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17 julio 2012

GILGAMESH PARTE 2

Tablilla III

Versión Babilónica Antigua

Nota: Los fragmentos del texto ponen en evidencia que Gilgamesh se propone salir contra el monstruoso Huwawa [Humbaba en asirio], que vive en la Selva de los Cedros. Enkidu procura disuadirle, pero el empeño de Gilgamesh resulta evidente en las siguientes líneas de la Versión Babilónica Antigua

Gilgamesh abrió la boca, diciendo a Enkidu:

« ¿Quién, amigo mío, puede escalar al cielo? Sólo los dioses viven eternamente bajo el sol para la humanidad, contados son sus días”  Ecl 1:2

¡Cuánto ejecuta no es sino viento! Incluso tú temes la muerte. ¿Qué hay de tu poder heroico? Deja que vaya delante de ti, haz que tu boca me grite, "¡Avanza; no temas!

Si yo cayere, habré conquistado nombradía:

"Gilgamesh", dirán, "contra el fiero Huwawa ha caído". Mucho después que mi estirpe haya nacido en mi casa».

Si caigo, habré conquistado la fama. La gente dirá: ¡Gilgamesh cayó luchando contra el fiero Humbaba!... Estoy decidido a penetrar en el bosque de los cedros, hasta ahora es feliz mi corazón: oigo este canto, veo una flor quiero fundar toda mi gloria.


Nota: (Del texto fragmentario de las tablillas IV y V se colige que la arriesgada expedición de los dos héroes contra Huwawa se remata con éxito.)

Cuando los héroes finalmente llegan ante Humbaba, el guarda de los árboles, el monstruo comienza a ofenderlos. Esta vez, Gilgamesh es quien está asustado, pero después de algunas palabras valientes de Enkidu la batalla comienza. Su cólera separa las montañas Sirara del Líbano. Finalmente Shamash envía sus trece vientos para ayudar a los dos héroes, Humbaba es vencido y le ruega a Gilgamesh por su vida. Él se compadece, pero Enkidu se molesta y le pide que mate a la bestia. Humbaba se vuelva a Enkidu y le pide que convenza a su amigo de perdonarle la vida. Cuando Enkidu repite la petición a Gilgamesh Humbaba los maldice. Cuando Gilgamesh lo hace, cortan árboles y encuentran la morada de Anunnaki. Enkidu hace una puerta de madera para el templo en honor de Enlil en Nippur y la deja flotar sobre el Éufrates.


Él se lavó la sucia cabellera, acicaló sus armas, la trenza de su pelo sacudió contra su espalda. Arrojó sus manchadas cosas, se puso otras limpias, se envolvió en un manto franjeado y se abrochó un ceñidor. Cuando Gilgamesh se hubo puesto la tiara, la gloriosa Istar levantó un ojo ante la belleza de Gilgamesh:

« ¡Ven, Gilgamesh, sé tú mi amante! Concédeme tu fruto. Serás mi marido y yo seré tu mujer. Enjaezaré para ti un carro de lapislázuli y oro, cuyas ruedas son áureas y cuyas astas son de bronce. Tendrás demonios de la tempestad que uncir a fuerza de mulas poderosas. En la fragancia de los cedros entrarás en nuestra casa. Cuando en nuestra casa entres, ¡El umbral y el tablado besarán tus pies! ¡Se humillarán ante ti reyes, señores y príncipes! El producto de colinas y de llano te ofrecerá por tributo. Tus cabras engendrarán crías triples, tus ovejas gemelos, tu asno en la carga sobrepujará a tu mula. Los corceles de tu carro serán famosos por su carrera, ¡Tu buey bajo el yugo no tendrá rival!»

Gilgamesh abrió la boca para hablar, diciendo a la gloriosa Istar:

« ¿Qué daré a ti para que pueda tomarte en matrimonio? ¿Te daré aceite para el cuerpo y vestidos? ¿Daré pan y vituallas? [... ] Comida digna de la divinidad, [...] bebida propia de la realeza…” (mutilado)

¿... si yo te tomo en matrimonio? No eres más que un brasero que se apaga con el frío; una puerta trasera que no detiene la ráfaga ni el huracán; un palacio que aplasta al valiente [...]; un turbante cuyo amparo [...]; pez que ensucia a los porteadores; odre que empapa al que lo carga; piedra caliza que comba el baluarte de piedra; Jaspe [que...] país enemigo; ¡Calzado que oprime el pie de su propietario! ¿A cuál amante amaste siempre? ¿Cuál de tus pastores plugo a ti constantemente?

Vamos, y mencionaré para ti tus amantes:

De... [... ] Para Tammuz, el amante de tu juventud, has ordenado llantos año tras año. Habiendo amado al pintado pájaro pastor, le lastimas, rompiendo su ala. En los sotos permanece, chillando: "¡Mi ala"!

Después amaste a un león, perfecto en fuerza; siete hoyas y siete cavaste contra él. Luego a un garañón amaste, famoso en la batalla; el látigo, el acicate y la brida ordenaste para él. Decretaste para él un galope de siete leguas, Decretaste para él una bebida de agua cenagosa; ¡Para su madre, Silili, ordenaste gemidos!

Después amaste al guardián del rebaño, el cual siempre amontonó para ti pasteles, a diario sacrificó cabritos por ti; pero tú le afligiste, trocándole en lobo, para que sus gañanes le ahuyentaran, y sus perros le mordieran las ancas.

Luego amaste a Isullanu, jardinero de tu padre, que te ofrecía siempre cestas de dátiles, y diariamente adornó tu mesa. Tus ojos se levantaron hasta él, tú fuiste a él: "Oh Isullanu mío, ¡probemos tu vigor! ¡Extiende tu «mano» y toca nuestra «modestia»!"

Isullanu te dijo: "¿Qué deseas de mí? ¿Acaso no coció mi madre, no he comido, para que yo pruebe el manjar hediondo, impuro? ¿Protegen las cañas del frío?".
Cuando le oíste hablar así, Le castigaste y le convertiste en un topo. Le colocaste en medio de. […]; No puede subir... no puede bajar... Si me amas, me tratarás como a ellos».

Cuando Istar oyó esto, Istar se enfureció y ascendió al cielo. Se adelantó Istar ante Anu, su padre, a Antum, su madre fue y dijo:

«Padre mío, ¡Gilgamesh ha acumulado insultos sobre mí! Gilgamesh ha enumerado mis hediondos hechos, mi fetidez y mi impureza».

Anu abrió la boca para hablar, Diciendo a la gloriosa Istar:

«Pero, en verdad, tú incitarías. [...], y por ello Gilgamesh ha citado tus hediondos hechos, tu fetidez y tu impureza».

Istar abrió la boca para hablar, Diciendo a Anu, su padre:

«Padre mío, ¡hazme el Toro del Cielo para que castigue a Gilgamesh, y llene a Gilgamesh...! Si tú no me haces el Toro del Cielo, quebraré las puertas del mundo inferior, yo haré [...], yo levantaré los muertos roídos y vivos, para que los muertos superen a los vivos!»

Anu abrió la boca para hablar, diciendo a la gloriosa Istar:

«Si hago lo que me pides, habrá siete años de cáscaras hueras. ¿Has cosechado grano para la gente? ¿Has cultivado hierba para las bestias?»

Istar abrió la boca para hablar, diciendo a Anu, su padre:

« Grano para la gente he almacenado, hierba para las bestias he proporcionado. Si ha de haber siete años de cáscaras, he reunido grano para la gente, he cultivado hierba para las bestias».

Nota: (El estado fragmentario de las líneas 114-128 impide su traducción. Sin embargo, se desprende de ellas que Anu cedió a la petición de Istar, porque el Toro baja y mata centenares de hombres con sus dos primeros resuellos.
Con su tercer resoplido saltó contra Enkidu. Enkidu paró su embestida. Brincó a lo alto Enkidu, asiendo al Toro del Cielo por los cuernos.
El Toro del Cielo lanzó su espuma a su cara, Le restregó con lo espeso de la cola.)

Enkidu abrió la boca para hablar, diciendo a Gilgamesh:

«Amigo mío, nos hemos preciado [...]».

(Las líneas 137-151 están mutiladas, pero las incidencias de la lucha se manifiestan en las siguientes.)

Entre el cuello y las astas hincó su espada. Cuando hubieron matado al Toro, arrancaron su corazón, Colocándolo ante Samas. Retrocedieron y rindieron homenaje a Samas. Los dos hermanos se sentaron.
Entonces Istar subió al muro de la amurallada Uruk, Se encaramó en las almenas, pronunciando una maldición:

« ¡Ay de Gilgamesh porque me injurió matando al Toro del Cielo!»

Cuando Enkidu oyó estas palabras de Istar, Arrancó el muslo derecho del Toro del Cielo Y lo lanzó a su cara:
«Si pudiera atraparte, como a él Te trataría. ¡Sus entrañas colgaría a tu lado!»

A esto Istar congregó a las consagradas, las mozas de placer y las rameras del templo. Sobre el muslo derecho del Toro del Cielo lanzó un lamento.

Pero Gilgamesh llamó a los artífices, a los armeros, a todos ellos. Los artesanos admiraron la grosura de sus cuernos: Cada uno está compuesto de treinta minas de lapislázuli; la capa superior de cada uno tiene dos dedos de grueso; seis medidas de aceite, la capacidad de los dos, ofreció como unción a su dios, Lugalbanda.

Los llevó y suspendió en su alcoba principesca. En el Éufrates se lavaron las manos, Se abrazaron a medida que caminaban, atravesando la calle comercial de Uruk. La gente de Uruk se reúne para contemplarlos.

Gilgamesh a las tañedoras de lira de Uruk. 1 Sm 18:7
Dice estas palabras:

« ¿Quién es el más espléndido entre los héroes? ¿Quién el más glorioso de los hombres?» «Gilgamesh es el más espléndido entre los héroes, Gilgamesh es el más glorioso de los hombres». (186-188 mutilado)

Gilgamesh en su palacio festeja. Yacen los héroes en sus lechos nocturnos. También Enkidu está acostado, viendo un sueño. Se levantó Enkidu a relatar su sueño, Diciendo a su amigo:

«Amigo mío, ¿por qué los grandes dioses se juntan en consejo?»

Gilgamesh con fuerza descomunal


Enkidu amigo inseparable de Gilgamesh

Tablilla VII
Las dos primeras columnas de esta tablilla, el sueño de Enkidu, faltan en la Versión Asiria.

«[...]... Entonces llegó la luz del día». Y Enkidu respondió a Gilgamesh:
«Oye el sueño que tuve anoche: Anu, Enlil, Ea y el celestial Samas celebraban consejo. Y Anu dijo a Enlil: "Porque el Toro del Cielo mataron, y a Huwawa mataron; por consiguiente", dijo Anu, "uno de ellos, aquel que taló los montes del cedro, debe morir".

Pero Enlil dijo:

"¡Enkidu debe morir; Pero Gilgamesh no morirá!

Entonces el celeste Samas respondió al bravo Enlil:

¿No mataron por orden mía al Toro del Cielo y a Huwawa? ¿Debe ahora el inocente Enkidu perecer?"

Pero Enlil se enfrentó iracundo con el celestial Samas:

"Porque muy semejante a un camarada suyo, tú bajaste a diario hasta ellos"».

Enkidu cayó enfermo ante Gilgamesh. Y mientras sus lágrimas se deslizaban dijo:

« ¡Oh hermano mío, mi querido hermano! ¡A mi tenían que perdonar a expensas de mi hermano!»

Además:
« ¿Tengo yo junto al espíritu de los muertos que sentarme, en la puerta del espíritu, y jamás de nuevo contemplar a mi querido hermano con mis ojos?»

Nota: (El resto se ha perdido. En una postrera revisión de su existencia, Enkidu parece lamentar los sucesos que le han llevado a tan triste trance, maldiciendo las etapas sucesivas de su vida predestinada. Una de sus maldiciones, conservadas en un fragmento asirio, se dirige contra la puerta que lisió su mano.)

Enkidu [...] levantó sus ojos, hablando a la puerta como si fuera humana: « ¡Tú, puerta de los bosques, incomprensiva, No dotada de entendimiento! A veinte leguas de distancia elegí tu bosque, mucho antes de que contemplara el cedro altivo. No tiene igual tu bosque en la tierra. Seis docenas de codos es tu altura, dos docenas tu anchura, [...] tu poste, tu poste contera, tu poste tirador [...]. Un maestro de artífices de Mppur te construyó [...]. Si hubiese sabido, oh puerta, que esto sucedería y que ésta tu belleza [...], hubiese enarbolado el hacha, hubiese [...], ¡Hubiese colocado un marco de caña sobre ti!»

Nota: (Sigue una extensa laguna. Cuando el texto se restablece, Enkidu, prosiguiendo su amargo balance, invoca la maldición de Samas sobre el cazador.)

(III)
« ¡[...] destruya su riqueza, disminuya su poder! Sea su [camino repugnante] en tu presencia. Escapen las bestias que quiera apresar delante de él. ¡No consiga el cazador la plenitud de su corazón!»

Después su corazón urgióle a maldecir a la ramera:

« ¡Ea, moza!, decretaré tu destino, ¡Un destino que no concluirá en toda la eternidad! Te maldeciré con maldición grande, un juramento cuyas maldiciones pronto te abrumarán. [...] exceso de tus encantos. (11-17) (mutilado) [...] arrojará en tu casa. [... ] el camino será tu morada, la sombra de la pared será tu paradero, [... ] tus pies, los fatuos y los sedientos herirán tu mejilla. (23-30) (mutilado) Por mi [tú has...] Y por [...] sobre mí.»

Cuando Samas oyó estas palabras de su boca, Sin dilación le gritó desde el cielo:

« ¿Por qué, oh Enkidu, maldices a la ramera, que te hizo comer manjares dignos de la divinidad, y te dio vino propio de la realeza, que te vistió con nobles ropas, y te hizo poseer el noble Gilgamesh por camarada? ¿Y Gilgamesh, tu amigo cordial, no te ofreció un lecho preclaro? Te hizo ocupar un lecho de honor, te colocó en el asiento de la holgura, en el asiento de la izquierda, ¡Para que los príncipes de la tierra besaran tus plantas!
Hará que las gentes de Uruk lloren por ti (y) se lamenten, Que el pueblo [alegre] gima por ti. Y, cuando te hayas ido, Su cuerpo de pelo intenso cubrirá, pondráse una piel de león y errará por la estepa».

Cuando Enkidu oyó las palabras del valiente Samas, [...] su corazón vejado se aquietó. Tranquilizándose, Enkidu cambia su maldición en bendición. Habla de nuevo a la muchacha

(IV)
«Así [...] vuelve a tu lugar. Reyes, príncipes y nobles te amarán. Ninguno por ti se golpeará el muslo. Por ti el anciano meneará su barba. ... el joven desceñirá su cinto. [...] cornerina, lapislázuli y oro. Así sea retribuido quien te mancille, quede su casa vacía, su colmado almacén. A la presencia de los dioses el sacerdote te permitirá entrar, Por ti se abandonará la esposa, aunque sea madre de siete».

[... Enkidu, cuyo humor es sombrío, [...] yace a solas.  Aquella noche comunica sus sentimientos a su amigo:

« Amigo mío, vi un sueño anoche: Los cielos gemían, la tierra respondió; [...] yo estaba solo. [...] su faz se oscureció. Como en [...] era su rostro. [...] como las garras del águila eran sus zarpas. [... ] él me dominó. [... ] él salta. [... ] él me sumergió. (23-30 mutilado o ausente)
[ ... ] ... él me transformó, De forma que mis brazos eran [...] como los de un ave. Mirándome, me guía a la Casa de las Tinieblas, la mansión de Irkalla, a la casa que no abandona quien entró en ella, por el camino que no tiene regreso, A la casa cuyos habitantes carecen de luz, donde el polvo es su vianda y arcilla su manjar. Están pergeñados como pájaros, con alas por vestiduras, Y no ven luz, residiendo en la oscuridad.

En la Casa del Polvo, en que había entrado, contemplé gobernantes sin sus coronas; vi príncipes, a los nacidos para la corona, Que habían regido la tierra desde días pretéritos. Estos dobles de Anu y Enlil servían carnes asadas; Servían pasteles y escanciaban agua fresca de los odres.

En la Casa del Polvo, en que había entrado, Reside el sumo sacerdote y el acólito, Reside el encantador y el extático, Residen los lavadores, ungidores de los grandes dioses. Reside Etanal, reside Sumuqan.

Ereskigal vive allí, Reina del submundo, y Belit-Seri, registrador del mundo inferior, se arrodilla ante ella. Ella mantiene una tablilla y la lee.
Levantando su cabeza, me contempla:

Diciendo: "¿Quién trajo a éste aquí?"»

Falta el resto de la tablilla en la Versión Asiria, pero pueden destacarse los siguientes fragmentos

« ¡Recuerda todos mis viajes con él! Mi amigo vio un sueño cuyos augurios eran desfavorables:

El día en que vio el sueño terminó abatido Enkidu.
Un día, un segundo día. El sufrimiento de Enkidu, en el lecho, aumenta.
Un tercer día, un cuarto día [...]. Un quinto día, un sexto y un séptimo; un octavo, un noveno y un décimo día, el sufrimiento de Enkidu, en el lecho, aumenta. Un undécimo y un duodécimo día [...]. Abatido está Enkidu en su lecho de dolor.
Al fin llamó a Gilgamesh y le dijo:

"Amigo mío, [...], ¡me ha maldecido! No como el que cae en batalla moriré, pues temí la batalla [... ]. Amigo mío, el que muere en la batalla es bendecido. Pero yo, [...]"»

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