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18 diciembre 2011

RASPUTIN Parte 2 : MISTICO, ESOTERICO, SANADOR, PRECURSOR Y PROFETA

 

TRABAJO DE COMPILACIÓN Y ESTRUCTURACIÓN EN BASE A DOCUMENTOS Y FOTOS RECOPILADOS POR EL Dr. Fernando Durand Mejía - Lima-Perú 

 

María Rasputina

Matryona Grigorievna Rasputina (26 de marzo de 1898 - 27 de septiembre de 1977) era la hija del místico ruso Grigori Rasputín y su esposa Praskovia Fyodorovna Dubrovina. Tras la Revolución rusa de 1917 escribió varias memorias sobre la vida de su padre, su asociación con el zar Nicolás II de Rusia y la zarina Alejandra Románova, y su asesinato.
Falleció el 27 de septiembre de 1977, a los 79 años.


Biografía

María nació en el pueblo siberiano de Pokrovskoye, pero viajó a San Petersburgo siendo adolescente, donde cambió su primer nombre de Matryona a María, más adecuado para lograr sus aspiraciones sociales. En 1913 Rasputín trajo a San Petersburgo a María, su hija preferida, y a su hermana menor Varvara, para vivir con él y estudiar en la escuela privada Steblin-Kamensky, con la intención de convertirlas en "pequeñas damas".

La escritora Vera Zhukovskaya describió a María, a sus dieciséis años, como una chica de rostro ancho, con un mentón cuadrado y "labios colorados" que frecuentemente lamía en un movimiento, a su parecer, predatorio. Su fuerte cuerpo parecía estar a punto de reventar su vestido de casimir y olía a sudor.

Las damas de sociedad la besaban y la llamaban por sus apelativos "Mara" y "Marochka" durante una reunión en el modesto apartamento de su padre. Zhukovskaya pensaba que era raro ver a la hija de Rasputín recibir tanta atención por parte de princesas y condesas.

Tiempo después María relató a sus nietos que su padre le enseñó a ser generosa, incluso en momentos de apremio. Rasputín decía que ella nunca debía salir de su hogar con sus bolsillos vacíos, pero siempre debía tener en ellos algo para dar a los pobres.

 

El asesinato de su padre

Las hijas de Rasputín estaban en su pequeño apartamento en San Petersburgo en diciembre de 1,916, cuando fue asesinado en una fiesta en la casa de Félix Yusupov, a quien él llamaba "El Pequeño". Reportaron los movimientos de su padre a los investigadores de la policía al día siguiente e identificaron ciertas botas recuperadas del río como las de su padre.

En abril de 1,918, mientras el Zar y la Zarina viajaban a su destierro final en Ekaterimburgo, Alejandra miró por la ventana del tren en Pokrovskoye y vio a la familia de Rasputín y algunos amigos, que a su vez los miraban a través de una ventana de su casa.

 

Su vida tras la Revolución

María estuvo brevemente comprometida durante la Primera Guerra Mundial a un oficial georgiano de apellido Pankhadze. Él había evitado ser enviado al frente de guerra gracias a la intervención de Rasputín, y estaba haciendo su servicio militar con los batallones de reserva en San Petersburgo. Tras el asesinato de Rasputín, sus seguidores la persuadieron a que se casara con Boris Soloviev, el carismático hijo de Nikolai Soloviev, tesorero del Sínodo Sagrado y uno de los admiradores de su padre.

Boris Soloviev rápidamente emergió como el sucesor de Rasputín. Soloviev, quien había estudiado hipnosis, asistía a las reuniones en las que los seguidores de Rasputín intentaban comunicarse con los muertos a través de oraciones y sesiones espiritistas.

María también asistía a las reuniones, pero luego escribió en su diario que no podía entender por qué su padre insistía en decirle que "ame a Boris" cuando el grupo le dirigía la palabra en las sesiones. Ella mencionaba que no le agradaba Boris en lo absoluto. Soloviev tampoco se sentía atraído a María. En su diario, escribió que su esposa no le era útil para mantener relaciones sexuales, pues había muchísimas mujeres cuyos cuerpos le resultaban más atractivos que el de María. No obstante, contrajeron matrimonio el 5 de octubre de 1917, regresaron a Siberia y vivieron varias semanas en la casa de Rasputín en Pokrovskoye.

Tiempo después, Soloviev tomó joyas del Zar y la Zarina para financiar su huida, pero se quedó con los fondos. Cuando los bolcheviques tomaron el poder, Soloviev delató a los oficiales que habían viajado a Ekaterimburgo para planear la escapada de los Romanov. Perdió todo el dinero que había obtenido de la venta de las joyas durante la guerra civil.

Existen también varios reportes de jóvenes en Rusia haciéndose pasar por los Romanov tras la Revolución. Soloviev estafó a varias familias rusas prominentes pidiéndoles dinero para planear la huida de algún Romanov impostor a China. Soloviev también encontró jovencitas dispuestas a hacerse pasar por alguna de las hijas del Zar en favor de las familias que había estafado.

 

Años en el extranjero

Soloviev y María finalmente emigraron a París, donde Soloviev trabajó en una fábrica automotriz y después murió de tuberculosis en 1926. María encontró empleo como institutriz para mantener a sus dos pequeñas hijas. Después que Félix Yusupov publicó sus memorias detallando la muerte de Rasputín, María demandó a Yusupov y al Gran Duque Demetrio Romanov en una corte parisina, reclamando $800.000. Condenaba a los dos hombres por ser asesinos, y decía que cualquier persona decente sentiría repulsión por la ferocidad del asesinato de Rasputín.

La demanda de María fue desestimada, pues la corte francesa determinó que no tenía jurisdicción sobre un asesinato político que tuvo lugar en Rusia.

María publicó la primera de tres memorias sobre Rasputín en 1,932, titulada Rasputín, Mi Padre.  También fue coautora de un libro de cocina, en el que constaba el plato favorito de su padre, la sopa de bacalao. Trabajó como una bailarina de cabaret en Bucarest, Rumania y luego consiguió empleo en un circo.

Durante la década de 1930 recorrió Europa y los Estados Unidos como una domadora de leones, promocionándose como "la hija del famoso monje loco cuyas hazañas en Rusia asombraron al mundo". Fue lacerada por un oso en Perú, Indiana, pero se mantuvo en el circo hasta que llegó a Miami, Florida, donde renunció y empezó a trabajar como una remachadora en un astillero de defensa durante la Segunda Guerra Mundial. Se radicó definitivamente en los Estados Unidos en 1,937 y se convirtió en ciudadana estadounidense en 1,945. Se casó con un hombre llamado Gregory Bernadsky en 1,940.

Trabajó en plantas de defensa hasta 1,955, cuando se tuvo que retirar debido a su edad. Desde entonces subsistió trabajando en hospitales, dando clases de ruso y haciendo de niñera para sus amigos. Aseguró tener poderes psíquicos en 1968 y dijo que Betty Ford se le había aparecido en un sueño y le sonrió. En una ocasión incluso dijo que reconoció a Anna Anderson como la duquesa Anastasia Nikoláyevna Románova. También obtenía ingresos a través de los pagos del Seguro Social. Vivió cerca de la autopista de Hollywood en Los Ángeles durante los últimos años de su vida.

CURACIONES MILAGROSAS DE RASPUTÍN.
Son muchos milagros los que se le atribuyen a Rasputín, la mayoría asociados a la hipnosis o el chacra, sin embargo, hay algunos milagros "curiosos" que merecen la pena ser mencionados.

Su poder de curación parecía aumentar conforme más gente curaba. Uno de sus éxitos más notables tuvo lugar con la princesa Irina Tatischclev, pariente de la princesa Militza, que asistía a menudo a las veladas de ésta. La princesa era una mujer dulce y agradable de poco más de cuarenta años, pero un enorme bocio la desfiguraba, dándole el aspecto de una rana deforme.

Como resultado, sólo los invitados más amables o más insignificantes le prestaban atención. A menos de una semana del regreso de Rasputín, la princesa tragó una gamba al tratar de seguir una conversación y casi se ahoga. La llevaron a una habitación. Cuando le contaron esto a Rasputín, fue a verla.

Estaba sola, con un viejo sirviente haciendo guardia. Era evidente que sufría y le lloraba tanto que apenas veía quién estaba al lado de su cama. Rasputín le habló para tranquilizarla y colocó ambas manos suavemente a ambos lados de su garganta. La princesa continuó ahogándose un rato más y, de pronto, suspiró largamente y cerró los ojos. Unos minutos más tarde, dormía.

Rasputín regresó a la fiesta, donde conversó con una francesa que estaba convencida de haber sido amante de Napoleón en una vida anterior. En las siguientes semanas, el bocio disminuyó cada día de forma notable...

Cada vez que Rasputín veía a la princesa, lo tocaba suavemente con la punta de los dedos. En la segunda semana de febrero, se había desvanecido por completo. El cambio fue increíble. Esta mujer, antes desfigurada y repulsiva, ahora se mostraba bella y atractiva.

La natural bondad de sus ojos y la dulzura de su sonrisa eran evidentes, ahora que el gran saco de carne se había desvanecido. Al cabo de seis meses, se casó con un brillante abogado, unos años menor que ella, llamado Vladimir Kolchac, y el matrimonio fue muy feliz. Grigori se sintió muy satisfecho al darse cuenta de que él había sido la causa de la dicha de esta encantadora y afable mujer y estuvo encantado cuando le pidieron que fuese padrino de su primer hijo.

Otro de los milagros que también fue muy comentado, es uno que tiene como protagonista a una de sus mayores fans, Anna Výrubova. El 15 de enero de 1,915 el tren en el que viajaba la mejor amiga de la zarina dirección desde Tsárskoie Seló a San Petersburgo, sufrió un terrible accidente, descarriló y Anna quedó sepultada por un amasijo de hierros, sus piernas estaban completamente destrozadas y tardaron mucho tiempo en poder sacarla de aquel infierno, cuando lo consiguieron había perdido muchísima sangre y los médicos dijeron que no sobreviviría más de unas horas. La zarina, que no puede creer en tan terrible noticia, llama inmediatamente a Rasputín.

Grigori llega a las pocas horas gritando ¡Anushka, Anushka!, la enferma abre levemente los ojos y al ver a Rasputín a su lado le susurra que rece por ella. Durante unos minutos Anna no reacciona. A partir de este punto hay dos versiones, la de los testigos, y la de Rasputín.

La de los testigos indica que al más puro estilo de algunos relatos de la biblia sobre Jesús, Rasputín grita a Anna ¡Levántate y anda! Anna se incorpora y al instante se desploma inconsciente. Rasputín se da la vuelta e indica con calma a la zarina: Se recuperará, pero quedará inválida.

La versión que Rasputín cuenta a su hija María no es tan espectacular, solo comenta que rezó durante horas cogiendo la mano de Anna, y que Dios le reveló que viviría pero que no podría volver a caminar.

Este punto no queda del todo claro porque si bien es cierto que Anna se recuperó y a partir de ese momento usó el resto de su vida silla de ruedas, en algunos libros indican que podía andar coja aún después del accidente.

Habladurías y rumores:
Cuando los zares ven que Rasputín es el único de curar a su hijo y aliviarle esos terribles dolores que le produce la hemofilia les invade la fe, confían ciegamente en el campesino, y empiezan a pedirle consejo hasta para los asuntos de estado, la nobles rusos pronto se dan cuenta de la influencia de Rasputín y lo ven como una amenaza, a menudo los periódicos rusos publican caricaturas muy críticas sobre él, con los zares en sus brazos a modo de marionetas.

También se dice que en uno de sus ritos, Rasputín salió a la calle sin ropa y que fue fotografiado y publicado en otro diario ruso.

Se le comunica a la familia imperial de múltiples formas y por diferentes informadores de las fastuosas juergas de su querido amigo, pero ellos hacen caso omiso, y si es uno de los sirvientes tiene queja del monje, es despedido inmediatamente.

La única que parece escuchar es la madre de Nicolás, María, que se alarma en cuanto se entera en una entrevista con el Primer Ministro, Vladimir Kokovtsov de todo lo que ocurre en el palacio.

La entrevista ocurrió así:

- Decidme Vladimiro - exclamó la Emperatriz María - ¿Cuáles son los repugnantes rumores que circulan en la sociedad y en la prensa, relativos a un campesino siberiano llamado Rasputín? Me duele ver el nombre de mi hijo y de mi nuera mezclados en este asunto. Como Primer Ministro debéis estar informado de todo ello.

Kokovtsov se mantuvo en un embarazoso silencio. Era difícil explicar ciertas cosas que no favorecían en absoluto a la familia imperial, al final habló.

- Vuestra majestad sabe- dijo- que el campesino Rasputín fue introducido en palacio por los elementos principales de la iglesia ortodoxa, con el fin de complacer al zar...

- Yo no sé nada, Kokovtsov - interrumpió la emperatriz María - Ya sabéis que vivo, como todos, apartada del palacio, Alejandra y mi hijo llevan una vida solitaria en Tsárskoie Selo. Nada bueno puede resultar para Rusia de todo esto.

Kokovtsov se vio obligado a contar la historia de Rasputín desde sus inicios.

- Nada sé- dijo- de la juventud del campesino. Tan solo que procede de Pokróvskoie, población situada en el distrito de Tobolsk. Desde joven destacó por su extraordinaria devoción religiosa, que le movió a abandonar su familia para recorrer distintos Conventos y Monasterios de aquellas tierras de Siberia.

Se cuenta que su fama se extendió con motivo de ciertas curas milagrosas realizadas por su presencia. Nada hemos podido averiguar con certeza; su vida es confusa hasta su llegada a San Petersburgo, en cuyo seminario conoció a Teófano, que apreció sus extraordinarias cualidades. Teófano le presentó al Abate Hermógenes, que, como Vuestra Majestad ya sabe, se encargó durante cierto tiempo de introducir a escogidos santones y "Yurodivis" a presencia de sus Majestades Imperiales. Hermógenes vio en él la encarnación de la sabiduría popular de los campesinos, y comprendió que sería del agrado del Zar.

- ¿Y con respecto al escándalo aparecido en la prensa? - preguntó la emperatriz María - ¿Qué sabéis de ello?

- Parece ser - contestó Kokovtsov - que Rasputín disputó violentamente con su antiguo protector, el Abate Hermógenes. Este le reprochaba la excesiva autoridad que había logrado sobre los zares, en perjuicio propio. Se exaltaron en la discusión y llegaron a las manos. Rasputín lanzó salvajes juramentos siberianos, a lo que Hermógenes contestó recurriendo abundantemente al vocabulario de la comarca del Volga. Un obispo y varios Monjes asistían a la disputa. La prensa se ha aprovechado ampliamente de este asunto.

- ¿Y el Zar? ¿Qué dice el Zar? - preguntó preocupada la emperatriz.

- El zar nada dice. Parece ser que condenó horrorizado la conducta de Hermógenes. Este Abate, el Obispo que asistió a la discusión y varios religiosos más han sido desterrados. Rasputín se vanagloria ahora de la firmeza de sus relaciones con la corte imperial.

- Es una vergüenza Kokovtsov - dijo la ex Reina - El imperio de Rusia no puede caer en manos de un campesino sin conciencia.

- No es eso todo, Majestad. Hay ciertas personas que poseen cartas dirigidas por Rasputín a la Zarina y a sus hijas. Parece ser que en dichas cartas hay palabras comprometedoras para su Majestad y para sus Altezas Imperiales.

- ¡Qué vergüenza! - dijo, llorando amargamente - ¡La pobre, la desdichada Alejandra no comprende que está desprestigiando la dinastía, y ella misma se pierde en manos de un aventurero cualquiera!

Rasputín en su aldea natal en 1910
Un mes de marzo, la zarina comenta a Rasputín que Rodzianko había pedido audiencia al zar, sin duda para acusar a Rasputín e intentar distanciarles. Tenía razón. Rodzianko presentó al zar el antiguo informe de Stolpyn y pidió permiso para investigar la vida de Rasputín.

El zar, que siempre quería caer bien a la gente, dio su permiso. Cuando, unos meses más tarde, Rodzianko solicitó otra entrevista, el secretario del zar le pidió que entregara su informe por escrito. Sabía lo que esto significaba. Rasputín y la zarina habían triunfado nuevamente, el zar se cerró en banda a más rumores externos, de momento.

Rodzianko no se dio por derrotado y pidió al primer ministro Kokovtsov, junto con la Emperatriz María, que éste hablara con el zar, que difícilmente podía negarle una audiencia. De nuevo, el zar se mostró colaborador y cortés. Insinuó que sabía todo sobre el libertinaje de Rasputín pero que éste no hacía ningún daño a nadie. Acabó por indicar que Kokovtsov hablara cara a cara con Rasputín.

Rasputín se asombró al recibir una orden de presentarse en casa de Kokovtsov y más aún cuando lo escoltaron a su estudio privado. Kokovtsov era un hombrecillo pulcro, de modales secos.
Rasputín se divirtió al ver que el primer ministro, como tantos otros, evitaba deliberadamente su mirada; era evidente que lo habían advertido sobre el poder hipnótico de Rasputín.

Cual un maestro abochornado, Kokovtsov explicó que la presencia de Rasputín en San Petersburgo causaba problemas para todos. La prensa liberal lo utilizaba como excusa para atacar la política del zar y las historias de su libertinaje eran embarazosas para la Iglesia.

Rasputín escuchó y experimentó una irónica simpatía hacia el primer ministro; cuando uno apelaba a su amabilidad, normalmente tenía éxito.

Lo interrumpió finalmente.
- Por favor, no diga más. Me marcharé de San Petersburgo.

Kokovtsov lo miró fijamente, sin poder creer lo que estaba oyendo.
- ¿Lo hará?
- Se lo prometo... deme dos semanas... Pero, antes de irme, hay algo que quisiera decirle.
- ¿Qué?
Kokovtsov lo miró a los ojos y apartó rápidamente la mirada. Rasputín tuvo que aguantarse una ligera sonrisa.

- Usted dice que el país peligra. Creo que no se da cuenta de cuán mala es la situación. Soy un campesino y entiendo el ánimo de la gente. ¿Se ha detenido a pensar que las revoluciones no se hacen realmente por ideas políticas? Se hacen generalmente por comida. Debe haberse percatado de que la mayor parte de la inquietud política de los últimos cincuenta años se ha dado cuando Rusia estaba en guerra. Eso es porque la gente está hambrienta y, cuando está hambrienta, se enfurece. Le diré otra cosa que va mal en el país... los ferrocarriles. ¿Se da usted cuenta de que, si Rusia entra en una guerra, nuestra principal debilidad se encuentra en el sistema ferroviario? ¿Cómo transportar alimentos y tropas con un sistema ferroviario ineficaz?

Kokovtsov contestó:

- Esperamos que no haya guerra. -Yo también. Le diré algo en confianza. Hace dos años, cuando la Duma hablaba de hacerle la guerra a Austria, el zar me pidió consejo. Le dije que una guerra significaría el fin de Rusia. Tal vez me equivoco, pero creo que mis palabras le hicieron pensar. No sé mucho de política pero sé lo suficiente para saber que los alemanes y los austríacos creen que no nos atreveríamos nunca a luchar. Entonces, ¿qué cree usted que ocurrirá la próxima vez que la Duma sufra un acceso de patriotismo y el káiser crea que los diputados no se atreverán a oponerse a él? -Sí, sí, tiene razón. Me... bueno, me temo que espero la llegada de otra persona ahora.

Cuando Rasputín fue, Kokovtsov escribió en su diario "Rasputín es uno de los hombres más repulsivos que he conocido. Estuvo todo el tiempo con sus repugnantes ojillos pegados en mi persona, tratando de hipnotizarme. Dijo también muchas tonterías acerca de la guerra."

Rasputín volvió a su a casa, encontró a Ana Výrubova y a Munia Golovina allí.

Les contó lo ocurrido con el primer ministro:

- Acabo de salir de casa de Kokovtsov, -ellas se rieron, creyendo que bromeaba-. Lo digo de verdad.

- ¿Lo desterró? -preguntó Munia, riéndose. (No podían imaginar que en poco tiempo el destierro sí sería real, aunque temporal gracias a la Zarina)

No. Pero acordé desterrarme a mí mismo.

- ¿Lo dice en serio? -inquirió Ana Výrubova.

- Me iré a Siberia en dos semanas, cuando el emperador vaya a Crimea.

- ¿Por qué no viene a Crimea? -el rostro de Ana se iluminó.

- Porque no me han invitado.

- No quiero decir que vaya con la familia real. Pero conozco una casita muy agradable en Livadia; la alquilaré para usted. Y estará cerca, en caso de que queramos verle...

Rasputín se dejó convencer; la idea de pasar un verano tranquilo en Crimea le pareció estupenda. Unos días más tarde, Ana le llamó por teléfono.

- Ya alquilé la casa. Así que más vale que vaya a Crimea con nosotros.

No tiene sentido que viaje en otro tren.
- ¿Lo sabe el emperador?
- No, pero no le importará.

Ana Výrubova estaba muy equivocada, en bastantes ocasiones muestra Nicolás abiertamente su antipatía contra el campesino, y en está ocasión se engrosará la lista de ofensas para el Zar.

El día en que salieron rumbo a Crimea, Nicolás se encontraba de muy mal humor y la perspectiva de un viaje largo y caluroso en el tren lo irritaba aún más. Paró a un camarero que pasaba frente a la puerta y le dijo:

- Tráeme una caja de fósforos. - Entonces notó la botella de vino dulce georgiano en la bandeja-. ¿Dónde llevas eso?

- Se lo llevo al staretz... (Así llamaban a Rasputín y que venía a significar hombre Santo)

Ana palideció y estaba tratando de hacer señas al camarero, que parecía perplejo.

- ¿El staretz? ¿Cuál staretz? -Se volvió hacia la emperatriz-. ¿Sabes algo de esto?

La zarina se puso muy colorada y no sabía dónde mirar.
- No.
- Le sugerí que viajara con nosotros... alquiló una casa en Livadia... -explicó Ana.

El zar se volvió hacia el camarero.

- Pídele, por favor, al staretz, que me haga el favor de bajar en la próxima estación.-

Cuando Rasputín se bajó del tren, el Zar se volvió hacia Ana-. Y tú, ¿podrías hacerme el favor de no invitar a nadie al tren sin mi permiso?

Volvió la vista al periódico inglés que estaba leyendo. Ana y la zarina se miraron de soslayo. Las dos no podían estar más rojas y abochornadas.

En Crimea, el mal humor del zar se evaporó gradualmente, pero, cuando vio que la zarina escribía una carta a Rasputín, le dijo con frialdad:

- Me gustaría que la hicieras corta. Mi ministro del Interior sigue tratando de recuperar las cartas robadas por ese Iliodor. Cosas como ésta causan muchísimo embarazo... 

Ni él ni la zarina sabían que ya se habían recuperado y que se hallaban en posesión de la madre de Nicolás, la emperatriz viuda. Gracias a las cuales, darán apoyo para desterrar a Rasputín o, al menos, intentarlo como leímos en el capítulo de la semana anterior.

La familia imperial comienzo de la caída y escándalos:
Cuando la Zarina se entera del destierro por la carta de Rasputín monta en cólera y manda hacerlo volver de inmediato, el resultado es la caída tanto de Kokovtsov como de Stolypin.

Para la Emperatriz, Grigori es fundamental para su existencia y necesita como el respirar que el campesino se encuentre cerca suya para guiarla espiritualmente y curar al pequeño Alexei siempre que lo necesite, en una de sus cartas a Rasputín, Alejandra relata:

Estoy tranquila y en paz con mi alma, puedo descansar sólo cuando tú, maestro, estás sentado a mi lado y beso tus manos y apoyo mi cabeza en tus benditos hombros. ¡Oh, qué fácil me resulta todo entonces!

Todo este agradecimiento y paz se debe a la sencilla razón de que cada vez que Alexei tiene fiebre y está gravemente enfermo por alguna caída o arañazo, Rasputín ya sea rezando en su cuarto o de "forma telepática" a distancia, consigue milagrosamente que al día siguiente el pequeño mejore, la hemorragia cese y la fiebre desaparezca.

Son conocidas por muchos, las prácticas a las que Rasputín está acostumbrado para purificar a sus seguidoras, a esto se le suma los rumores mencionados anteriormente sobre las Grandes Duquesas, y además hay acusaciones directas contra el monje de violación a una joven en los baños. La Zarina por supuesto, no cree nada, pero lo cierto es que Nicolás comienza a estar harto de que día tras día su gente cercana no paren de advertirle sobre Rasputín.

A pesar de tener muchos avisos a su alrededor, y de salir triunfante de todas las ordenes de destierro, pronto empezará a escapar la situación de las manos de Rasputín. Hablar con la Zarina para limpiar su imagen, al menos ante la familia imperial le resulta sencillo, pero cuando toda Rusia empieza a tensarse y a sentirse la revolución, el gobierno decide poner cartas en el asunto, piden ayuda a un antiguo amigo de Grigori, Iliodor, que acepta encantado desde la lejanía, para vengarse todo lo que puede.

El monje además, en ningún momento deja de recordar a todos su magnífica relación con la familia imperial:

El Zar cree que soy Cristo reencarnado, los emperadores se inclinan ante mí, se arrodillan ante mí y me besan las manos. La Zarina ha jugado que si los demás me dan la espalda, ella no se moverá y me considerará siempre su amigo.

Discursos como esto salen constantemente de la boca de Rasputín, aunque son completamente ciertos.

Cuando cuentan a Iliodor que Rasputín besa frecuentemente a la Zarina delante de sus hijas sus ojos se abren como platos. No se concreta en qué lugar la besa, ya que hay obvia diferencia entre las mejillas, la frente y la boca, por aquellos tiempos, sin duda, se interpretaba de la peor de las maneras.

Iliodor cree que Rasputín ha perdido el juicio, le queda aún leer algunas de las cartas que el gobierno tiene de Alejandra:

¡Cuánto añoro tu presencia junto a mí! ¿Dónde estás? ¿Dónde has ido? ¡Oh, estoy tan triste y mi corazón te echa tanto de menos! ¿Volverás pronto a mi lado? Ven enseguida, te espero, me atormento sin ti. Te amo. Siempre tuya, Mamá.

Con toda esta información y por supuesto gracias a Iliodor y otros enemigos de Rasputín, la situación estalla y los periódicos publican las cartas, tanto de Alejandra como de las cuatro Grandes Duquesas, lo que escandaliza a todo el pueblo ruso.

Si el pueblo en general nunca aceptó a la Zarina, con esto ya tienen la excusa perfecta para dedicarle lindezas como, "Esa alemana traidora que se acuesta con ese borracho fornicador, seguro que ha robado su sitio en el lecho al Zar". El pueblo está convencido además de que Rasputín ha violado a las Grandes Duquesas, recordemos que ya habían sido varias cuidadoras despedidas por encontrar a Rasputín muy cerca de las niñas, incluso un hombre dice haber visto a Anastasia sentada en las rodillas de Rasputín de forma pecaminosa.

Por su parte la familia imperial no dice nada al respecto, si bien es cierto que saben de sobra la actitud promiscua de Rasputín y sus prácticas purificadoras, ha salvado al pequeño Alexei muchas veces, enseña a las niñas valores religiosos, y proporciona una gran paz espiritual a Alejandra, que se siente enormemente culpable por transmitir a su hijo la enfermedad de la hemofilia, provocarle un terrible dolor a causa de ello y robarle su niñez, ya que no puede jugar como sus hermanas.

En 1,910, en la academia de Teología, dos mujeres denuncian a Rasputín por haber abusado de ellas, no es la primera vez que ocurre. Por estos y otros motivos (como que es llamado padre Grigori), la iglesia intentó contactar con el zar que se negó, incluso pidió al ministro y a otros del gobierno que no le hablaran más de Grigori. Así pues como ya relaté anteriormente, Rasputín fue convocado y excomulgado, la iglesia le dio por completo la espalda. A parte de revocar y desterrar a Hermógenes e Iliodor, también fue sentenciado por orden de Alejandra el propio Teófano.

El primer ministro Piotr Stolpyn
Vale la pena mencionar la suerte que corrió Stolpyn, a raíz de su enfrentamiento con Grigori, este decide no dejarle tranquilo. Tras la conversación del destierro, Rasputín decide que será prudente dejar la capital unos escasos días, elige ir a Kiev, donde sabe que los Zares y dos de las Grandes Duquesas van a inaugurar una estatua conmemorativa de Alejandro III, padre de Nicolás. El monje sabe también que Stolpyn les acompañará.

Cuando la procesión imperial cruza las calles, justo cuando pasan los Zares y el primer ministro, Grigori salta y agita las manos gritando y señalando a Stolpyn: "¡La muerte le persigue! ¡La muerte va tras él!"

La noche siguiente, en la ópera, un personaje vestido de negro se acerca a Stolpyn, saca un revolver de su abrigo y dispara dos veces contra el pecho del primer ministro. El pobre hombre mira a los zares, se santigua y cae, muerto casi en el acto, en el suelo.

A los pocos días un primo del Zar oye a Alejandra decir que: "Aquellos que ofenden a Dios criticando a nuestro amigo, pueden despedirse de la protección divina".

Sin duda una frase que invita a la reflexión, ¿estaba preparado el asesinato por algún conocido de la Zarina y Rasputín? o ¿fue a manos de algún revolucionario?, desgraciadamente no podremos saberlo, cada uno podemos pensar lo que creamos más lógico. Se sabe que quien lo mató era un radical llamado Dmitri Bogrov. Le sucedió en su puesto de primer ministro Kokovtsov, ya mencionado anteriormente.

Como nos ocurre a nosotros, también pasó en San Petersburgo, a raíz del asesinato quedaron divididos en los que creía que directamente Rasputín tenía algo que ver, y los que defendías su inocencia y dicen que es un excelente adivinador, un visionario.

Después de este suceso Rasputín viajó a Tierra Santa y se quedó allí durante un año, sin duda para salvaguardarse y de paso, cesar los rumores y acusaciones.

A su vuelta los Zares y otros nobles parecen haber olvidado todas las fechorías atribuidas a Grigori y hacen cola para escuchar sus andanzas durante su ausencia.

Aún así el rumor de que Rasputín y Alejandra son amantes se aviva pronto por el comportamiento de ambos.

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