia a su figura, hasta tal punto que la lista total resulta ya imposible de confeccionar (1). Si uno se tuviera que guiar por lo que escucha, lee o ve en cine, radio, televisión, diarios, libros y revistas se podría pensar que Hitler es un personaje actual, sin embargo, transcurrieron ya casi 70 años desde su muerte, aunque el mundo lo siga evocando cotidianamente. Su figura, además, trae a colación un hecho excepcional: en una época donde se hace gala de libertad y se considera la censura como cosa de un fanatismo de civilizaciones incultas, Hitler sigue siendo la única persona sobre la que no se puede hacer un revisionismo histórico sin correr el riesgo de ser privado de la libertad por delito de opinión, como le ha pasado y sigue pasando a varios historiadores hoy en prisión (2). Cualquier crimen, o simple hecho histórico, puede ser revisado por la historia -parecería no hacer falta decir que esto es algo consustancial a la misma investigación histórica- pero sobre Hitler no se puede investigar sin alejarse de lo ya decretado como “verdad histórica” por la moderna inquisición democrática, sin posibilidad de poner en duda su culpabilidad ni en el más mínimo hecho, lo que no tiene por qué necesariamente ser una reivindicación del nacionalsocialismo. Siendo que en el mundo existen las más disparatadas y perjudiciales creencias y sectas, que descaradamente pueden afirmar los que se les venga en gana sin importar sus consecuencias, no se comprende fácilmente por qué sobre Hitler nada positivo se pueda decir. La reivindicación de su figura pareciera que pudiera desatar el fin del sistema actual.
Pues bien, sería difícil negar que él, como ningún otro, se ha opuesto al Poder que hoy domina el acontecer mundial. Si en algo aciertan al juzgarlo sus enemigos es justamente en presentarlo como la completa antítesis del mundo moderno, democrático, liberal y “evolucionado”, por el que los buenos de la película tanto han pugnado al combatirlo. Él representa el mal absoluto en la visión oficial, aunque más no sea para generar inconscientemente el sentimiento de que nuestro sistema democrático debe ser mantenido a capa y espada, sin importar los males que tengamos que soportar, porque de lo contrario el mundo de locura de aquellos malévolos nazis podría regresar. Nada tiene que ver que el nazismo sea un movimiento ya casi extinguido, sin peso mundial ni manifestaciones considerables, la censura permanece inalterable.
Pero si resulta que observamos que el mundo actual, con sus guerras, pestes, miseria cada vez más extendida causa hoy, en un solo año, mucha más muerte y destrucción de lo que es posible atribuir al nazismo, no se entiende entonces por qué Hitler se mantiene como la encarnación de todos los males y vicios de la política mientras sus opositores, cargando con iguales o peores, son alabados por el mundo moderno. Seamos claros, el mundo no sólo ha perdido su idealismo y su aspiración por valores trascendentes cayendo cada vez más en el más craso materialismo, como argumentan los nacionalsocialistas y como se entendería desde una oposición de cosmovisiones de las que tanto habló Hitler en aquella época, sino que ni siquiera en los valores materiales de los que el mundo moderno se pavonea puede demostrar su superioridad sobre las obras de Hitler (19). Además de la proliferación de todas las perversiones, de una doctrina política, de un arte y una filosofía que parece obra de un recién nacido comparado a lo que fue tradicional a la cultura occidental, con los ejemplos de Grecia y Roma como puntos más relucientes, el sistema liberal-capitalista-democrático desparrama miseria y muerte. No hablamos sólo de las drogas, el crimen y las enfermedades inventadas sino meramente de satisfacción de las necesidades básicas. Según datos de los organismos oficiales, más de 10 millones de personas mueren al año debido al hambre.
Algunos sostienen que la cifra es de 40 millones. Es más claramente determinado que sólo la agricultura produce alimentos como para alimentar al doble de la población mundial y que la mayor causa de que el alimento no llegue a todos es la especulación sobre las necesidades básicas que se realiza en la bolsa y en el sistema financiero mundial con el solo fin de generar ganancias a costa de los alimentos. Estas millones de muerte causadas por el sistema capitalista son entonces un asesinato, pues son deliberadas y evitables. Si el mundo se divide cada vez más entre pobres y ricos también se debe saber que la mayor causa de mala distribución de la riqueza, que sigue creciendo año a año, es la existencia de un sistema usurario mundial que se enseñorea por sobre todas las naciones acaparando las riquezas sin trabajar ni generar bien alguno. Ambas causas, casualmente, fueron las más combatidas por Hitler. Mientras el mundo actual se basa sobre los valores artificiales del oro y el dinero, Hitler impuso una escala de valores basada en el trabajo y la solidaridad.
Se debe entender también que si las naciones no son libres de desarrollar políticas por el bien común es porque todas ellas viven enormemente endeudadas debido a un sistema de “deuda perpetua” que tiene como mayor motor a la usura y los intereses sobre intereses, hasta tal punto que ya ningún país paga ni siquiera las deudas sino que apenas se contentan con pagar los intereses de la deuda, cuando no sólo una parte de los intereses, y mayormente pidiendo nuevos préstamos para poder hacerlo. El dinero necesario para ello, no es difícil saberlo pero pareciera que nadie se da cuenta, es el que generamos todos los trabajadores con el sudor de nuestra frente y va siempre a parar al gran sistema financiero de usureros mundial. Así se maneja el mundo hoy, y esto fue justamente a lo que Hitler se opuso. Hitler no permitió que los usureros se aprovechen del trabajo del pueblo alemán, no permitió que exista la usura ni la especulación y jamás permitió que ningún bien esencial ni ninguna necesidad básica esté sujeta a las leyes del mercado como un producto más que se puede comprar y vender según el dinero lo permita y sin importar las necesidades humanas. No permitió que las consideraciones monetarias tengan incidencia en ningún área de la vida del pueblo porque determinó que el trabajo sería el único patrón de la riqueza, no el oro. No permitió que ninguna teoría ni obligación se pueda poner por encima del bien común de los alemanes y no permitió que el hombre sea medido de acuerdo a ninguna consideración materialista ni económica sino sólo por el valor de la personalidad tanto como por su honor y su lealtad. Todo esto fue demasiado para el poder financiero mundial que hoy domina el mundo y sólo por ello se entiende que la figura de Hitler sea hoy poco más que el demonio en persona. Más aun si tenemos en cuenta de que este poder cuenta con infinitas riquezas que ponen al servicio de la propaganda contra el que fue su mayor enemigo. Por eso le declararon la guerra y por eso no pierden un día, desde entonces, para ensuciar su nombre y pagar a sus esbirros para que inventen siempre que puedan una nueva forma de vilipendiarlo.
En el sistema democrático, que sólo da libertades a quien tiene dinero y hace creer a la masa que son libres porque depositan un voto en una urna para elegir entre los candidatos que el poder mundial permite que se presenten, se llega entonces a extremos de soportar gobernantes ineptos o claramente perjudiciales sólo porque el “voto democrático” fue quien los eligió. Deberían recordar de todas formas que a Hitler también lo llevó al poder el “voto democrático”, y esto además con una contundencia de la que no pueden presumir ninguno de sus opositores. Ninguno de ellos han gozado del amor y aprobación de su pueblo en la medida que Hitler lo tuvo. También se debería recordar que su revolución fue la menos sangrienta de la historia, se llegó al poder sólo a fuerza de la aprobación y el apoyo de su pueblo, apenas unas pocas víctimas tuvo que contar su lucha por el poder. El comunismo, su enemigo declarado, había necesitado una sangrienta revolución que dejó como saldo más de 10 millones de muertos (algunos hablan de 25 millones) en lo que fue la guerra civil más cruenta de la historia. La democracia, que algunos creen más inocente, se impuso tras una sangrienta y cruenta revolución francesa que llegó a los 120.000 muertos en una época donde esta cifra, dado los métodos, la población y el contexto, era una extrema barbaridad. La misma democracia francesa que tras la segunda guerra mundial, según el ministro de Justicia francés, encargado de purgar Francia de los colaboradores o simpatizantes del nazismo, fusiló unas 105.000 personas por el ligeramente atribuido cargo de traición, aunque muchas veces no era más que simpatía por el nazismo. Tampoco Norteamérica puede limpiar su conciencia con una supuesta lucha por la libertad de los pueblos pues su territorio fue ganado gracias a la matanza indiscriminada de los pieles rojas que lo poblaron, hasta el punto de ser el único país que carga con el logro de haber exterminado una raza entera (la raza roja o cobriza, de la que hoy sólo quedan remanentes mestizos en diverso grado pero no pura) para lograr su asentamiento, y más recientemente gracias al descarado robo a México de dos tercios de su territorio. Desde entonces se le pueden contar más de una centena y media de guerras intentando imponer sus valores imperialistas en el mundo. Mucho menos podría decir Inglaterra, la reina del imperialismo, que hasta el día de hoy sojuzga y domina tierras ganadas por la fuerza a lo ancho de todo el planeta. Inglaterra y Francia, para la época de la segunda guerra mundial, mientras combatían al “imperialista Hitler”, dominaban con sus colonias un tercio de la superficie del mundo, aunque aun teniendo el control de ciento de millones de personas y cientos de kilómetros de tierras y riquezas extirpadas, no habían podido dominar el desempleo y la pobreza del pueblo llano como lo hizo Hitler en apenas un par de años partiendo de una masa inmensa de desocupados en una porción demasiado pequeña de tierra que no daba abasto con la enorme población que tenía. Si los aliados hubieran luchado por la libertad, como decían, en primer lugar tendrían que haber dejado de subyugar, literalmente, a medio mundo con sus cientos de colonias y en segundo lugar hubieran permitido que el pueblo alemán elija su destino, como lo venían haciendo con el apoyo absoluto que le dieron a cada decisión que tomó Hitler, que jamás hizo nada en contra de la voluntad de la gran mayoría de las personas implicadas en sus acciones.
Hitler, debemos decirlo por extraño que suene, fue en realidad anti-imperialista, en el sentido que se le da a tal término hoy en día. Alemania era la única potencia que no había ganado sus colonias por la fuerza y aunque fue despojada de todas ellas tras la primera guerra mundial ya Hitler no las reclamaba (12), sólo quería lo que se correspondía con el antiguo territorio de Alemania poblado por alemanes y que le había sido quitado tras el tratado de Versalles. Siempre proponía para ello que se realicen plebiscitos entre las poblaciones para que pudieran decidir su destino pues la enorme mayoría de ellos querían volver a ser parte de lo que sentían tradicionalmente como su Patria. Aun así, luego de recuperar de Francia la región del Sarre, mediante un plebiscito en el que el 90% de la población eligió volver a pertenecer al Reich (13), Hitler anunció: “Compatriotas alemanes del Sarre: su decisión me da hoy la posibilidad de declarar que una vez efectuada su reincorporación al territorio del Reich, Alemania no hará ya ninguna reclamación territorial más a Francia. Esta es nuestra contribución histórica y de sacrificio en pro de la tan necesaria pacificación de Europa. Nosotros no luchamos hoy por una posición de poderío mundial; luchamos simplemente por la existencia de nuestra patria, por la unidad de nuestra nación y por el pan cotidiano para nuestros hijos.” Con ello desistía de reclamarle a Francia los territorios de Alsacia y Lorena de habla alemana que le habían pertenecido a Alemania antes de la IGM, en pos de la paz. Las mismas proposiciones amistosas le fueron hechas a Polonia sobre el problema de Danzig. El irracional y pernicioso tratado de Versalles, que absolutamente todos los historiadores juzgan como una bomba de tiempo que desataría una nueva guerra en vez de sellar la paz, había, entre otras injusticias, partido a Alemania en dos con la astilla de Danzig clavada en medio en vez de darle a Polonia una salida al mar hacia el noroeste sin perjudicar a Alemania, que ahora se veía separada de Prusia. Hitler pretendía reconocer la salida al mar de Polonia, sólo pedía que se le deje construir una ferrovía y una carretera con Prusia para que sus territorios se encuentren unidos, algo que no es ni siquiera necesario justificar, para reincorporar a los alemanes que querían volver a la patria y para que cesen las agresiones polacas contra ellos. Había sugerido también que se realice un plebiscito controlado internacionalmente sobre la “Ciudad libre de Danzig”, pues debe recordarse que ni siquiera era territorio polaco sino que apenas se encontraba bajo administración polaca, desistiendo de controlarla si el plebiscito resultaba negativo. Una y otra vez se hicieron propuestas que no tuvieron ninguna respuesta positiva. Las potencias enemigas le temían a la libre disposición del pueblo con la que Hitler construía su Reich pues sabían que la ciudad era tradicional y legítimamente alemana y que sus pobladores se sentían alemanes. Nada en contra podrían proponer sus adversarios y, más aún, sus sistemas se verían amenazados si el ejemplo del sistema social del Tercer Reich se difundía, por lo que la guerra era ya la única solución. Como bien había dicho Céline, “de prolongarse la paz muy probablemente todos los Estados de Europa se hubieran vuelto fascistas espontáneamente” al comprobar las ventajas que se le ofrecían al pueblo (20). Que Polonia haya atacado Checoslovaquia y se haya quedado con parte de ella poco antes, de la misma forma que antes Lituania y Eslovaquia habían atacado Polonia o, menos aun, que ya sobre el final de la campaña alemana también Rusia atacara Polonia y se quedara con la mitad de su territorio, parece no contar para la irrenunciable resolución de declarar la guerra sólo a la Alemania de Hitler por haber reclamado lo que era suyo y pasar por alto las injustificables acciones de sus enemigos. Los motivos de la guerra los deja bien claros el Coronel J. Creagh-Scott, del Intelligence Service, que tomó personalmente parte en las negociaciones de paz con plenipotenciarios alemanes, al denunciar en el autorizado boletín de la “National Industrial Development Association of Eire”, y posteriormente, en una Conferencia pronunciada en el Ayuntamiento de Chelsea, que la paz pretendida por Alemania estuvo a punto de lograrse, pero los ingleses exigían que Alemania renunciara a su autarquía económica y adoptara el patrón-oro en lugar del patrón-trabajo, volviendo al sistema librecambista. Que luego, en el comercio internacional, impusiera el canje en lugar del dinero fue demasiado para el poder financiero que ya no poseía la ficción del valor de la moneda para imponer su poder.
Pues bien, Hitler fue a la guerra finalmente, planeó cuidadosamente cada movimiento y atacó con una contundencia y velocidad nunca vistas, lo que fue conocido como la revolucionaria “guerra relámpago”, y venció a Polonia en poco más de un par de semanas, lo que obviamente ahorró sangre humana debido a su rapidez. Terminada esta campaña, en su discurso ante el Reichstag, Hitler sorprendió al mundo ya que en vez de un líder orgulloso y prepotente por tan brillante victoria se mostró conciliador y propuso nuevamente la paz a Europa diciendo:
“Hay que hacer posible, con el concurso de la Cruz Roja, un Reglamento internacional para asegurar la paz a nuestro Continente y que permita la normalización y desarrollo de la vida económica. La realización de este deseo no es posible más que en el cuadro de una cooperación general de las naciones europeas. La seguridad de esta cooperación debe ser el objetivo más noble de todo Gobierno. La guerra es útil para los fabricantes de cañones armas, aviones y municiones, pero espantosa para sus víctimas. Y esta lucha de aniquilamiento no se limitaría al Continente, sino que se prolongaría hasta muy lejos, más allá de los mares. La economía europea estallará en fragmentos de proyectil y los pueblos se convertirán en ríos de sangre de batalla. Churchill y sus satélites pueden interpretar tranquilamente mis palabras como signo de debilidad y cobardía. No me preocupo por sus opiniones. Hago esta declaración porque deseo, naturalmente, evitar a mi pueblo los sufrimientos de la guerra. Sin embargo, si la opinión de Churchill y sus partidarios triunfa, este será mi último discurso. Entonces combatiré. Churchill puede estar persuadido de que la Gran Bretaña vencerá, pero para mí no hay duda de que Alemania conseguirá la victoria. La única cosa cierta es que jamás ha habido dos vencedores, pero muy a menudo, en cambio, no ha habido más que vencidos. Este fue el caso en la última guerra”. Y termina su discurso diciendo: “únicamente puedo en estos instantes dar gracias a Dios por haberme dado su milagrosa bendición en nuestra primera y dura lucha por nuestros derechos, y rogarle que nos ayude a encontrar el camino verdadero, así como el de todos los demás, a fin de que no sólo el pueblo alemán, sino toda Europa goce de una nueva felicidad en la paz."
Nadie quiso la paz de Hitler, lo único que pedían los aliados era la rendición incondicional. Así continúo la guerra y Hitler siguió asombrando al mundo guiando al Ejército alemán de victoria en victoria. Dinamarca se rindió apenas unas horas después de comenzada la batalla casi sin derrame de sangre ya que Alemania utilizó la disuasión para no tener que causar destrucción en un país que consideraba afín, y le permitió mantener su autonomía en vez de actuar como conquistador. Venció a una Noruega que en un par de semanas estuvo fuera de combate, aunque ya existía acuerdo con los fascistas noruegos sabiendo que Inglaterra planeaba invadirla, por lo que el mayor enemigo en la campaña de Noruega fueron los ingleses. Derrotó a Holanda en cinco días ya que no pudo resistir más de ello. Venció a Bélgica en una semana y media a pesar de que ésta se creía segura por la inexpugnable Fortaleza de Eben Emael, fortaleza que no fue inexpugnable para un Hitler que tras diseñar un novedoso ataque con planeadores y paracaidistas sorprendió al mundo entero con un extraordinario golpe sorpresa que capturó la fortaleza inexpugnable en menos de 24 hs y que podría hacer las delicias de cualquier película si no fuera porque fue realizado por los nazis, que nunca en ningún película pueden presentarse como ingeniosos; y, finalmente, derrotó a su enemiga eterna, Francia, que se creía invencible tras la Línea Maginot que ya había detenido el ataque Alemán por 4 años en la IGM, pero con la novedosa táctica de ataque veloz combinado fue vencida en aproximadamente un mes, aunque ya a los 5 días de iniciada la campaña los generales franceses se quejaban de que estaba perdida. Hitler logró con una rapidez asombrosa lo que el Kaiser no había podido hacer en 4 años y el Ejército alemán se paseó victorioso aunque mesurado por toda Europa. Fue necesaria una guerra de desgaste de 6 años basada en la inmensa superioridad de efectivos y materiales en lugar de la superioridad combativa, y teniendo que recurrir a la mayor coalición de la que habla la Historia, terminando luchando en proporción de casi uno contra diez, mientras los débiles aliados de Alemania defeccionaban uno tras otro, para vencer a Hitler. Un Hitler que aun así les dio unos cuantos sustos asestando duros golpes a unos ejércitos aliados que ya se sabían demasiados superiores en número como para ser detenidos, aunque seguían fracasando en operaciones que parecían fáciles y deben gran parte de su éxito a la táctica de destrucción total que utilizaron. Destrucción total sobre objetivos de importancia militar, pues el injustificado genocidio mediante bombardeo de las ciudades, el pueblo, los débiles y refugiados sólo les sirvió para alimentar su morbo. Hasta se puede decir que si no fuera por la obra de espionaje que les permitía a los aliados conocer con anticipación los movimientos de Hitler, sumado a los traidores interiores que le brindaban información falsa, probablemente ni aun con esta aplastante superioridad numérica lo hubieran derrotado.
Pero no es debido a sus virtudes militares que la figura de Hitler perdura sino debido a sus obras políticas. Pues cuando hoy nos vemos entrando y saliendo constantemente de una crisis tras otra bajo el gobierno de los ganadores de la segunda guerra mundial, donde siempre los banqueros son los que ganan y el pueblo ve disminuido su poder adquisitivo, recordamos que Hitler sacó a su pueblo de una de las mayores crisis de la historia y nunca permitió que vuelva a caer en ella. En sólo algunos años de gobierno Hitler devolvió el pan, el trabajo y la alegría al pueblo que más duro había sido golpeado por las consecuencias de la primera guerra mundial y las crisis internacionales que el poder de las finanzas provocaba en todo el mundo. Mientras a los gobernantes actuales sólo se les ocurre aumentar los impuestos para recaudar más dinero con la que pagar en primer lugar la deuda y segundo las necesidades de la sociedad, Hitler había reducido los impuestos y planeaba eliminarlos totalmente ya que sólo son una sistema de robo al bolsillo del trabajador pues la verdadera aportación que un ciudadano hace a la sociedad es el trabajo y el fortalecimiento del comercio interno con ese dinero que si nos fuera por las deudas tomadas con usureros no sería necesario reclamar. El Estado, decía Hitler, con sus solas utilidades y haciendo uso de la moneda soberana y de las industrias nacionales puede hacerse cargo de los gastos comunales restantes.
Cuando vemos lo difícil que se torna conseguir un empleo digno, recordamos que Hitler, con enérgicas medidas, terminó totalmente con la desocupación durante su gobierno, y no sólo dio trabajo a los 6 millones de desempleados que tenía Alemania a su llegada, sino que hasta tomó mano de obra de otros países. Cuando los trabajadores en todo el mundo todavía no contaban con derechos dignos y legislaciones que los protegieran, fue Hitler quien no solo sentó precedente en las conquistas sociales que hoy día gozan para protegerse de la explotación capitalista, sino que los colmó de privilegios como ser vacaciones pagas en barcos especialmente dedicados a ellos, facilidades de vivienda para que toda familia puede tener un hogar propio (hogares diseñados únicamente teniendo en cuenta fines estéticos, de salubridad y recreación; jamás fines económicos) sin depender de los usureros, aumentos de sueldo, promoción de la iniciativa propia, obras recreativas aún en los lugares de trabajo gracias al servicio “Alegría por el trabajo”, desarrollo cultural mediante la popularización del teatro, cine, bibliotecas ambulantes y demás emprendimientos tendientes a acercar la cultura a absolutamente todo el pueblo y pensadas para elevar el nivel cultural y espiritual de las personas, siendo obligatorio para los dadores de trabajo el promoverlos. Cuando los lujos de la tecnología sólo eran accesibles a unos pocos, Hitler se encargó personalmente de hacerlos llegar a todas las capas sociales. Él mismo, de su propio puño, diseñó el “automóvil del pueblo” (Volks-wagen) para que todo trabajador pueda acceder a un vehículo propio mediante cuotas baratas que cualquiera podía pagar. Otros productos como la televisión y la radio pudieron producirse en grandes cantidades a precios accesibles para el pueblo, dejando de ser artículos de lujo. Aunque es poco conocido, fue gracias a los deseos de Hitler por hacer llegar al pueblo los adelantos de la tecnología todavía no extendidos para el uso de la gente común que se hizo accesible el uso del automóvil mediante el “automóvil del pueblo” (Volkswagen), la fabricación económica de la “Radio del pueblo” (Volksempfänger) en 1933 y se realizó en 1935 por primera vez en la historia una transmisión de televisión regular gracias a la difusión que había tenido el receptor televisivo único alemán E1 (Deutschen Einhetis-Fernsh-Empfänger E1). La difusión económica de otros adelantos como “el refrigerador del pueblo” para heladeras hogareñas, “máquinas de coser del pueblo”, “el tractor del pueblo”, “la moto del pueblo” o “toca discos del pueblo”, forman parte de los entre 20 y 25 llamados productos del Pueblo (Volk) que se promovieron en la época. Dado que para ese entonces Alemania ya era el país con más editoriales de libros, periódicos, diarios y revistas del mundo, el Tercer Reich fue el país que más opciones informativas y culturales les brindaba a su pueblo en todo el mundo. Sus críticos siempre dicen que todo esto fue parte de la propaganda diabólica de Hitler, aunque se olvida que antes de la llegada de la tecnología la censura y el control de masas se hacía efectivo gracias al monopolio de los medios de difusión, que eran fácilmente controlables al ser muy escasos. La política de amplia difusión de Hitler sería en ese caso más una campaña liberadora de la información que una censura pues es una simple cuestión matemática la que demuestra que mientras más son las voces informantes mayor pluralidad de opiniones existe. Un dictador según la imagen que nos pinta la historia oficial se sentiría más cómodo con una sola transmisora y una sola productora de noticias. Sin embargo, se debe reconocer que Hitler daba gran importancia a la propaganda como medio informativo y como esclarecedor del pueblo y que sí existía efectivamente censura sobre las tendencias que iban “en contra del bien común”, algo que siempre fue el lema principal del partido. Quedará por ver, cuando se reúnan todas las piezas del rompecabezas de la historia, cuánto de sincero había en la declamada intención de esclarecimiento.
Mientras tanto podemos guiarnos por las demás obras efectivas de gobierno. Y cuando hoy en día, a pesar de que la tierra da frutos y bienes capaces de alimentar al mundo entero y que sin embargo el hambre mata más gente que todas las guerras de la historia juntas, cuando vemos que los precios de los productos básicos aumentan mes a mes alejándose del alcance del trabajador, cuando increíblemente vemos cosechas enteras que se pierden o tiran sólo para mantener los precios del mercado o las leyes que los bancos y el poder mundial dictan a despecho del bien común, recordamos que Hitler fue quien más protegió a los agricultores y productores de bienes para el pueblo, que durante su mandato las presiones, intereses financieros y leyes del mercado capitalista-liberal fueron totalmente derrotadas y puestas en evidencia como inhumanas. La economía por fin comenzó a servir al pueblo y ya no el pueblo a la plutocracia. Los precios se mantuvieron estables desde su ascenso al poder hasta el final, aún en tiempos de guerra, y no sólo fue exterminada la inflación (el robo legal a nuestros bolsillos al que somos abonados y la mayoría ya acepta como normal) sino que los salarios y el nivel de vida crecieron. Mientras la economía moderna se basa en la inestabilidad e inseguridad para poder permitir el juego de los especuladores gracias a las fluctuaciones monetarias, Hitler promovía la estabilidad para que el trabajador y el productor puedan trabajar y producir tranquilos. Mediante la desaparición del endeudamiento permitió también que el trabajo no sea esclavo de los financistas ni den sus réditos a quienes nada producen. Si era necesario financiamiento, lo deba el Estado sin necesidad de generar inflación ni interés. Se prohibió terminantemente que la tierra sea enajenable o hipotecable y esto quitó las cadenas que limitaban a los productores. Mientras que los Estados modernos cargan de impuestos y pagos a los productores, lo que reduce el más valioso bien económico que tiene una nación: su producción, Hitler quitaba impuestos y hasta financiaba a productores y a familias numerosas (28) por considerar que tanto la producción y el trabajo honrado como los ciudadanos sanos y las familias alegres eran las más preciadas riquezas del Tercer Reich. El pleno empleo y la abundancia de bienes no permitieron tampoco que se especule con las necesidades básicas. Con una demanda de empleo superior a la oferta desapareció la explotación. Incluso el Estado tuvo que llegar al límite contrario y proteger a los empleadores determinando tanto salarios máximos como mínimos. La seguridad en el trabajo, en la vivienda y en la calle fue su base de la vida en la Alemania de Hitler. Algo totalmente opuesto a los contratos temporales, al aumento del alquiler, a la delincuencia que hacen de la inestabilidad la norma en la actualidad.
Para Hitler la obra social no era una mera arma de propaganda, él la consideraba una manifestación de la justicia, por eso decía: "Una acción social no puede exigir el tributo de la gratitud pues ella no prodiga mercedes sino que está destinada a restablecer derechos". Tampoco era un fin económico el que buscaba con ello pues él mismo declaraba: "Al que piensa en solo en cosas materiales siempre se le habría de considerar como el más pobre". Dejaba claro que tampoco él buscaba el aplauso al afirmar: "Nuestro pensamiento y acción de ninguna manera deberían ser determinados por el aplauso o el rechazo de nuestro tiempo sino por la obligación irresistible ante una verdad que nosotros reconocemos.". Para ello, antes que la opresión o la coerción, lo que intentaba era mantener informado lo más posible al pueblo, pues según sostenía: “Sólo se puede luchar por aquello que se ama. Y se ama sólo lo que se respeta, pudiéndose respetar aquello que por lo menos se conoce" Como se podrá apreciar por sus palabras, Hitler hacía gala de un razonamiento avasallador y de una altura en su búsqueda de la justicia que sus enemigos no alcanzan a igualar.
Cuando hoy vemos lo poco o nada que los gobernantes logran mover a sus pueblos, que hasta para hacer un pequeño acto político tienen que pagar a gente que les haga de público, recordamos las multitudinarias manifestaciones que el pueblo alemán realizaba ante cada acto de Hitler, una manifestación de apoyo y amor ante cualquiera de sus acciones como ningún otro gobernante o líder ha recibido jamás en la Historia, llegamos incluso a ver gente emocionada hasta las lágrimas ante sus palabras y enormes multitudes vibrando al unísono ante sus expresiones, sin duda un espectáculo único por sus dimensiones y magnitud. Pues seamos claros, es verdad que nunca antes una persona fue tan extendidamente odiada en todo el mundo, pero tampoco una persona fue tan ampliamente amada por su pueblo durante su época. Cada vez que, democráticamente, se solicitó un referéndum, plebiscito o una votación el porcentaje de adhesión fue extraordinario y esto no era por desconocimiento sino justamente lo contrario; cuando todavía Hitler no era conocido el porcentaje no fue tan extremadamente alto como lo fue a medida que la obra de gobierno se fue desarrollando. Ya en 1936, llamado el pueblo nuevamente a dar su consentimiento a la obra de Hitler, logró un porcentaje de aprobación del 99,9% habiéndose hecho presente para votar casi el 100% del electorado. Este porcentaje de aprobación constante, pues siempre estaba por arriba del 90% ante cada consulta, no tiene paralelo en la historia. Todos los periódicos del mundo se asombraban y no podían explicarse estos resultados luego de haber hecho tanta propaganda anti-nazi. El periódico liberal “La Vanguardia” de Barcelona, con corresponsales en Berlín, en su edición del 31/3/1936, no se explicaba como a pesar del perfecto orden y absoluto secreto con que se desarrolló la elección “el barrio rojo de Berlín, o de comarcas, como la de Turingia, burgo marxista de la República de Weimar, hubieran sentido el heroísmo de rebelarse con las papeletas contra una política que el extranjero cree que les oprime, y ellos se empeñan en demostrar en todos los plebiscitos que la ven complacidos” ya que sólo el 0,01% votó en contra de Hitler. En honor de la verdad hay que hacer constar dos excepcionalidades para ambos bandos: los opositores a Hitler no podían hacer propaganda política en las elecciones y el régimen sí; por otra parte, el voto era absolutamente secreto y se invitaba a fiscales extranjeros para que supervisen que no exista ninguna irregularidad, por lo que si bien no podían hacer propaganda política muy bien podrían haberse manifestado negativamente mediante el voto, como sí lo habían hecho los nacionalsocialistas en la elección del Sarre donde Hitler tenía prohibido hablar o hacer propaganda y sin embargo volvió a ganar la elección con un 90% de los votos. Es también cierto, según argumentaba Hitler, que sus opositores fueron los que hundieron año a año, durante 15 años, cada vez más en la miseria al pueblo alemán hasta dejarlo en el completo caos con sus claudicaciones al extranjero y políticas en contra del interés nacional. La crisis a la que llegó Alemania era mundialmente conocida, así como su profundización tras haberse iniciado con la claudicación que dio término a la primera guerra mundial gracias a la puñalada en la espalda del frente interno que hizo perder la guerra a un Ejército alemán invicto en los campos de lucha. A todos estos traidores Hitler los censuró y no permitió que proliferaran. Aunque podemos reconocer que el celo fue excesivo, también se debe reconocer que el pueblo alemán ya se encontraba cansado de la situación que empeoraba año a año y sólo reclamaba orden más que libertades democráticas que terminaban en libertinaje.
Tal vez algún ingenuo pueda creer que las votaciones que se realizaban en apoyo de Hitler estaban arregladas, pero ninguno podría explicar al ver los videos por qué miles y miles de personas lloraban de alegría con tan sólo verlo, por qué el “ver al Führer” constituía un hito en la vida de las personas ni por qué, cuando ya todo estaba prácticamente perdido, con millones de enemigos atacando con saña contra los últimos defensores, el pueblo no lo abandonó nunca y luchó hasta la última bala, o tal vez hasta la anteúltima pues muchos fueron los que prefirieron acabar con sus vidas tras la rendición antes de seguir viviendo en una Alemania sin Hitler, sin la oportunidad de seguir luchando por construir un nuevo Reich. Quien crea que esto se logró gracias a una opresiva instigación o mediante una astuta propaganda de lavado de cerebro sobre los ingenuos (18) tiene en el ejército multinacional de las SS el ejemplo de cientos de miles extranjeros que viviendo bombardeados por la propaganda antinazi eligieron voluntariamente alistarse para venir a combatir bajo las banderas de Hitler. Aún hoy sus enemigos intentan ocultar las muestras de afecto cerrando y destruyendo todo resto material del III Reich para que no se vuelva un centro de peregrinaje de los admiradores que todavía no han sido coaptados por la continua propaganda en su contra. Mientras que las tumbas de sus vencedores pasan desapercibidas para el mundo, todo lugar relacionado fuertemente a Hitler, a su régimen o a sus colaboradores más cercanos fue destruido o debe ser celosamente vigilado para que no se transforme en lugar de culto y peregrinaje.
Cuando vemos a los gobernantes de hoy en día pasar por el gobierno apresurándose a enriquecerse en medio de niveles de corrupción pocas veces vistos, cuando hasta en el más insignificante engranaje del sistema de poder democrático se puede encontrar beneficiarios de algún negocio llevado adelante por el Estado, recordamos al Hitler seguidor de una rígida ética y disciplina, al Führer que en todo momento quiso ser un ejemplo a seguir pues estaba en la esencia misma de ser un conductor. Hitler renunció desde un principio a las ganancias económicas por su gobierno y se negó a recibir un sueldo por seguir su vocación de luchar por la grandeza de su pueblo, sus únicos ingresos eran los derechos de autor del “Mein Kampf” y este dinero, además, lo invertía casi completamente en arte. Sobre esto él mismo dijo; “debo ser el único dirigente en el mundo que no tiene una cuenta bancaria”. Y ni sus más fantasiosos enemigos intentaron inventarle una cuenta o una ganancia extraordinaria, como es común a los políticos de la actualidad, pues Hitler era un hombre completamente ajeno al dinero, la riqueza o el disfrute de bienes materiales. Sus únicos disfrutes estaban asociados al arte. Ni siquiera enriqueció a sus familiares, su hermana Paula trabajaba de incógnito en un hospital militar. Al igual que su hermano, lo hacía por pura vocación de servicio. Hitler ayudó a su hermana antes de la lucha por el poder, cuando él todavía vivía en la pobreza y no había fuentes de trabajo como para ganarse la vida dignamente debido a la crisis que se atravesaba. Entonces Hitler prefirió vivir en la miseria y renunciar a su pensión por ser huérfano de un empleado del Estado para cedérsela a su hermana. Esta actitud de renuncia al bien propio lo pinta de cuerpo entero pues ella lo distinguió durante toda su vida.
Cuando fue época de reactivar el país, él declaró que sería el primer trabajador de Alemania y siendo que él mismo surgió desde lo más bajo, como un trabajador común, realizando trabajos de albañilería y carpintería o pintando cuadros para ganarse el pan, durante su gobierno trabajó incansablemente, noche y día sin descanso ni vacaciones, y sin permitirse fiestas, mujeres ni demás distracciones a los que los gobernantes actuales son tan afectos. Quienes lo visitaban se asombraban de su sobriedad espartana y lo contrario que se mostraba a los excesos, hasta el punto que muchos pensaban que se encontraba enfermo debido a su humilde dieta libremente aceptada. Durante toda su vida no fumó ni tomó alcohol ya que sostenía que este tipo de hábitos nublaban el intelecto, cuando no enfermaban y estupidizaban a la gente. Dando su propio ejemplo, tenía planes de promover esta conducta en todo el pueblo mediante campañas políticas informativas. Tampoco Hitler comía carne debido al inmenso amor por los animales que profesaba y su sensibilidad ante el sufrimiento de las criaturas inocentes e indefensas que le reconocieron todos los que estuvieron cerca de él. Cerca de medianoche abandonaba cualquier visita o incluso las reuniones militares en medio de las cargas más pesadas para prepararle la comida, darle de comer personalmente a su perro y dar un paseo con él disfrutando de la naturaleza de la que era tan devoto. Hasta llegó a prever en tiempos de guerra una ración especial de comida para que la gente pueda alimentar a sus mascotas, sensibilidad jamás vista en ningún otro líder. La Alemania nazi fue, gracias a Hitler, el único país que prohibió la experimentación con animales y el primer país en contemplar a gran nivel la ecología y las medidas de cuidado del medio ambiente. La caza también fue limitada en vista de las consideraciones de Hitler. Gracias a su amor a los animales pudo demostrar que sin la perversa, sádica, maníaca y sin sentido uso de la vivisección en los animales logró tener la industria farmacéutica más avanzada del mundo y que no existe necesidad de torturar ninguna criatura, como sin ningún beneficio real una ciencia que perdió el respeto por la naturaleza ejecuta a sangre fría (24). Tampoco Hitler olvidó su alma de artista y promovió en Alemania, como en ningún otro país moderno, el arte en general, que se expandió por cada rincón de su país. La faz de Alemania fue cambiada por completo mediante la construcción de majestuosas obras de arte y una arquitectura del Führer que nunca dejó de ser arquitecto de clásicos anhelos en su interior. Pudo ser apreciado por el mundo entero una cantidad impresionante de proyectos urbanísticos, sin paralelo en ningún otro gobierno, siendo muchas veces el propio Hitler el diseñador de los proyectos ante unos arquitectos que apenas se limitaban a plasmar las ideas de Hitler. El Nuevo Arte Alemán, por él promovido, daba preferencia a los materiales nobles antes que a la economía y a la majestuosidad y elevación del espíritu en la obra de arte. Difícilmente se encuentre otro gobernante con su sensibilidad artística. Su amor por la música, la arquitectura, la escultura y la pintura alcanzaban los grados de las personas que sólo tienen esa preocupación en la vida, pero nunca antes un gobernante les dio tanta importancia en una obra de gobierno creyendo que eran indispensables para la elevación espiritual de las personas. Este punto no es habitualmente comprendido debido a la falta de entendimiento que el hombre moderno tiene sobre dos de las ideas principales de Hitler: la política es un medio para la elevación espiritual de los individuos y no una consideración utilitaria y materialista; la cultura debe generar una corriente evolutiva y no una degradante del individuo y la comunidad. Jamás será ningún ámbito de la política regido por consideraciones económicas en la visión de Hitler. La economía sólo es un medio que se debe tener en consideración pero nunca un fin ya que el dinero ni alimenta ni da felicidad y ni siquiera puede considerarse un bien real sino apenas una convención utilizada por fines prácticos (3). Consecuentemente con esta concepción, el arte es tomado por Hitler como uno de los instrumentos de gobierno más importantes de los que se puede hacer uso debido a su capacidad para tocar las fibras espirituales más intimas de las personas. Sólo así se puede comprender el enorme desarrollo que se le dio en el Tercer Reich, siendo promovido obligatoriamente, junto al trabajo y al deporte, entre los jóvenes, los trabajadores, las amas de casa y los soldados pues se lo comprendía como un medio para forjar el espíritu del Hombre Nuevo que se pretendía sea la base del Reich de los mil años. También el deporte cumplía este mismo rol. Después de la importancia que se le dio en la antigua Grecia, sólo durante el Tercer Reich el deporte formó la base de la educación de la juventud, tomando preponderancia incluso por sobre la acumulación de conocimientos. Dado que para Hitler el ejemplo más luminoso de educación se encontraba en nuestro pasado greco-romano, impuso como prioridad para la educación el cultivo de la personalidad y el carácter mediante la práctica de deporte que las promuevan, como ser el boxeo, alpinismo, volovelismo, tiro, jiu-jitsu, arco y flecha, esquí, atletismo, esgrima y todo deporte que fomentara el cultivo de actitudes como el autocontrol, la disciplina, la autosuperación, el conocimiento y el control de las propias fuerzas, la resistencia, la coordinación de todas las capacidades del Ser y el espíritu caballeresco en la competencia. Cabe aclarar que no se permitía que el deporte sea un mero show como la “pornografía deportiva” de hoy en día, donde todos se vuelven locos, se excitan y pierden el control sólo por ser espectadores y no actores, por vivir en la pasividad los logros de los demás, ni mucho menos se permitía que sea un gran negocio donde la ganancia económica sea el elemento decisivo sino que debía conservar siempre el espíritu amateur de sana competencia, esfuerzo y cultivo personal. Esto hace a los hombres sanos, fuertes, seguros de sí mismos, felices y capaces de afrontar luego en la vida desafíos que quien no forma su personalidad no es capaz de afrontar. También para los trabajadores impuso como obligación que se les ofreciera la posibilidad de practicar deportes en las fábricas o en centros cercanos a los lugares de trabajo, tanto para fortalecerlos como para cuidar la salud y el buen ánimo. Esto les daba una correcta dosis de esparcimiento y fortaleza, lo que mejoró notablemente el rendimiento en el trabajo junto a la conciencia de comunidad con la que el trabajo estaba marcado a fuego. Impuso además Hitler el mayor control vocacional posible para que el trabajador pueda encontrar su lugar en el mundo y no se sienta en un trabajo vacío de felicidad existencial. Redujo al mínimo los trabajos repetitivos y en condiciones no saludables con este mismo fin. La cantidad de opciones culturales que se le ofrecían durante el trabajo y al finalizar la jornada tenía la misión, finalmente, de fortalecer su espíritu y tocar sus sentimientos más profundos.
Cuando llegó el tiempo de guerra, a la que Alemania se vio impulsada por sus enemigos debido al temor que tenían de que el ejemplo Nacionalsocialista se esparciera y el poder mundial, que hoy se enseñorea con bota de hierro sobre el planeta, quedara en evidencia en su perversión intrínseca, Hitler vistió nuevamente su antigua guerrera que simbolizaba su compromiso como soldado desde pequeño, y con ella se presentó hasta el final de la guerra, sin lujo ni pretensiones (no lució más que la condecoración ganada por valor cuando apenas era un cabo desconocido y no las de opereta como los demás conductores de la guerra), y, así sí, se declaró el primer soldado de Alemania. Para proclamarlo le asistía el honor de haber luchado con valor y heroísmo por su patria en la primera guerra mundial, donde por su arrojo se ganó el respeto de sus superiores, y, por su valor, la Cruz de Hierro de primera clase, algo nada usual para un cabo. Él siempre intentó imponer el heroísmo como el máximo valor del alemán, toda obra de arte relacionada al heroísmo era altamente difundida, la clave misma para rescatar el valor de la historia estaba basada en el heroísmo de los actores históricos y él mismo siempre intentó ser un ejemplo y sacrificarse por su pueblo más allá de los intereses personales. Hitler sabía, según el mismo decía, que: "siempre y en todas partes el ejemplo vivo constituirá la mejor educación" y por ello su comportamiento siempre fue intachable.Cuando le ofrecieron un puesto en el gobierno para acoplarlo al sistema democrático, Hitler dijo: "Nunca venderé a mi movimiento por una porción del pastel. No podría esperar heroísmo de mi pueblo si su líder llega a tal tipo de avenencias". Tampoco era capaz de pedir algo que a él mismo le desagradara y siempre dijo claramente cuando debía dar órdenes: “no exigiré más de lo que yo mismo soy capaz de hacer”. Por eso no aceptaba guarnecerse de la lluvia en un desfile mientras las formaciones del partido se mojaban, soportaba estoicamente horas de desfiles al frente de las tropas saludándolas con el brazo en alto a todos por igual, no aceptaba residencias lujosas en sus viajes y prefería hospedarse en las mismas condiciones que los demás miembros del partido, no aceptaba comidas abundantes mientras el pueblo reducía las raciones de comida durante el esfuerzo de guerra, lo que incluso le valió algunos enojos de militares que se veían desairados cuando querían homenajearlo, y se negó a gozar de cualquier tipo de agasajo, recreo o lujo mientras el pueblo se esforzaba por sostener el Reich en los momentos más duros. Siempre se preocupó por mostrarse dispuesto a realizar él mismo todo lo que pedía de su pueblo y eso lo enalteció en la consideración de éste. Habría que remontarse a la concepción antigua de Emperador como Pontífice (“hacedor de puentes”) para encontrar tal conciencia de guía. Creemos que por mucho que se busque en la Historia moderna no se encontrará un hombre de estas características como guía de un Estado y es por esto mismo que se despierta tanto amor y odio en torno a su figura. Pues el hombre para quien el bien común era lo primero, hasta el punto de convertir este reclamo en el lema de su partido y en eje conductor de cada uno de los ámbitos de gobierno (para muestra están las reformas legislativas en este sentido), no sólo logró increíbles logros sociales, sino que, por sobre todo, fue su persona un ejemplo en cada uno de los ámbitos humanos, encarnó el papel de líder y guía y se impuso a sí mismo una disciplina y autocontrol ejemplar para poder así mostrarse. ¿Qué otro dirigente del bando de “los buenos” o de los actuales títeres podría comparársele?
Hitler, además, poseía una instrucción y amplitud de conocimientos muy por encima de los gobernantes contemporáneos y posteriores.
Existen testimonios de especialistas en muy diversas áreas que se mostraban sorprendidos por los conocimientos de Hitler y que casi siempre ante una discusión terminaban siendo persuadidos o al menos callados mediante los argumentos que Hitler exponía tan contundentemente. Hasta se podría decir que era el más filósofo de los gobernantes de la época si se lo compara con los restantes, aunque en esto Mussolini se le ponía a la par.
Su enemigos de aquella época evidentemente no podían ser comparados: mientras Hitler rechazaba todo placer que le pueda nublar la razón, conocidos eran los hábitos alcohólicos de su enemigo Churchill, quien acostumbraba recibir a sus invitados a medio vestir o en la bañadera, sufría un trastorno bipolar que lo condujo cada vez más hacia el alcohol desde épocas tan tempranas que durante la prohibición entró a los EEUU con un permiso médico para beber alcohol debido a su enfermedad. Mientras Hitler fue leal hasta el final a todos aquellos que lo apoyaron desde el principio, manteniendo, por ejemplo, a Göring a pesar de sus repetidos errores en la conducción de la Luftwaffe sólo para honrar su lealtad, o manteniendo el apoyo a Mussolini en situaciones en que le era perjudicial solo para honrar los gestos que Hitler había dicho “nunca olvidaría”, proverbial era ya la costumbre soviética de purgar el poder y asesinar a todos los “antiguos camaradas” cuando constituyeran una competencia, un peligro o simplemente ya no eran necesarios. Incluso su claridad y firmeza contrastaba con la constante doble cara y el engaño como arma para sacar provecho al que era tan afecto Roosevelt.
Un Roosevelt que nunca pudo recuperarse del todo de una parálisis sufrida en 1921 que apenas le permitía mantenerse en pie ante el público, al que luego un tumor cerebral (del que murió antes de terminada la guerra) le afectaba la razón, un Roosevelt que sólo mantenía para las apariencias su matrimonio ya que sus repetido amoríos con sus amantes lo habían separado hacía tiempo de su esposa. Pero sobre todo el nivel de sacrificio de Hitler por su pueblo y la enorme cantidad de bienes propinados al mismo no ha encontrado parangón entre los demás dirigentes.
Que se le haya acusado de tantos pecados y que sus adversarios expongan razones que ellos mismos no eran capaces de cumplir como justificación de su combate contra el nazismo no puede ser calificado más que como hipocresía. Por eso mismo, dado que Hitler representa el mal absoluto, queremos nosotros acá remitirnos a los hechos políticos que Hitler forjó para compararlos con los actuales logros de “los buenos” que lo combatieron.
Los aliados evidentemente no comenzaron la Segunda Guerra Mundial para “defender a Polonia”, pues la misma URSS, integrante de este conglomerado de “libertadores”, aprovechando el rápido triunfo alemán, no esperó a que la campaña esté terminada para invadir Polonia y quedarse con la mitad de su territorio sin que ningún aliado, no ya le declare la guerra a la Unión Soviética, sino sin que siquiera levante una queja. Tampoco Polonia había sido condenada cuando, en medio de las negociaciones de Hitler con los aliados para poder celebrar plebiscitos en Checoslovaquia y determinar así el destino de los alemanes atrapados en este país inventado por el Tratado de Versalles, atacaron a los checos arrebatándole el territorio de Téscheno que le hubiera correspondido a Ucrania si no fuera por la creación forzada de Checoslovaquia. Esta reclamación de Polonia, aunque ilegítima, no fue objetada. Hitler, en cambio, no pedía nada excepcional sobre Polonia sino la restitución de sus más legítimos derechos mediante el llamado a un plebiscito que le permita al pueblo autodeterminarse y aun así accedía a respetar su territorio a pesar de que Dantzig, en 1919, cuando fue extirpada a Alemania, era una región poblada en un 96,5 % por alemanes. Los aliados también callaban y se negaban a investigar el perverso asesinato (7) de las minorías alemanas en Polonia que habían sido separadas de su patria tras la Primer Guerra Mundial, tal como luego se negaban a investigar la ejecución en masa perpetrada, hoy fuera de duda, por los rusos en Katyn, contra cerca de 22.000 disidentes polacos, pretendiendo culpar a los alemanes. A pesar de lo que diga la propaganda, no existen pruebas de similar ejecución en masa perpetrada por alemanes. Está visto entonces que el “casus belli” de los aliados hubiera estado más justificado para declarar la guerra a la URSS que a Alemania. Resulta curioso que otras tantas razones esgrimidas para combatir al nazismo pueden de forma más realista ser esgrimidas contra la Unión Soviética mejor que contra el nazismo. Por ejemplo, se dijo combatir a Alemania para impedir su expansionismo imperialista, sin embargo Hitler no reclamaba más de lo que le habían quitado a Alemania tras la IGM y siempre se amparó en el derecho de autodeterminación de los pueblos, algo de los que sus enemigos tanto alardeaban pero poco tenían en cuenta. Por ello es que pedía a los gobernantes aliados que se atengan a sus creencias democráticas, llegando a decirle a Neville Chamberlain: “Yo no pido un favor a nadie, yo pido a unos gobernantes que se dicen demócratas que apliquen su propio credo político y a los gobernantes de Checoslovaquia que apliquen los principios de su propia Constitución referente a sus minorías nacionales... Yo, querido Primer Ministro, no regateo unos kilómetros cuadrados de territorio; tampoco sugiero que tres millones y medio de ingleses sean arbitrariamente colocados bajo la tiranía del señor Benes; únicamente exijo que tres millones y medio de alemanes vuelvan a la soberanía alemana”. Él mismo anunció renunciar a reclamaciones sobre algunos de los ex-territorios alemanes para calmar los ánimos y no generar una guerra pero declaró que "no he dado ni un sólo paso que dañe el derecho ajeno, sólo he reparado lo hecho contra Alemania hace 20 años” poniendo en evidencia la hipocresía de hablar de invasiones contra “naciones que no fueron despojadas ahora, sino que lo fueron en 1918 y contra la palabra de los vencedores, que no les permitieron a los pobladores volver a las comunidades a las que pertenecían”. Las anexiones fueron más bien jubilosamente recibidas por las poblaciones que se sentían alemanas y podían por fin volver a ser parte de su patria. Hitler regresó a Austria, donde él mismo había nacido, siendo aclamado por el pueblo austríaco que nunca dejó de sentirse alemán (14). Lo que según la prensa aliada fue llamado "invasión” fue en realidad un regreso pacífico, sin ni siquiera un mínimo acto de resistencia aislada y sin disparar ni un solo tiro. Como puede verse en los videos de la época, Hitler llegaba con la cabeza descubierta y en alto, sin temor a un ataque, y siendo jubilosamente recibido por cientos de miles de personas desbordantes de alegría por el regreso a la patria. Que las demás potencias enemigas, que controlaban entre todas bastante más que la mitad del mundo y la totalidad de los mares, se rasguen las vestiduras y arranquen los cabellos porque Hitler reclamaba tan sólo lo esencial de sus pertenencias, respetando la autodeterminación de los pueblos, sería motivo de risa si no fuera porque es algo tan seriamente aceptado por la opinión mundial.
Hitler nunca expresó el deseo de hacer del nacionalsocialismo una doctrina internacional sino que la circunscribía únicamente a Alemania, no así la “Internacional Comunista” que desde su fundación se propuso llegar con el comunismo a todas las naciones. Sin embargo, Hitler era siempre el “agresor” mientras que la URSS era la liberadora. Pero Hitler sólo reincorporó alemanes al Reich mientras que la Unión Soviética se había anexionado ya Armenia, Georgia, Azerbaidjan, Kazakhstán, Kirghizia, Tadjikistán, Tanu-Tuva, Mongolia Exterior, Carelia Oriental y Ucrania. Se apoderó de Carelia Occidental, Pétsamo, Viborg, Lituania, Letonia, Estonia, Besarabia, Bukovina y media Polonia. Después de la guerra se anexionó igualmente la Prusia Oriental, más territorio polaco, la Rutenia Transcarpática y Sakhalin del Sur. Y esto sin contar el Este de Alemania, Bohemia y Moravia. Eslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria, la nueva “Polonia”, Albania y Yugoslavia, nuevos satélites de Moscú.
El III Reich había devuelto la independencia a Croacia y Eslovaquia pero tras la guerra los “demócratas” los englobaron por la fuerza dentro de los antinaturales conglomerados estatales de Yugoslavia y Checoslovaquia, sin tener en cuenta para nada sus deseos de libertad nacional y dejándolos librados a la suerte en las inevitables guerras que iban a surgir por esta misma causa.
Tampoco se sostiene la apelación al belicismo alemán y la militarización agresiva de Hitler pues el ejército alemán era aún débil en armamentos cuando comenzó la guerra. Si Hitler se remilitarizó fue porque el Tratado de Versalles había reducido el Ejército alemán a la ridícula cifra de 1000 hombres y le había hecho entregar su armamento y disminuir su producción a cifras insuficientes para defenderse. Sin embargo, todas las propuestas de Hitler por el desarmen fueron desoídas o rechazadas, por lo que comenzó a pedir es la igualdad de derechos, o aún menos, pero la posibilidad de defenderse para poder ser una país soberano que no acepte presiones. Nuevamente Hitler les hacía ver su hipocresía cuando les decía: “Ven en su propio armamento la paloma de la paz y en el alemán el rayo de Júpiter.” Roosevelt había declarado que ellos combatían por la defensa de los valores cristianos, aunque no se sabe muy bien a qué valores se refería desde el momento que Hitler siempre respetó a la Iglesia y durante su gobierno no fue cerrada ni quemada ni una sola Iglesia, ni mucho menos asesinados sacerdotes. Sólo se había llegado a alguna acción judicial contra agitadores políticos que se escondían detrás de confesiones religiosas. Sí fue el comunismo el que declaró a la religión como “el opio de las masas” asentando su revolución sobre cientos de sacerdotes asesinados y un reguero de Iglesias destruidas a su paso.
Que Inglaterra pretenda luchar contra la violación de los tratados internacionales es una burla desde el momento que ella misma tiene el récord de tratados violados en su historia, constituyendo su en ese momento imponente imperio tras más de 250 guerras y de que, sin tener que retroceder tanto en la historia, su aliada, la Unión Soviética, acababa de ser expulsada de la Sociedad de las Naciones en 1939 por su traidor e improvocado ataque a Finlandia.
Lo mismo puede decirse del tan mentado slogan de “lucha por la democracia” desde el momento en que Hitler fue el gobernante que mayor apoyo democrático obtuvo mientras que la Unión soviética jamás fue ni siquiera algo cercano a una democracia. El derecho a la autodeterminación de los pueblos fue siempre el derecho esgrimido por Hitler y no, como se cree hoy día debido a una desmesurada propaganda que logra dar vuelta hasta el más nimio detalle, el derecho que esgrimían los países que los combatieron. Algo que no podía esgrimir desde el momento en que ellos construían sus enormes imperios a costa de una gran cantidad de colonias tomadas por la fuerza. El derecho a la autodeterminación no puede ser nunca esgrimido por una Unión Soviética que fagocitó a unos 11 pueblos del este de Europa contrariamente a sus deseos. Ni el judaísmo puede llenarse la boca hablando de él cuando han masacrado y desplazado al pueblo palestino para poder crear el Estado de Israel sobre los territorios robados a Palestina con el sólo justificante de ser un mandato de un dios tribal, que los tiene por elegidos, en uno de sus reiterados ataques de ira.
De hecho, examinar la situación de Palestina puede servirnos mejor que ningún otro ejemplo para delatar la hipocresía con que se sigue juzgando a Hitler por hechos sobre los que no se tiene pruebas mientras que frente a nuestras narices el sionismo realiza actos aun peores llevando a cabo una descarada política de limpieza étnica, discriminación, odio y privación de derechos contra los palestinos.
Como se podrá ver, no son hechos aislados sino que hasta sus propios presidentes están involucrados y, en el colmo de la hipocresía moderna y ante la indolencia de nuestros contemporáneos, son incluso presentados como luchadores por la paz.
Podríamos citar el caso del presidente israelí Yitzhak Rabin, supuesto “luchador por la paz”, que fue asesinado por Ygal Amir. Su asesino era un excelente estudiante de la Universidad de Bar Ilan, hijo de un rabino, que para nada puede ser considerado un loco sino un perfecto representante de la derecha sionista que considera un crimen ceder a un árabe un solo metro de la tierra prometida. Amir era admirador, como muchos sionistas, de Baruch Golstein, uno de los héroes nacionales de los extremistas por ser el despiadado asesino de 27 árabes, y dejar heridos a otros 50, que rezaban pacíficamente en la tumba de los patriarcas en Hebrón. Se cree estuvo inspirado por el grupo "Eyal", a quienes se podía observar por la televisión oficial jurando sobre la tumba de Theodore Herzl "ejecutar a cualquiera que cediera a los árabes la tierra prometida",pues evidentemente compartían la misma ideología. El pecado de Rabin fue haberse sentado a discutir la división de Palestina con sus pobladores originarios árabes, y por ello recibió el Premio Nobel de la Paz en 1994. No se entiende sin embargo como pudo recibir tamaña hipocresía hecha premio una persona que cuando los niños árabes desarmados tiraban piedras contra los tanques israelíes que se acercaban al territorio de sus ancestros ordenó a los soldados judíos que les "quiebren los huesos de los brazos con los que tiran piedras a los tanques". Su asesinato no fue recibido con horror ni se pensó que haya sido obra de un loco. Según relata el diario "El País" del 7/11/1995, cuando asesinaron a Rabin los colonos de Kiryat Arba y Hebrón bailaban de alegría recitando salmos a David alrededor del mausoleo erigido a la gloria del sanguinario asesino de árabes Baruch Golstein antes mencionado. No era este un hecho aislado, habitualmente los integristas judíos acuden a su tumba para besarla y dejarle flores. Son fieles a la educación de un pueblo que tiene como fiestas nacionales las ocasiones en que Yahvé los mandaba a masacrar pueblos enteros en el Antiguo Testamento y, tal como dicen los estudiosos, honestos y altamente recomendables investigadores judíos Israel Shamir e Israel Shahak, son educados para creerse superiores a los demás y hasta para odiar a los no judíos.
El sucesor de Rabin por supuesto no representó un cambio en la sociedad israelí, Menájem Beguín ganó las elecciones con la fama de haber sido el líder del grupo terrorista Irgún que se consagró al haber puesto una bomba en el Hotel Rey David el 22 de julio de 1946 y matado cobardemente a 91 personas para poder deshacerse de los administradores de la gestión británica en Palestina. El 9 de abril de1948 hace honor a su fama de asesino cobarde ingresando al pueblo de Deir Yassin para matar a sus 254 habitantes, hombres, mujeres y niños, masacrados por sus tropas del Irgún. Beguín fue premiado por sus hazañas en 1978 al recibir el cada vez más hipócrita Premio Nobel de la Paz, en esta ocasión por haberse sentado a negociar con el presidente Egipcio Al-Sadat. Parece ser que estas negociaciones solo la hacen para ganarse los premios nobel de la paz pues luego de ellas los judíos siguen ocupando cada vez más regiones del territorio palestino, destruyendo sus casas (según el "Comité Israelí Contra la Demolición de Casas" Israel ha demolido unas 18.000 casas palestinas desde 1967 hasta el 2007) y expulsando a sus habitantes.
Beguín tuvo finalmente su repudio internacional cuando invadió el Líbano con el objetivo de desmantelar las bases de la dirigencia palestina. Allí fue donde su ministro de Defensa, Ariel Sharon, se ganó el mote de "el carnicero de Sabra y Chatila" tras los terribles asesinatos allí cometidos. La masacre de palestinos la perpetraron ingresando al campo de refugiados de dicha ciudad y masacrando a ancianos, mujeres y niños, todos ellos civiles indefensos, ataque que se prolongó durante más de 30 hs. Esta vez los sionistas no quisieron ensuciarse las manos con sangre por lo que la operación planeada por Sharon consistió en cerrar las salidas con sus tanques, tirar bengalas que iluminen toda la escena para una mejor matanza y liberar a los terroristas libaneses en medio del campo de refugiados para que masacraran sin resistencia a la población civil. Aparte de las ejecuciones, también cometieron violaciones, torturas y mutilaciones. Según la Cruz Roja el ataque se cobró por lo menos 2400 víctimas. Esta masacre mereció la calificación de acto de genocidio por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas, aunque ya Israel ni se preocupa por seguir acumulando records de condenas de este Organismo internacional pues no le representan más que un reto. Es por lejos el país con más condenas de parte de la ONU. La masacre de Sabra y Chatila terminó con la renuncia de Sharón como Ministro de Defensa ante el repudio internacional y precipitó el fin del mandato de Beguín. Sharon, sin embargo, fue bien ubicado en un nuevo cargo y con su fama de asesino sanguinario fue elegido presidente de Israel en 2001 y 2003 para poder seguir expropiando tierras palestinas mediante el terror.
La historia de despiadados asesinatos contra civiles, la limpieza étnica, la ampliación de sus colonias y la destrucción de los hogares palestino podría seguir durante páginas y páginas, pero creemos ya haber expuesto una muestra suficiente como para que quien quiera investigar pueda comprobar que todas las locuras que le achacan a Hitler son realizadas con total impunidad por Israel y esto en medio del apoyo de la sociedad israelí y de todos los medios de prensa actuales. Siendo EEUU el principal apoyo económico y militar debido a la importancia que tienen los judíos en él. Quien no se convenza puede echar una mirada al inmenso muro de más de 700 kilómetros que están construyendo para encerrar a los palestinos de Cisjordania o el inmenso campo de concentración en que se ha convertido la Franja de Gaza, en el que encierra a un millón y medio de personas, sitiada por tierra, mar y aire, y sufriendo un bloqueo económico sin precedentes que apenas permite de vez en cuando ingresar la ayuda comunitaria internacional y no alcanza a cubrir las necesidades básicas de los palestinos. Antes la información nos llegaba en cuentagotas mientras nos bombardean con informaciones falsas, pero hoy en día, con la popularización de internet estos hechos ya no pueden ser tan ocultados y seguramente terminen por tomar estado público algún día. El tiempo de mentiras se les acaba. Con razón el politólogo argentino Norberto Ceresole, consejero de Velazco en Perú, portavoz de Perón en Madrid y asesor de Hugo Chávez en Venezuela, ha resumiendo la desventura del pueblo palestino en un pequeño libro titulado "Palestina, la única víctima del holocausto".
Quienes siguen con la imagen de un Hitler déspota y opresor pueden sí esgrimir que Hitler coartaba las libertades en Alemania o que asumía poderes excesivos. Y es que Hitler nunca ocultó su oposición a la división de poderes hasta hacer al dirigente una marioneta de un grupo de irresponsables que pudieran bailar para quien tenga el dinero sin exponerse por sus decisiones ni hacerse cargo de sus responsabilidades. Hitler propugnó en todo estamento el desarrollo de la personalidad dirigente (mediante el führerprinzip) que exponía siempre al más capaz como responsable de sus decisiones ante la comunidad y él mismo asumió la pura responsabilidad de sus actos.
Cabe destacar sin embargo que la suma de poderes Hitler la adquirió democráticamente, consultando a las instituciones democráticas y al pueblo mismo que por abrumadora mayoría siempre lo apoyo. Desde el primer plebiscito en 1933 cuando se consultó por las políticas exteriores en búsqueda de la paz y la retirada de las Naciones Unidas, el pueblo le dio su apoyo en más del 95%. En 1934 el 91% aprobó que los cargos de Canciller y Presidente se unieran en la figura del Führer para tomar la suma del poder tras la muerte de Hindenburg.
En 1935 se celebra un plebiscito en la región del Sarre para el que sus habitantes puedan determinar si querían reintegrarse a Alemania y el 90,75 % de los votos son favorables a la unión con Alemania. En 1936 la población aprobaba nuevamente el deseo de Hitler de romper las cadenas del Tratado de Versalles y remilitarizar Alemania con un 98.8% de votos a favor. A principios de 1938 se consultaba tanto al pueblo alemán como a el austríaco sobre la unión de Austria al Tercer Reich y el 99.75% votaba a favor (en Alemania la tarjeta electoral consultaba además si se votaba a favor de Hitler y en Austria sólo consultaba por la anexión). A fines de 1938 también los habitantes de la región de los sudetes fueron consultados si deseaban pertenecer al Tercer Reich y el 97.32% votó a favor de las aspiraciones de Hitler (10). Nunca ningún otro dirigente tuvo tanta aprobación de su pueblo como Hitler, eso es indiscutible hasta por sus enemigos que en contra de la voluntad de sus pueblos comenzaron una guerra sólo para salvar al poder mundial escondido detrás de las estructuras financieras internacionales manejando al mundo “libre” gracias a sus títeres dirigentes y al poder de los bancos y multinacionales.
Entrecomillamos “mundo libre” porque no existía libertad en la dictadura del comunismo ni existe completa libertad en las democracias ya que sólo quien se adecue a su ideología puede expresarse y sólo quien tiene dinero para hacerlos valer puede gozar de todos los derechos que en los papeles tienen sus ciudadanos. Hitler tampoco daba completas libertades en Alemania, eso sí es cierto, pero al menos él intentaba crear todas las condiciones sociales, culturales y espirituales que pudiera dar felicidad a su pueblo y darles una orientación trascendente a sus vidas. Mientras tanto, impulsaba el cultivo de virtudes como el honor, la disciplina, el fortalecimiento de la personalidad creadora y del carácter, que a la larga le dan al hombre una superior libertad. Admirador de la filosofía romana como se declaraba, seguramente Hitler reconocía, como Epícteto, que “La verdadera libertad radica en el dominio de nuestros impulsos”, sobre esta filosofía se había basado el glorioso Imperio Romano, otro de los constantes objetivos de difamación por parte de los medios modernos de propaganda, que odia todo lo grande y majestuoso, tal como todo incontinente y preso de sus pasiones odia a quien se domina a sí mismo, a quien es capaz de ponerse un orden y una medida, como Hitler.
No estaba permitido el libertinaje en Alemania ya que la mayor labor de educación y el eje central de toda política era siempre el concepto de comunidad. La conciencia de Honor y Lealtad en relación a la comunidad fue el leit motiv de la política de Hitler. Siendo así, no había libertad para especuladores que realizaran acciones que iban contra el bien de la comunidad ni había libertad para defender los intereses financieros mediante los instrumentos de propaganda. Si algo fue el objeto de un real despotismo de Hitler, sin posibilidad de libertad alguna, este fue el poder de las finanzas. Hitler no permitió nunca que las consideraciones puramente económicas dominaran ni sobre la salud, ni sobre la alimentación, ni sobre la enseñanza, ni sobre ninguno de los valores espirituales del hombre. Aquí Hitler actuó con absoluta dureza y actuó como censor de la proliferación de las doctrinas que él juzgaba perjudiciales para la comunidad. Tal vez en algún caso el celo fue excesivo si se quiere seguir respetando la libertad individual, pero es claro que tampoco sus enemigos permitieron la libertad a los simpatizantes del nazismo en sus países. En Inglaterra fueron encarcelados ciudadanos ingleses simpatizantes de Alemania, como Oswald Mosley. Unas 3.000 personas fueron presas, sin acusación alguna, sin proceso, sin posibilidad de apelación, sin hacer caso alguno del “Habeas Corpus” solo por opinar a favor de Alemania, o en contra de la política belicista de Inglaterra, mediante una ley especial que ni siquiera estaba en vigencia al momento de emitir las opiniones por las que se las acusa, algo que va en contra de los principios de las leyes. EEUU ya tenía experiencia en esto de los campos de concentración pues desde su misma lucha por la independencia construyó campos que terminaron matando a la mitad de los internados, un porcentaje asombroso, y durante la segunda guerra mundial también creó campos para "todo aquel que tuviera una gota de sangre japonesa". Tras la guerra los campos de concentración, ya sin sentido, en que se encerraron a los alemanes siguieron oprimiendo y matando prisioneros en grandes cantidades y se pasó sencillamente por la horca o el fusil a muchos de los representantes del nacionalsocialismo. El caso de los campos de concentración estadounidenses es tal vez uno de los más ocultados de toda la guerra justamente porque demuestra el plan sistemático, esta vez sí, de asesinar a todo alemán comprometido con el nacionalsocialismo: De forma ya innecesaria, se los amontonó en campos abiertos, aunque excesivamente pequeños, rodeados por alambre de púa en medio de condiciones climáticas sumamente hostiles y en un completo hacinamiento. Sin refugio, sin comida, sin siquiera baños, murieron la mayoría de los prisioneros pues hasta se le disparaba a los civiles que se intentaban acercar para ofrecer algún alimento. Curiosamente estos campos se cobraron más vidas alemanas de las que los soldados estadounidenses pudieron tomar mediante la lucha armada cara a cara, demostrando no haber asimilado nada de lo que es una lucha honrada. Peor suerte corrieron los alemanes encerrados en campos de concentración rusos, pero aquí la terrible censura soviética nos deja saber muy poco de las condiciones si no fuera por los terribles relatos de unos pocos sobrevivientes que desafían la creencia en el comportamiento humano. La crueldad de los soviéticos suele ser tan asombrosa que cuesta creer muchos de los relatos. Generalmente nada se sabe de todo esto porque planes tan descarados de exterminio, incluso sobre los “monstruos alemanes”, causarían vergüenza si se conocieran. Así, los defensores de derechos humanos recuerdan habitualmente las también terribles bombas atómicas estadounidenses arrojadas innecesariamente sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, pero nadie recuerda el aun más innecesario y cobarde exterminio de la ciudad alemana de Dresde, que causó la misma cantidad de muertos que las dos bombas atómicas juntas, con el agravante que esta era una ciudad de refugiados sin absolutamente ningún objetivo militar ni industrial que justificara una sola de las miles de bombas incendiarias arrojadas a modo de alfombra sobre los tesoros artísticos de la ciudad y los miles de refugiados que se encontraban en ella. Ya a principios de la guerra se había difundido ampliamente un plan del judeo-estadounidense Theodore N. Kaufmann, periodista y consejero de gobierno y presidente de la “Federación Americana por la Paz”, que proponía en su panfleto “Alemania debe perecer” la esterilización forzada de casi toda la población alemana, su utilización como mano de obra esclava, el reparto del territorio alemán entre sus países vecinos y una serie de medidas para asegurar el genocidio de los alemanes y su desaparición como nación. Increíblemente el plan fue bien recibido por la prensa norteamericana, y menos increíblemente fue utilizado por los nazis para demostrar al pueblo alemán qué era lo que deseaban sus enemigos. Similar recepción en ambos bandos tuvo sobre el final de la guerra el llamado “Plan Morgenthau”. El entonces Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Henry Morgenthau Jr., proponía desmembrar y dividir a la Alemania que se preveía derrotada en poco tiempo, repartiendo su territorio entre los países vecinos, crear nuevos territorios independientes y dividir lo que quede en dos Alemanias distintas. Además, el plan establecía que cada alemán no debería consumir mas de 1000 calorías de comida por día (la tercera parte de lo recomendado para un adulto), lo que a largo plazo equivalía a una sentencia de muerte para el pueblo alemán. Como si fuera poco, los prisioneros de guerra en Alemania y en el extranjero deberían ser alimentados exclusivamente con la producción de comida de Alemania, lo cual habría sellado su suerte. Se calculaba que dicho plan habría de conducir a la muerte por inanición de 10 millones de alemanes. Afortunadamente este plan tuvo muchas resistencias y finalmente, debido al rechazo unánime de la población estadounidense luego de haberse filtrado en la prensa, obligó a Roosevelt a distanciarse públicamente del plan Morgenthau. Los diarios de Morgenthau, sin embargo, no dicen lo mismo.
Literalmente Roosevelt dice en ellos: "Debemos ser duros con Alemania. Se podría castrar a todo el pueblo alemán o tratarlo de tal manera que no se puedan reproducir las personas que quieran continuar en el camino que tenían en el pasado" (21). Estos planes de extermino pudieron llevarse a cabo en diferente medida y en diversas formas, sin que la opinión mundial se inmute y sin que ningún juicio o castigo caiga sobre los responsables. Sin embargo, a Hitler, sin jamás haber proclamado que se debía exterminar a ningún colectivo, se lo condena unánimemente en todo el mundo y se castiga a todos sus allegados y seguidores.
Volviendo a la censura, tenemos que decir que ya antes de la guerra no eran permitidos libros nacionalsocialistas en los países aliados e incluso las banderas de los consulados alemanes fueron arrancadas en los países democráticos mientras en Alemania jamás fue arrancada bandera alguna. En Alemania también existió la censura contra sus enemigos, pero evidentemente no fue tan extrema dado que incluso la comunidad judía poseía unos cuantos periódicos comunales judíos en circulación, aunque sí se prohibía la compra por alemanes de estos boletines debiendo estar circunscriptos a los judíos. Recién en 1938, cuando los vientos de guerra soplaban fuerte sobre Alemania y los judíos eran sus mayores propulsores, se prohibieron la gran cantidad de periódicos judíos y se les obligó a agruparlos todos en uno sólo, el Jüdisches Nachrichtenblatt. Aun así los periódicos judíos no estuvieron nunca obligados a adherirse a la reglamentación nacional de prensa ni a repetir los comunicados oficiales, como sí lo estaban los periódicos alemanes.
Muchos artículos de los periódicos judíos durante el gobierno de Hitler dejan ver, por el contrario, ciertas libertades y cuidados que contradicen todo lo que han clamado después de la guerra. Pondremos sólo un par de ejemplos del periódico londinense “The Jewish Chronicle”, que seguía muy de cerca la suerte de sus congéneres en Alemania, para evitar la actual acusación de “periódico controlado por los nazis”, con la que ahora quieren imputar al Jüdisches Nachrichtenblatt para justificar la falta de información sobre el régimen de terror en que vivían.Esperamos poder dar así una correcta imagen de como la justicia nacionalsocialista protegía a todos por igual, incluidos los judíos. El 22 de Febrero, 1935, pag. 14, relata como ante la denuncia por la profanación de 5 tumbas judías dos jóvenes fueron encontrados culpables y sus padres debieron afrontar los gastos por las reparaciones. El mismo artículo cuenta como un joven fue condenado a un mes de prisión por haber ocasionado destrozos dentro de una sinagoga. La misma dureza o aun mayor valía para los miembros del partido pues estos tenían que ser los representantes de los valores NS. Es así que en la edición del 16 de noviembre de 1934 leemos como un miembro de las SA, las conocidas tropas de asalto del nacionalsocialismo que debieron combatir duramente en las calles y defender las reuniones, fue condenado a 6 meses de prisión por golpear a dos judíos sin razón. Cientos de casos de condenas contra alemanes que cometían atropellos contra judíos o desmanes contra propiedades judías pueden leerse en los periódicos judíos de la época. Pero parece que ellos podían darse el lujo hasta de discriminar a los alemanes pues en la edición del 15 de Mayo de 1936 puede leer el anuncio de un restaurant inagurado en Colonia que recibe a los comensales con el simpático cartel de “sólo judíos pueden entrar”. Mientras tanto, los alemanes no sólo por discriminaciones y ataques son condenados, sino también por calumnias. El 22 de Noviembre, 1935, pag. 17, narra como un “ario” fue condenado a 8 meses de prisión por calumnias que manchan el buen nombre de un judío. Ni siquiera hoy en día gozan los judíos de tanta protección por parte de la justicia pues tal ofensa no alcanza la prisión. El colmo podemos leerlo en la edición del 9 de febrero de 1934, donde se nos ilustra sobre como un miembro del partido le envió a un abogado judío un comunicado oficial donde se ponía como remitente “al abogado judío”. El muy ario miembro del partido tuvo que pagar una multa de 25 marcos por llamar “judío” al judío, perteneciente al mismo colectivo que todavía llora por el maltrato y la injusticia a la que Hitler los tenía “sometidos”, aunque hoy en día no logran que los democráticos jueces les paguen por decir judío a un judío. Deberían quejarse con mucha razón de los maltratos que recibieron de muchísimos alemanes en la época, algo que desde ya es detestable ahora y siempre, pero no pueden, si son honestos, achacar a Hitler una política deliberada de injusticia para con ellos. Pero seamos también claros en esto: a los judíos, sea por la razón que sea, ya los han perseguido y expulsado de prácticamente todas las naciones y poblaciones donde se afincaron. La lista es demasiado larga, la historia siempre se repite: son aceptados con los brazos abiertos y luego de un tiempo, sobre todo al hacerse con las cuerdas financieras que exprimen a la población, son expulsados. En la antigüedad ya tenemos registro de como fueron expulsados de los antiguos imperios de Sumeria, Persia, Egipto y Roma, pero con mayores detalles tenemos también registro de como fueron expulsados de Francia en 1182, 1306, 1321/1322 y 1394. De Inglaterra en 1290. Expulsados de Praga en 1561. En 1597 de todos los principados italianos. En 1492 habían sido expulsados de España y muchos se vinieron para “descubrir América”. En 1496 de Portugal. De Austria en 1421. Ducado de Parma en 1488. Ducado de Milán en 1490. Lituania en 1495. Del Reino de Navarra en 1498. Provenza en 1500. Del Margraviato de Brandeburgo en 1510. Túnez en 1535. Reino de Nápoles en 1541. Génova en 1550 y 1567. Baviera en 1554. De Sajonia en 1349. De Hungría en 1360 y en 1582. Bélgica en 1370. De Eslovaquia 1380. De Prusia en 1510. De Nápoles y de Sardinia en 1540. Bavaria en 1551. Hasta los Estados Pontificios los expulsaron 1569/1593 siendo perseguidos por el cristianismo constantemente. Muchos países directamente no los dejaron ingresar hasta la era moderna. Esto sólo porque citamos los países más conocidos y durante épocas en que tenemos muchos registros históricos, pero existen otros países con menos peso en la historia oficial que también los ha expulsado: recientemente un amigo nos hacía llegar un decreto de expulsión hasta de Ecuador. Algunos historiadores judíos honestos como Bernard Lazare reconocen que si siempre fueron expulsados de todos lados lo lógico sería que empiecen a pensar qué hicieron para serlo siempre ellos en vez de victimizarse y echar siempre la culpa a los "incivilizados". Si fuera sólo un par de veces sería una excusa creíble, pero si se prolonga a lo largo de toda la historia la explicación de irracional instinto oscurantista pierde ya su peso. El fundador del sionismo, Theodor Herzl, reconocía que los judíos debían tener en cuenta para fundar el Estado judío que siempre donde se asienten iban a generar rechazo y persecuciones. Ésto fue lo que pasó en la Alemania de Hitler y si bien Hitler siempre los denunció como un fermento de descomposición, también le deben reconocer que como política de Estado nunca quiso exterminarlos sino simplemente trasladarlos o dejarlos sólo como huéspedes sin derechos ciudadanos.
Increíblemente, Hitler fue quien más gestiones realizó para reubicar a los judíos que vivían en Alemania pero los demás países se negaban a aceptarlos. Ante esta situación, el presidente Roosevelt tuvo la reveladora idea de llamar a una reunión mundial en la ciudad francesa de Évian-les-Bains entre el 6 y el 15 de julio de 1938 para discutir el problema de la reubicación de los 300.000 judíos que quedaban en Alemania, pero ante el asombro del mundo, todos se negaban a recibirlo y nada productivo pudieron sacar de esta reunión. Ninguna de las 33 naciones asistentes a la reunión aceptaron cambiar sus políticas inmigratorias con respecto a los judíos. Estados Unidos sólo aceptaba judíos si eran capaces de depositar una extraordinaria suma de dinero en un banco norteamericano que los acredite como capitalista. Inglaterra aceptaba judíos únicamente si ingresaban con 1000 libras esterlinas en oro, lo que equivale hoy a unos 50.000 dólares. Un periódico alemán sacaba la siguiente conclusión: "Parece ser que gustan sentir compasión para con los judíos en tanto que esta compasión sirva para desatar una perversa agitación en contra de Alemania, pero sin embargo ningún Estado quiere combatir la "desgracia cultural" aceptándolos." Hitler declaraba: “Nosotros tenemos un problema de sobrepoblación con que lidiar, en cambio Inglaterra posee amplias tierras y riquezas como para recibir judíos. Sería bueno que ellos los reciban sin pedir la cifra de 1.000 libras. Si nosotros no hubiéramos dejado entrar tantos judíos sin ninguna restricción y hubiéramos pedido esa suma para dejarlos entrar, hoy no tendríamos ningún “problema judío” del que preocuparnos.” Para dejar en claro la paradoja acotaba sarcásticamente:“Cuan agradecidos tendrían que estar de recibir a estos apóstoles de la cultura y ponerlos a disposición del resto del mundo. De acuerdo a sus propias declaraciones, no pueden encontrar una sola razón para excusarse de recibir a la más valiosa raza en sus propios países. Tampoco puedo ver la razón por la que esta raza debe ser impuesta a la Nación alemana mientras que en los Estados, que se manifiestan tan entusiásticamente acerca de este "espléndido pueblo", su asentamiento es rechazado con las más inimaginables excusas" Ya desde 1933, en el New York Times del 10 de Julio encontrábamos la explicación que Hitler les daba: “Estaríamos sumamente complacidos si las naciones que tanto se preocupan por los judíos les abren sus puertas para recibirlos.
Es verdad que les hemos impuesto leyes discriminatorias, pero ellas no están dirigidas hacia los judíos sino que están pensadas para el pueblo alemán, para dar una oportunidad económica a la mayoría" (25) Aquí estaba expresada una de las claves del problema judío: Hitler siempre intentó desenmascarar las estrategias judías para dominio de la Nación sirviendo a intereses que perjudicaban el bien común y fue muy minucioso en cuanto a las cantidades de leyes que no permitían este accionar perjudicial. Ahora bien, con cambiar la cosmovisión del pueblo y centrarlos en valores trascendentes en lugar del materialismo, con prohibir todo tipo de maniobras financieras contrarias a la comunidad, con quitarles el derecho de ciudadanía para que sea imposible que infiltren las organizaciones y las perviertan por dentro, el problema estaba más o menos resuelto. Sea la más importante razón o no, es cierto lo que esgrimía Hitler: Alemania, a su llegada al poder, atravesaba una crisis espantosa, la increíble inflación que dejaba en la ruina a todos los pequeños comerciantes, la miseria, el caos y la falta de trabajo dominaban la escena. Dentro de este panorama, existía en contraste una colectividad que sólo representaba el 0,9% de la población, y que encima era más leal a sus congéneres que al pueblo que lo acogía, acumulaba un cuarto del total de la renta nacional sin importarle mayormente el bien de la comunidad. Quitarle la preponderancia y los derechos ciudadanos para obligarlos a acogerse a las reglamentación para extranjeros, antes que una discriminación contra los judíos era más bien un acto de justicia para con los propios alemanes. Que este equitativo reparto con quita de derechos a quienes poseían la mayor parte de los beneficios sea tratado como persecución es una muestra más de la hipocresía de sus enemigos. Los periódicos norteamericanos y sus “asociaciones de paz” y “defensores de los derechos humanos” silenciaban cuidadosamente la discriminación racial contra los negros y los indios americanos en su propio país mientras sólo se preocupaban de lo que pasaba con una pequeña comunidad de seiscientos mil miembros a siete mil kilómetros de distancia. Que los indios sean segregados en “reservas” y quince millones de negros no puedan mandar a sus hijos a la Universidad, ni votar ni ser elegidos, eso era, entonces, perfectamente normal y moral. Como se verá en este libro, los negros que visitaron el Tercer Reich durante las olimpiadas quedaron encantados de la hospitalidad alemana y decepcionados con el maltrato que recibían en su propio país. Existen más de una decena de libros, que esperamos poder editar pronto, de periodistas extranjeros que visitaban Alemania y quedaban encantados con el ambiente que se respiraba, por lo que pasaban a escribir verdaderas defensas del Tercer Reich.
Para los judíos el problema era más severo pues la cosmovisión nacionalsocialista, además, era casi que la opuesta exacta de la tradicional cosmovisión nacionalsocialista, por lo que la convivencia se hacía difícil. Dentro de todos estos problemas de base, la política de Hitler era de tener el mayor cuidado con los derechos humanos de los judíos (probablemente porque sabía que su mayor enemigo era la propaganda internacional que estaba siempre a la búsqueda de cualquier motivo para atacarlo, o tal vez por pura nobleza) y buscarle una solución a la emigración. Dado que ningún otro pueblo los quería recibir, Hitler realizó año tras año acuerdos con el sionismo para que pudiera emigrar hacia Palestina. Aunque muchos dirigentes se opusieran a esta cooperación, fue Hitler siempre el que la sostuvo.
El judío alemán Heinz Weichardt (26), aunque tuvo que emigrar del país por nacer de madre judía, al rehacer su vida en Norteamérica no dejó pasar oportunidad de defender a Hitler revelando la gran cantidad de organizaciones judías de las que la comunidad disponía en la Alemania de Hitler. De su relato sorprende la revelación de una oficina judía de la Gestapo, manejada por sionistas, encargada de facilitar la emigración de judíos a Palestina (27). Gracias a ella existían unos sesenta campos preparando y capacitando judíos para asentarse en Palestina. Sin embargo, también aquí los judíos no encontraban ayuda del “mundo libre” que les permitiera emigrar: el gobierno inglés sobre Palestina exigía que los judíos debían ingresar con unas mil libras esterlinas. Gracias a Hitler, el gobierno alemán llegó a un acuerdo con los sionistas y les proveyó los fondos que permitieron que unos 50.000 judíos emigraran de Alemania con destino a Palestina. Vale la pena hacer notar que esta cantidad era realmente considerable para el gobierno de la época y rompe con todos los cánones de un “régimen de terror”.
Puede que en algún sentido no estén tan errados, pues Hitler sí instauró un "régimen de terror", pero un régimen de terror para los banqueros que ya no podrán tener el mundo bajo control, de terror para los usureros y todos los que viven del trabajo ajeno pues tendrán que "ganarse el pan con el sudor de su frente" dado que bajo el nacionalsocialismo sólo el trabajo es riqueza.
No creemos nosotros que exista un mayor acto de justicia para un pueblo que el poner a todos los banqueros, financistas y usureros que ejercen el mayor parasitismo sobre las riquezas de la nación y viven del trabajo honesto de los demás enriqueciendo a unos pocos y empobreciendo a la mayoría con el flujo de dinero que producen. Esto fue uno de los resultados de los “campos de trabajo” y creemos también que esta acción ha tenido una incidencia mucho mayor a la que se cree en la prosperidad de Alemania durante el Tercer Reich. Solo gracias a que quienes sufrían este verdadero terror son los que hoy disponen del completo monopolio de las finanzas y la propaganda mundial, se pudo crear la imagen de que este terror fue generalizado y que era la característica más sobresaliente de Hitler.
Pero en la política de Hitler, si bien el tema judío era considerado importante, ocupaba un espacio ínfimo en su propaganda y discursos en comparación con sus dos arma de batalla: el socialismo y el nacionalismo, como bien se indica en el propio nombre del partido.
El mito de la temible Gestapo de Hitler persiguiendo a todos los oponentes no es más que una exageración de lo que es una policía política interna, existente en casi todos los países y también en la Alemania anterior a Hitler, siendo además que muchos conservaron sus puestos tras el ascenso de éste al poder y no estaba constituida sólo por fanáticos nacionalsocialistas como se cree. El historiador revisionista francés Vincent Reynouard ha hecho un estupendo trabajo confrontando lo que se dice sobre la Gestapo con los propios testimonios recogidos por los mismísimos tribunales de Nüremberg, unos tribunales caracterizados justamente por su total falta de objetividad y por ser más bien un arma de opresión política, y los testimonios de los “pobres perseguidos” de la resistencia francesa en los juicios que se llevaron a cabo en Francia. Encontramos, sin embargo, en los casos que lograron colgar el mote de “organización criminal” a la Gestapo, muchos testimonios muy sorprendentes y casi nada de torturas, sadismo y persecución sanguinaria como se intenta hacer creer. Raras excepciones fueron solo un par de casos llevados a cabo por personal francés. Antes de extractar algunos pocos ejemplos, debemos decir que esta resistencia francesa era en primer lugar ilegal por no respetar ninguna de las convenciones internacionales referentes a la lucha armada y considerarse una lucha deshonesta, por lo que los alemanes estaban en todo su derecho de actuar con absoluta dureza. En segundo lugar era también ilegal por no respetar el propio tratado de paz que Alemania le ofreció a Francia en condiciones más que beneficiosas por tratarse de un completo vencido. Entre los testimonios encontramos sin embargo casos como el de M. Jouneau, conocido como “Georges”, al que la Gestapo buscaba debido a sus acciones de sabotaje. La esposa de Jouneau y sus pequeños niños fueron las únicas personas que encontraron en el domicilio de “George”. Según el tribunal los policías actuaron de forma “abominable”, por lo que uno pensaría que se la tomaron contra las pequeñas criaturas y vejaron a la mujer para lograr alguna confesión. Por supuesto que la esposa y el mismo Jouneau los acusaron con odio y énfasis en sus acciones, sobre todo por haberle ordenado a la mujer quedarse quieta mostrando un arma, haber desnudado al pequeño y haber intentado sobornar a la señora. Ante la ovación de los aun menos lúcidos presentes, lo que acababan de confesar era que la Gestapo no sólo no había hecho uso de violencia en lo más mínimo, ni que para sacar una chaqueta que se encontraba en la cama levantaron con cuidado al bebé de 9 meses, que suponemos no se habrá enojado por quedar desnudo, sino que además ofrecieron una suculenta recompensa en dinero a la señora si cooperaba con el interrogatorio. Eso fue lo tremendamente abominable que estos sádicos sanguinarios hicieron: querer pagarle en lugar de torturarla. Otro caso aún más horroroso, que seguramente habrá inspirado las cientos de películas, “basadas en hechos reales”, de opresión y tortura de la Gestapo fue la búsqueda del sr. Marceron, miembro de la resistencia que ocultaba en su domicilio unas 6 cajas de pacíficos explosivos que seguramente estaban destinados a hacer las delicias de los alemanes. Esta vez sí encontraron al sospechoso junto a su esposa y su pequeño hijito de dos años. Seguramente el autor de la película habrá pensado que amenazaron al “heroico saboteador pone bombas a escondidas” haciendo uso de la esposa o del niñito para que hable. Pues bien, lo que la esposa dice es que revisaron toda la casa sin encontrar nada ni tocarla jamás ni a ella ni al niño y terminada la tarea le anunciaron que se llevarían al esposo para un interrogatorio (pues tenían un informante que lo había delatado), y ella pidió que lo dejen vestirse y darle algo de comer al esposo antes de que lo lleven, a lo que los policías accedieron inmediatamente y preguntaron si también ellos podían comer algo pagándole a la señora lo que costara la comida. Todos se sentaron a comer juntos y se fueron, y aunque el esposo fue finalmente deportado a un campo de concentración en Alemania tras tener que aceptar que los datos aportados por el informante eran ciertos, la señora reconoció el buen gesto de los alemanes y tuvo el valor de pronunciar ante el tribunal unas breves palabras no acusatorias, aunque lamentablemente los jueces se apuraron a callarla.
Estos son algunos de los terribles casos sobre los que los jueces basaron sus condenas y la verdad es que los testimonios se podrían multiplicar por cientos ya que la ocupación de Francia fue tal vez la más caballerosa de la era moderna pues no se conocen casos de soldados ocupantes tan cuidadosos con la población local.
Esta cuidadosa ocupación fue completamente inspirada por Hitler, un admirador de la cultura y el arte francés, que le relataba a su escultor preferido cuando fueron de incógnito a visitar las obras de arte de la Francia vencida: “hubiera podido bajar por los Campos Elíseos al frente de mis tropas, pero no quisiere herir el alma del pueblo francés. He venido con mis artistas, y de incógnito”. Hitler mismo, para no herir el orgullo de los parisinos, canceló un extravagante desfile programado por sus militares y visitó de incógnito, y humildemente, aunque extasiado por su magnífica arquitectura, sus famosas construcciones para poder estudiarlas detalladamente. Entre ellas su preferida era la Opera parisina, la que visitó con la ayuda de un ya anciano guía francés que quedó fascinado por la personalidad de Hitler. Tras terminar la visita, Hitler ordenó a su ayudante que extendiera un pago de 50 marcos al guía pero este lo rechazó y sólo se contentó con estrechar la mano del Führer y recibir su autógrafo.
Se recordará que Hitler entraba victorioso a Francia como el avasallador líder militar que había vencido toda resistencia con una velocidad y contundencia nunca vistas, lo que lo convertía en un conquistar que parecía invencible para la consideración de la época. El ejemplo de una Francia aparentemente inexpugnable, resistiendo al ejército alemán durante 4 años, quedó en el olvido tras la victoria de Hitler en poco más de un mes. Sin embargo, Hitler les propuso la paz en términos honrosos, elogiando al soldado francés que cumplió honorablemente con su deber. Francia fue respetada como ningún vencedor lo había hecho antes. Al llegar los emisarios franceses a firmar la rendición Hitler ordenó que la banda toque el himno francés e incluso hizo decir a Keitel ante los generales enemigos: "su pena puede aliviarse ante el convencimiento de que los soldados franceses lucharon valerosamente. Usted, general, ha representado los intereses de su patria con gran dignidad". No exigió a Francia la entrega de su flota, ni le pidió territorio o bases en sus colonias de África, que tan útiles le hubieran sido, hasta tal vez cruciales para el desarrollo de la guerra. Ante el asombro de amigos y enemigos Hitler permitió a Francia retener su imperio. En ese mismo momento, totalmente distinta fue la actitud del aliado de Francia, Churchill, que cañoneó la flota francesa, matando a 1200 marinos franceses, ante el temor de que se cambiaran de bando. Hitler, el enemigo vencedor, mostraba mayor consideración que los amigos.
Nuevamente, en el momento culmine de su apogeo, cuando su poder no tenía resistencia y no se podía prever que la tuviera debido a sus sorprendentes éxitos, ofrecía Hitler la paz al mundo diciendo: "considero mi deber apelar una vez más a la razón y al sentido común. Me considero en posición de hacer este llamamiento pues no soy un vencido que solicita favores, sino un vencedor que habla en nombre de la razón. No veo motivos por lo que esta guerra tenga que continuar”.
En ese mismo momento, la mayor muestra de su deseo de paz tal vez se dio en un acto que resultó luego crucial para el desarrollo de la guerra: tras haber derrotado a franceses, ingleses, belgas y holandeses, Hitler dejó escapar a los restos del Ejército inglés en la Dunkerque francesa, lo que permitió que una Inglaterra derrotada pudiera resurgir a partir de este grupo y crecer hasta constituir la fuerza que terminara contribuyendo en sumo grado a su derrota. En ese momento los deseos de paz y respeto por Inglaterra, a la que siempre había elogiado, pudieron más que las previsiones. Mucho se ha especulado sobre esta inexplicable actitud de Hitler, pero todos los generales alemanes coinciden en criticar a Hitler por esta para ellos inadmisible permisividad para con un ejército enemigo, lo que descarta las especulaciones de que el Ejército alemán no estaba en posición de exterminarlos, ni se conoce un solo testimonio de Hitler ni de sus allegados sobre una exclusiva culpa de la Luftwaffe en este escape como para aseverar que este haya sido el motivo. Por el contrario, todos los que lo conocieron relatan que Hitler siempre elogió a Inglaterra y la quería como aliada. Resuenan ahora enigmáticas las palabras de Hans Rudel, el soldado más condecorado y efectivo de toda la Segunda Guerra Mundial, cuando dijo que Hitler perdió la guerra por ser “demasiado blando”.
Otra asombrosa prueba de voluntad de paz la aporta el viaje en solitario del lugarteniente de Hitler, el hombre que se pensaba sería su sucesor, Rudolf Hess. Éste piloteó su avión hasta Inglaterra esperando poder reunirse con círculos ingleses que estén a favor de una paz con Alemania que lo apoyen y aporten sus influencias. Hess, sin embargo, fue capturado al llegar en Mayo de 1941 y dado que nunca flaqueó en sus convicciones y se mantuvo firme y leal hasta el final, lo tuvieron confinado en una enorme prisión de la que era su único huésped hasta el final de sus días. Como ya el anciano Hess de 92 años no había muerto lo asesinaron vilmente fingiendo se trató de un suicidio en el año 1987. El "mensajero de la paz", increíblemente fue confinado a una solitaria prisión hasta el final de sus días.
Cierto es que se conocen muchas actividades de judíos y opositores en la Francia ocupada que parecen contradecir la supuesta extrema censura y opresión que existió allí. Por ejemplo podemos citar a un autor para nada revisionista como André Kaspi en su trabajo sobre “Los judíos durante la ocupación” cuando relata como durante la ocupación alemana de Francia los judíos prohibieron a Henri Labroue impartir en la mundialmente prestigiosa Universidad de la Sorbona una cátedra sobre judaísmo por considerarla injuriosa para tal colectivo.
Dentro de Alemania las cosas no eran muy diferentes. Se asombrarán muchos al comprobar la que existieron disidentes en Alemania, aunque no era muchos debido a cambio positivo que estaban experimentando, no por la represión. Casi es una constante al leer las memorias de los militares que se opusieron a Hitler o los relatos de las acciones contra sus órdenes que se realizaron, así como conocemos varios pensadores que tuvieron una pacífica estadía a pesar de sus disidencias. Lamentablemente no pudieron hacer lo mismo los generales soviéticos que se opusieron a Stalin pues todos sus opositores fueron fusilados por miles. Hitler no fusiló ni un solo general importante. Muchas sentencias de muerte fueron dictadas pero muy pocas ejecutadas (11) sobre quienes desobedecieron una orden pues a la mayoría se les permitió morir luchando en el frente. Aunque las sentencias de muerte entre militares alemanes siempre fue y siguió siendo algo aceptado como necesario para mantener el espíritu militar entre quienes dedicaron sus vidas para enfrentar la muerte por su patria y entre quienes una desobediencia puede perjudicar a miles de sus camaradas y compatriotas. Esto no quiere negar que existieran fusilamientos sino simplemente relativizarlo a lo que es común a la vida militar y marcar que hasta se fue menos leve que entre sus enemigos. Si en algo se caracteriza el alemán desde siempre es en lo escrupuloso que es en la recopilación de datos y en sus descripciones detalladas ya proverbiales. En el Tercer Reich, consecuentemente, se guardan registros de todas las órdenes y entre ellas se llegan a encontrar incluso ordenes contra guardianes que se propasaron en el maltrato a los prisioneros y fueron mandados a fusilar, pero no se encontraron nunca las pruebas de los millones de muertos que se le atribuyen a Hitler (29). La única evidencia la constituye el testimonio de “sobrevivientes” individuales. Este testimonio es contradictorio y ningún “sobreviviente” alega haber presenciado de hecho ningún “gaseo”. No hay pruebas concretas de ningún tipo: no hay enormes cantidades de cenizas; no hay instalaciones crematorias capaces de realizar la operación; no hay estadísticas demográficas que lo avalen. Sí hay una enorme cantidad de pruebas en su contra que no pueden ser mostradas sin peligro de ir preso por demostrar lo contrario a lo establecido como religión del holocausto y que tantos beneficios prodiga. Sí tenemos cientos de pruebas de falsificaciones y muchas marchas atrás en supuestas pruebas positivas. Aunque no hay ninguna orden de ejecución, sí se guardan ordenes preocupadas por la cantidad de bajas que había en algunos campos de concentración debido a las enfermedades y pidiendo se tomen las medidas necesarias para reducir las muertes. Algunos campos incluso tenían instrumental médico de avanzada y especialistas para distintas enfermedades (15) y existen todavía hoy día en el mercado de coleccionismo billetes del dinero con que se pagaba a los reclusos por su trabajo y que podían utilizar en unos cuantos lugares de esparcimiento de los que todavía se conservan filmaciones como ser talleres artísticos, piscinas, consultorios médicos, conciertos de música clásica, teatro, liga de fútbol, bibliotecas, jardines de infantes con juegos y hasta cantinas.
La razón del celo por evitar las muertes es muy lógica: Los campos eran “campos de trabajo” y Alemania, en una época en que la industria bélica era la absoluta prioridad de la producción, necesitaba sobre todo mano de obra para alimentar esta industria. Siendo que una parte muy considerable de ésta se encontraba en los campos, los dirigentes nacionalsocialistas estaban altamente interesados en que los prisioneros no mueran. Pensar que la locura o el odio pueden ser más fuertes que esta consideración práctica sería abusar de la elasticidad del raciocinio. Si existieron una cantidad demasiado elevada de muertes esta se pudo apreciar recién a partir de 1944, poco antes del final de la guerra, y ello es en realidad atribuible a la insensata política de bombardeos masivos de ciudades y recursos por parte de los aliados. No sólo asesinaron innecesariamente a millones de civiles sin ninguna ganancia militar ni política (más bien fue perjudicial) sino que dejaron a los habitantes, prisioneros o no, en situación de miseria y falto de recursos de todo tipo.
No se niega que muchos judíos hayan muerto por muy diversas causas e incluso por persecución o repudio (aunque en menor grado) pero jamás fue esto un plan oficial y sí se castigaban estas faltas para con los prisioneros. La cruz roja inspeccionó los campos en diversas oportunidades y determinó que la cantidad de muertos en ellos fue de 370.000. No se sabe muy bien como se pasó de esta cifra a los famosos 6 millones pues más de una vez se hicieron rectificaciones de cifras en diversos lugares pero el total nunca fue cambiado (23). Sabemos sin embargo que ya en la primera guerra mundial el judaísmo realizó diversos reclamos por un holocausto de 6 millones de judíos y nadie lo creyó en aquel momento, por lo que el número obviamente es una cifra que trasciende los hechos (16). Es obvio que si la leyenda de los 6 millones (9) fuera verdad ya nada podría rescatarse de la personalidad y obra de Hitler, y justamente por eso la han inventado, es la única forma que tienen de tapar su ejemplo.
Sólo la guerra, y el mayor exterminio posible de nacionalsocialistas, podía detenerlo. Cabe acotar que desde el momento en que el judaísmo le declaró oficialmente la guerra a Alemania en 1933 (17) y llamó a todos los judíos del mundo a boicotear al Tercer Reich, a Hitler le asistía el derecho para actuar en contra de estos boicoteadores siempre y cuando se atuviera él mismo a las leyes. Hay algo aquí que debido a la enorme propaganda en su contra pasa siempre desapercibido o resulta poco creíble dado el enorme contraste que genera, pero la verdad es que los campos de concentración nacieron como una más de las medidas revolucionarias implementadas por el nacionalsocialismo y en este caso de lo que se trataba era de reformar el inefectivo sistema carcelario (que, como se puede apreciar en la mayoría de los casos, son escuelas del crimen donde los reclusos o pasan el tiempo planeando cómo seguir con sus actividades delictivas, o son cargados por un enorme rencor o directamente aprenden nuevas técnicas delictivas) cambiándolo por un sistema de reclusión ya no con barrotes y un aspecto sombrío sino en “campos de trabajo” abiertos, sólo cercados en los límites, que reproducían una vida de trabajo en un ámbito controlado, ésta era la real denominación de estos y consecuentemente se encontraban bajo el famoso lema de “el trabajo te hará libre”, libre en primer lugar del encierro pues serían liberados si se reformaban y en segundo lugar de los bajos impulsos que hunden al humano en la decadencia. Aquí los presos tenían la posibilidad de ganarse un sueldo de acuerdo a su rendimiento y tener el honor de alimentar a sus familias con su trabajo y ser parte de la comunidad nacional mediante su aporte al bien común. Es así entonces que en estos campos de trabajo los presos no se dedicaban a aumentar su arsenal delictivo sino a ganarse lo que para Hitler era lo esencial en un hombre: su honor. Para esto debía dejar de lado las actividades destructivas y egoístas y comenzar por la más constructiva de todas: el trabajo. El trabajo era para Hitler el medio en que el hombre se relacionaba con la base del Tercer Reich: la comunidad; y la forma de cultivar el más alto valor: la lealtad a su pueblo. Sobre esta base se intentaba construir el hombre nuevo, dejando en lo más bajo de la escala de valores al hombre que vive parasitando el trabajo de los demás, sin producir ni generar nada para el bien común. Desde esta base se intentaba también combatir el crimen, que se había visto efectivamente reducido en aproximadamente el 60% ya en los primeros años de gobierno. Esto mismo comprobaba un corresponsal del prestigioso periódico estadounidense “New York Times” cuando en su edición del 27/7/1933 comentaba sus impresiones tras viajar a Alemania para conocerlos y reconocía su tarea de reeducamiento diciendo que quienes estaban a cargo de los campos: "honesta y sinceramente creen que sus tareas son pedagógicas antes que punitivas. Ellos se sienten sinceramente apenados por los no-nazis mal encaminados que todavía no han encontrado una fe verdadera". Tal tarea pedagógica se veía luego confirmada por la baja de los niveles de delito y por el hecho de que en los primeros 3 años se habían ya puesto en libertad a 10.000 individuos que se creía estaban ya reeducados y que sólo 7 habían reincidido en delitos comunes. Contra este sistema, aún con las fallas que pudo haber tenido, las democracias sólo pueden oponer una ideología y un sistema carcelario que sólo fomenta el delito y, consecuentemente, unos niveles de inseguridad que se tornan ya insoportables para muchos ciudadanos.
Esto explica por qué muchos reclusos sobre el final de la guerra, al preguntárseles si preferían esperar a sus “liberadores” o marchar con los alemanes, prefirieron irse con los alemanes. Theodor Koester, siete años recluido en los Campos de concentración de Buchenwald y Gross Rosen, cuenta en el semanario Deutsche Wochenzeitung de Hannover que al acercarse las tropas rusas en febrero de 1945 a este último campo, los soldados de la S.S. entregaron a los presos fusiles, pistolas ametralladoras y puños antitanques, y añade: "... los soldados de la S. S. ya no eran nuestros enemigos, eran nuestros camaradas... Y entonces, cerca de Rohnstock, luchamos los ex internados del campo de manera tan valiente junto a la S.S., que cerca de la mitad cayeron en combate"
Debemos dejar en claro que en este caso de los campos de concentración, como en todo el artículo, hablamos siempre de una intención ideal que se corresponde a las políticas realmente implementadas por Hitler. Estos ideales, como comúnmente sucede, no pueden ser siempre alcanzados y existen siempre desviaciones y errores humanos que causan fallas, pero lo que queremos analizar es la verdadera intención y dirección y no los casos aislados que se salen del modelo por fallas individuales pues no queremos negar también que hubo abusos y malos tratos, aunque algunos revisionistas ex-internados, como Paul Rassinier, cuentan que estos malos tratos provenían más de los propios reclusos encargados de la seguridad que de los soldados SS a los que se los quiere cargar con todos los males ocurridos. Existen casos comprobados, sin embargo, de alemanes que cometieron abusos, pero contra ellos se descargaban castigos de extrema severidad por parte de las autoridades alemanes, como en el caso de el comandante de Buchenwald, Karl Koch, que fue fusilado por corrupción y asesinato; o el de Hermann Florstedt, comandante de Majdanek de pésima fama, que fue ahorcado en presencia de los detenidos para demostrarles que la autoridad no tenía que transformarse en abuso y que el régimen los iba a proteger contra este último (29). En todo el sistema de seguridad y fuerzas policiales y militares, y más aún en las que formaban parte del partido, Hitler impuso siempre con extrema severidad contra las faltas al honor y la caballerosidad pues entendía que éstos debían portar ante el mundo y ante sus compatriotas el ejemplo de las actitudes nacionalsocialistas. Consecuentemente, pocos ejércitos en la historia moderna, hablando en general, han sido más correctos.
Como seguimos viendo, Hitler constituyó un contraste total con los demás políticos pues mientras los modernos se la pasan prometiendo y posponiendo la concreción de sus promesas siempre hacia un futuro por llegar, Hitler desde el mismo momento en que accedió al poder puso en marcha un caudal impresionante y sumamente revolucionario de medidas políticas y sociales que casi de inmediato cambió totalmente el país y año tras año seguía sorprendiendo a propios y extraños, amigos y enemigos, como podremos ver en los testimonios que hemos recopilado en este libro. Y es que no sólo sus obras sociales fueron estupendas sino que su puesta en marcha fue extremadamente rápida y revolucionaria. Una gran cantidad de leyes que imponían un espíritu nuevo en Alemania fueron acompañadas por una toma de conciencia comunal y una gran cantidad de instituciones que asombraban por lo efectivas y consideradas. La organización "Belleza del trabajo" pretendía fomentar la higiene y embellecer las fábricas y lugares de trabajos, en oposición total al el actual operario sumido en ambientes feos y antihigiénicos. El "Servicio del trabajo" impuso que todos los jóvenes debían realizar trabajo manual en bien de la comunidad para poder familiarizar y valorar lo que es trabajar por el pueblo. En "El día del plato único" se servía comida a cambio de una donación equivalente para poder recaudar dinero para los necesitados. "El Auxilio de Invierno" reunía dinero para socorrer a quienes sufrían las inclemencias del clima. "La madre y el niño" se encargaba de dar consejos a las madres para la crianza de los niños y la economía doméstica, así como se hacía cargo de los niños de uniones extramatrimoniales en una época donde esto era muy mal visto. La idea impuesta aquí era que los niños deben ser hijos de todo el pueblo y no sólo un objeto a poseer egoístamente, pues su sangre es la que determina el valor que puede aportar al bien común y no el tipo de relación que lo engendró. La "Obra de educación popular" instruía a los obreros y les facilitaba la adquisición de cultura,. Entre otras cosas, había logrado que los museos abrieran al terminar el horario de trabajo para que el trabajador pudiera admirarlos. La organización "Alegría y trabajo" facilitaba viajes y vacaciones a los trabajadores, con cientos de hoteles para su uso en todo el país y grandiosos buques de lujo que surcaban los mares para que el alemán pudiera conocer el mundo a precios módicos, donde no existían camarotes especiales sino que todos eran igual de confortables, hasta los de la tripulación. Mientras tanto, en la URSS no se dejaba salir a los trabajadores de la unión soviética para que no puedan comparar su suerte con la de otros países. "Ley de protección de la naturaleza" no tiene paralelos en la preservación a nivel nacional de la naturaleza y resulta base de toda la ecología moderna. “La ley del trabajo” incluye por primera vez en una ley valores espirituales en lugar de consideraciones materiales en una ley pues todo está determinado de acuerdo al honor y la lealtad, con tribunales de honor que fiscalicen el trabajo y no permitan que fines egoístas ni materialistas dominen su orientación.
Todas estas medidas, y muchas más, encontraron a Hitler como su principal motor. Ante el ejemplo de su obra social, insistimos, sus enemigos debieron formar una alianza mundial jamás vista para poder derrotarlo, y si no fuera porque los aliados tenían una muy efectiva red de espionaje que les hacía conocer con anticipación todos los pasos que iba a dar Hitler en la guerra probablemente no hubieran podido derrotarlo.
Fue vital para esta alianza el que los EEUU, la otra gran potencia que faltaba en la lucha, ingrese a la contienda. El demócrata Roosevelt había ganado el voto de su pueblo gracias a la promesa electoral de mantener a los EEUU fuera de otra guerra (en una encuesta realizada en 1940 sólo el 4% de la población estadounidense era partidaria de entrar a esta guerra extraña al pueblo. Tampoco el pueblo inglés sentía animosidad por Alemania antes de comenzada la guerra, sólo las finanzas internacionales la querían para poder mantener su dominio mundial). El democrático reclamo de su pueblo fue dejado de lado para poder combatir a un Hitler al que prácticamente desconocían por lo alejado que se encontraba de los asuntos norteamericanos. Hicieron creer que los bombardeos alemanes estaban por caer y sembraron el terror hasta tal extremo que hacían apagar las luces para que los bombarderos alemanes no los identificaran. Lo que la gente común desconocía es que la industria bélica carecía de bombarderos de largo alcance, un sistema de guerra al que Hitler despreciaba y sobre el que en reiteradas veces hizo llamados a las naciones para limitarlo o eliminarlo, por lo tanto no contaba con aviones que pudieran cubrir tamañas distancias. De hecho, al finalizar la guerra, viendo lo importante que fueron los bombardeos aliados en el resultado de la guerra, muchos generales y pilotos de la Luftwaffe echaron la culpa de la derrota a la inexistencia de un plan de construcción de bombarderos de largo alcance. La Luftwaffe, por deseo de Hitler, estuvo orientada al desarrollo de aviones de corto alcance pues nunca fue su objetivo conquistar el mundo.
Para pasar por encima del democrático deseo del pueblo estadounidense de no entrar en guerra, los “demócratas” tuvieron que engañar a su pueblo con estas mentiras y finalmente, armar un autoataque, o como mínimo facilitarlo si es que Pearl Harbor no fue algo armado por ellos mismo para entrar en guerra, que pudiera iniciar las hostilidades contra el Japón y declarar la guerra a Alemania, su aliado.
Pero la gran paradoja de los demócratas se dio al finalizar la guerra, cuando durante la Conferencia de Postdam se unieron los “defensores de las democracias” para repartirse los despojos del gran dictador, aunque resulta que ni De Gaulle en Francia, ni Truman en EEUU, ni Stalin en la URSS, ni Churchill (8) en Inglaterra, ni siquiera Chiang-Kai-Chek en China, habían sido elegidos por el voto democrático de su pueblo. Sólo el “dictador” al que las “democracias” habían vencido fue elegido mediante el voto de su pueblo.
Fue también una gran mentira el que los aliados lucharan por “la igualdad de los hombres” desde el momento que Israel mismo, el gran beneficiado de la guerra, desde su propia prehistoria hasta la actualidad prohíbe los casamientos mixtos con no-judíos, presentando reiteradas veces en sus libros sagrados, el Talmud y el Antiguo Testamento, las más antiguas leyes raciales que se conocen. Leyes raciales mucho más duras y depuradas que las alemanas, aunque ningún “luchador por la libertad y la igualdad” se llene de fama clamando a los cielos rebosante de indignación. Ni que decir que se declaran el pueblo elegido de dios y que el Talmud se llega a permitir tratar a los no judíos como animales siendo aceptado engañarlos y robarles, cuando no su mística cabalística del Zohar nos trata como hombres sin alma, inferiores a los judíos. Ya el antiguo testamento prescribe prestar a interés (usura) a los no judíos pero prohíbe hacerlo con los judíos, por lo que cuando Hitler prohibió la usura pronto toda la judería internacional le declaró la guerra a muerte al III Reich, terminando por arrastrar a las naciones occidentales a la guerra. Tampoco pueden esgrimirlo los demás enemigos de Hitler desde que las leyes raciales del III Reich tenían sus antecedentes en las norteamericanas que segregaban a los negros en su propio país. El ejemplo del velocista negro Jessie Owens es citado en este libro justamente porque mientras en la Alemania nacionalsocialista fue tratado como una estrella y felicitado por el mismo Hitler, aunque el comité olímpico le haya prohibido hacerlo públicamente por motivos políticos, al regresar a su país no podía subir a los autobuses de los blancos ni fue recibido por su propio presidente por ser negro, lo que era considerado negativo para su campaña presidencial. Tampoco Francia ni Inglaterra permitían en sus colonias africanas que su población se mezcle con las negras autóctonas.
Vale decir que las tan mentadas “leyes de Núremberg”, aunque fueron unas de las principales quejas de los judíos alrededor del mundo, fueron hasta bien recibidas por parte de la comunidad judía de Alemania y por muchos judíos ortodoxos pues reflejan lo que ellos vienen diciendo desde hace miles de años y lo que se les ordena desde sus mismos libros sagrados, siendo motivo de castigos por parte de su dios Yahvé: los judíos no deben mezclarse con los no-judíos. El matrimonio mixto es incluso hoy en día condenado por la mayoría de las organizaciones judías en el mundo. Por eso, cuando durante el proceso contra los criminales de guerra alemanes en Núremberg, en el curso del interrogatorio al mayor antisemita del nacionalsocialismo, Julius Streicher, éste dijo: “He repetido siempre en mis artículos que los judíos debían estar considerados como un modelo para las otras razas, pues ellos se dieron una ley racial, la ley de Moisés que dice: Si vais a un país extranjero, no debéis tomar mujeres extranjeras. Y esto, Señores, es de una importancia extraordinaria para juzgar las Leyes de Núremberg. Fueron estas leyes judías las que se tomaron como modelo.” Del lado opuesto, Geord Kaerski, líder de la "Liga Cultural Judía", declaraba al periódico NS "Der Angriff" a fines de 1935: "Las leyes de Nuremberg. . . Me parece que, aparte de sus provisiones legales, conforman completamente el anhelo por una vida separada basada en el respeto mutuo. ... Esta interrupción del proceso de disolución en muchas comunidades judías, que había sido promovido a través de los matrimonios mixtos es, por lo tanto, desde un punto de vista judío, completamente bienvenida."
Seguramente todo esto asombre a más de un lector y probablemente algún desprevenido haya abandonado la lectura ante tantas figuras contrastantes con las que tienen como propias. Por ello hemos tenido que reunir y seleccionar cuidadosamente cientos de opiniones de quienes conocieron a Hitler personalmente y la imagen que daban de él sus colaboradores para poder brindar la otra cara de la moneda.
No pretendemos ahora que se alabe a Hitler ni que se levanten de nuevo sus banderas, sólo queremos dar otra imagen del hombre más citado y comentado en la historia moderna ya que hasta ahora, para describirlo, en la mayoría de los casos se han seguido ciertos estereotipos que poco tienen que ver con los testimonios de época más directos o, más aun, siquiera con algún criterio científico a la hora de describir su vida y su obra.
Ofrecemos ahora recopilados los escritos de las personas que más cerca estuvieron de Hitler y que, algo fundamental, lo conocieron personalmente y tuvieron un trato más o menos frecuente con él. Con ellos se brinda la posibilidad a la investigación histórica de conocer también la imagen que de Hitler tenían las personas que estaban a su lado, de conocer a Hitler según los nacionalsocialistas. Con el título "Nuestro Hitler" representamos, justamente, la expresión comúnmente utilizada por aquellos durante el Tercer Reich.
Aunque no se puede pasar por alto que existe un énfasis propagandístico en algunos de los escritos, no por ello podemos dejar de tomar nota de la impresión personal de sus contemporáneos más importantes y de su más íntimos colaboradores como Goebbels, Himmler, Hess, Göring, Speer, Dietrich, Ley, Schreck, von Schirach, Degrelle, Schaub, etc, para hacer un bosquejo de la personalidad del Führer o, al menos, de la imagen política que de él se hacía.
Le hemos dado preponderancia a los escritos de Joseph Goebbels, en primer lugar, porque tal vez sea el autor más prolífico, más comprometido y mejor preparado para la escritura de los dirigentes nacionalsocialistas, pero sobre todo porque fue una de las personas que más lo conocían íntimamente y más concordancia ideológica tenía con Hitler. Además, de acuerdo a su puesto de ministro de "esclarecimiento popular y propaganda" del Tercer Reich, era quien se encargaba de recopilar libros homenajes hacia Hitler y dar los famosos discursos radiofónicos para los natalicios del Führer, cada 20 de abril, que aquí también incluimos.
Para evitar que el conjunto general quede tan sesgado, se incluyen muchas de las opiniones que sobre Hitler tenían varios de sus enemigos o renombradas personalidades del ambiente intelectual de la época, intercaladas con las de sus simpatizantes, para demostrar que las mismas opiniones positivas o la demostración del enorme influjo y atracción que Hitler generaba no era excluyente de sus propagandistas y seguidores y que la imagen absolutamente negativa es más bien una invención de la propaganda antinazi, de otra forma no se entiende como tantos de sus enemigos y otras tantas personalidades de tamaña capacidad intelectual puedan dar tales relatos sobre Hitler. Generalmente, a lo largo de todo el libro se utilizan testimonios de época dado que lamentablemente luego de la guerra existió una enorme presión sobre toda persona que opinara de Hitler o el nazismo, por lo que los libros de postguerra de quienes lo conocieron debieron siempre hacer algún comentario negativo para poder aparecer, para permitir una vida tranquila o simplemente para evitar el descrédito y pérdida de sus trabajos, la prisión o directamente la violencia contra quien se atreviera a revindicar a Hitler (4), pero aun mediante estos testimonios puede constatarse todo lo que esta persona generaba.
Si hemos decidido abrir el libro con una recopilación de opiniones sobre Hitler (5) ha sido justamente para demostrar que las opiniones positivas aquí vertidas no son una mera invención de la propaganda nazi sino que aun sus opositores y muchas personas de excepcional e indudable inteligencia cayeron bajo los influjos de su potente personalidad y no pudieron evitar elogiarlo en el mismo tono que lo hicieron sus seguidores calificados como nazis.
Hemos tenido que dejar de lado un muy interesante aspecto de los distintos fascismos como ser el intento de restitución de una tradición espiritual que se opone al materialismo moderno pues nos llevaría a un tema muy largo de desarrollar, pero han sido muchísimos también los grandes estudiosos de las religiones y tradiciones espirituales que brindaron su apoyo o simpatía no sólo a Hitler sino a los demás fascismos en general al ver en ellos la aspiración por valores espirituales y no una mera política desligada de valores trascendentes.
Sí hemos incluido una pequeña muestra de las opiniones que personas comunes tenían de Hitler al traducir algunas de las cartas que el publicación oficial de las SS seleccionó para demostrar el grado de admiración y hasta divinización que el pueblo alemán tuvo hacia Hitler. Un Hitler que los había levantado de una humillante postración para devolverles no sólo el bienestar social sino también la dignidad y el honor. Todo ello apelando a los valores arios en que los que las aspiraciones espirituales germanas hunden su raíces, buscando el fortalecimiento de la personalidad y la autodeterminación. Por ello Hitler llega a decir:
“Nosotros queremos pedirle a la Providencia que mantenga a nuestro Pueblo sano y firme y que le de a nuestro pueblo el sentido para una verdadera libertad y que mantenga en él, siempre despierto, el sentimiento del honor. Nosotros no queremos pedir a la Providencia el que nos haga libres, o el que nos regale la libertad, sino sólo que haga de nosotros un pueblo como debe ser, de forma que nosotros mismos podamos en cualquier tiempo conquistar nuestra posición que nos corresponde en el mundo. Nosotros no queremos ningún regalo, sólo pedimos la gracia de poder entrar en un combate honrado. Entonces, la Providencia, podrá decidir si nuestro pueblo se ha ganado esta vida o no.”
Pablo Siegel
20 de Abril 2012, Buenos Aires – Argentina
NOTAS:
1. El historiador Ian Kershaw en su libro “Hitler” afirma haber encontrado unas 120.000 obras sobre el tema, aunque tampoco creemos que pueda ser un conteo exhaustivo, además de que no se podría contar nunca la gran cantidad de obras que sin estar dedicadas a la temática hacen importantes referencias a ella.
2. No encontramos mejor palabra que delito de opinión ya que no resultan claras las sentencias que generalmente se basan en una supuesta apología de la violencia que no es tal dado que el mundo está inmerso en un torbellino de violencia sobre la que se pueden esgrimir cientos de motivos y sobre cada uno de ellos se puede hacer apología pública sin sufrir persecución ni castigo. Podríamos enumerar uno a uno los males de la humanidad y encontrar sus apologistas en los medios de comunicación en actitudes no reprobables, cuando no exitosas y respetables. No quisiéramos calar tan hondo como para demostrar que la humanidad sufre holocaustos de mucho más de 6.000.000 anuales debido a las plagas del hambre y la miseria mientras los financistas responsables son admirados y aplaudidos en el mundo, porque es un tema que los tontos se querrán dar el placer de discutir, de modo que sólo tenemos que observar las estadísticas mundiales de muertes por robos, drogas y delincuencia en general mientras tenemos cientos de películas y canciones, los caballitos de batalla del show business, presentando estas actitudes como loables o admirables. Existen canciones y películas que hacen apología del robo y la droga y ni siquiera reciben censura pública. Mucho más larga es la lista de apologías inconscientes pues mientras miles mueren diariamente en accidentes de tránsito se hace películas y autos que promueven los excesos de velocidad, miles mueren de enfermedades por hábitos promovidos en todos los medios de comunicación. Por el contrario, no existen actualmente ni muertes ni persecuciones provocadas por el nazismo ni es significativo el número de sus admiradores, además de que entre ellos prácticamente ninguno se cree el cuento de los miles de asesinatos ni de las inexistentes cámaras de gas, mucho menos creen que Hitler fue un loco dedicado a la perversión, persecución y matanza. Entonces ¿apología de qué se hace queriendo estudiar el nazismo y el pretendido holocausto con criterios científicos?. Es el colmo de la hipocresía.
Tampoco una supuesta afrenta contra la memoria de víctimas o creencias podría ser esgrimida ya que deberíamos censurar con ese criterio gran parte de la realidad histórica, cuando en realidad existe libertad para revisar cualquier otro hecho histórico por espeluznante que pueda ser (ocultar la realidad para no herir a personas susceptibles no debería ser de todas formas una alternativa) o se puede uno mofar de cualquier creencia, por sagrada que sea, sin ser penado.
3. El comercio internacional durante el Tercer Reich comenzó a realizarse bajo el sistema de trueque sin mediación de dinero. En la actualidad, cualquier país que siquiera piense en dejar de lado la moneda internacional de intercambio, el dólar, ni siquiera hablamos de dejar cualquier tipo de moneda, sufre inmediatamente el acoso de la propaganda política y el bloqueo económico, cuando no el ingreso inmediato al “Eje del mal” o directamente la invasión y el bombardeo como cuando Iraq quiso dejar de utilizar el dólar para vender su petróleo. Imagínense el impacto que el sistema de trueques del Tercer Reich tuvo en la economía de la época y la furia de las finanzas internacionales que se vieron despojadas de su arma más poderosa e inmediatamente le declaró la guerra a Alemania. Ciertos indicios hacen suponer que el Tercer Reich pretendía ir suprimiendo cada vez más el uso del dinero para librarse del símbolo de esclavización de la humanidad. Quienes no crean el uso esclavista del dinero y las enormes fuerzas que están detrás de este símbolo, y no puedan observar como el materialismo promovido por el dinero esclaviza a los hombres, observen detenidamente los billetes de su país. En Argentina podemos ver nuestro billete de 10 pesos adornada con el “Monumento a la Bandera” con el pequeño detalle que en donde este tiene una estrella federal el billete muestra una estrella de David. Similar simbolismo tiene el nuevo billete de 100 pesos del año 2012 que supuestamente, según la presidente Kirchner, copia exactamente el billete de 5 pesos con el rostro de Eva Perón diseñado en 1955. La presidente seguramente no notó que donde el antiguo billete estaba adornado con estrellas federales que rodeaban el busto de Evita ahora hay 11 estrellas de David que ahorcan a Evita. El Tercer Reich utilizó como símbolo y “santo y seña” ante cada reunión o saludo el Sieg Heil que saluda a la S rúnica que simboliza el triunfo del espíritu, mientras el símbolo universal para la moneda es justamente esta S pero presa detrás de los barrotes de la esclavitud, o sea la esclavitud del espíritu. La estrella de David, por su parte, simboliza el encadenamiento de la trinidad sagrada mediante su opuesto. Debería entonces al menos tomarse como hipótesis de que los poderes desafiados por Hitler son mucho más poderosos de lo que se cree para plantear el por qué su figura es objeto de tanto odio y amor.
4. Una larga lista de revisionistas agredidos ha sido ya publicada en:http://es.metapedia.org/wiki/Lista_de_las_víctimas_del_ZOG aunque no incluye todas las presiones menos extremas y la aún más difundida condena social de la que lamentablemente muchos trabajadores o personas públicas deben cuidarse. Generalmente una opinión positiva sobre Hitler significa ver coartadas todas las posibilidades laborales y de progreso para pasar al peligro y la intranquilidad para el “corajudo” y su familia, sino directamente la cárcel. Muchos revisionistas permanecen presos en la actualidad.
5. Debemos reconocer que nos basamos en el pionero trabajo de CEDADE llamado “100 opiniones sobre Hitler”, aunque lo hemos ampliado casi al doble con otras opiniones y completado las referencias biográficas para resaltar mejor la importancia de cada declaración. También creímos oportuno resaltar el destino de muchos de los admiradores para demostrar que una opinión favorable a Hitler conlleva al valiente todo tipo de castigos y presiones.
6. Si algunos generales alemanes como Manstein, Rommel y Guderian se llevan también gran parte de los méritos en varias de las campañas de Hitler, no deben olvidar que fue Hitler el que los sostuvo y elevó por sobre sus colegas por encontrar en ellos concepciones afines a las suyas, aunque contrarias a los altos rangos del Ejército. Si bien estos generales le critican muchas cosas a Hitler en sus memorias de postguerra, con diversos grados de sinceridad, y, como todos los generales alemanes en la postguerra, creen ver el punto decisivo de la pérdida de la guerra en el no seguimiento de sus puntos de vista, ninguno le niega este genio y visión innovadora dentro de un Ejército con una muy larga y excelente tradición militar.
7. No quisiéramos cargar tanto las tintas en los crímenes aliados pues puede parecer que sólo se cuentan las muertes de un bando, pero libros como “Los horrores polacos. Atrocidades cometidas en Polonia contra la minoría alemana” con amplia documentación y pruebas de todo tipo harán comprender por qué se debe usar el adjetivo de perverso.
8. Joaquín Bochaca, en “Democracia Show”, demuele magistralmente el “mito Churchill” de la siguiente forma: “Sir Neville Chamberlain, que había sido democráticamente elegido por el pueblo británico, fue prácticamente depuesto por una maniobra de pasillos en la Cámara de los Comunes; en dicha maniobra, propiciada exclusivamente por miembros de su propio Partido Conservador, los partidarios de Chamberlain, que fue llevado, según su propia confesión, a rastras a la guerra y que acariciaba la idea de llegar a una paz negociada con Alemania, fueron arrollados por el clan belicista, que impuso a Winston Churchill. (…) Y no deja de ser curioso que este hombre, tan popular en Inglaterra como Lincoln en los Estados Unidos, nunca ganó una elección cuando se presentó solo. El símbolo de la V -la Victoria de las democracias en la última guerra mundial-, fue sucesivamente derrotado en las urnas cuando se presentó como candidato liberal, independiente, conservador, otra vez liberal, laborista independiente y nuevamente conservador (ala radical). No sabemos si hubiera tenido más éxito como fascista de haberlo admitido Sir Oswald Mosley en la British Union of Fascists cuando Churchill se lo pidió en 1929. En todo caso, Sir Winston Churchill nunca llegó a obtener más de un 40 por ciento de votos ni de una cuarta parte del electorado. Cuando en 1951 el Partido Conservador obtuvo la victoria, Churchill, entonces con 77 años a cuestas, se presentó flanqueado por Anthony Eden, que representaba, en tal binomio, la eficacia y aquél el símbolo. A los ochenta años se retiró de la política. Una bombástica propaganda le ha convertido en un mito, pero mito o no, sus compatriotas le rehusaron sus votos constantemente, y sólo al final, al verlo acompañado de alguien más, le votaron. Pero hay mitos tenaces y Churchill que no ganó prácticamente nunca es el símbolo de los demócratas, y Hitler, que ganó siempre, el de los dictadores.”
9. Exponer todas las falsedades del supuesto holocausto llevaría otro libro igual de grueso que este, por lo que los remitimos al libro de Karl Butz editado por esta editorial a los cientos que se consiguen sobre revisionismo histórico por internet o en las valientes librerías que todavía resisten las presiones a costa de pérdidas y ataques de todo tipo por permitir la venta de ellos. Las pruebas son demasiado contundentes y serán algo obvio para quien entienda qué significó Hitler para el poder mundial que hoy se enseñorea sobre las naciones. Una buena recopilación de bibliografía revisionista del holocausto ha sido reunida en la página de AAARGH:
http://www.aaargh.codoh.info/espa/solavaya.html
10. Siempre la propaganda buscará razones con las que explicar el apoderamiento de Hitler del poder y el apoyo que tuvo del pueblo para actuar como Dictador. Muchos creerán sus mentiras pero no podrán nunca explicar como forzó al pueblo alemán e incluso a muchos extranjeros a amarlo y divinizarlo, pues se puede forzar a seguir pero no a amar, cómo logró que todos luchen por él y por la defensa de una idea hasta el último día de su vida, pues los sentimientos y el heroísmo no son algo que se imponen por la fuerza. Tampoco pueden explicar como un hombre que o es un loco o sólo tiene intención de dominar y matar a cientos de personas sea a la vez una persona tan sensible y haya hecho tanto por el bien de su pueblo.
11. Dos momentos sin embargo pueden juzgarse excepcionales: los intentos de desestabilización del régimen por parte de los propios partidarios mediante luchas de poder entre el Ejército y las formaciones armadas, y el atentado contra la vida de Hitler que lo obligó a extremar las medidas represivas para mantener el orden.
12. Hubo un tímido intento democrático de Hitler por recuperar las colonias alemanas en África. El Dictador déspota pedía tan sólo que se les permita votar a los africanos para saber si querían volver al control alemán, los “demócratas” se opusieron a la consulta popular. Mediante intrigas con los demás países coloniales intentaron hacer de este pedido democrático de Hitler una causa de enemistad, pero el dictador no recuperó por la fuerza sus colonias africanas debido a su supuesta ansia imperialista sino que prefirió renunciar a ellas en pos de la paz. Hitler sabía que los africanos preferían a los alemanes debido a sus históricas ayudas y labor humanitaria, como la del famoso bacteriólogo Robert Koch, el verdadero padre de la bacteriología, con los avances que logró en las colonias alemanas en África en su lucha contra enfermedades como la malaria, el cólera y la tuberculosis, y que los ingleses tenían fama de piratas y habían dejado un tendal de muertos, como el exterminio de los Boers en campos de concentración ingleses. Hitler pidió, como siempre, la consulta al pueblo y, contrariamente a lo que se cree, no utilizó la fuerza para recuperarlas pues no consideraba le asistía el total derecho. Siempre que le preguntaron dijo que no derramaría la sangre ni de un solo alemán para recuperar colonias en África. Su doctrina nunca intentó llegar a todo el mundo. Sin embargo, le espetó en la cara a Rossovelt su hipocresía cuando le dijo ante el Reichstag “Prácticamente todos los habitantes africanos han sufrido la pérdidas de libertades por la fuerza en algún momento, y la espada sangrienta nunca decía “hecha en Alemania” sino “hecha en la democracia”
13. Francia tuvo 15 años para moldear el ánimo del pueblo sarrés y aplicó toda la propaganda antinazi posible para hacerles creer que les convenía ser parte de Francia en lugar de ser alemanes. Bajo control internacional, lograron un apabullante resultado gracias a una insistente propaganda antinazi: el 0,4% quería unirse a Francia y el 90,75% de los votos fueron favorables a la unión con Alemania. Otra invasión imperialista nazi más, y van…
14. En 1920 se había organizado un plebiscito para consultar al pueblo austríaco si deseaba o no unirse con el Reich. La primera provincia consultada es el Tirol del Norte: el 98,6 % de los electores son partidarios del Anschluss. En 1921, el plebiscito celebrado en Salzburgo arroja un 99 % de votos favorables a la unión austroalemana. Las provincias de Styria y Carniola y la capital, Viena, deben pronunciarse a continuación, pero la Sociedad de Naciones interviene, a petición de los Aliados, y los plebiscitos son suspendidos.
15. André Rogerie, deportado al campo de Auschwitz, en su libro anti-nazi sobre el holocausto,“Vivre c’est vaincre” editado en 1945, comete sin embargo la temprana infidencia de contar cómo lo atendieron de diversas enfermedades, haciéndole exámenes en laboratorio cuando se creía que tenía malaria o trasladándolo a otro campo que tenía rayos-x ante otra enfermedad en el cuero cabelludo. Finalmente, debido a la alimentación, reconoce que ¡¡aumentó 16 kilos desde que ingresó!!.
16. Ver Don Heddesheimer: “The First Holocaust. Jewish Fund Raising Campaigns with Holocaust Claims During and After World War One", donde se numeran todos los reclamos por 6 millones de judíos que se hicieron desde la Primer Guerra Mundial hasta la Segunda.
17. Ver “The Jewish Declaration of War on Nazi Germany. The Economic Boycott of 1933" Artículo de la revista "The Barnes Review", Ene./Feb. 2001, pp. 41-45. En él se hace un resumen de las declaraciones y manifestaciones de boicot judío contra Alemania mucho antes de que en Alemania se tomaran medidas contra los judíos. La más conocida en la Alemania de la época, y que exasperó a los alemanes, es la portada del periódico británico “The Daily Express” de London, en su edición de Marzo 24 de 1933 titulado “Judea declares war on Germany” donde se relatan la declaración de guerra a Alemania y los esfuerzos unificados de los judíos para boicotearla económicamente. Samuel Untermeyer, presidente de Federación económica mundial judía, en un artículo del New York Times, 7/8/1933, y reiteradamente en sus conferencias, llamaba a todos los judíos del mundo a unirse a esta "guerra santa contra Alemania" para llevarlos al hambre mediante el bloqueo y derrocar al democráticamente elegido gobierno de Hitler mientras elchairman national de la organización, David A. Brown, declaraba "Nosotros los judíos vamos a traer la guerra a Alemania”. El mismo Untermeyer declara en su libro, The Public Years, que también Bernad Baruch, el judío consejero del presidente Roosevelt, estaba llevando adelante el mismo plan.
El congreso mundial judío reunió 50.000 judíos en el Madison Square Garden el 12/3/1933 con este fin y el escritor judío Edwin Black afirma en “The Transfer Agreement” que un millón de judíos (22) en todo el mundo se sumaron a estas manifestaciones y que en Londres los locales judíos ponían carteles en la entrada donde prohibían el ingreso a los alemanes y llamaban al boicot contra el nazismo. "Hitler no tendrá una guerra, pero se verá forzado a ella, sino este año será más adelante", escribía el famoso escritor judío Emil Ludwig (Cohn) en 1934 en el periódico francés "Les Annales". El 3/6/1938 el semanario "American Hebrew", órgano oficial de la judería norteamericana, declaraba: "Resulta evidente que la combinación de Gran Bretaña, Francia y Rusia, tarde o temprano, detendrá la marcha triunfante de Hitler. Sea por accidente o designio, un judío ocupa una posición de máxima importancia en cada una de estas naciones. En Francia Leon Blum es el judío prominente. Maxim Litvinoff en Rusia es el judío que se sienta a la derecha de Stalin. El judío prominente en Inglaterra es Leslie Hore-Belisha, el nuevo jefe de Tommy Atkinns. De modo que estos tres hijos de Israel formarán la combinación que enviará al delirante dictador nazi al infierno".
Siendo que los judíos siempre han estado al frente de los bancos e instituciones financieras a lo largo de toda su historia, esta acción indefectiblemente tuvo sus consecuencias y, debido al bloqueo, ya en el primer cuarto de 1933 las exportaciones alcanzaron apenas la mitad de las exportaciones de las equivalentes en 1932. Esta amenaza hubiera sido catastrófica si no fuera porque Hitler revolucionó la economía dándole valor sólo al trabajo y no a la moneda y exprimiendo al máximo el ingenio alemán para lograr el autoabastecimiento con cientos de nuevos productos inventados en sustitución y con un revolucionario (para las finanzas) sistema de intercambio con los demás países productores.
Como respuesta a este boicot masivo y permanente los alemanes organizaron un día de boicot a los negocios y productos judíos en Alemania el 1° de abril de 1933. Sin embargo, gracias a la propaganda antinazi de los medios de prensa este día pasó a la inmortalidad repitiéndose las imágenes en miles de libros, periódicos y revistas, mientras que del boicot y declaración de guerra judía, que causaron este único día de boicot nazi, nada se sabe. Cabe aclarar también que debido a esta declaración de guerra a Alemania le asistía el derecho a encerrar a los beligerantes, como ha sucedido por ejemplo en EEUU que encerró a los japoneses sean ciudadanos estadounidense o no y sin necesidad de haber realizado ninguna acción a favor de su país. En Alemania, contrariamente a lo que se cree, se encerró en campos de trabajo únicamente a judíos que realizaran acciones subversivas, como puede demostrarse por la gran cantidad de judíos que siguieron realizando actividades en el país e incluso por todos los judíos que fueron cesados de funciones importantes pero siguieron cobrando una pensión por su actividad.
Mientras Hitler cesó de su puesto al 9,5% de los catedráticos, aunque con el goce de pensiones acordes a su puesto. Los vencedores purgaron aún más las universidades y expulsaron al 32,1% de los catedráticos, que fueron además perseguidos y condenados a rebuscárselas como puedan por "nazis", sin importar que estaban en sus puestos antes de la llegada al poder.
18. Se debería saber que el pueblo alemán era el más instruido de la época y que el apoyo al nacionalsocialismo en las universidades fue en un principio mucho mayor al que tenía en el pueblo llano. Se cree que antes de la subida al poder el apoyo era hasta un 60% mayor en el ámbito universitario.
19. Respecto a la tecnología tendríamos que hacer una comparación bastante larga que no viene al caso. Podemos darle la derecha al sistema actual en cuanto a que su desarrollo tecnológico ha sido una de las pocas cosas de las que puede enorgullecerse. Sin embargo, no debería olvidar cuánto le debe a Hitler y su gusto por las tecnologías alternativas o revolucionarias y el desarrollo científico. Al finalizar la segunda guerra mundial EEUU confiscó 360.000 patentes alemanas y reclutó a 523 científicos alemanes que promovieron enormemente la ciencia en aquel país gracias a lo que se conoce actualmente como "Operación Paperclip". Tal es así que tuvieron que adoptar 40.000 términos técnicos nuevos para procesar tanta información novedosa. Prácticamente todos los grandes avances de la ciencia militar están basados en los inventos nazis. En el ámbito militar los submarinos eléctricos, el sistema de misiles, el avión a propulsión, entre otros, revolucionaron la tecnología y sirvieron de base para la gran mayoría de los desarrollos posteriores gracias a los planos y aparatos robados a los alemanes. Aunque muchos dicen que esto es apenas un juego de niños que les dejaron para que se entretengan de acuerdo a otros desarrollos electromagnéticos que muchos vieron y hoy se encuentran desaparecidos ya que, según dicen, un reducido grupo se habría llevado a bases antártidas. Serían las famosas "armas secretas" de las que toda Alemania hablaba y nunca llegaron a entrar en acción. El tema es demasiado largo y el terreno es poco sólido debido al gran misterio que lo rodea, pero podemos dejarlo de lado y seguir tomando nota de que la popularización de la tecnología moderna fue gracias al impulso que Hitler impuso a su ciencia y a su deseo de que cualquiera pudiera gozar, por ejemplo, de la televisión o el automóvil en una época en que estos eran productos de lujo para unos pocos. También el uso de computadoras a nivel gubernamental fue impuesto en aquella época por primera vez. Incluso la cohetería espacial fue realizada gracias a los avances alemanes, hasta tal punto que las pocas veces que el hombre pudo viajar al espacio fue siempre gracias a los científicos nazis que comandaron aquel famoso “Programa Apolo”. Nunca más pudo, o nunca más lo dejaron, pisar la luna o cualquier otro planeta. Si bien mucho puede ser adscrito al natural impulso científico alemán, no se puede dejar de considerar el enorme impulso que Hitler personalmente le imponía a todos los avances y lo muy versado que estaba en cada uno de ellos, como pudieron comprobar sorprendidos todos los militares que tenían charlas técnicas con Hitler.
Como muestra de la importancia de sus visiones se puede citar el caso del apoyo a Viktor Schauberger, que mediante la observación de la naturaleza desarrolló teorías alternativas sobre energía contenida en el agua. Al llegar al poder, Hitler pidió que se le de todo lo que necesite para demostrar que tenía razón. Las intrigas y la propaganda no permitieron que Schauberger colaborara con Hitler, pero el Führer demostró una vez más su confianza hacia las personas que demuestran planteamientos científicos innovadores. Lo mismo demostró por su apoyo a la homeopatía en contra de la medicina alopática. La homeopatía atribuye el que alguien esté enfermo a un desequilibrio del espíritu vital, de la capacidad autocurativa del propio cuerpo, a la que la homeopatía asiste. La medicina alopática en cambio se basa en una visión puramente mecánica y específica al fallo que ocasiona la enfermedad sin tener en cuenta el todo, por lo que administra medicamento para cada falla química. Otros importantes adelantos sobre la investigación del cáncer también fueron realizados gracias a su apoyo. Una increíble cantidad de tratamientos alternativos de la ciencia, como por ejemplo el uso de pirámides para el tratamiento de heridas que recién ahora se está recuperando en Cuba, fueron ya probados durante el Tercer Reich. También aquí, el nazismo demostró ser la antítesis del mundo moderno debido a su uso humano, comprensivo de la esfera espiritual, y ético de la ciencia que siempre respetó a la naturaleza como la expresión de un divino creador.
20. Céline era en ese momento el escritor más famoso de Francia pero terminó preso por haberse atrevido a reconocer esto.
21. Blum, John Morton: "From the Morgenthau Diaries: Years of War, 1941–1945"; Boston; 1967, p. 342.
22. Curiosamente el número era mucho mayor que los 600.000 judíos que ellos mismos en esa misma conferencia reconocían que había en Alemania en 1933. Para 1938 (según consta en el mismo Museo del Holocausto de Jerusalén) habían quedado en Alemania, cuando todavía no se había inventado ni una sola matanza, 250.000 judíos. De ellos se conoce la supervivencia de 100.000 judíos, se desconoce el paradero de 150.000 y los restantes habían logrado emigrar antes de 1938. Dado que la declaración de guerra se realizó para defender a los judíos oprimidos en Alemania, tendríamos que deducir que en defensa de estos 150.000 desaparecidos (sin contar cuantos emigraron entre 1938 y 1941, y sin tener en cuenta cuantos de los desaparecidos se debe a los criminales bombardeos indiscriminados de los aliados) este millón de judíos desde Estados Unidos logró dar comienzo al ataque que terminó en la Segunda Guerra Mundial con sus millones y millones de muertos de todas las naciones. Aunque no es la interpretación que nosotros damos a los hechos, las estadísticas son ciertas.
23. Según las estadísticas, la cantidad de judíos en todas las áreas donde llegaron los alemanes era de aproximadamente 3 millones, lo que ya de por sí hace imposible que 6 millones hayan sido exterminados, pero lo curioso es que según revistas judías como "Aufbau", o como el mismo investigador judío Norman Finkelstein ha denunciado, tras la guerra unos 4 millones de judíos cobraron indemnizaciones por ser “sobrevivientes del holocausto” y las reparaciones constituyen la mayor fuente de dinero para sostener las políticas criminales del Estado de Israel sobre los palestinos. Ni siquiera contando todos los judíos del mundo las cifras podrían cuadrar dado que antes de la guerra existían en todo el mundo (no sólo en territorios manejados por Alemanes) menos de 16 millones de judíos. Si los nazis mataron 6 millones, no se explica como los 10 millones restantes lograron reproducirse tan milagrosamente como para alcanzar la cifra de 18 millones de judíos que había después de la guerra según el “American Jewish Committee”.
24. Que se nos disculpe la sobreabundancia de epítetos, pero como ya han demostrado muchos investigadores la ciencia farmacéutica actual no sólo es más perjudicial que benéfica para la humanidad ya que sólo tiene como fin la creación y sostenimiento de enfermedades para poder mantener astronómicas ganancias económicas, sino que además se basa sin ningún sentido en el sádico asesinato de animales para experimentarla, aunque esté demostrado que lo que es veneno para muchos animales es cura para humanos, y viceversa. Ver “Vivisección, un crimen inútil”, de Joaquín Bochaca, para un resumen de las investigaciones al respecto de la experimentación con animales. Otra vez más, esto sólo es la consecuencia de una cosmovisión basada en el dinero y la ganancia egoísta sin importar el bien común.
25. Increíblemente, existió un plan de dirigentes sionistas que se proponía molestar a los refugiados para que sólo pueda ser Palestina el poder de destino de ellos. Es así que en 1940 Inglaterra finalmente había accedido a recibir a un reducido grupo de judíos para ubicarlos en la Isla Mauricio, pero los sionistas no quería otro destino para sus congéneres más que Palestina, por lo que el grupo Haganah (cuyo jefe era el luego presidente de Israel Ben Gurion) decide torpedear el barco que los transportaba matando a 252 judíos y a los miembros ingleses de delegación. El hecho fue develado recién en Noviembre de 1958 en el "Jewish Newsletter" de Nueva York.
26. Weichardt, Heinz H.: "Nazi Terror: A Short Autobiography of a Jewish National Socialist"; Heretical Press; Revised edition edition; 2004.
27. El líder de la Federación Sionista de Alemania, Dr. Hans Friedenthal, decía: "La Gestapo hizo todo para promover la emigración hacia Palestina. Recibimos habitualmente su ayuda cada vez que hacíamos requerimientos a otras autoridades para preparar la emigración". Los sionistas firmaron el "Acuerdo de Transferencia" con el gobierno alemán, conocido como "Ha'avara" en hebreo, en Agosto de 1933. A pesar de las objeciones del ministro del interior alemán, que hicieron elevar el acuerdo a revisión de Hitler, el Führer lo volvió a aprobar en 1937 y 1938. (En Alemania existían innumerable cantidad de organismos, encargados de solucionar los desacuerdos, formados por los líderes más capaces, encargados también de resguardar el interés de la comunidad. Cuando una disputa no era solucionada, iba subiendo por organismos cada vez con más poder, que se entienden están más capacitados, para que lo continúen dirimiendo. Empezando por problemas laborales, que generalmente se solucionaban en los llamados "Tribunales de Honor", integrados por los que más se hayan destacado en sus tareas en cada rama de actividad, que ante el choque de intereses debían velar porque los valores del Honor, la Lealtad y el bien de la comunidad fueran siempre respetados. Los problemas más importantes, luego de pasar por los llamados führer de sección según el führerprinzip, se elevan al Führer máximo. Más que una dictadura esto es lo más cercano a una democracia real donde los interesados y los más capaces son los responsables y gestores del gobierno)
28. Cuando una pareja alemana se casaba, tenía derecho a una casa y se le daban diez años de plazo para pagarla, y por cada hijo que tenían quedaba pagada una cuarta parte del inmueble.
29. El Instituto de Revisión Histórica de EEUU ofreció 50.000 dólares a cualquiera que pudiese probar que hubo judíos gaseados en Auschwitz, pero el premio nunca encontró un ganador.
30. Cualquier soldado alemán comprobado culpable de robo o violación encontró indefectiblemente su destino en el paredón de fusilamiento. Puede compararse esta disciplina impuesta por Hitler a los alemanes con las proclamas de Iliá Grigórievich Erenbúrg (conocido popularmente como Ilya Ehrenburg), escritor y periodista ruso-judío, jefe de propaganda del ejército soviético, quien arengaba a las tropas soviéticas al entrar a Alemania de la siguiente manera:
"¡Soldados del Ejército Rojo, arrancad por la violencia el orgullo racial de las mujeres alemanas!...¡Violad, destruid, matad!"
"¡Maten valientes hombres del Ejército Rojo, maten! No hay nada de lo que el alemán no sea culpable. El Camarada Stalin nos ordeno que sacrifiquemos al animal rabioso. Rompan con la fuerza el orgullo racial de las mujeres alemanas. Tómenlas como su trofeo de guerra por derecho. Maten, valientes hombres del Ejército Rojo, maten."(Ehremburg, Octubre de 1944 en Estrella Roja). |
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