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16 junio 2011


2.- EVOLUCION DEL SISTEMA SOLAR, DE LA TIERRA, DE LOS SERES VIVOS, DE LA VIDA HUMANA Y DE LA CIVILIZACION SUMERIA.
Segunda Parte
(Trabajo compilado y estructurado por el Dr. Fernando Durand Mejía, Alcalde del distrito limeño de San Luis año 2003-2010)

LOS PRIMEROS SERES HUMANOS
Desde 1934 D.C., retrocediendo al nacimiento de los primeros seres humanos, han pasado 993.419 años. Hoy en el año 2011 serian 993,596 años.
 
Estas dos notables criaturas fueron verdaderos seres humanos.
Contaban con dedos pulgares perfectamente humanos, como los habían tenido muchos de sus antepasados, y tenían los pies tan perfectos como los de las razas humanas presentes. Caminaban y corrían, no trepaban; la función de asir con el dedo gordo del pie había desaparecido completamente. Cuando el peligro les inducía a subirse a las copas de los árboles, trepaban tal como lo harían los humanos de hoy en día. Trepaban al tronco del árbol a manera de oso y no como lo haría un chimpancé o gorila, columpiándose de rama en rama.
 
Estos primeros seres humanos (y sus descendientes) alcanzaban la plena madurez a los doce años de edad y tenían una vida media potencial de unos setenta y cinco años.
 
Muchas emociones nuevas aparecieron tempranamente en estos gemelos humanos. Manifestaban admiración tanto por los objetos como por otros seres y exhibían considerable vanidad. Pero el adelanto más extraordinario en el desarrollo emocional fue la aparición repentina de un grupo de sentimientos nuevos que eran realmente humanos: el grupo dado a la adoración, que comprendía el pavor, la reverencia, la humildad, e incluso una forma primitiva de gratitud. El temor, junto con el desconocimiento de los fenómenos naturales, está a punto de dar a luz la religión primitiva.
 
No sólo se manifestaban tales sentimientos humanos en estos humanos primitivos, sino que también estaban presentes en forma rudimentaria muchos otros sentimientos altamente evolucionados. Conocían escasamente la compasión, la vergüenza, el reproche y tenían aguda conciencia del amor, el odio, y la venganza, siendo susceptibles, además, a marcados sentimientos de celos.
 
Estos dos primeros humanos —los gemelos— fueron una gran tribulación para sus padres primates. Como eran tan curiosos y aventureros, estuvieron a punto de perder la vida en numerosas ocasiones, antes de cumplir los ocho años de edad. Así y todo, para los doce años de edad ya habían quedado bastante marcados con cicatrices.
 
Muy pronto aprendieron a practicar la comunicación verbal; a los diez años ya habían inventado y mejorado un lenguaje de señas y palabras de casi cincuenta ideas y habían mejorado y expandido considerablemente la torpe técnica de comunicación de sus antepasados. Pero por más que se esforzaran, no lograron enseñarles a sus padres sino unos pocos signos y símbolos nuevos.
 
Cuando contaban unos nueve años de edad, se fueron de viaje río abajo en un día claro y sostuvieron una conferencia de trascendental importancia. Todos los entes inteligentes celestiales estacionados en Urantia, yo inclusive, estábamos presentes en calidad de observadores de las transacciones de esta cita del mediodía. En este día significativo llegaron a convenir en que vivirían el uno con el otro y el uno por el otro, y éste fue el primero de una serie de tales convenios que, por fin, culminaron en la decisión de huir de sus compañeros animales inferiores y emprender un viaje hacia el norte, poco conociendo que, así, habrían de fundar la raza humana.
 
Aunque preocupados por lo que estos dos salvajes estaban proyectando, no teníamos el poder para controlar el funcionamiento de sus mentes; no influimos, ni podíamos influir, de forma arbitraria, sobre sus decisiones. Pero dentro de los límites permisibles de la función planetaria, nosotros, los Portadores de Vida, junto con nuestros colaboradores, todos conspiramos para guiar a los gemelos humanos hacia el norte, lejos de su pueblo peludo que moraba parcialmente en los árboles. De este modo, en virtud de su propia elección inteligente, los gemelos, en efecto, emigraron, y a causa de nuestra supervisión, emigraron hacia el norte a una región aislada donde escaparon la posibilidad de una degradación biológica mediante el cruce con sus parientes inferiores de las tribus de los primates.
 
Poco tiempo antes de su partida de su bosque natal, perdieron a su madre en un ataque de los gibones. Aunque no contó ella con la misma inteligencia que ellos, tenía por su prole un alto grado de afecto mamífero de orden superior; e impávidamente dio su vida para salvar a la pareja maravillosa. Tampoco fue en balde su sacrificio, pues resistió al enemigo hasta que llegó el padre con refuerzos y puso en fuga a los invasores.
 
Poco después de que esta pareja joven abandonara a sus compañeros para fundar la raza humana, se desconsoló su padre primate estaba acongojadísimo. Se negó a comer, aun cuando sus otros hijos le llevaban la comida. Habiendo perdido a la brillante pareja, ya no le pareció que mereciera la pena vivir entre sus semejantes ordinarios; de modo que se fue a vagar al azar por el bosque, y fue atacado por gibones hostiles que lo mataron a golpes.

LA EVOLUCIÓN DE LA MENTE HUMANA
Nosotros, los Portadores de Vida en Urantia, habíamos pasado por la larga vigilia, aguardando atentos, desde el día en que plantamos por primera vez el plasma vital en las aguas planetarias, y naturalmente la aparición de los primeros seres realmente inteligentes y volitivos nos trajo gran júbilo y suprema satisfacción.
 
Veníamos siguiendo el desarrollo mental de los gemelos mediante nuestra observación del funcionamiento de los siete espíritus ayudantes de la mente asignados a Urantia al tiempo de nuestra llegada al planeta. A través del largo desarrollo evolutivo de la vida planetaria, estos incansables ministros de la mente registraban constantemente su creciente habilidad de ponerse en contacto con las capacidades cerebrales sucesivamente en expansión de las criaturas animales progresivamente superiores.

En un principio únicamente el espíritu de intuición pudo funcionar en el comportamiento instintivo y reflejo de la vida animal primordial. Con la diferenciación de los tipos superiores, el espíritu de la comprensión pudo dotar a tales criaturas del don de la asociación espontánea de ideas. Más adelante observamos al espíritu de la valentía en funcionamiento; los animales en trance de evolucionar desarrollaron en rigor una forma simple de autoconciencia de protección. Posteriormente a la aparición de los grupos de los mamíferos, observamos el espíritu del conocimiento manifestarse en creciente medida. La evolución de los mamíferos superiores trajo la función del espíritu del consejo, con el consecuente desarrollo del instinto gregario y los principios del desarrollo social primitivo.
 
A través de los tiempos de los mamíferos protohumanos, los mamíferos intermedios, y los primates, veníamos observando, más y más, el servicio incrementado de los cinco primeros ayudantes. Pero nunca habían podido funcionar los dos restantes, los ministros superiores de la mente, en el tipo urantiano de mente evolutiva.
 
Imaginaos nuestro regocijo un día —cuando los gemelos tenían unos diez años— en que el espíritu de adoración hizo su primer contacto con la mente de la gemela y, poco tiempo después de esto, con la del gemelo. Sabíamos que algo muy semejante a la mente humana se acercaba a su culminación; y cuando, al año, resolvieron finalmente, como resultado de un pensamiento meditativo y de una decisión basada en un propósito, huir de la querencia y viajar al norte, entonces comenzó a funcionar el espíritu de la sabiduría en Urantia y en estas dos mentes ya reconocidas como humanas.
 
Hubo una movilización inmediata y nueva de los siete espíritus ayudantes de la mente. Estábamos rebosantes de expectación; nos percatamos de que el momento que veníamos esperando desde hacía tanto tiempo se acercaba; sabíamos que estábamos en el umbral de la realización de nuestro dilatado esfuerzo para desarrollar criaturas volitivas en Urantia.

EL RECONOCIMIENTO COMO UN MUNDO HABITADO
No tuvimos que aguardar mucho tiempo. Al mediodía del día después de la huida de los gemelos, aconteció el ensayo inicial de la transmisión de las señales del circuito universal hacia el foco receptivo planetario en Urantia. Estábamos todos, desde luego, emocionadísimos al darnos cuenta de que el gran suceso era inminente; pero como este mundo era una estación experimental de vida, no teníamos la menor idea de cómo se nos informaría del reconocimiento de la vida inteligente en el planeta. Pero no duramos mucho tiempo en la incertidumbre.

A los tres días de la huida de los gemelos, y antes de que el cuerpo de los Portadores de Vida partiera, arribó el arcángel de Nebadón del establecimiento inicial de circuitos planetarios.

Fue un día dichoso y significativo en Urantia cuando se reunió nuestro pequeño grupo en torno al polo planetario de comunicación espacial y recibió el primer mensaje de Salvintón mediante el recién establecido circuito planetario de mente. Este primer mensaje, dictado por el jefe del cuerpo de arcángeles, decía:
 
«A los Portadores de Vida en Urantia: ¡Saludos! Comunicamos la afirmación del gran gusto en Salvintón, Edentia, y Jerusem en honor del registro, en la sede central de Nebadón, de la señal de la existencia en Urantia de la mente volitiva. Se ha notado la decisión ex profeso de los gemelos de huir hacia el norte y de segregar su prole de sus antepasados inferiores. Esta es la primera decisión de la mente —del tipo humano de mente— en Urantia y automáticamente establece el circuito de comunicación por el cual este mensaje inicial de reconocimiento se está transmitiendo.»
 
A continuación, por este nuevo circuito pasaron los saludos de los Altísimos de Edentia, que contenían las instrucciones para los Portadores de Vida residentes prohibiéndonos interferir en el modelo de vida que habíamos establecido. Se nos exhortó a no intervenir en los asuntos del progreso humano. No debe deducirse, de ahí, que los Portadores de Vida se entrometen arbitraria y mecánicamente con el despliegue natural de los planes evolutivos de un planeta, pues no lo hacemos. Pero hasta este momento se nos había permitido manipular el medio ambiente y escudar el plasma vital de manera particular; y esta supervisión extraordinaria, pero del todo natural, habría de discontinuarse.
 
En cuanto dejaron de hablar los Altísimos, el bello mensaje de Lucifer, que en aquel entonces era el soberano del sistema de Satania, comenzó a planetizar. En este momento los Portadores de Vida oyeron las palabras de bienvenida de su jefe y recibieron su permiso para volver a Jerusem. Este mensaje de Lucifer englobó la aceptación oficial del trabajo de los Portadores de Vida en Urantia y nos absolvió de toda crítica posterior a cualquiera de nuestros esfuerzos para mejorar los modelos de vida de Nebadón como se habían establecido en el sistema de Satania.
 
Estos mensajes de Salvintón, Edentia, y Jerusem formalmente marcaron la terminación de la supervisión secular del planeta por los Portadores de Vida. Llevábamos muchísimas épocas de servicio, asistidos únicamente por los siete espíritus ayudantes de la mente y por los Rectores Físicos Mayores. Ahora bien, habiendo aparecido en las criaturas evolutivas del planeta la voluntad, el poder de optar por adorar y ascender, nos dimos cuenta de que se había terminado nuestro trabajo, y nuestro grupo se preparó a partir. Siendo Urantia un mundo de modificación de vida, se otorgó permiso para dejar atrás a dos Portadores de Vida veteranos con doce asistentes, y a mí me seleccionaron como uno de este grupo y desde entonces he permanecido en Urantia.
 
Hace sólo 993,408 años (contando hasta el año 1934 d. de J.C.) que Urantia se reconoció formalmente como planeta de habitación humana en el universo de Nebadón. La evolución biológica nuevamente había conseguido los niveles humanos de dignidad volitiva; el hombre ya había llegado al planeta 606 de Satania.

Se registró Urantia como mundo habitado cuando los dos primeros seres humanos, los gemelos, tenían once años, y antes de que llegaran a ser los padres del primogénito de la segunda generación de los verdaderos seres humanos. En esta ocasión de reconocimiento planetario formal se cerró el mensaje del arcángel de Salvintón con las siguientes palabras:

«Ha aparecido la mente humana en el 606 de Satania, y estos padres de una raza nueva se llamarán Andón y Fonta. Y todos los arcángeles rezan para que estas criaturas, con prontitud, sean así provistas para que resida en su persona el don del espíritu del Padre Universal».
 
Andón es el nombre nebadónico que significa «la primera criatura a semejanza del Padre en exhibir el ansia humana por la perfección». Fonta significa «la primera criatura a semejanza del Hijo en exhibir el ansia humana por la perfección». Andón y Fonta nunca conocieron estos nombres hasta que se les confirieron al fusionarse con sus Modeladores del Pensamiento. Durante toda su permanencia mortal en Urantia se llamaron Sonta-an y Sonta-en; Sonta-an significa «amado por la madre,» y Sonta-en significa «amado por el padre». Ellos mismos se dieron estos nombres, cuyo significado es indicativo del afecto y estimación que se tenían.

En muchos aspectos, Andón y Fonta fueron la pareja más extraordinaria de seres humanos que jamás hubiera vivido en la faz de la tierra. Esta pareja maravillosa, que vienen a ser los padres de todo el género humano, era a todas luces superior a gran parte de sus descendientes inmediatos, y era radicalmente distinta de todos sus antepasados, tanto inmediatos como remotos.
 
Los padres de esta primera pareja humana, en apariencia, eran poco diferentes del elemento común de su tribu; sin embargo, figuraban entre sus miembros más inteligentes, el primer grupo que aprendió a lanzar piedras y servirse de garrotes al pelear. Se valieron, también, de púas puntiagudas de roca, piedra y hueso.
 
Cuando aún vivían con sus padres, Andón solía atar una piedra puntiaguda en la punta de un garrote, utilizando tendones animales para este fin, y en no menos de una docena de ocasiones, se sirvió bien de tal arma para salvarse la vida así como la de su hermana que era a cual más aventurera y curiosa, e indefectiblemente, le acompañaba en todas sus excursiones exploratorias.
 
La determinación de Andón y Fonta de huir de las tribus de los primates implica una calidad de mente muy por encima de la inteligencia inferior que caracterizaba a tantos descendientes posteriores suyos, los cuales se rebajaban a emparejar con primos retrasados de las tribus símicas. Se percataban vagamente de que eran algo más que meros animales, debido a la dotación de personalidad la que fue aumentada por la presencia en su fuero interno de los Modeladores del Pensamiento.

Después de haberse decidido Andón y Fonta a huir hacia el norte, sucumbieron, durante un tiempo, a sus temores, sobre todo al temor de disgustar a su padre y a su familia inmediata. Previeron que les atacarían parientes hostiles y así reconocieron la posibilidad de llegar a morir a manos de los miembros de su tribu ya envidiosos de por sí. Durante su juventud, los gemelos habían pasado la mayor parte del tiempo en su compañía mutua, y por eso nunca habían sido excesivamente populares entre sus primos animales de la tribu de los primates. Tampoco habían mejorado su posición en la tribu al construirse una morada arbórea muy superior y separada.
 
Y en esta nueva morada entre las copas de los árboles, una noche después de que les despertó una tormenta violenta, mientras se tenían abrazados por el temor y afecto, resolvieron, final e incondicionalmente, huir del hábitat de la tribu y del hogar en las copas de los árboles.
 
Ya habían preparado un tosco refugio en las copas de los árboles a una media jornada hacia el norte. Este fue su escondite seguro y secreto durante el primer día fuera de los bosques natales. A pesar de que los gemelos tenían en común con los primates el implacable temor de estar en el suelo por la noche, se aventuraron a partir en el viaje hacia el norte poco antes del anochecer. Además de requerirse una valentía inusitada para que emprendieran este viaje nocturno, acertaron en concluir que era menos probable, hasta en plenilunio, que descubrieran su ausencia y, por tanto, les persiguieran sus parientes y demás miembros de la tribu. Así, un poco después de la medianoche, lograron llegar a salvo al lugar de reunión anteriormente dispuesto.
 
En su viaje hacia el norte descubrieron un depósito expuesto de piedras y, encontrando allí muchas piedras de forma apta para usos varios, juntaron una reserva de éstas para el futuro. Al intentar desportillar estos pedernales a fin de que se adaptaran mejor para ciertos fines, Andón descubrió su cualidad chispeante y concibió la idea de encender fuego. Mas, en este momento, la noción no se le inculcó firmemente, pues el clima aún estaba salubre y poca necesidad había de fuego.
 
El sol otoñal, sin embargo, iba bajando cada vez más en el cielo, y a medida que viajaban hacia el norte, las noches tornaban cada vez más frías. Ya se habían visto obligados a valerse de pieles animales para el calor que éstas ofrecían. Antes de que llevaran un mes fuera de su tierra natal, Andón le indicó a su consorte que creía saber crear fuego con la piedra. Durante dos meses trataron de utilizar la chispa de la piedra para encender un fuego, pero sus esfuerzos fueron infructuosos. Cada día esta pareja golpeaba las piedras y se esforzaban por prenderle fuego al palo. Al fin, una tarde, a la hora de ponerse el sol, se desenmarañó el secreto de la técnica al ocurrírsele a Fonta subirse a un árbol próximo para conseguir el nido abandonado de un pájaro. El nido estaba seco y sumamente inflamable; por consiguiente, justamente al caerle la chispa, se originó una llamarada que produjo un fuego abundante. Tan sorprendidos y sobrecogidos se quedaron al lograrlo, que en poco estuvo que se perdiera el fuego, pero lo salvaron agregándole el combustible adecuado, y luego los padres de toda la humanidad iniciaron la primera búsqueda de leña.
 
Este fue uno de los momentos de más regocijo de toda su vida que, a pesar de ser corta, fue repleta de sucesos pletóricos. Se pasaron toda la noche en vela observando arder su fuego, echando de ver, de manera vaga, que habían hecho un descubrimiento que les posibilitaría desafiar al clima y así independizarse, por siempre jamás, de sus parientes animales de las tierras meridionales. Al cabo de tres días de reposar y disfrutar del fuego, prosiguieron su viaje.
 
Los antepasados primates de Andón, a menudo, habían mantenido vivo el fuego que los rayos encendían, pero nunca, anteriormente, habían contado las criaturas de la tierra con un método de iniciar un fuego a voluntad. No obstante, pasó mucho tiempo antes de que los gemelos supieran que el musgo seco y otros materiales servirían para encender un fuego al igual que los nidos de los pájaros.

LA FAMILIA DE ANDÓN
Transcurrieron casi dos años desde la noche en que partieron los gemelos de su hogar hasta que nació su primer hijo. Le llamaron Sontad; y Sontad fue la primera criatura en Urantia que fue envuelta en cubiertas protectoras al nacer. La raza humana había comenzado, y con esta evolución nueva apareció el instinto de cuidar debidamente a los infantes que nacían cada vez más endebles, lo cual caracterizaría el desarrollo progresivo de la mente de orden intelectual frente al tipo animal más propiamente dicho.
 
Andón y Fonta tuvieron diecinueve hijos en total, y vivieron para disfrutar de la compañía de casi media centena de nietos y media docena de biznietos. La familia residía en cuatro refugios de roca contiguos, o semicuevas, tres de las cuales se comunicaban por pasajes que habían sido excavados en la blanda caliza con herramientas de piedra ideadas por los hijos de Andón.
 
Estos primeros andonitas demostraron un marcado espíritu de clan; cazaban en grupos y nunca se alejaban mucho del lugar de residencia. Parecían percatarse de que eran un grupo aislado y singular de seres vivientes y, por ende, debían evitar separarse. Este sentimiento de parentesco íntimo, indudablemente, se debió a la asistencia aumentada que los espíritus ayudantes brindaron a su mente.

Andón y Fonta se afanaban incesantemente por criar y elevar el clan. Vivieron hasta la edad de cuarenta y dos años. Ambos perecieron en un terremoto, cuando les cayó un peñón colgante. Cinco hijos suyos y once nietos perecieron con ellos, y casi una veintena de sus descendientes padecieron lesiones graves.
 
A la muerte de sus padres, Sontad, a pesar de haberse lesionado gravemente un pie, asumió de inmediato el mando del clan, con la competente asistencia de su mujer, su hermana mayor. Su primera labor consistió en subir peñas para sepultar a sus padres, hermanos, e hijos de manera efectiva. No se le debe dar importancia inmerecida a este acto de entierro, pues sería erróneo. Sus conceptos de la vida de ultratumba eran muy vagos e indefinidos, derivando, en gran medida, de su fantástica y abigarrada experiencia onírica.

Esta familia de Andón y Fonta se mantuvo unida hasta la vigésima generación, cuando la combinación de la competencia por el sustento con el rozamiento social ocasionó el principio de la dispersión.

El hombre primitivo —los andonitas— tenían los ojos negros y la tez morena, algo como la de un cruce entre la raza amarilla y la roja. La melanina es una sustancia colorante que se encuentra en la piel de todos los seres humanos. Es el pigmento original de la piel andónica. En cuanto al aspecto general y al color de la piel, estos primeros andonitas se parecían más a los esquimales de hoy en día que a ningún otro tipo de ser humano viviente. Fueron las primeras criaturas en servirse de las pieles de los animales para protegerse del frío; tenían un poco más de pelo en el cuerpo que los humanos de hoy en día.

La vida tribal que llevaron los antepasados animales de estos primeros hombres había prefigurado los principios de numerosas convenciones sociales; la organización social y una nueva división del trabajo del clan se desarrollaron de forma inmediata a consecuencia de las emociones que iban expandiéndose, sumado a la capacidad incrementada cerebral de estos entes. Fueron sobremanera imitativos, pero el instinto del juego sólo estaba levemente desarrollado y el sentido del humor casi estaba ausente del todo.

El hombre primitivo se sonreía ocasionalmente, pero nunca se entregaba a la risa vigorosa. El humor fue un legado de la raza posterior de Adán. Estos primeros seres humanos no eran tan sensibles al dolor ni tan reactivos a las situaciones desagradables como lo era gran parte de los mortales que evolucionaron posteriormente. A Fonta y a su progenie el parto no les fue una experiencia de dolor ni aflicción.
 
Fueron una tribu magnífica. Los varones peleaban heroicamente por la seguridad de su pareja y prole; las hembras se dedicaban cariñosamente a sus hijos. No obstante, su patriotismo se limitaba estrictamente al clan inmediato. Los varones les eran muy leales a sus familias; se dejaban morir sin dudar en defensa de sus hijos, mas no pudieron captar el concepto de tratar de mejorar el mundo para sus nietos. El altruismo, hasta este momento, quedaba por nacer en el corazón humano, a pesar de que todas las emociones esenciales para el surgimiento de la religión ya estaban presentes en estos aborígenes de Urantia.

Estos primeros hombres contaban con un afecto enternecedor para con sus camaradas, e indudablemente, tenían, por elemental que fuera, una verdadera idea de la amistad. Posteriormente se daba el caso, muy a menudo, durante las constantes batallas que se repetían una y otra vez con las tribus inferiores, de ver uno de estos hombres primitivos luchar valientemente con una mano y, al mismo tiempo, bregar para proteger y salvar a un compañero guerrero herido. Gran parte de los rasgos más nobles que son sumamente humanos y que corresponden al desarrollo evolutivo subsiguiente se prefiguró de manera enternecedora en estas gentes primitivas.

El clan andónico original mantuvo una línea de mando ininterrumpida hasta la vigésima séptima generación; pues, al no aparecer ningún vástago varón entre los descendientes directos de Sontad, dos rivales que pretendían ser jefe del clan se embrollaron en una pugna por la supremacía.

Antes de las dispersiones extensas de los clanes andónicos, ya había evolucionado un lenguaje bien desarrollado a partir de sus primeros esfuerzos para comunicarse. Este lenguaje continuó desarrollándose, y casi a diario se le agregaban voces nuevas debido a los inventos y adaptaciones al medio ambiente nuevo que ideaba esta gente activa, inquieta y curiosa. Y este lenguaje llegó a ser el verbo de Urantia, la lengua de la familia humana primitiva, hasta la aparición posterior de las distintas razas de color.

Con el paso del tiempo, los clanes andónicos aumentaron en número, y la interacción de las familias que iban expandiéndose redundó en desavenencias y malentendidos. Sólo dos cosas llegaron a ocuparle la mente a esta gente: cazar para obtener sustento y pelear para vengarse de alguna injusticia o insulto real o supuesto del cual había sido objeto a manos de las tribus vecinas.
 
Las enemistades consuetudinarias entre familias aumentaron, se declaraban guerras, y graves pérdidas se sufrieron entre los mejores elementos de los grupos más avanzados y hábiles. Algunas de estas pérdidas fueron irreparables; algunas de las fuentes de habilidad e inteligencia más valiosas del mundo, en estas ocasiones, se perdieron por siempre jamás. Estas incesantes guerras de los clanes amenazaron a esta primera raza y a su civilización primitiva con la extinción.
 
Es imposible lograr convencer a semejantes seres humanos primitivos de que perduren conviviendo en paz. El hombre desciende de animales entregados a la lucha, y la gente inculta se irrita y ofende al relacionarse estrechamente. Los Portadores de Vida conocen esta tendencia entre las criaturas evolutivas, y por consiguiente, disponen separar ulteriormente a los seres humanos en vías de desarrollo en un mínimo de tres, y más a menudo, en seis razas distintas y separadas.

LA DISPERSIÓN DE LOS ANDONITAS
Las primeras razas andonitas no penetraron mucho en el interior de Asia, y en un principio, no entraron en África. La geografía de aquellos tiempos las encaminó hacia el norte, y alcanzaba esta gente cada vez más al norte en sus viajes hasta que se lo impidió la tercera glaciación que iba avanzando poco a poco.
 
Antes de que esta extensa capa de hielo llegara a Francia y las Islas Británicas, los descendientes de Andón y Fonta habían avanzado a duras penas hacia el oeste sobre Europa y habían establecido más de mil asentamientos separados a lo largo de los grandes ríos que desembocaban en las aguas del Mar del Norte, las cuales, a la sazón, eran tibias.
 
Estas tribus andónicas fueron los primeros moradores de las riberas fluviales de Francia; habitaron a lo largo del río Somme por decenas de miles de años. El Somme es el único río que los glaciales no cambiaron, pues seguía el mismo curso para desembocar en el mar de forma muy similar a como lo hace hoy día. Así se explica por qué se encuentran tantos rastros de los descendientes andónicos a lo largo del cauce del valle de este río.
 
Estos aborígenes de Urantia no moraban en los árboles, si bien, en casos de urgencia, se encaramaban en las copas. Solían morar al cobijo de los nichos naturales que se forman en los barrancos por las márgenes de los ríos y en las cuevas de la ladera de los riscos que les ofrecían un buen panorama de las vías de acercamiento y los abrigaba de la intemperie. De este modo podían gozar de la comodidad de sus fogatas sin que el humo les incomodara demasiado. Tampoco fueron verdaderos cavernícolas, aunque posteriormente las últimas capas de hielo llegaron más hacia el sur obligando a sus descendientes a morar en las cuevas. Preferían acampar cerca de los bordes de un bosque y junto a un riachuelo.
 
Pronto adquirieron una notable habilidad para camuflar sus moradas abrigadas y demostraron gran habilidad en construir recintos cerrados de roca para dormir, cobertizos de piedra con una pequeña cúpula, en los cuales se metían a gatas por la noche. La entrada de tal casita se cerraba corriendo una piedra para taparla, una piedra grande que se había colocado en el interior para este fin antes de colocar las últimas piedras del techo.



La Escala Evolutiva humana

Los andonitas fueron cazadores prósperos y denodados y, con excepción de las bayas silvestres y ciertas frutas de los árboles, vivieron exclusivamente de la carne. Tal como Andón había inventado el hacha de piedra, asimismo sus descendientes no tardaron en descubrir la lanza de palo y el arpón y en servirse de ellos de manera efectiva. Por fin una mente que creaba herramientas funcionaba en coordinación con una mano diestra en el manejo de los implementos, y estos humanos primitivos llegaron a ser muy expertos en la elaboración de herramientas de piedra. Hacían viajes de largas distancias abarcando vastos territorios en busca de piedra, de forma muy parecida a como los humanos de hoy día viajan hasta los rincones más remotos de la tierra en pos de oro, platino, y diamantes.
 
Y de muchas otras maneras estas tribus de Andón manifestaron un grado de inteligencia que sus descendientes retrógrados no lograron en medio millón de años, aunque sí volvían a descubrir una y otra vez varios métodos de encender el fuego.

ONAGAR: EL PRIMER MAESTRO DE LA VERDAD
A medida que la dispersión andónica se extendía, la calidad cultural y espiritual de los clanes iba empeorando durante casi diez mil años, hasta los días de Onagar, quien asumió el mando de estas tribus, sembró la paz entre ellas, y por primera vez, les guió a todos en la adoración de «El que da aliento a los hombres y los animales».

La filosofía de Andón había sido de lo más confusa; apenas se había escapado de convertirse en adorador del fuego por la gran comodidad que derivó del haber descubierto el fuego de forma casual. La razón, sin embargo, le había guiado para abandonar su propio descubrimiento como objeto de adoración, a favor del sol en cuanto fuente de calor y luz superior que inspiraba más temor reverente; pero no llegó a ser adorador del sol, puesto que éste era demasiado remoto.
 
Los andonitas no se demoraron en desarrollar el temor a las fuerzas naturales trueno, relámpago, lluvia, nieve, granizo, y hielo. Pero el hambre fue el afán que constantemente reaparecía en estos días primitivos, y puesto que subsistían en gran medida de los animales, con el tiempo llegó a evolucionar una especie de adoración de los animales. Para Andón los animales mayores que servían para su alimentación eran símbolos del poder creativo y la capacidad sustentadora. De cuando en cuando solían designar a varios animales de estos más grandes como objetos de adoración. Durante el período en que estaba en boga la adoración de un animal particular, lo pintaban con trazos toscos sobre las paredes de las cuevas, y después, al continuar progresando las artes, tal deidad animal se tallaba en varios ornamentos.
 
Al cabo de muy poco tiempo, los pueblos andónicos adquirieron la costumbre de abstenerse de comer la carne de los animales de veneración tribal. En este momento, a fin de hacerle mella a la juventud de forma más idónea, desarrollaron una ceremonia de reverencia que se llevaba a cabo en torno al cuerpo de uno de estos animales venerados; y aún más tarde, este acto primitivo evolucionó para llegar a ser las esmeradas ceremonias de sacrificio realizadas por sus descendientes. Y así se originaron los sacrificios como parte de la adoración. Moisés en el rito hebreo practicó esta idea, y la conservó en principio el apóstol Pablo como doctrina de la expiación de los pecados mediante el «derrame de sangre».
 
Que el sustento alimenticio era de suma importancia en las vidas de estos seres humanos primitivos, lo indica una oración que Onagar, su gran maestro, les enseñó a esta gente tan sencilla:

«Oh Aliento de la Vida, danos nuestro sustento de este día, redímenos de la calamidad del hielo, sálvanos de nuestros enemigos del bosque, y con gran misericordia recíbenos en el Gran Más Allá».

Onagar mantuvo su sede en las márgenes septentrionales del antiguo Mediterráneo, que presentemente viene a ser la región del Mar Caspio, en un asentamiento llamado Obán, punto de parada en la vuelta hacia el oeste del camino que conducía al norte desde las tierras meridionales de la Mesopotamia. Desde Obán envió maestros a los asentamientos remotos para difundir sus nuevas doctrinas de una sola Deidad y su concepto del más allá, que él denominó el Gran Más Allá. Estos emisarios de Onagar fueron los primeros misioneros del mundo; también fueron los primeros seres humanos en cocer la carne, los primeros en utilizar el fuego con regularidad para preparar la comida. Cocían la carne en la punta de un palo y también en piedras calientes; después llegaron a asar trozos grandes al fuego; sus descendientes, sin embargo, casi revirtieron del todo al consumo de la carne cruda.

Nació Onagar hace 983,323 años (contando desde 1934 d. de J.C.), y vivió hasta la edad de sesenta y nueve años. La historia de los logros de este genio maestro y guía espiritual de los días anteriores al Príncipe Planetario es el emocionante relato de la organización de estos pueblos primitivos en una verdadera sociedad. Instituyó un gobierno tribal eficaz, que siguió sin par entre las generaciones sucesivas durante muchos milenios. Nunca más, hasta el advenimiento del Príncipe Planetario, hubo semejante civilización de tanta elevación espiritual en la tierra. Esta gente sencilla tenía, aunque primitiva, una verdadera religión, pero se perdió subsiguientemente a sus descendientes en decadencia.
 
Aunque tanto Andón como Fonta habían recibido Modeladores del Pensamiento, tal como los había recibido gran parte de sus descendientes, no fue hasta los días de Onagar que los Modeladores y serafines guardianes llegaron en grandes números a Urantia. Esta fue, en efecto, la edad de oro del hombre primitivo.

LA SUPERVIVENCIA DE ANDÓN Y FONTA
Asia es la cuna de la raza humana. Andón y Fonta nacieron allí, en una sureña península de este continente, y en las alturas de lo que hoy en día es Afganistán sus descendientes Badonan fundaron un primitivo centro cultural que ha persistido por más de medio millón de años. Aquí, en este centro oriental de la especie humana las gentes sangik se diferenciaron de los andonitas. Asia fue su primer hogar, su primer territorio de caza, su primer campo de batalla. El sudoeste asiático presenciaba las sucesivas civilizaciones de dalamatianos, noditas, adanitas y anditas, y desde estas regiones el potencial de la civilización moderna se extendió a todo el mundo.

Andón y Fonta, los espléndidos fundadores de la raza humana, recibieron reconocimiento cuando, a la llegada del Príncipe Planetario, hubo la adjudicación en Urantia, y a su debido momento surgieron del régimen de los mundos de morada con el estado de ciudadanía en Jerusem. Bien que nunca se les ha permitido volver a Urantia, conocen la historia de la raza que fundaron. Se dolieron de la traición de Caligastia, se lamentaron del fracaso de Adán, pero se regocijaron sobremanera al recibir el aviso de que Miguel había seleccionado su mundo para el escenario de su última efusión.
 
En Jerusem tanto Andón como Fonta se fusionaron con sus Modeladores del Pensamiento, al igual que se fusionaron varios hijos suyos, Sontad inclusive; pero la mayoría de sus mismos descendientes inmediatos sólo lograron la fusión con el Espíritu.
 
Andón y Fonta, al poco tiempo de su llegada a Jerusem, recibieron permiso del Soberano del Sistema para retornar al primer mundo de morada para servir con las personalidades morontiales, quienes les dan la bienvenida a los peregrinos del tiempo de Urantia a las esferas celestiales. Y se les ha asignado a dicho servicio por tiempo indefinido. Procuraron mandar saludos a Urantia en relación con estas revelaciones, pero, prudentemente, se les negó esta petición.

Y esta es la narración del capítulo más heroico y fascinante de toda la historia de Urantia, la historia de la evolución, las luchas de la vida, la muerte, y supervivencia eterna de los singulares padres de todo el género humano.

Primeros seres humanos inteligentes


Hace 850 mil  años
Hace 850.000 años las tribus superiores de Badonan comenzaron una guerra de exterminio contra sus vecinos inferiores similares a los animales. Esta campaña de exterminio de los seres inferiores hizo que se mejoraran un poco las tribus de las colinas de aquella edad. Los descendientes mezclados de este linaje mejorado de los badonitas aparecieron en el escenario de la acción aparentemente como una raza nueva, la raza Neandertal.

LAS RAZAS NEANDERTALES
Los neandertales fueron excelentes luchadores, y viajaron por un vasto territorio. Se propagaron gradualmente, partiendo de las tierras altas en el noroeste de la India, hasta Francia en el oeste, China en el este, e incluso hasta el norte de África. Dominaron el mundo durante casi medio millón de años hasta los tiempos de la emigración de las razas evolutivas de color.

Hace 800 mil  años
Hace 800.000 años pululaban los animales de caza; deambulaban por Europa muchas especies de ciervos, además de elefantes e hipopótamos. El ganado abundaba; por todas partes andaban los caballos y los lobos. Los neandertales fueron grandes cazadores, y las tribus de Francia adoptaron por primera vez la práctica de ofrecer a los mejores cazadores el privilegio de escoger a sus esposas entre las mujeres.


El Reno

El reno les fue sumamente útil a estos pueblos neandertales, sirviendo de sustento, abrigo, y herramientas, ya que se valían de la cornamenta y los huesos para usos varios. Tenían poca cultura, pero mejoraron el trabajo en piedra considerablemente, tanto que éste casi volvió al nivel de calidad que tenía en la época de Andón. Volvieron a aparecer piedras grandes atadas a palos que servían de hachas y piquetas.

Hace 750 mil  años
Hace 750.000 años ya había avanzado bastante hacia el sur la cuarta capa de hielo. Con sus utensilios mejorados los neandertales hacían agujeros en el hielo que cubría los ríos septentrionales, y así podían pescar con arpón los peces que se asomaban a estos respiraderos. Estas tribus constantemente se retiraban ante el hielo que avanzaba y que, en este momento, efectuaba su invasión más amplia de Europa.
Hace 700 mil  años
Hace 700.000 años empezó a retirarse el cuarto glaciar, el más grande de todos en Europa; hombres y animales volvían al norte. El clima era fresco y húmedo, y el hombre primitivo volvió a medrar en Europa y Asia occidental. Gradualmente se propagaron los bosques hacia el norte, sobre la tierra que tan recientemente había estado cubierta con el glaciar.
 
La fauna mamífera sufrió pocos cambios a causa del gran glaciar.

Hace 650 mil  años
Hace 650.000 años se presenció la continuación del clima templado. Hacia mediados del período interglacial, había llegado a ser tan cálido que el hielo y la nieve de los Alpes casi llegaron a derretirse.

Hace 600 mil  años
Hace 600.000 años el hielo había alcanzado su extremo septentrional de retroceso y, tras una pausa de unos miles de años, comenzó a dirigirse nuevamente hacia el sur por quinta vez. Pero el clima sufrió muy pocas modificaciones durante cincuenta mil años.

Hace 550 mil  años
Hace 550.000 años el glaciar nuevamente en pleno avance empujó a hombres y animales hacia el sur.
 
Durante los tiempos de los glaciares cuarto y quinto se presenció la difusión ulterior de la tosca cultura de las razas neandertales. Pero hicieron tan pocos progresos que, en verdad, parecía que el intento de producir un tipo nuevo y modificado de vida inteligente en Urantia estuviera a punto de fracasar. Durante casi un cuarto de millón de años estos pueblos primitivos continuaron cazando y peleando, mejorando esporádicamente en algunos campos, pero, en general, degenerando constantemente en comparación con sus antepasados andónicos superiores.

En realidad los neandertales no tuvieron ninguna religión más allá de una superstición oprobiosa. Les causaban espanto las nubes, y aun más las brumas y nieblas. Se desarrolló, de forma gradual, una religión primitiva basada en el miedo a las fuerzas naturales; decayó, a la par, la adoración de los animales, a medida que el mejoramiento de las herramientas y la abundancia de animales de caza permitieron que esta gente se angustiara menos por el sustento. La recompensa sexual por las proezas de caza tendía a mejorar notablemente las técnicas de los cazadores. Esta nueva religión del miedo fue causa de intentos por aplacar las fuerzas invisibles que desencadenan los elementos naturales, y culminó después en la realización de sacrificios humanos para apaciguar estas fuerzas desconocidas e invisibles. Esta horripilante práctica del sacrificio humano se ha venido perpetuando entre los pueblos más atrasados de Urantia hasta el mismo siglo veinte.
 
A estos primeros neandertales no se les fácilmente puede calificar de adoradores del sol. Más bien vivían con el temor de la oscuridad; les aterraba el anochecer. Mientras la luna resplandeciera, lograban salir adelante; pero en cuanto ésta se oscurecía, les asaltaba el pánico y sacrificaban a sus mejores especímenes masculinos y femeninos para conseguir que la luna volviese a brillar. Supieron muy pronto que el sol volvía con regularidad, pero conjeturaban que la luna volvía sólo si sacrificaban a otros de la tribu. A medida que avanzaba la raza, el objeto y el propósito del sacrificio cambiaron progresivamente, pero el sacrificio humano, como parte del ceremonial religioso, perduró por mucho tiempo.



Neandertales


Por último, después de otros 900.000 años, apareció el primer Hombre primitivo; se le llamó Neanderthal, por el lugar donde aparecieron por vez primera sus restos.
Los primeros hombres de Neandertal se diseminaron por toda Eurasia, pero el ala oriental era la más contaminada con los degradados linajes animales. Estos tipos subhumanos fueron desplazados hacia el sur por el quinto glaciar, la misma capa de hielo que por mucho tiempo bloqueó la migración sangik hacia el este en Asia. Y cuando el hombre rojo se dirigió hacia el nordeste bordeando las tierras altas de la India, halló el nordeste de Asia libre de esta especie subhumana. La organización tribal de las razas rojas se formó antes que la de cualquier otro pueblo, y fueron los primeros en emigrar del centro sangik de Asia central. Los linajes inferiores del hombre de Neandertal fueron destruidos o desplazados del territorio continental por las posteriores migraciones de las tribus amarillas. Pero el hombre rojo había reinado en forma suprema en el este de Asia durante casi cien mil años antes de que llegaran las tribus amarillas.

Las razas roja y amarilla, son las únicas razas humanas que alcanzaron alguna vez un alto grado de civilización lejos de la influencia andita. El más antiguo centro cultural amerindio fue el de los Onamonalonton en California, pero ya por el año 35,000 a. de J.C. había desaparecido. En México, en Centroamérica y en las montañas de Sudamérica las ulteriores y más duraderas civilizaciones fueron fundadas por una raza predominantemente roja, pero que mostraba considerable cantidad de componentes de las razas amarilla, anaranjada y azul.
 
Estas civilizaciones fueron producto de la evolución de los sangik, aunque vestigios de la raza andita llegaron hasta el Perú.

En el plan original de los Melquisedec para el mejoramiento de las razas de Urantia se había estipulado que un millón de los descendientes directos y puros de Adán debían ir a mejorar al hombre rojo de las Américas.




Hace 500 mil años
Durante el quinto avance del hielo, un nuevo acontecimiento aceleró el curso de la evolución humana. Repentinamente y en una sola generación, se originaron por mutación de la raza humana aborigen las seis razas de color. Esta fecha tiene doble importancia, ya que también marca el advenimiento del Primer Príncipe Planetario Caligastia.

Principe Planetario Caligastia y su sequito


(El Soberano del Sistema les asigna a varias tareas y finalmente son comisionados como Príncipes Planetarios y enviados para gobernar los mundos habitados en evolución. El Príncipe Planetario representa el último esfuerzo del Hijo Eterno y de sus Hijos por acercarse a vosotros. En un mundo recientemente habitado el Príncipe Planetario es el único representante de divinidad completa, pues surge del Hijo Creador (el vástago del Padre Universal y del Hijo Eterno) y de la Ministra Divina (la Hija universal del Espíritu Infinito).
Todos los Príncipes Planetarios están bajo la jurisdicción administrativa universal de Gabriel, el jefe ejecutivo de Micael, mientras en cuenta a la autoridad inmediata, están sujetos a los mandatos ejecutivos de los Soberanos del Sistema. Un Príncipe Planetario no es visible para los seres mortales; es una prueba de fe creer las representaciones de los seres semimateriales de su séquito. El séquito corpóreo del príncipe pronto organiza las escuelas planetarias de capacitación y cultura, en las que se instruye a la crema de las razas evolutivas y luego se los envía a que enseñen estas mejores maneras a su pueblo. Estas escuelas del príncipe están ubicadas en la sede central material del planeta.
En Urantia estos planes de progreso planetario y avance cultural estaban bien encaminados, procediendo de la manera más satisfactoria, cuando la adherencia de Caligastia a la rebelión de Lucifer llevó la entera empresa a un fin precipitado e ignominioso.

Lucifer Soberano del Sistema se convirtió en un rebelde

Derrota de Lucifer por Gabriel

Durante la dispensación de un Príncipe Planetario, el hombre primitivo alcanza los límites del desarrollo evolutivo natural, y este logro biológico señala al Soberano del Sistema el momento en que corresponde despachar a dicho mundo la segunda orden de filiación, los elevadores biológicos. Estos Hijos, pues hay dos de ellos —el Hijo Material y la Hija Material— generalmente se conocen en un planeta como Adán y Eva. En los mundos habitados los Hijos e Hijas Materiales construyen muy pronto sus moradas jardín, con la ayuda de sus propios hijos. Usualmente el Príncipe Planetario ha seleccionado la ubicación del jardín y su séquito corpóreo hace mucho de la tarea preliminar de preparación con la ayuda de muchos de los tipos más elevados de las razas nativas.)

Hace 500.000 años las tribus de Badonan de las tierras altas del noroeste de la India se involucraron en otra gran lucha racial. Durante más de cien años se libró esta guerra sin tregua, y cuando la prolongada lucha llegó a su fin, sólo quedaban alrededor de cien familias. Pero estos supervivientes fueron los más inteligentes y más deseables de todos los descendientes de Andón y Fonta que se encontraban a la sazón vivos.
 
En este momento, aconteció algo novedoso y extraño entre estos badonitas de las tierras altas. Un hombre y una mujer que vivían en la parte nordeste de la región que estaba habitada en ese entonces, comenzaron repentinamente a producir una progenie singularmente inteligente. Esta fue la familia sangik, los antepasados de las seis razas de color de Urantia.
 
Estos hijos sangik, diecinueve en total, no sólo eran más inteligentes que sus semejantes, sino que su piel manifestaba un tendencia insólita a volverse de colores distintos al exponerse a la luz del sol. Entre estos diecinueve hijos figuraron cinco rojos, dos anaranjados, cuatro amarillos, dos verdes, cuatro azules y dos índigos. A medida que crecían los hijos, estos colores se volvían más pronunciados, y al emparejar estos jóvenes, más adelante, con otros de la tribu, la prole tendía a manifestar el color de piel del progenitor sangik.
 
Paso a interrumpir la narración cronológica, tras llamar la atención sobre el advenimiento del Primer Príncipe Planetario ocurrido alrededor de esta época para considerar cada una de las seis razas de los Sangik de Urantia por separado.

LAS SEIS RAZAS SANGIK DE URANTIA
En los planetas evolutivos medianos las seis razas evolutivas de color van apareciendo una por una; el hombre rojo es el primero en evolucionar, y durante edades vaga por el mundo, antes de que aparezcan por primera vez las razas sucesivas de color. El surgimiento simultáneo de las seis razas en Urantia, y dentro de una sola familia, fue de lo más insólito.
 
La aparición anterior de los andonitas en Urantia también constituyó una novedad en Satania. En ningún otro mundo del sistema local ha evolucionado semejante raza de criaturas volitivas anteriormente a las razas evolutivas coloradas.

El hombre rojo. Estos pueblos fueron especímenes extraordinarios de la raza humana, superiores en muchos aspectos a Andón y Fonta. Constituyeron un grupo sumamente inteligente y fueron los primeros de los hijos de los Sangik en desarrollar una civilización y gobierno tribal. Siempre fueron monógamos; incluso sus descendientes mestizos rara vez practicaban la poligamia.

Hace alrededor de ochenta y cinco mil años los supervivientes comparativamente puros de la raza roja se trasladaron en su totalidad a Norteamérica.

Al efectuar el hombre rojo la travesía hacia América, trajo consigo muchas de las enseñanzas y tradiciones de su origen primordial. Sus antepasados inmediatos habían estado en contacto con las últimas actividades de la sede central mundial del Príncipe Planetario Caligastia. Pero poco tiempo después de llegar a las Américas, el hombre rojo comenzó a perder de vista estas enseñanzas, y hubo una gran decadencia de la cultura intelectual y espiritual. Al muy poco tiempo, esta gente comenzó a pelear entre sí nuevamente con tanta violencia que pareció que estas guerras tribales acabarían con la extinción veloz del resto de esta raza roja relativamente pura.
 
A causa de esta gran regresión, el hombre rojo parecía destinado a extinguirse cuando apareció Onamonalonton, hace unos sesenta y cinco mil años, en calidad de jefe y redentor espiritual. Trajo paz temporal a los hombres rojos americanos y resucitó la antigua adoración del «Gran Espíritu». Onamonalonton vivió hasta los noventa y seis años de edad, y habitó entre las grandes secoyas de California. Muchos de sus descendientes llegaron hasta los tiempos modernos entre los indios Blackfoot.
 
Con el pasar del tiempo, las enseñanzas de Onamonalonton se convirtieron en tradiciones vagas. Se reanudaron las guerras de aniquilación mutua, y después de los días de este gran maestro, ningún otro jefe logró traer la paz universal entre ellos. Durante estas luchas tribales, las ramas más inteligentes perecían en creciente escala; de no ser así, habría surgido una gran civilización sobre el continente norteamericano gracias a estos capaces e inteligentes hombres rojos.
 
Después de cruzar a América desde China, el hombre rojo del norte no volvió a entrar en contacto con otras influencias del mundo (con excepción del esquimal) hasta ser descubierto más tarde por el hombre blanco.

El hombre anaranjado. El rasgo destacado de esta raza fue su impulso particular en construir, en construir lo que fuera, incluso en amontonar vastas pilas de piedras sólo por ver qué tribu podía construir la pila más alta. Aunque no fueron una gente progresista aprovecharon mucho las escuelas del Príncipe Caligastia, enviando delegados para que se instruyeran.
 
La raza anaranjada fue la primera en bajar por la costa hacia el África a medida que el Mediterráneo se retiraba hacia el oeste. Pero no llegaron a arraigarse favorablemente en África, y fueron finalmente exterminados por la raza verde que llegó más tarde.
 
Antes de que llegara el fin, este pueblo perdió mucho de sus logros culturales y espirituales. Pero hubo un gran resurgimiento de un nivel de vida superior como resultado del juicioso mando de Porshunta, la cabeza principal de esta raza malhadada, el cual les guió cuando su sede central estaba en Armagedón, hace unos trescientos mil años.
 
La última gran lucha entre los hombres anaranjados y los verdes ocurrió en la región del valle del Nilo bajo, en Egipto. Esta prolongada batalla se libró durante casi cien años, y al finalizar, muy pocos de la raza anaranjada quedaban vivos. Pero, en cuanto a raza, el hombre anaranjado cesó de existir hace alrededor de cien mil años.

El hombre amarillo. Las tribus amarillas primitivas fueron las primeras en abandonar la caza, establecer comunidades asentadas, y desarrollar una vida hogareña basada en la agricultura. Intelectualmente eran un tanto inferiores al hombre rojo, pero social y colectivamente resultaron superiores a todos los pueblos sangik en cuanto a fomentar la civilización racial. Como desarrollaron un espíritu fraternal, las distintas tribus aprendieron a convivir en paz relativa. Así pudieron expulsar a la raza roja con la cual se enfrentaron a medida que ésta iba expandiéndose en Asia.
 
Se alejaron mucho de las influencias de la sede central espiritual del mundo y poco a poco fueron cayendo en gran oscuridad tras la apostasía de Caligastia quien siguió los pasos de Satanás y este los pasos de Lucifer; pero aconteció una edad brillante entre esta gente cuando Singlangtón, hace alrededor de cien mil años, asumió el mando de estas tribus y proclamó la adoración de la «Verdad Única».
 
La supervivencia de cantidades comparativamente mayores de la raza amarilla se debe a la paz que reinaba entre sus tribus. Desde los días de Singlangtón hasta los tiempos de la China moderna, la raza amarilla viene figurando entre las naciones más pacíficas de Urantia. Esta raza recibió un legado pequeño pero potente de la posterior descendencia adánica.

El hombre verde. La raza verde fue de los grupos menos capases del hombre primitivo, y fueron considerablemente debilitados por extensas migraciones hacia distintos rumbos. Antes de dispersarse, estas tribus experimentaron un gran renacimiento cultural bajo el mando de Fantad, hace unos trescientos cincuenta mil años.
 
La raza verde se fraccionó en tres grupos principales: Las tribus del norte fueron subyugadas, esclavizadas y absorbidas por las razas amarilla y azul. El grupo oriental se mezcló con los pueblos de la India de aquellos tiempos, y aún se encuentran algunos de sus rasgos entre ellos. El grupo meridional penetró en África, y allí aniquilaron a sus primos anaranjados casi equivalentemente inferiores.
 
En muchos aspectos ambos grupos estaban igualmente dotados para esta lucha, puesto que ambos llevaban características del orden gigante, y medían muchos de sus jefes de
dos metros cuarenta a dos metros setenta. Estos linajes gigantescos del hombre verde se encontraban en gran parte tan sólo en esta nación meridional o egipcia.
 
Los supervivientes de los hombres verdes victoriosos fueron absorbidos posteriormente por la raza índiga, el último de los pueblos de color en desarrollarse y emigrar desde el centro original de dispersión racial de los sangik.

El hombre azul. Los hombres azules fueron un gran pueblo. No tardaron en inventar la lanza y posteriormente sentaron los fundamentos de muchas de las artes de la civilización moderna. El hombre azul tenía la capacidad cerebral del hombre rojo, combinada con el alma y sentimientos del hombre amarillo. Los descendientes adánicos los preferían entre todas las razas de color que perduraron.
 
Los primeros hombres azules fueron sensibles a las persuasiones de los maestros del séquito del Príncipe Caligastia, y fueron confundidos sobremanera por las subsiguientes enseñanzas depravadas de los caudillos traidores. Como otras razas primitivas, no se repusieron nunca completamente del disturbio ocasionado por la traición de Caligastia, así como tampoco pudieron sobreponerse del todo a su tendencia a pelear entre sí.

El Hombre de Crogmanon - Raza Azul



Aproximadamente quinientos años después de la caída de Caligastia se produjo un vasto renacimiento del conocimiento y la religión de índole un tanto primitiva —pero no obstante, auténtico y beneficioso—. Orlandof llegó a ser un gran maestro entre la raza azul y guió a muchas de las tribus para que volvieran a adorar al verdadero Dios bajo el nombre de «Jefe Supremo». Este fue el adelanto más grande del hombre azul hasta esas épocas posteriores en que esta raza tanto mejoró mediante el cruce con el linaje adánico.
 
Las investigaciones y exploraciones europeas de la vieja edad de la piedra suponen, en gran parte a la exhumación de herramientas, huesos, y artesanías de estos hombres azules antiguos, pues perduraron en Europa hasta los tiempos recientes. Las llamadas razas blancas de Urantia son los descendientes de estos hombres azules, modificados primero por un leve cruzamiento con la raza amarilla y la roja, y más adelante, considerablemente mejoradas al asimilar la mayor parte de la raza violeta.

La raza índiga. Tal como los hombres rojos eran los más avanzados entre los pueblos sangik, los hombres negros fueron los menos progresistas. Fueron los últimos en emigrar de sus tierras altas natales. Se trasladaron a África, apoderándose del continente, y desde entonces han permanecido allí, salvo cuando, a través de las edades, fueron llevados a la fuerza como esclavos.
 
Aislados en África, los pueblos índigos, igual que el hombre rojo, prácticamente no recibieron la influencia positiva que podría haber resultado de la infusión del linaje adánico. A solas en África, la raza índiga hizo pocos progresos hasta los días de Orvonón, época en la que experimentaron un gran despertar espiritual. Aunque, con el tiempo, casi llegaron a olvidar del todo el «Dios de los Dioses» proclamado por Orvonón, no perdieron por completo el deseo de adorar al Desconocido; por lo menos, mantuvieron cierta forma de adoración hasta hace unos miles de años.
 
A pesar de su atraso, estos pueblos índigos ocupan ante los poderes celestiales el mismo nivel de importancia que cualquier otra raza terrestre.

Estas fueron edades de intensas luchas entre las distintas razas, pero cerca de la sede central del Príncipe Planetario Caligastia los grupos más esclarecidos y más recientemente instruidos convivieron en armonía relativa, si bien no se logró ninguna gran conquista cultural de las razas del mundo hasta el momento de la grave perturbación de este régimen por el estallido de la rebelión de Lucifer hace 200,000 años.
De tanto en tanto estos pueblos diferentes experimentaron renovaciones culturales y espirituales. Mansant fue un gran maestro de la época posterior al Príncipe Planetario. Pero tan sólo se hace mención de los líderes y maestros destacados que influyeron e inspiraron de forma marcada a toda una raza. Con el paso del tiempo, surgieron muchos maestros menores en distintas regiones; y en conjunto contribuyeron mucho al cúmulo total de aquellas influencias salvadoras que impidieron el desplome total de la civilización cultural, sobre todo durante las prolongadas edades oscurantistas entre la rebelión de Caligastia y la llegada de Adán. 

Existen muchos motivos buenos y suficientes que explican el plan de evolución de tres o seis razas de color en los mundos del espacio. Aunque los mortales de Urantia tal vez no puedan apreciar plenamente todos estos motivos, quisiéramos llamar la atención sobre los siguientes:

Las razas de Urantia se habrían beneficiado mediante una mezcla temprana, siempre y cuando estos linajes mezclados hubieran podido posteriormente mezclarse ampliamente con el linaje superior adánico.

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